San | 3.
La inevitable realidad, te golpeará.
—¡Buenos días, adorables compañeros! —Entré al salón de clases, ese que visitaba todos los días de la semana y saludé como acostumbraba.
Recibí el saludo de todos, algunos aún dormidos por la temprana hora y otros igual de felices u optimistas como mi persona.
—¡Buenos días, Nakahara-sama! —saludé a mi amigo también. Este, estaba sentado en su lugar revisando su cuaderno.
—Buenos días, y no me llames de esa manera, es vergonzoso —con una mano en su frente, también saludó. Eso era lo único que me importaba.
Me senté en mi habitual lugar y estiré mi cuerpo con pereza. Los demás estudiantes fueron llegando de poco a poco y también les saludaba con insistencia, sin embargo, como ya me conocían, aceptaban el trato sabiendo que no les dejaría en paz hasta que contestasen con propiedad.
—¿Qué sucede contigo? —Escuché que me preguntaba el oji-azul con cierta desconfianza.
—¿A qué te refieres? —contesté llevándome a la boca un dulcecito que acababa de sacar de su empaque, luego se lo extendí al muchacho.
—Hoy no te estás quejando de nada, a eso me refiero. —Me hizo entender mientras tomaba el dulce y también se lo llevaba a la boca.
Entonces lo pensé con seriedad. Realmente había sido una buena mañana, solo Ritsuka me había gritado por acabarme el cereal de malvaviscos, yo me había reído a gana suelta y ella me había tirado el cereal en la cara por envidiosa... ¡Oh, no! Hoy posiblemente fuera el fin del mundo, teníamos que prepararnos para decir adiós. Fue una buena vida, sin embargo, teníamos que despedirnos.
—Mmm... —suspiré saboreando la golosina en mi boca—. A veces, Chuuya-kun, las personas con mi suerte merecen un descanso —filosofé adoptando el tono.
Y realmente tenía suerte, porque era jueves y Literatura III no estaba en el horario de clases, aunque sí Mr. Kunikida, pero este no tenía nada personal contra mí como satanás, además de que adoraba sus clases cuando otros se dormían en ellas. Era de mis profesores favoritos.
El día continuó de esta manera, todo tranquilo, todo normal, era realmente mi descanso cuando lo que había mencionado a Chuuya era por mero juego. No se me perdió nada el primer periodo, nadie me llamó la atención para un regaño y no recibí F's enormes en rojo de tonalidad sangrienta. Así, salí a receso, compré mi almuerzo junto con mi amigo bajito y nos sentamos al aire libre, el revisó su celular un momento antes de ponerse a comer y yo me acabé todo antes de que me viera.
—...Pero, hasta tú comprendes que ese no debió ser el final de la novela. Todos estábamos esperando algo más, y nada, que nos decepciona la televisora —me quejé por primera vez en el día en nuestra cotidiana plática, era acerca de una novela que había terminado ayer por la noche en el canal popular de Yokohama.
—Debo aceptar que tienes razón está vez, esperaba que la protagonista fuera corriendo a los brazos de Yashiro y se amaran por toda la vida —contestó mordiendo su sándwich con lentitud, pero mi rostro se desfiguró con asco después de sus palabras.
—¿Yashiro? —mencioné despectiva—. Nunca imaginé que pertenecieras a esa facción, Chuuya-kun, me decepcionas, es obvio que Ryūnosuke era mejor partido para la protagonista —acusé tomando agua de mi botella.
—¿De qué hablas? Yashiro era mucho mejor que Ryūnosuke, ese bastardo la olvidó a pesar de que fueron a la escuela juntos —argumentó indignado.
—¡Ah! Aun así, Yashiro no le dio trabajo en su gran empresa y ella casi muere de hambre en la calle —argumenté yo también.
—¡Pero luego le salvó del mal trato de Ryūnosuke cuando este le traicionó con la que vendía pescado en el mercado!
—¡Era por su bien, no podrías entenderlo, señor numero dos!
Discutimos como infantes, era tan natural que los demás estudiantes ya hasta nos ignoraban. Chuuya y yo teníamos una relación de amistad muy extraña, pero muy fuerte, si él me necesitaba ahí me tendría y viceversa; ha sido así desde que nos conocimos en educación primaria. En una palabra, nos amamos como nunca habíamos amado a alguien, en términos amistosos, claro que sí.
—Ritsuko, espera un poco —me pidió de pronto, su voz se tornó seria y miró detrás de mi espalda, por lo que me fue imposible no voltear mi cuerpo para observar lo que él veía.
Mi mirada encontró al castaño chico tímido, Dazai Osamu. Era la primera vez que le veía en el día, pues como ya sabrán, gracias a su personalidad se camuflajeaba fácilmente entre las personas. Era como buscar una aguja en un pajar y yo no tenía muchas ganas de picarme. Se encontraba en un rincón del patio, los arbustos escondían muy bien aquella barda baja en la que él ocupaba asiento leyendo sus mangas, pero eso no fue lo que observó el Nakahara.
—¿Qué están tratando de hacer? —se preguntó en voz alta lo que yo también hice no mucho antes.
Mis cejas se bajaron en un semblante serio, pues no estaba solo, tres muchachos de tercero de otro grupo le rodeaban y decían algo que era imperceptible para mis oídos. Se reían, señalaban su historieta, pero él les estaba ignorando. Fue así, hasta que se le arrebataron sin cuidado, Dazai intentó hacer que se la devolvieran, sin embargo, solo se puso de pie, estos miserables le empujaron y cayó al suelo; a continuación, tomaron una bebida de por ahí y se la vertieron encima, otro muchacho, se encargó de lanzarle la historieta para que también se arruinara como su uniforme.
—Ritsuko, no hagas nada de lo que puedas arrepentirte —avisó Chuuya, y no entendí sus palabras hasta que me di cuenta, me había levantado de banca. Mi actitud se podía comparar con la de esos perros policía que olían algo raro en la cajuela de unos desconocidos.
No había tenido la "oportunidad" de ver cómo le molestaban por no hacer absolutamente nada más que estar en su propio mundo, por ello, casi vómito pura indignación cuando esta me subió por la garganta.
Caminé sin darme cuenta, pero los estudiantes se fueron antes de que llegara a la escena del crimen.
—Esos... locos. —Fue el mejor insulto que pudo salir de mi boca. Cuando llegué hasta Dazai, no le extendí la mano, sino que simplemente le tomé de estas para ayudar a levantarlo, después, me agaché a recoger la historieta que ya no servía ni para limpiar una ventana sucia.
—Gracias. —Escuché más bajo que de costumbre.
—Lo siento, debí venir antes —me lamenté extendiendo el ahora papel mojado.
—No te preocupes, ya estoy acostumbrado.
Por alguna razón, escuché algo quebrarse dentro de mi cuando mencionó aquello. Me molesté aún más y pateé el suelo como protesta. Cuando me enojaba era imposible no hacerlo, aunque pocas veces alguien acababa con mi paciencia, por lo general siempre era sonrisas y "buenos días" por todos los lugares.
—Te dejaron hecho un desastre —me quejé cuando vi su chaleco café manchado, el cuello de la camisa blanca era el más afectado.
Sin decirme nada, pronto comenzó a caminar lejos. Me quedé de pie en mi lugar al no entender nada, pero luego le seguí.
—Se te olvidó tu historieta —no me quedó más que decirle, pero él no se detuvo y yo me quedé con ella en las manos.
—Puedes tirarla, ya no sirve. —De esta manera, desapareció cuando entró dentro de la escuela por una de las puertas azules de salida.
Miré el tomo ahora inservible. Me pregunté cómo era posible que eso sucediera en dicha escuela tan nombrada; en como a los estudiantes se les hizo tan fácil y divertida la idea de tirar al pobre muchacho y llenarle con soda hasta los calzones. ¿Acaso no tenían un poco de empatía? Ni siquiera se molestaban en saber cómo había conseguido el manga o cuanto realmente le había costado. No me gustaba odiar a la gente, pero esos muchachos, ahora estaban en mi lista negra, que hasta ese momento se encontraba vacía.
Cuando volví en sí, Chuuya ya estaba a mi lado, lamentando con la mirada la acción que acababa de ocurrir ante nuestros ojos. Suponía, él tampoco había presenciado ese tipo de abusos, es decir, sabíamos acerca de la situación, no era una mentira para nadie que Dazai Osamu era molestado todo el tiempo; era como el "ver para creer", ya cuando lo vimos, realmente algo se rompió dentro de nosotros.
Entonces acabó el día y volví a casa para contarle todo a mi madre. De una forma indignadísima, me encontré caminando de aquí para allá en la cocina diciendo palabra tras palabra sin poder detenerme.
—Es que, ¡cómo puede ser posible, el muchacho no estaba haciendo nada más que estar solo! —exclamé por último. Por lo menos me había desahogado, pero a fin de cuentas necesitaba golpear algo con fuerza. ¿Dónde estaba Ritsuka cuando le necesitaba?
—Ah, cariño. —Mi madre suspiró por fin deteniendo sus labores diarias de cocina. Se acercó hasta a mí y acarició mi cabello con dulzura. Tenía un semblante angelical—. A veces los jóvenes son tontos, muy -muy- estúpidos; creen que por tener un rostro más lindo o más dinero que su prójimo, pueden hacer y deshacer con todo el derecho. Lo que se debe hacer en estos casos, además de notificarlo con las autoridades, es ignorarlos, les pegará en el ego, yo sé lo que te digo, tu padre era uno de esos —terminó con una risita.
—Gracias por el consejo, mamá, te amo —agradecí y me acerqué lo posible, di un beso en su mejilla y fui a cambiarme para comer su rica comida.
No obstante, mientras subía las escaleras hasta mi habitación, pensé en que eso no funcionaría. Seguro que Dazai ya lo había notificado y se veía a leguas que les ignorada casi profesionalmente de no ser por los abusos.
—¡Qué cara traes, querida! Báñate, apestosa —me insultó la bella joven que salía de la habitación contigua.
Afortunadamente, llevaba entre mis manos una liga de plástico con la que estuve jugando todo el día a molestar a Chuuya, así que la hice pistola con mis dedos y se lancé.
Le golpeó el ojo y tuve que correr.
Aunque no lo crean, me dolió escribir esta escena.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top