Roku | 6.
El progreso para mejora es bien recibido.
El miércoles en clase de Literatura III, me propuse a comenzar el libro sentada contiguamente con mi pareja de ensayo, Dazai Osamu. Como siempre, él estaba callado, pero al igual que mi persona, leía su copia del libro; éramos la única pareja en silencio, aunque sinceramente, había leído pocas páginas y no había entendido nada. ¿¡Por qué tenía que ser de esa manera!?
—Oye... Dazai-san... —Sin embargo, tal víbora arrastrándose sobre la superficie del mesabanco, susurré inquieta para llamar su atención.
Recibí una mirada de reojo al verle desde debajo de su libro. ¡Lo había conseguido! Pero no soltó palabra. De todas formas, le preguntaría algo que me había estado comiendo la mente a base de tortura desde el lunes en la clase de educación física.
—¿Oda-sensei y tú se conocen fuera de la escuela? —pregunte aún susurrante y escondida tras mi libro. Satanás no tendría que verme.
—No —respondió cambiando de hoja.
No me era suficiente su respuesta, necesitaba más. Alimentar mi curiosidad salía caro. Era hora de que lo entendiera.
—Es que parecían amigos de años cuando les vi. A decir verdad, te veías feliz y le tienes hasta ese lindo apodo con su nombre y apellido. Odasaku-sensei suena súper bonito —comenté, acomodando el peso de mi cabeza sobre mi mano abierta, por lo que estaba un poco inclinada y de lado.
—Odasaku-sensei es mi profesor favorito, es todo...
—No puedes solo decirme eso, Dazai-san, también noté que él te deja fuera de los equipos. Eso es un buen trato en cierto sentido —hablé un poco molesta. Había notado aquello cuando los chicos comenzaron a jugar y él aún estaba por un lado del profesor en silencio. Deseé ser él en ese momento.
Le vi con atención, no quería ceder, tal vez estaba siendo un incordio en su tranquila vida de lector de mangas y sacando buenas calificaciones sin presumirlo a nadie. Pero ya habíamos quedado en que le daría unos buenos empujones, y que mejor que eso, que me contestara algo en vez de solo contestar a mis preguntas por cortesía.
—Está bien... —cedió por fin. Cerró el libro entre sus manos y lo apoyó en el mesabanco, luego se cruzó de brazos y miró la tapa por segundos, hasta que: —. Ishinomori-san, lo has visto el otro día, soy molestado constantemente por personas de otros grupos, incluso menores, aun así no tengo problema con ello, porque aprendí con el tiempo a ignorarlo hasta cierto punto —dijo tal como lo había pensado antes—. Fue Odasaku-sensei quien me enseñó; al principio me molestaba bastante ser tratado diferente, día con día estaba en la oficina del consejero acusando a mis compañeros sin cansancio, cosa que me traía más desgracias. En uno de esos tantos maltratos, Odasaku-sensei reportó a los agresores con el director, pero yo me enojé tanto que comencé a gritarle que no era necesario porque jamás se tomaban cartas en el asunto. Le ignoré. Le ignoré hasta el cansancio cuando quería hablarme. Entonces un día, cuando terminé en el río cerca de aquí, volví a la escuela incapaz de ir casa y le encontré. Le escuché entonces, todo lo que tenía para decirme; como me ayudó tanto, desde ese momento siempre que puedo habló con él, porque es la única persona a la que puedo dirigirme sin que me insulte o ignore.
Terminó. Fue una confesión baja, y aunque me sorprendió que dijera tantas palabras seguidas y con un poco de confianza, comprendí entonces que más que un profesor para Dazai, Mr. Oda era un amigo con el cual podía contar siempre que lo necesitara. Por el momento había quedado feliz, por saber que el muchacho frente a mí no era tal como todos decían. Si, tenía inseguridades que se veían a simple vista, y posiblemente esa personalidad era ya parte de su vida sin desearlo, por lo que se acostumbró a cargar con ella a cada parte a la que salía. Sin embargo, no todo estaba perdido, si ponía de su parte, estaba dispuesta a ayudarle tan siquiera un poco para que por fin extendiera sus castañas alas y volara.
¡Teníamos tres meses y contando!
Al pasar dos semanas, invité a Dazai a mi hogar, debido a que necesitaba que tuviéramos un pequeño club de lectura. El libro del ruso escritor era demasiado para mí y mi cabezota. Sabía que eso sucedería y me mataba recordar que tan patética éramos yo y mi inexistente atención hacia algo con importancia extrema.
Era sábado, mamá estaba trabajando tiempo extra en el pequeño lugar de comida que tenía, iban a dar las tres y solo Ritsuka estaba en la casa. Yo me encontraba en mi habitación tratando de entender por lo menos un poco de la trama de Los Hermanos Karamazov, para de esta manera, cuando Dazai preguntase algo, no me tomara tan desprevenida.
Había que aceptar que mi idea era de doscientos IQ. No pueden negarlo. ¡Brillante!
—¡Ritsuko, uno de tus vagabundos amigos está en la puerta! —Escuché que gritaba mi bella hermana para darme el aviso con amabilidad desbordante.
—¡Hazlo pasar! —grité de vuelta.
Me levanté de la cama, acomodé mi ropa y salí con un pequeño objeto entre las manos. Intenté calmarme, pero al ver al chico de pie en la sala, por algún motivo comencé a sentirme nerviosa y caí en cuenta justo en ese momento, que le había invitado a mi casa. Solo a él, solo estaríamos nosotros dos. ¡Menos ciento cincuenta IQ, Ritsuko!
—Dazai-san, que bueno que has venido —llamé bajando las escaleras, aun si tenía menos ciento cincuenta de intelecto, mi amabilidad era algo ya característico y aún más en mi propia casa. Trataría que el muchacho se sintiera cómodo, pues necesitaba su ayuda.
—Gracias por invitarme —mencionó.
Se quedó en medio de la sala con su copia del libro pegado al pecho por sus manos. Se le veía bastante inseguro, muchísimo más que cuando asistía a clases; Ritsuka incluso lo notó, pero cuando le vio con los ojos entrecerrados, le lancé un borrador que llevaba entre las manos. Si, ese pequeño objeto. No dejaría que le juzgase con esa mirada, ya le conocía bien.
—¡Auch! —se quejó descaradamente porque le dio de lleno en la frente.
—Bien, vayamos a la cocina primero, mamá dejó algo para nuestro club de lectura —avisé enseguida cuando vi que el castaño miraba con interrogo a mi hermana. El golpe había sido imperceptible, ya que el borrador era blanco y estaba sucio de tanto uso. No supe a dónde fue a dar.
A paso rápido, este me siguió cuando entré a la cocina. Me dirigí rápidamente al refrigerador y tomé una charola que estaba a simple vista.
—¡Tarán! —festejé cuando la coloqué sobre la barra de en medio de la estancia.
Mamá había hecho unos bollitos de jamón y queso horneados cuando le dije que un compañero iría a casa por motivo del ensayo final de literatura.
—Se ven muy bien, parece que a tú madre le gusta cocinar —aceptó y dedujo tranquilo cuando vio que eran demasiados bollos para dos personas.
—¡Si! Mi adorada madre es una gran cocinera, tiene su propio lugar de comida, pequeño, pero muy codiciado en Yokohama. Espero que hoy llegue temprano para que haga algo y te quedes a comer —invité indirectamente, pero sentí que lo había asustado por el rostro que puso.
—No deberías molestarte...
—No es una molestia —interrumpí con las cejas abajo. De alguna manera, su actitud no me agradaba—. Has venido a mi casa y de aquí nadie se va sin comer, aunque sea algo hecho por mí. —Entrecerré mis ojos al compás de mis palabras. Efectivamente, aquello era una amenaza.
—E-Entiendo —tartamudeó.
—Bueno, vayamos a la sala, es un buen lugar para estudiar. —Tomé la charola entre mis manos y avance a dónde había dicho, pero me encontré con algo suficientemente raro en aquella sala de estar.
—Lo siento, Ritsuko, el día de hoy ocuparé la sala. —Con una sonrisa fingida, el monstruo del mal humor me encontró en medio de esta cuando me acerqué.
—Pero, ¡qué es esto! —exclamé dejando la charola una vez más, en esta ocasión sobre la mesita ratonera de adorno—. ¡Ritsuka por fin consiguió una amiga!
Lo raro, era una chica rubia y de ojos azules sentada en el sofá. Con mi presencia, pareció incomodarse, pero no fue suficiente, ya que me acerqué y tomé sus manos entre las mías para darle una eufórica bienvenida.
—¡Bienvenida! Mi nombre es Ishinomori Ritsuko, mucho gusto. ¿Cuál es tu nombre? ¡Esta es tú casa! ¿Quieres un bollo de jamón?...
—Muchas gracias, mi nombre es Ichiyou Higuchi, igual mucho gusto, y no gracias, acabo de comer en casa —se presentó educadamente con una pequeña sonrisa nerviosa.
—Ritsuko, te recuerdo que también tienes un invitado —avisó avergonzada la otra. Tal vez esa era la razón de por qué ella nunca llevaba a nadie a casa.
Yo le daba pena.
Así, le solté a la joven, pero es que realmente estaba orgullosa de que mi pequeña hermana por fin tuviera una amiga. ¡Podía llorar justo ahí!
—Entiendo, entiendo, las dejaré estar —Tomé la bandeja nuevamente y caminé hasta la escalera—. Dazai-san, vamos, estudiaremos en mi habitación. —Este me siguió enseguida.
Antes de subir completamente las escaleras, mis ojitos brillosos vieron una vez más a las chicas.
—Lamento el desorden, como has visto, nos ganaron la sala y la cocina es intocable —me justifiqué. Tener al muchacho en mi habitación no me molestaba ni incomodaba de alguna manera. Posiblemente era porque este no veía nada más que el suelo.
—No hay problema —habló.
Tenía también una mesita ratonera en medio de la habitación, así que le hice sentarse en el suelo mientras también lo hacía y dejaba la charola con los bollos en medio. Afortunadamente, no había bajado mi copia del libro por los nervios iniciales.
De esta manera, por una hora en dónde obligué a Dazai comerse tres bollos de jamón, estuvimos hablando meramente del libro. Y yo, estaba muy satisfecha además de agradecida, pues él entendía muy bien el concepto y se encargó de explicármelo casi con peras y manzanas.
Fue hasta que me pidió permiso para entrar al baño de mi habitación, por supuesto, explicó antes que solo se lavaría las manos por el pan que había tomado, aunque no tenía problema con que fuera para otra cosa. Cuando salió estaba bastante concentrada en el libro, que cuando me di cuenta, este veía lo que ya hacia encima de mi escritorio de estudio desde la semana pasada.
—Intentaste arreglarlo... —siseó.
Pude escuchar en su voz que estaba conmovido, no obstante, no me hice ilusiones y en vez de eso, mis mejillas se encendieron en carmín mientras que al mismo tiempo, me levantaba para darle otro bollo de jamón a la fuerza.
¡Nuevo día de actualización mientras tenga borradores! 🥳🥳
Por otra parte, quiero compartirles algo (bien tonto) que estuve pensando ayer por la madrugada que no podía dormir:
❄️En un universo como el de BSD donde hay gente con cabello rojo, naranja, azul, blanco, rubio, gris, negro en si... Etc, y en este mismo mundo donde hay gente de ojos azules, púrpuras, gorgoña, heterocromáticos, dorados incluso... A Dazai Osamu le tocó ser castaño completo como todo buen mexicano mestizo fronterizo. Solo piensenlo jsjsjs.
En fin, y como me gusta ser presumida, vean mi nueva adquisición que me costó el alma:
¡Gracias por leer!
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