—Aquí traigo el vinagre, señorita Sienne —escuché a Margareth detrás de mí. Me sobresalté porque nos había visto en un momento tan íntimo y me aparté de Harry lo más rápido que pude, dándome la vuelta sin mirarle a la cara por lo avergonzada que me sentía. 

—¿Vinagre? ¿Para qué? —Escuché el tono confuso de Harry preguntándole a Margareth. Me había distraído tanto con su presencia que al principio estuve tan confusa como él, hasta que volví a concentrarme. Margareth me estaba ayudando. 

Ella me miraba tímida, un tanto asustada incluso, esperando que yo contestara por ella. Pero no sabía qué decir sin ser directa. No quería volver a romper la confianza entre Harry y yo. Había sido suficiente una vez con la negativa del embarazo, no quería volver a pasar por ahí.

Suspirando, decidí ser sincera con él. Si quería que me creyera, tenía que dejarme de mentiras y de juegos.

—Le he pedido a Margareth consejo sobre cómo saber si estoy embarazada o no —dije en apenas un murmullo, pero se escuchó alto y claro en el silencio sepulcral de la habitación. Suponía que Grace se había ido antes cuando me oyó pedirle a su madre consejo, y era mejor así. 

—¿Tienes dudas? —Empezó preguntando Harry, alternando la mirada entre el vino y yo—. Creía que estabas segura de que no estabas embarazada el momento en el que me lo dijiste, vi tus toallas manchadas, Sienne —comentó con firmeza, pero en su voz había un atisbo de esperanza.