Ni-juu san | 23.
Ahogarse en penumbra mientras otros ven la luz. Suerte.
La comida terminó pronto y era hora de irme a casa, por lo que volvíamos a la habitación a recoger mi mochila, que justo cuando iba a tomar, el teléfono dentro de ella logró sacarme un buen susto. Alguien me estaba llamando.
—No puede ser, ¿por qué tengo tantas llamadas perdidas de mi mamá? —Antes de contestar, logré darme cuenta del registro en la pantalla, así que me preocupé enseguida y pulsé el botón verde para después darle la espalda al castaño—. ¿Mamá? ¿Sucedió algo?
La sangre se me congeló al escucharle sollozar con fuerza en la línea. Apreté el teléfono y pegué más mi oreja al aparato. Algo malo había sucedido...
—Ritsuko... Ritsuko... —repitió mi nombre con insistencia—. Ritsuko... T-Tu hermana está en el hospital, ven a verle... Por favor... Ella... Ritsuka... Ven por favor. —Colgó después de perder el control con su tono llorón.
—¿Sucedió algo? —el muchacho no tardó en cuestionarme, porque sin querer me quedé algunos segundos aún con el móvil junto a mi mejilla.
—Tengo que irme —avisé una vez volví en sí.
No entendía que estaba sucediendo; los nervios y el miedo me comían desde lo más profundo de mi ser al estar en incógnita, sin embargo, rápidamente me encontré deseando que aquello por lo que mi madre lloraba tan angustiada, no fuera nada malo. Recé porque Ritsuka se encontrara bien.
—¿Ritsuko? Oye... ¿A-a dónde vas? —Dazai seguía pidiendo una respuesta que no tenía y tiempo perdido que podría ahorrarme para el camino.
No le dije nada, ni siquiera le vi, solo caminé a paso rápido una vez las correas de la mochila estuvieron sobre mis hombros. Le escuchaba gritarme cuando ya no supo que hacer para detenerme, incluso escuché la voz de Mori a mis espaldas, y cuando salí por la puerta y cerré, escuché como era abierta nuevamente la puerta de madera. Al voltear de reojo, vi como el mayor retenía al muchacho diciéndole algo que no escuché. Afortunadamente, nadie me siguió.
Salí del residencial, no contesté al guardia por ir sumida en mis propios pensamientos, y así, tomé un autobús directo al hospital general de Yokohama, ya que mi madre no había mencionado un lugar en específico. Por supuesto que de camino, a pesar de estar un tanto fuera de mis sentidos, intenté llamarle para saber el lugar exacto, pero ella jamás contestó.
Entré corriendo al área de emergencias y rápidamente busqué con la mirada a mi progenitora. No sabía si era el lugar el correcto, pero no tenía otra pista.
—Buenas tardes, señorita, no sé lo que ha sucedido, pero he recibido una llamada de mi madre hace menos de una hora, lo que quiero saber es si Ishinomori Ritsuka está en esta área... El nombre de mi madre es Ishinomori Renashiko.
No supe muy bien como todo eso salió de mi boca cuando me acerqué a recepción, solo supe que mis palabras fueron rápidas y arrastré cada sílaba con esfuerzo.
—Ishinomori... —revisó la información en su computadora. Después de unos segundos me observó antes de soltar un verdadero suspiro—. Está internada en esta sala de emergencias y tu madre está dentro. Debo suponer que eres su hermana, pero no puedo darte más información si no me presentas una identificación —informó desganada.
—Bien, gra-gracias. Esperaré a mi madre entonces. —Fui educada, bien sabía que así se manejaban los asuntos en la ciudad. Si no eras mayor de edad, no tenías derecho a saber nada, a menos de tener un permiso para ello, por lo que no valdría la pena molestarse, porque bueno, ese era simplemente el trabajo de la mujer.
Visualicé un asiento vacío en la estancia con poca gente y me decidí a esperar. Muchas personas me observaron en el trayecto, salvó que no les hice nada de caso, solo bajé la mirada. Tenía cosas más importantes de las que preocuparme. Me senté, jugué con mis manos cuando recargué estás mismas en mis piernas, adoptando así una posición bastante decaída al ver las losetas blancas del suelo.
—Ritsuko...
—Mamá...
Eso fue rápido, supuse que la recepcionista había avisado y mi madre salió a recibirme, pero eso solo me causo más preocupación.
Ella estaba cubierta de lágrimas y su semblante sumido en tristeza y dolor. No era la misma madre que me daba mucho lonche para la escuela. No era la misma madre que me daba mil consejos graciosos cuando algo estaba mal. Simplemente no era ella.
—¿Qué sucedió con Ritsuka? —me apresuré a levantarme del asiento, sin embargo, cuando ella me tuvo al alcancé, me atrapó entre sus brazos y comenzó a llorar nuevamente sobre mi cabello—. ¿Ma-mamá?
Entendí entonces, que había sucedido algo grave.
—Tu hermana... La encontraron en la calle... Estaba de salida con Higuchi-san y volvía a casa, y... y... unos delincuentes la atacaron. Abusaron de ella y la golpearon con la intención de asesinarla. Ritsuka está ahora entre la vida y la muerte... Mi b-bebé...
Las fuerzas se me escaparon haciendo que los brazos que tenía alrededor de la mujer, cayeran como si hubiera muerto en vida. Que golpe tan duro había sido ese, que no entendía cómo era que mi madre apenas si había tartamudeado un poco al final cuando lo contaba.
Mi Ritsuka. No podía ser cierto. Yo le había dicho que la protegería y que estaría para ella siempre que me necesitara. No cumplí mi promesa.
—Oye, antes de que te vayas... Hoy saldré con Higuchi-san y Edogawa-san. En honor a tu valentía por haberte enamorado de un patito feo, me confesaré esta tarde. Deséame suerte, apestosa...
Las tres de la madrugada, la sala de espera vacía y esos pensamientos en mi mente que no podía borrar, porque no lo deseaba. La voz de mi hermana menor era como combustible para mantenerme firme ante la adversidad.
No había llorado, no había hecho el intento de verla, debido a que sabía, Ritsuka estaría bien. Ella era fuerte, más que yo. En esos momentos estaba delicada sobre una camilla, pero en unos días volvería a casa para ser la misma de siempre... ¿No?
¡Maldición! Qué mierda de situación.
Esa maldita gente había abusado sexualmente de mi hermana, le habían golpeado intentado silenciarla y aún seguían allá fuera como si nada. ¡Qué mierda! Si la maldita sociedad seguiría de esa manera, ¿cómo demonios se podría vivir en el futuro? Porque la actualidad ya estaba acabada.
No dormí nada, no pude hacerlo. Las horas se me escaparon de las manos, pero a la vez eran interminables los segundos. Una televisión estaba pegada en la pared y la recepcionista de la noche miraba un programa entretenido, pero yo ni siquiera alcanzaba a escuchar que era lo que decían. Pensé incluso que la mujer se burlaba de mí cuando reía, sin embargo, lo hacía de esos chistes que el conductor soltaba y que a mí no me causaban la más mínima gracia.
¿Cómo podía reír? Cómo podía hacerlo cuando mi familia se encontraba a un paso de romperse otra vez.
—Por favor, mi madre no ha salido en toda la mañana y como soy menor no me dan noticias. Sé que me comprende.
—Lo lamento, pero no puedo hacerlo, no tengo autorización. Espera un poco más o vuelve a casa, ¿no deberías estar en la escuela? —respondió otra recepcionista, la del primer turno.
—Gracias... —Y así, volví a mi lugar.
Eran las once de la mañana, ella tenía razón, yo debería estar en la escuela, en cambio, me había pasado la noche en vela en aquellos asientos demás incómodos; esperé por noticias, pero mi madre no volvió a salir de aquella puerta reforzada de metal gris.
¿Cuánto más iba a esperar?
Traté de estar tranquila durante ese tiempo, sin embargo, para esa hora ya me era imposible mantener la compostura de estar en incógnita sin saber nada de mi hermana menor. La ansiedad comenzó a consumirme desde dentro, no había más que una persona dentro de la sala de espera, por lo que el silenció me turbó. Sentía que iba a volverme loca y asesinaría a la recepcionista para entrar a recibir aviso.
—Ritsuko.
Justo cuando pensé que me hundiría, fui llamada. Al levantar la mirada, Dazai venía directo hacia mi lugar con Mori siguiéndole, y no sé qué fue exactamente lo que me hizo levantarme de un tirón. Lo importante era, que nada más llegó hasta mí, me envolvió en sus brazos con fuerza y me sostuvo por un momento. Entonces... comencé a llorar; comencé a soltar todo lo que había guardado contra su pecho.
—Me asusté cuando no te vi en la escuela, sabía que algo había pasado, así que le dije a Mori-san que se comunicara con tú madre... Por dios, debiste habérmelo dicho, has estado toda la noche aquí sola —dijo, preocupado hasta la médula.
—Lo siento... Lo siento... —No pude hacer otra cosa más que disculparme entre mis lloriqueos.
El cálido abrazo fue mi soporte para volver a pensar con racionalidad. Si Dazai estaba conmigo desde ahora, no había porque sentirme sola aún si mi madre justo en ese momento le daba toda su merecida atención a Ritsuka.
—¿Has dormido algo? ¿Has comido algo? —Negué justo después de sus preguntas. No había hecho nada más que esperar. Todavía llevaba el uniforme—. Bien, vayamos por algo, si no quieres ir a casa bien puedes dormir en el auto de Mori-san.
Negué nuevamente, no quería irme de ese lugar. Solo pensaba en la posibilidad de que mi madre saliera justo cuando yo no estaba presente. ¡Quería estar ahí!
—Es por tu bien, Ritsuko. Vendremos en cuanto hayas descansado un poco.
—Me quedaré aquí a la espera de tu madre, por favor, mi niña, haz caso a Dazai-kun. —Mori también se acercó para tratar de convencerme, salvó que no había nada en ese mundo que me hiciera retroceder. Primero me desmayaba, antes de alejarme un poco de mi familia cuando más me necesitaba.
—Ougai-dono, Dazai-kun, muchas gracias por venir a cuidar de mi hija. —Escuché la voz de mi madre y me aparté enseguida para verle. Ya se veía un poco menos dañada.
—¿Cómo está Ritsuka? Está bien, ¿verdad? —inquirí enseguida acercándome hasta su cuerpo.
—Los doctores te han dejado libre el paso, puedes ir a verla justo ahora. —Me sonrió levemente y acarició mi cabello, luego lo acomodó detrás de mi oreja.
Asentí dejando de llorar, miré a Dazai detrás de mí y este me hizo unas señas para que fuera cuanto antes. Sin saberlo, nos habíamos sonreído cómplices de nuestra felicidad por la noticia.
Avancé entonces, limpiaba mi rostro en el proceso para verme presentable ante Ritsuka, y sin darme cuenta, el hombre de bata blanca, que supuse, atendía a mi hermana y había dado el permiso para que entrara, me esperaba en la puerta que pocas veces se quedaba tanto tiempo abierta.
—Ritsuko. —saludó con una media sonrisa amable. Después me dio el pase—. Sabes, me parece algo muy atrayente el nombre que su madre escogió para ti y tu hermana, ya sabes, la diferencia de una sola letra tiene mucho que ver.
Asentí contenta mientras le seguía. El lugar, a excepción del color blanco, era diferente a la sala de espera. Allí se escuchaban más ruidos como máquinas en servicio y otros doctores hablando, pues dentro también había consultorios individuales.
—Iremos a la zona de terapia intensiva, así que vayamos al ascensor —avisó.
Según mi conocimiento acerca del hospital, la zona de terapia intensiva era para los pacientes que estaban graves y que requerían cuidados más oportunos y específicos, sobre todo de respuesta rápida. No supe cómo sentirme, sin embargo, el que Ritsuka ya no estuviera en emergencias era una buena señal.
—Y dime, ¿cuántos años tienes?
Tampoco sabía que pensar con respecto a que era evidente que el doctor intentaba sacarme plática, aunque de igual manera, fui educada todo el trayecto y contesté sus preguntas. También una acerca de la relación que tenía con mi hermana:
—Siempre pelamos, pero he de decir que es normal una relación así entre hermanas. —había contestado con seguridad.
Cuando arribamos al departamento mencionado antes, recorrí la gran sala llena de camillas con pacientes en ellas, y ya que mi hermana era menor de edad, pude visualizar unos cuneros en la orilla.
—Aquí es —dijo y se detuvo ante una puerta.
Yo pensé que Ritsuka estaría como los demás pacientes, así que me confundí un poco al ver que en realidad se encontraba en una habitación de las pocas individuales que había allí.
No perdí tiempo en pasar.
—Máximo tienes diez minutos, ¿está bien? —susurró el doctor antes de irse, que no alcancé a darle las gracias por haberme llevado hasta ahí.
La puerta se cerró a mi espalda y observé con atención. La camilla estaba un poco retirada y me daba miedo avanzar a pesar de mi tiempo límite, porque sabía, tal vez no podría soportar la realidad. Y fue así, porque nada más me acerqué, tuve que cubrirme la boca para ocultar mi llanto sorpresivo.
Pobre Ritsuka, la verdad es que me duele ponerla en esta encrucijada, pero creo que todos aquí entendemos que esto no es ficción, sino una representación de lo que puede suceder en nuestra realidad.
Y bueno, me gustaría aclarar que debido a las fechas que no están muy bien especificadas, Ritsuko apenas cumplirá los dieciocho mientras que Dazai ya los tiene.
Una foto Soukoku para despedirme. ¡Gracias por leer!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top