Owari | Final.

"Y yo solo quiero que seas feliz, Ritsuko. Te amo".

Muchos dicen que la experiencia más bonita de la adolescencia es enamorarse; que un joven enamorado es tan tonto que ni hambre le da, pero piensa siempre en pan... Es decir, en su amor. ¿Y quiénes dicen esto? Yo solo veo a mayores burlándose de su pasado y dando consejos para que no caigas en la misma trampa, sin embargo, no están realmente interesados.

Odiaría a mi madre si tuviera el valor, le hablaría a Dazai con la verdad si tan solo fuera un poco más fuerte, en cambio lo único que hago es esconderme y mentir diciendo que me gusta enfrentar mis problemas.

El miércoles por la mañana decidí llegar tarde a la escuela, y para hacerlo más dramático, fui caminando en la madrugada con un suéter que pertenecía a Ritsuka, era gris y mi bufanda me cubría la boca.
Durante el camino había estado pensando en la manera de deshacerme de mis problemas, pero no encontré ninguna. Las opciones que había considerado eran las únicas existentes.

Así, entonces arribé a la institución encontrando de primeras a Mr. Fukuzawa en la puerta. Tenía el turno de guardia mientras no tenía clases y no lo recordé sino hasta que lo vi.

—¿Hay algún motivo que te haya hecho llegar a esta hora? —cuestionó dejándome pasar, aunque igual volvió a detenerme detrás de la puerta.

Agaché la mirada. El maestro esperaba una respuesta que no tenía.

—No lo hay —respondí apenada.

Pronto, escuché como el mayor suspiraba cansado.

—No servirá de nada que te lleve con Natsume-sensei, no cuando el ciclo escolar está a punto de acabar. Ve a la cafetería y espera a que la siguiente hora comience, así no interrumpirás al maestro en curso. —Dejó que me fuera.

—Con permiso. —Sin más que hacer, obedecí y me dirigí hasta donde había mencionado. Era una buena oportunidad, pues no había comido nada desde el día anterior. Aprovecharía y compraría algo.

Una vez dentro de la cafetería sin estudiantes fui a comprar algo en la barra, y después de ver con cuidado, compré una gelatina de leche y unas galletas. No pude comprar comida como tal, pues era muy temprano y todavía no estaba lista, pero por el momento me pareció suficiente, pues no tenía muchas ganas de todas formas.

Cuando me encontré comiendo mi desayuno, pensé enseguida en mi madre. Era imposible no sentirme mal, ya que ella no se había dado el tiempo de cocinar como antes lo hacía, y en vez de ello pedía comida a domicilio y dejaba el dinero suficiente para que yo hiciera como pudiera. En casa ni me veía y ni hablaba; esperaba con ansias el día en que me fuera.

Perdiendo el tiempo en el lugar, saqué mi teléfono de la mochila y comencé a revisar las redes sociales. No había nada importante, solo publicaciones del día anterior, pues aún era muy temprano, antes bien, logró su cometido de entretenerme y cuando menos lo esperé sonó el timbre.

—¡Vamos, vamos! Es educación física, ¿qué puede salir mal? —Me tocó esta vez animar a mi bajito y perfecto mejor amigo, pues se había levantado con el pie izquierdo y perdió su racha de puntualidad con el maestro de la primera clase.

Era una hora antes del receso.

—¡No quiero! —se quejó con la cara pegada a su mochila.

—Chuuuuuyaaaa~ —canté—. Vamos a llegar tarde y Odasaku-sensei se molestará, además, eres muy bueno con los deportes... —Me interrumpí a mí misma al decir lo último—. ¿Es enserio? ¿Acaso hay algo que no hagas bien, número dos?

Evidentemente estaba fingiendo el tono molesto con mi última oración, pero así era como el pelirrojo se animaba y así fue como levantó la mirada y sonrió.

—No hay, no existe, dulzura. Soy bueno en todo lo que hago —aceptó presumido, incluso colocó una de sus manos en su barbilla y miró hacia la ventana.

—Bueno, bueno, entonces vamos. —Le dejé para tomar mi mochila, y justo, pude ver a Dazai caminar dos filas más adelante de mí, ya que el timbre había sonado hacía segundos y mis compañeros estaban aún saliendo de aula. Él no me miró y terminó por salir.

Me tocaba a mí entonces verle de lejos mientras se acoplaba en su lugar dentro de los demás estudiantes.

—¿Por qué estás tan emocionada por educación física? —Chuuya llamó mi atención y volví a voltearme—. Según tengo entendido, jugaremos partidos amistosos de vóley contra los de cuarto. Deberías estar escondiéndote, ¿quién demonios eres y qué hiciste con la otra?

Uh, lo había olvidado, en mi defensa, tenía muchas cosas en que pensar últimamente.

—Ya me esconderé después de que pase lista —simple dije levantando los hombros.

—No deberías hacerlo, Ishinomori-san. —Me sorprendieron por detrás. Por poco salto hasta el cielo, pero era solo Fyódor esperando por nosotros—. Lo siento. —Rio levemente al disculparse, pues alguien que ya conocíamos bien reía a gana suelta por mi reacción.

—No es divertido, Chuuya —me quejé avergonzada.

—Es que no te viste la cara —se defendió, entonces el extranjero y yo le seguimos fuera del salón para ir directo al gimnasio.

Seguimos hablando, el bajito se burlaba y Fyódor se mantenía un poco al margen, pues ya tenía confianza para bromear con nosotros, mientras yo, en venganza, comencé a platicarle una anécdota de la primaría en donde Chuuya lloró porque Kouyo no había llegado por él. Entonces casi muero por las manos del Nakahara de no ser porque escapé a tiempo y me metí a los vestidores de las niñas.

—¿Vas a jugar, Ritsuko? —una compañera preguntó cuando me vio entrar. Era una muchacha muy buena en deportes, la capitana, así que supuse que por eso me preguntaba.

—Si les hacen falta refuerzos allí estaré, mientras tanto... ¡Vamos, equipo, ustedes pueden! —animé haciendo reír a las presentes, incluida Kiyoko a quien no deseaba verle la cara. Luego me escondí en un vestidor para cambiarme la falda por el pantalón de invierno.

Ya lista, agarré mi cabello en una coleta alta frente al espejo, aunque después me la quité sin saber el motivo. Cuando me vi en el reflejo frente a mí, parecía alguien totalmente diferente a la Ritsuko que vivía de ser el centro de atención antes. Me sentía tan deprimida, que dormir para siempre parecía buena idea.

—¡Vamos! Tú juegas hoy porque juegas. —La misma chica de antes me arrastró fuera de los vestidores. Ella había notado algo malo conmigo, estaba segura.

Llegamos hasta donde el profesor pelirrojo pasaba lista y esperamos a ser mencionadas para irnos a calentar. En el camino, miré hacía todas partes en busca del castaño, pero no estaba por ningún lado.

Después, ocurrió algo que me hizo apretar los puños y también me hizo sentirme una verdadera psicópata:

—¿¡Vas a jugar!? —La reacción de Nakahara fue exagerada. Gritó aquello como si fuéramos los únicos en la estancia. Poco después, le jalaba de los cabellos y él a mi como dos infantes.

—Ishinomori-senpai, que gusto que nuestras clases se encontraron hoy. —Al escuchar aquello, nos detuvimos y miramos hacía la misma dirección.

Sonreí cuando vi al muchacho acercarse más.

—Ayatsuji-san, igualmente, que gusto —respondí un tanto apenada de que nos descubriera peleando—. ¿Jugarás el partido? —cuestioné después.

—Sí, aunque jugaremos en desventaja por algunos compañeros que quisieron pasarse de listos. Intentaron escapar de la escuela y Yosano-sensei los encontró.

Tal como si todos alrededor estuviéramos conectados, tragamos saliva duro al saber la noticia. La maestra era de temer.

—¡Qué dios los proteja! —Chuuya deseó y nuevamente todos hicimos el mismo movimiento al asentir con pesar.

—Bueno, entonces hay que comenzar a calentar. Odasaku-sensei nos está viendo fijamente. —Reí nerviosa al ver que, como dije, el mayor nos observaba fijamente.

El lugar se llenó de ruido con tanto alumno presente, aunque luego ya bien distribuidos no era tan estresante estar con tanta gente. Comenzamos a calentar como habíamos dicho y en medio de ello, fácilmente pude ver Dazai salir de la puerta donde se guardaba el material.

Me detuve, no porque mostraba su sonrisa tan deslumbrante, sino porque iba acompañado de Haruno Kirako. ¡Celos, celos, alerta de celos! ¿¡Cuánto tiempo habían estado allí metidos los dos!? ¿¡Por qué estaban riendo juntos!?

—Senpai, ¿podría ayudarme a empujar mi espalda? —Cuando el rubio cenizo me pidió aquello, mejor quite mi mirada de esos dos.

—Por supuesto —enseguida acepté y fui manos a la obra. Él se sentó en el suelo y comencé a empujarle.

—¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Ganen una, maldita sea!

Miraba fijamente con una sonrisa nerviosa a las chicas de cuarto. Eran muy competitivas y lo demostraban gritando cada que podían. Nuestro equipo de chicas solo se mantenía al margen, pues eran menores, pero parecían unas salvajes a diferencia.

Lo que sucedía era que los chicos estaban teniendo su partido amistoso, en el cual, sorprendentemente, además de Chuuya, Dazai estaba participando. Lo hacía con el otro equipo, pues a falta de integrantes Mr. Oda lo obligó a unirse a los contrarios.

—Si Dazai-san no estuviera en el otro equipo, ya hubiéramos ganado —Kiyoko se quejó a mi lado y no pude decirle nada, pues por una vez en la vida, estaba de acuerdo con lo que decía, así que asentí viendo la cancha una vez más.

Ese chico era una caja de sorpresas. Jugaba tan bien, que los de nuestro grupo comenzaban a molestarse por ello aún si el partido iba empatado. Por supuesto que había una excepción, y era Chuuya, que cada que el castaño anotaba un buen punto, reía con diversión, pues tampoco esperó tener un rival también en los deportes.
Posiblemente lo más impresionante de todo, era que se complementaba tan bien con Ayatsuji, que parecían conocerse de años en cuanto al juego.
Cuando anotaban, el rubio siendo un poco más extrovertido iba corriendo a chocarlas con él y a este no le quedaba más que devolverle el saludo y también a los demás que se acercaban. Se veía tímido, pero no incómodo. Dazai estaba disfrutando ese partido.

—¡Vamos, Dazai-senpai!

Me hubiera gustado decir que fui yo quien le echó porras, pero en cambio fue la de lentes en el otro equipo quién salió indefensa entre todos y gritó aquello.

—¡Que divertido! —la castaña exclamó está vez riendo con ganas después de escuchar y ver la cara que puse cuando Dazai miró en dirección de Haruno.

No tenía nada de divertido.

—Ritsuko, mírame... —Escuché una voz a los lejos. Una voz que bien conocía—. Aquí, aquí... No cierres los ojos.

¿Qué había sucedido? Ni siquiera recordaba el lugar en que estaba. Toqué el suelo con mi mano en un movimiento desesperado y luego intenté enfocar la mirada, pero no podía más que entrecerrar los ojos.

—Da-Dazai-san... —Aun así, poco después reconocí la voz que me pedía no dormir.

—Ya está recobrando la consciencia, llévala a la enfermería. —Esa era la voz del profesor y se escuchaba en la misma distancia.

—Te ayudaré. —Y esa voz era la de Ayatsuji.

¿Me había desmayado? Era lo más seguro, pues sentía un fuerte dolor en la parte trasera de mi cabeza. El problema era que no recordaba nada de lo que había sucedido, solo que el partido de las chicas comenzó, y luego no había nada en mi memoria después de eso.

Entonces terminé por abrir los ojos para encontrarme con la mirada preocupada de Dazai, quien me sostenía sobre su regazo. También encontré al profesor y a los demás alumnos pendientes de la situación, así que sí, me había desmayado en medio del partido. ¡Bien, Ritsuko! Que buena lección para ya no pasarme las comidas y tomar el agua suficiente.

—Lo siento... —me disculpé de manera espontánea. Realmente todos se veían preocupados y todavía peor Dazai.

—Está bien, lo importante es que estás despierta ahora —me contestó con alivio. Iba a decir algo más, pero de pronto me sorprendió el hecho de que se levantó conmigo en brazos, tal como si no pesara un kilogramo. Un poco apenada, tuve que pasarle las manos por el cuello y recargarme en su pecho por el estilo princesa en que estaba siendo llevada. También cerré los ojos.

No dije nada más, pues realmente me dolía la cabeza y me sentía muy débil. Algo que también pude notar, era que ni Chuuya ni Fyódor estaban por ahí.

Tal como dijo el profesor, Dazai me llevó hasta la enfermería y Ayatsuji lo siguió para darle soporte con abrirle tanto la puerta del gimnasio, como la de la enfermería cuando llegamos.

—¿Qué sucedió con ustedes, príncipes? —A pesar de que Mrs. Yosano no tardó en atenderme, bromeó con aquello para aliviar la tensión. Ya me habían colocado sobre la camilla y ni siquiera lo noté por lo perdida que estaba.

—Estaba jugando en educación física y se desmayó de repente. Tardó unos segundos en recuperar el conocimiento —informó el de los orbes castaños.

—Parece que se golpeó la parte trasera de la cabeza cuando lo hizo. —Ayatsuji seguía allí, así que también dio información.

—Bien, no es grave entonces. —Los tranquilizó—. Dime, princesa, ¿has desayunado? —se dirigió a mi después.

—Solo una gelatina —confesé apenada. Sabía que me iban a regañar, pero no podía mentir.

—Eso no es desayuno, Ritsuko. —Recibí el esperado regaño, pero no de la doctora, sino del castaño quien parecía molesto por lo que dije—. Iré a comprarte algo.

Cuando quise decirle que no se molestara, él ya no estaba en la estancia.

—Oh, así que ustedes siguen estando en lo suyo —cantó la doctora con emoción y se alejó cuando terminó de revisarme—. Bueno, antes de que llegaran, Natsume-sensei me había llamado por los muchachos que intentaron escapar está mañana. Estarás bien, solo come lo que tú novio te traiga. Y tú... —señaló al rubio—. Cuídala por un momento.

No había abierto los ojos hasta que después escuché la puerta. Mrs. Yosano se había ido. No sé cuántos segundos me llevó hasta que recuperé mi nulo sentido de la concentración y pude por fin despejarme.

—Lamento haberlos preocupado, esto solo suele pasarme en verano —me justifiqué ante el que quedaba.

—No te preocupes, a cualquiera le puede pasar —respondió comprensivo y se acercó hasta la camilla.

Poco después intenté sentarme sobre la superficie de sábanas blancas, pero me sentía tan débil, que él tuvo que ayudarme.

—Mi mamá dice que cuando las personas se desmayan debes darles un dulce, así que aquí tienes. Menos mal que siempre llevo encima porque me ayudan a pensar.

Recibí en mis manos dos caramelos, uno sabor fresa y otro sabor mango, y cuando alcé la mirada, el muchacho sonreía con sinceridad.

—Eres muy amable, muchas gracias. —Me sentí conmovida por el acto y no tardé en meterme a la boca el de fresa, pero a mí ese tipo de dulces no me duraban, así que pronto se escuchó en la habitación como era que este se rompía porque lo mordí sin darme cuenta—. Está rico.

—Discúlpame por la pregunta, pero, ¿Dazai-senpai es tú novio? —inquirió.

La repentina cuestión me hizo morder aún más el dulce en mi boca. Me tomó desprevenida. Nunca pensé que algo como ello me haría ponerme nerviosa hasta el punto de sonrojarme, aunque segundos después, recordé que nada estaba bien.

—No —negué decepcionada.

—Oh, podría jurar que si lo eran —dijo con el tono impresionado y le puse atención para que se explicara—. Es que Ishinomori-senpai, hace rato parecías estar buscando algo, y cuando lo encontraste con esa chica te viste molesta. Además, cuando te desmayaste, él fue el primero en correr en tu auxilio y se veía muy preocupado cuando no despertabas.

Seguido de sus palabras, me pregunté si era el único que lo había notado, o en realidad nuestra relación podría ser percibida fácilmente. ¿Eso debía hacerme feliz?

Negué otra vez.

—Pues no, Dazai-san y yo no somos nada. —Me hubiera gustado completar aquello con un "aún"—. Así que, Ayatsuji-san, ¿puedes hacerme un favor?

Debía hacerlo. Era en ese momento o nunca. Si lo posponía, sería más difícil. Literatura III seguía después de ese receso y luego tendría que ir a casa de Mori Ougai para terminar el ensayo... Así que debía tomar al toro por los cuernos y lanzarme por la ventana...

Los ojos comenzaron a picarme y sentí las lágrimas en ellos.

—¿Necesitas algo? Puedo hacer lo que gustes. Solo dime. —Se preocupó el muchacho al ver mi reacción, sin embargo, cuando me senté totalmente en la camilla dejando mis pies al aire y le tomé de la mano para que se acercara más, se calló y me miró con nerviosismo.

Pronto estuvimos bastante cerca el uno del otro; mis manos se posicionaron en sus hombros automáticamente y le acerqué todavía más... Fue suficiente hasta que nuestros labios se tocaron. Yukito estaba muy nervioso y a mí me temblaba todo el cuerpo a la espera de que mi objetivo se cumpliera, no obstante, antes de ello, él se armó con toda la confianza que tenía y comenzó a besarme con experiencia a la vez que sus manos se aferraron a mi cintura.

El sonido de la puerta deslizándose entonces llegó a mis oídos y fuimos fácilmente vistos, debido a que la cortinilla del cubículo no estaba en su lugar.

Nos separamos, yo fingí sorpresa al mirar en la dirección en que estaba quien nos había descubierto. Dazai estaba de pie con lo que había traído para mí y en realidad no supe que pensar, pues su rostro serio no me decía nada. Sin embargo, sabía que lo había lastimado.

Ayatsuji se alejó y agachó la mirada. Lamentaba haberlo utilizado de aquella manera, pero no tuve otra salida. Le pediría perdón mil veces antes de irme a Tokio, y si era necesario, le explicaría también el motivo de mi acción.

—Cómete todo y recupérate pronto —soltó como normalmente haría y me sorprendió el hecho de que se acercó y dejó todo en la camilla junto a mí, salvo que luego dio la media vuelta y le vi salir de la enfermería.

Todo sucedió tan rápido que pronto observaba la puerta cerrada.

—¿Quieres alejarlo de ti? —adivinó el de cuarto grado.

—Me iré y no sé cuándo podré volver —conté deprimida. Dazai seguro se sentía peor y no pasó mucho para cuando lo imaginé—. Deseo que cuando vuelva, él esté feliz, ya sea con alguien que lo apoye o en solitario. Solo espero que todo esto que vivimos valga la pena y podamos sonreír el día de mañana sin arrepentimientos. Un tropezón no es nada, Ayatsuji-san.

Tomé el sándwich que me había dejado, y con las lágrimas escurriendo por mis mejillas, hice caso a sus palabras y comencé a comerlo.

Gracias a mi desmayo en educación física pude ausentarme de la hora de Literatura III, así como también del receso, en el cual Chuuya y Fyódor me visitaron al enterarse. ¡Casi me muero y los perdidos bien quitados de la pena! Aunque después de todo, tuve que volver a las dos últimas horas en donde evité ver al castaño a la cara a como diera lugar.

Volví a casa llevando conmigo la nota del examen que Mr. Kunikida me había dado en la penúltima clase. Había sacado un nueve punto cuatro, pero no tenía a nadie a quien mostrárselo en casa, así que dejé el papel descansar sobre mi mueble de estudio junto al tomo de manga que nunca pude arreglar para Dazai.

Al día siguiente, jueves, fui como de costumbre hasta a la escuela y me perdí entre los corredores las primeras horas de clase, y no porque en realidad estaba harta de estar distraída todo el tiempo, sino porque en mi apresurada decisión de besar al muchacho de cuarto grado, olvidé que el ensayo literario de satanás aún me unía con Dazai Osamu.

—Es solo cuestión académica, tengo que acercarme y preguntar qué haremos... Nada más —me dije, y justo el timbre para la siguiente clase sonó.

Que hipócrita iba a verme, pero, ¿no había una frase que hablaba sobre algo parecido a no confundir amistad con el trabajo? Esa era la mejor justificación que tenía, antes bien, no dejaba de sentirme mal. No era fácil, para nada, verle a los ojos y aparentar que quise lastimarlo porque me dio la gana.

Ahora entendía y a la vez no, todo ese drama tele novelesco típico, en donde el personaje secundario que quería quedarse con el protagonista hace una buena acción en busca del bien para que sea feliz; nunca dice nada y termina yéndose cuando ella o él obtienen un excelente final. ¿¡Pero por qué se van y no obtienen los créditos!? Esa era siempre la cuestión. Vivirlo era diferente, yo iba a irme y dejaría al castaño volar sin decirle nada porque no valía la pena, sin embargo, tomar esa decisión dolía como más que una patada en la cara.

Como había estado revisando la hora, ya estaba cerca del aula, pero antes de entrar la alta silueta elegante de Mr. Shibusawa se coló en mi campo de visión. Cuando él estaba a punto de entrar al aula me miró, sonrió con serenidad y terminó por entrar sin decirme nada. ¡Qué raro!

—Ponerle atención en su última clase es lo menos que puedo hacer. —Me resigné al aburrimiento y me acerqué hasta la puerta que se había cerrado poco antes, salvo que cuando quise poner mi mano sobre la agarradera, esta volvió a abrirse de una manera rápida.

No era una novedad mí mala suerte, pero eso era pasarse de la raya... ¿Por qué de todos los alumnos dentro, Dazai se encontró frente a mí? Ya no entendía si alguien maldijo mi existencia o era simplemente el destino. En fin...

—Con permiso.

Al escucharle, bajé la mirada enseguida y me hice a un lado debido a que le bloqueaba la salida. Entonces el pasó y caminó hacia el lado en donde pronto me vi dándole la espalda. Sin embargo, no pasaron algunos segundos cuando decidí que debía enfrentarlo justo allí teniendo la oportunidad que había pedido antes.

—Oye, Dazai-san —llamé alcanzándole en el pasillo y logré hacer que se detuviera.

—Sí —respondió a mi llamado sin darme la cara. No lo culpaba por no querer ni siquiera mirarme de frente. Merecía eso y más, que hubiera estado feliz de haber escuchado un "cállate, te odio".

—Yo, verás... Quiero saber qué sucederá con el ensayo. Se entrega mañana y... —Estaba nerviosa con la mirada de allá para acá, pero no me fue complicado encontrar en sus muñecas un par de vendas que su suéter cubría parcialmente—. ¿Q-qué te sucedió en...?

—Nada —interrumpió mi pregunta enseguida.

No tardé mucho en entrar en pánico.

—¿Te lastimaste... o fue alguien más? —inquirí preocupada. Si había sido alguien más, definitivamente iba a morir, solo tenía que decirme un nombre.

—Fui yo, Rit... Ishinomori-san —confesó aún de espaldas.

—¿C-cómo? ¿Tú te lastimaste solo? —Por inercia me acerqué unos pasos, pero retrocedí cuando dio la media vuelta en su lugar y me miró serio.

—Dijiste que querías saber que sucederá con el ensayo. —No pude hacer nada más que mirarle cuando cambió el tema—. Lo entregaré, así que no te preocupes, ya no tienes que sentirte comprometida conmigo.

No, no, él estaba mal interpretando todo lo que sucedió entre los dos.

—Nunca me sentí comprometida, Dazai-san...

—No importa de todas formas. —Volvió a cortar mis palabras—. De haber sido así no te culpo. Sabía desde antes que no eres muy buena con el estudio y realmente fue una coincidencia que Fukuzawa-sensei nos haya hecho un equipo...

—Pero yo no...

Todo menos que él creyera eso. Debía hacerle entender de una manera que no fui amable por mero interés, pero no tenía nada bajo la manga que no fuera decir que me enamoré en el camino. Si lo decía, nos estancaría en ese mismo lugar y volveríamos a comenzar.

—Matsuoka-san me lo dijo —soltó sonriendo de lado e incómodo—. Lamento todo lo que tuviste que soportar a mi lado, debiste habérmelo dicho desde el comienzo, ya estoy acostumbrado a hacerle la tarea a otras personas y no te lo hubiera negado siendo tu personalidad tan linda. Así que lo lamento, sí, pero también te agradezco que hayas sido lo más genuinamente amable conmigo, ya que además de Mori y Odasaku-sensei, nadie se había molestado en tratarme tan bien.

Solo estábamos los dos en medio del corredor y no podía hacer nada para hacerlo cambiar de opinión, así que me quedé callada como una tonta a punto de llorar como si el mundo realmente fuera a acabarse. No obstante, el motivo de mi silencio se debía a lo de antes... Si yo le decía algo más, no serviría de nada. Él se estaba alejando de mi por su cuenta, por lo que debía dejarlo ir, aunque fuera lastimándolo.

—Tal vez, si fuera el Osamu, ese antes de conocerte, no podría decirte esto, pero ahora... —siguió siendo todavía más sincero con los dos—. Me hice esto con mis propias manos, porque decidí que era hora de dejar ser un tonto, porque estoy lastimado y puedo darme cuenta de ello. Nunca tuve nada de lo que quise en esta vida, me resigné a perderlo y nuestra relación no es diferente, solo que a cambio he recibido algo importante... Me regalaste algo muy especial y no seré yo quien lo niegue.

Sí, te regalé el valor para que te aceptarás a ti mismo y estoy orgullosa de ello. ¡¡¡Vuela lejos!!!

—Adiós, Ishinomori-san, fue un placer conocerte... Yo... De verdad te amo.

Fin.

¡No me maten, tengo una explicación para esto!... Bueno, en realidad no, así que vengan esos trinches y antorchas...
¡¡¡Veníd a por mi!!!

Pues tenemos otro final triste, pero es que enserio no se me da bien tirar corazones y azúcar por todas partes. ¡Yo quiero que sufran como la yellowlukeh de secundaria jajaja! *risa malvada.

En fin, esperen el epílogo, por favor, todavía no nos vamos. ¡Muchas gracias por leer! 💕

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top