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"SEÚL"

Harper se miraba al espejo una última vez, acomodando el cabello y ajustando su abrigo. La idea de mudarse a Seúl seguía siendo surrealista. En el fondo, aún buscaba algo que le diera una razón válida para quedarse.

-¿Lista, cariño? -preguntó la señora Kavinsky desde la puerta, asomándose con una sonrisa dulce pero nostálgica.

-Claro que sí, mamá. Solo necesito un par de minutos más -respondió Harper mientras jugueteaba con las cintas de su maleta.

Cuando su madre salió del cuarto, Harper comenzó a hablar en voz baja consigo misma.

-No puedo irme sin mi mochila de emergencia... no, sería irresponsable.

Harper bajó corriendo las escaleras y, como si un rayo la hubiera golpeado, se detuvo en mitad del camino.

-¡Owen! -gritó.

Owen, sentado despreocupadamente en el sofá con el control remoto en la mano, apenas le lanzó una mirada.

-¿Qué?

-¿Dónde está mi mochila de emergencia? Necesito armarla antes de irme.

El hermano menor puso los ojos en blanco y, sin decir palabra, se levantó y desapareció por las escaleras. Harper apenas tuvo tiempo de procesar su reacción cuando Owen reapareció en lo alto de la escalera, con la mochila en la mano.

-¿Esta mochila? -preguntó con una sonrisa burlona.

-Sí, esa. Pero no está lista...

Owen, sin perder el ritmo, lanzó la mochila directamente desde lo alto de las escaleras. Harper vio horrorizada cómo aterrizaba perfectamente a sus pies.

-¡Ya lo está! -exclamó con satisfacción-. No hay más excusas, Harper.

Ella lo miró indignada, cruzándose de brazos.

-¿Qué demonios te pasa?

Owen se encogió de hombros, con una expresión tan cínica como siempre.

-Por fin podré ser hijo único. ¡El sueño de toda la vida!

La madre de ambos entró justo a tiempo para ver el intercambio y frunció el ceño.

-¡Owen, sé amable con tu hermana!

Harper recogió la mochila del suelo, resoplando.

-Es un mocoso.

-Claro, mocoso que es lo suficientemente listo para evitar que pongas más excusas y te quedes -replicó Owen con un gesto triunfal.

Finalmente, llegó el momento de despedirse. La señora Kavinsky abrazó a Harper con fuerza, sus ojos brillando con lágrimas contenidas.

-Sé que vas a hacer cosas increíbles, Harper. Estamos muy orgullosos de ti.

Harper apretó los labios para no llorar, asintiendo mientras correspondía al abrazo. Cuando se giró hacia Owen, este levantó las cejas, pretendiendo desinterés.

-Supongo que debería darte un abrazo, ¿no? -preguntó Harper, medio riéndose.

-No lo sé. ¿Te sientes lista para mostrarme un poco de cariño por primera vez en tu vida? -bromeó él, aunque terminó abrazándola rápidamente.

-Te voy a extrañar, enano -murmuró Harper.

-Claro que sí. ¿Quién no extrañaría mi genialidad?

Con las despedidas hechas, Harper salió de la casa acompañada por Kitty, quien esperaba ansiosa al pie del auto. Harper, mirando la casa mientras se alejaban, suspiró profundamente.

-No puedo creer que me hayas convencido de hacer esto.

Kitty solo sonrió, ajustándose el cinturón de seguridad.

-Confía en mí, Harper. Esta será la mejor decisión de tu vida.

Mientras el auto se alejaba, Harper no podía evitar un nudo de nervios y emoción en el estómago. La verdadera aventura estaba a punto de comenzar.

El bullicio del aeropuerto hacía eco mientras Harper y Kitty caminaban hacia su puerta de embarque. Harper, cargando su mochila al hombro, suspiró mirando hacia las enormes ventanas con vista a las pistas.

-¿Sabes? Aún puedo cambiar de opinión. Puedo tomar un vuelo a Hawái o, no sé, volver a casa.

Kitty le dio un golpecito en el brazo y negó con la cabeza, divertida.

-Cálmate. Esto será increíble, ya lo verás.

De pronto, un chico apareció caminando por la misma dirección que ellas. Era alto, con el cabello perfectamente arreglado, y llevaba puesta una chaqueta que gritaba "soy caro". Su postura emanaba una mezcla de confianza y presunción, como si supiera exactamente el impacto que causaba en los demás.

Harper se dio cuenta de su presencia en el peor momento: cuando chocaron accidentalmente.

-¡Oye, fíjate por dónde caminas! -dijo Harper, dándole un rápido vistazo, su tono tan molesto como irónico.

El chico apenas le dedicó una mirada, inclinando levemente la cabeza como si ella fuera insignificante. Kitty, sin embargo, notó algo que le llamó la atención: una tarjeta sobresalía de uno de los bolsillos de su mochila. Con una rapidez sorprendente, Kitty alcanzó a leer las letras impresas: "KISS".

-¡Oye, tú! -exclamó Kitty, emocionada-. ¿Vas a KISS? ¡Nosotras también!

El chico detuvo su andar por un breve segundo y las miró a ambas. Una media sonrisa apareció en su rostro antes de levantar una mano ligeramente, como si estuviera pidiendo paciencia.

-No español -dijo con un acento que era una mezcla de indiferencia y desinterés.

Kitty parecía confundida, pero Harper, incapaz de contenerse, rodó los ojos y murmuró en inglés:

-Probably not smart either.

El chico pareció no escucharla (o prefirió no reaccionar) y siguió su camino, dejando a las dos chicas detrás. Harper, cruzándose de brazos, miró a Kitty con un gesto triunfal.

-Genial, ya estoy acumulando conocidos en este viaje.

Kitty se rio mientras Harper seguía su camino hacia la puerta de embarque, tratando de sacudirse el mal humor que aquel extraño le había dejado. Sin saber que, inevitablemente, el destino estaba a punto de unir sus caminos de una forma mucho más complicada de lo que podía pensar.

Harper y Kitty habían aterrizado en Seúl unas horas atrás, deslumbradas por la modernidad de la ciudad y la emoción de su nueva aventura, pero ahora se encontraban en una situación algo complicada. Habían perdido el autobús escolar que las llevaría al campus, lo que les había obligado a comenzar a caminar por las calles en busca de una solución.

El cansancio del viaje y las maletas pesadas no ayudaban mucho mientras observaban a su alrededor en busca de una dirección familiar. Al principio, pensaron que podían pedir ayuda a alguien, pero el idioma fue un obstáculo más grande de lo esperado. La barrera del idioma parecía una muralla infranqueable.

-Ok, ya no sé ni por dónde vamos -dijo Harper, mirando el mapa que había intentado leer por unos minutos, pero todo le resultaba confuso.

-Creo que podemos intentarlo. Algo encontraremos -respondió Kitty con un suspiro, más optimista de lo que realmente se sentía. Ambas trataban de no perder la calma, pero su incertidumbre crecía con cada paso que daban.

Poco después, intentaron pedir dirección a una pareja en la calle, pero solo recibieron una sonrisa confusa, sin conseguir nada más que aumentar la frustración. En ese momento, Harper, un poco molesta, pensó que, tal vez, habría sido mejor regresar a la terminal y esperar el siguiente autobús. Justo cuando estaban dando la vuelta a una esquina, sin esperarlo, Kitty tropezó y choco contra un coche que comenzaba a avanzar lentamente, dejando que su cuerpo cayera de forma torpe al pavimento.

-¡Kitty! -gritó Harper, casi sin poder creer lo que había sucedido. De inmediato, corrió hacia su hermana para ayudarla.

Kitty se levantó rápidamente, sólo un poco atónita, sin que parecía que la caída le hubiera dejado más que un golpe de sorpresa.

-¿Estás bien? -preguntó Harper, mientras Kitty, un poco contrariada pero riendo, intentaba recomponerse.

-Sí... sí, creo que sí -respondió Kitty, pasando la mano por su pantalón para quitarse el polvo.

En ese momento, el conductor del coche se detuvo rápidamente y salió junto a una chica del auto con una expresión de preocupación. A su lado, había una joven que parecía estar algo sorprendida, pero rápidamente tomó el control de la situación.

-¿Estás bien? -preguntó la chica, inclinándose hacia Kitty.

Kitty, aún algo desconcertada, se levantó rápidamente.

-¿Podría llevarnos?

La mujer la miró durante un segundo y, sonriendo ligeramente, le contestó:

-Claro, lo llevan -se dirigió al chofer. Luego se giró hacia las dos hermanas-.

Harper y Kitty se miraron sorprendidas, pero sabían que no tenían muchas opciones. Asintieron rápidamente. El conductor comenzó a meter las maletas en el maletero mientras las dos chicas se subían al coche.

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