Prólogo

Revise mi chaqueta por última y me coloqué la bufanda rosada, aquella que me había regalado mi pequeña ángel; una sonrisa pequeña y triste invadió mi rostro.

Salí del departamento y me despedí de la señora Park con la mano. El aire frío de Seúl me golpeó el rostro y por inercia atraje la chaqueta más cerca de mi cuerpo.

Llegué al puesto de floristería que estaba antes de la parada de buses y le dedique una sonrisa a Rosé.

—Hola Chaengie, buenos días—saludé, mi compañera de departamento la cuál se había convertido en mi mejor amiga en los últimos dos años después de que me mudé a Seúl.

Ella me sonrió—Jen! Pensé que no vendrías—corrió hacia adentro y regreso con mi pedido—La señora Jeon casi me mata por haber hecho este arreglo sin pagarlo antes pero le asegure con el dedo meñique que tú lo pagarías al venir.

Tomé las margaritas mientras con mi otra mano sacaba el dinero para entregárselo—De verdad lo siento Chaeng, se me había olvidado dártelo antes de que te fueras del departamento.

—No hay cuidado—me sonrió—Jungkook y Lisa me ayudaron a convencerla, ella es bastante accesible cuando se trata de su nuera e hijo.

—Cierto—me mordí el labio—Rosie, creo que hoy llegaré tarde a casa o tal vez regrese en la mañana.

Mire como asentía lentamente—Irás a Daegu cierto?—asentí—Esta bien entonces, si vienes antes me avisas. Jimin me dijo que hoy tiene turno así que probablemente no lo vea en la noche.

Miré mi reloj y me le acerque para darle un abrazo.—No olvides comer, te quiero Chaengie.

—Yo también Jendeukie. ¿estas segura de que no quieres que abra la cafetería hoy?

Le sonreí, muy en el fondo sabía que me lo preguntaría. Me saque las llaves del bolsillo y se las di.

—Llama a Jisoo y si los demás pueden sería de mucha ayuda.

Rosé me sonrió por última vez y me despedí de ella mientras llamaba un taxi para que me llevará a la estación.

◇◇◇

Mire el boleto y sonreí tristemente, ya habían pasado dos horas desde que estaba montada en ese tren y no había parado de pensar en que había pasado ya dos años desde que había dejado ese lugar.

Ajuste el bolso en mi hombro y sostuve aquel ramo de margaritas que se encontraba en mi otra mano, hice un último chequeo en mi vestimenta y mire que el tren indicaba la estación en la que me bajaría por lo que me acerqué con pasos cuidadosos hacia la salida. Al salir, tomé el primer taxi que apareció a mi vista y con una pequeña sonrisa entré en él.

—Al cementerio por favor.

El conductor asintió y comenzó el recorrido. A medida íbamos pasando la calles de Daegu, los recuerdos se cruzaban por mi mente y trataba de retener mis lágrimas.

Miré uno de los edificios de papá y me pregunté como habría estado estos últimos años que ya no estaba en casa. Saque mi teléfono y marque su número.

—Princesita, ¿como has estado?—lo escuché responderme.

—Bien en lo que cabe papá ¿y tú?

Extrañándote como el primer día que ya no estabas Daegu.

—Te tengo noticias—sonreí para mí misma—Estoy aquí en Daegu.

—¿En serio?—escuche un gruñido—Perdóname princesa pero estoy de viaje en Italia por unos negocios. Regreso hasta la próxima semana.

Hice un puchero triste y me mordí el labio—Tranquilo papá, porque no vas a mi cafetería un día de estos?

Sabes? Cuando regrese de Italia llegaré, lo prometo. Si deseas quedarte en casa, no dudes en ir, recuerda todavía sigue siendo tu casa.

Claro. Te espero entonces. Nos vemos papá. Te amo.

Yo también mi princesita, nos vemos la próxima semana.

Colgué la llamada y justo sentí que el auto se estacionó. Le pague al conductor y procedí a entrar al lugar, a medida caminaba hacia mi destino no pude evitar que unas pequeñas lágrimas se asomaran a mi rostro.

Cuando llegue posicioné las margaritas que había comprado sobre su tumba y no pude evitar sentarme y sonreír aún con lágrimas en mis ojos.

—Hola mi pequeña ángel.

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