Ni-juu ni | 22.

El poder del amor adolescente.

Una semana y media pasó volando. ¡Bam! Así de rápido, de repente, Chuuya volvería el lunes que venía, ya era solo aguantar tres días más aquella pesadilla de solo poder hablar con él por teléfono y soportar los gritos de Ritsuka por haber sacado un nueve en algunas de sus tareas... Únicamente eran las que hacía yo, porque con las que Dazai me estuvo ayudando, siempre le felicitaban por tan buen trabajo. ¡Qué ganas de golpear al castaño!

—Necesito ayuda urgente —dije, preocupada a más no poder. ¡Los exámenes finales comenzaban la semana entrante! Ese era el motivo de mi tono desganado y mi cara pegada al mesabanco.

Dazai asintió con el tomo de manga en su mano e inesperadamente, llevó su mano desocupada hasta mi cabello para consolarme, aunque no me miró, pero él parecía tan seguro con su acción. Igual no me engañaba, sabía que estaba muriendo de los nervios por dentro, así que le molesté cuando tomé su mano y la coloqué en mi mejilla, luego, me froté en ella como un minino en busca de caricias. ¡Se sonrojó enseguida!

La hora de Literatura III estaba tan ruidosa, ya que satanás había salido hace rato del aula por un llamado importante. Nos dijo que siguiéramos trabajando, pero sabía que nos estaba pidiendo mucho y ya entendía que éramos jóvenes viviendo al día.

—¿Me ayudarás entonces? —cuestioné emocionada, está vez tomando su mano entre las mías. Mis ojos brillaban.

Los Hermanos Karamazov ya no eran mi problema, puesto que la semana pasada cuando nos reunimos en su casa el miércoles, habíamos terminado la lectura. ¡Ochocientas hojas, de las que, de no ser por resúmenes, solo tuviera cincuenta en la mente! Ahora solo faltaba comenzar el ensayo, del que por supuesto, ya habíamos tocado el tema y repasado ideas que mayor importancia tenían en el libro del escritor ruso.

—Ya te había dicho que sí, pero con el tema del ensayo y las tareas de tú hermana no habíamos tenido tiempo. Hay que hacernos un espacio —contestó. Aún seguía sonrojado por su mano en mi posesión.

Hablando de Osamu y yo... ¿Qué podría decir? En la semana pasada tuvimos mucho tiempo para hablar, tanto a solas, como con el Dostoyevsky que en ese momento se encontraba justo al lado leyendo un gran poemario y absorto de todo lo que le rodeaba.
Volviendo entonces, personalmente, me parecía que habíamos avanzado un poco más en lo "nuestro", debido a que no volvimos a tener problemas como los de antes, también el muchacho dejó de ser molestado con insistencia y eso mejoraba mucho su seguridad y autoestima. En realidad estaba muy orgullosa de Osamu, pues fue él quien el jueves pasado, tomó mi mano cuando íbamos de regreso al salón de clase después de receso. ¡Cuán emocionada había estado del detalle!

—¿Podemos hoy? —me atreví a preguntarle, en realidad necesitaba la ayuda, pero como toda chica que le gusta un chico, también necesitaba verlo a todas horas y no era una exageración, aunque al principio si lo vi como ello, porque nunca me había sentido tan inquieta de convivir con una persona.

Es que Dazai Osamu era oro puro, pobre del que se atreviera a negarlo. Él era tierno sin hacer mucho esfuerzo, pero cuando le entraban achaques de seguridad era otra cosa distinta. Cómo por ejemplo, eso de acariciarme el cabello hace un momento y besarme cuando nadie nos veía. ¡Era todo tan bonito!

—Claro, ¿dónde quieres que nos reunamos? —dejó su tomo y me puso atención con una leve sonrisa nerviosa.

—Uh, pues hoy mamá no está en casa y Ritsuka dijo que saldría con Higuchi-chan... ¿Qué tal tu casa? Así no rompemos el orden de una tú y una yo, aunque la verdad te lo digo porque sin mamá por ahí no habrá comida y tengo flojera de hacer algo para los dos —reí en consecuencia. La sinceridad, ante todo.

—Está bien, Mori-san de seguro querrá hacer algo si vas, siempre lo hace —aseguró sonriendo.

Bien podrían confundirme con ese estereotipo de hombre siendo mujer, a esos que conquistabas dándoles de comer: el amor entra por el estómago. Decían.

Mori Ougai nos recogió en la salida y aproveché para llamar a mi madre en el camino, por mucho que ella estuviera volviendo a casa muy tarde esos últimos días, tendría que avisarle por si las dudas y para que estuviera al pendiente de mi paradero.

—Qué bueno que irás a casa, hoy tenía pensando hacer algo rico de comer, incluso invité a Fukuzawa-dono. Entre más personas, mejor. —Me alegraba escuchar eso, pero saber que volvería a compartir mesa con satanás me daba escalofríos.

Si bien la casa de los dos estaba algo lejos, me entretuve hablando con Mori de asiento a asiento. Conversación en la que Dazai participaba muy poco, pero no era incómodo, debido a que tanto el tutor como yo, entendíamos que esa era su manera de ser.

Cuando llegamos, fuimos enseguida a la habitación del muchacho. Me quité la mochila y me dejé caer en el suelo mientras ocupaba lugar sobre la alfombra cómoda; como la mesita estaba frente a mí, recargué mi cabeza en ella de una manera descuidada. No estaba cansada, pero la idea de estudiar me ponía mal, porque entendía que por mucho que lo hiciera, los resultados siempre serían los mismos.

—Nos enfocaremos en Kunikida-sensei para que no te confundas con tanto y se te haga pesado —informó buscando entre sus cosas lo que íbamos a necesitar. Me recordó a Chuuya la semana pasada, pero él no era nada suave. Si fuera por el pelirrojo, me abriría la cabeza y metería los libros de texto si eso funcionara.

—Primero quiero entrar al baño —avisé mientras me levantaba del suelo. Este solo asintió y fue acomodando las cosas sobre la mesita cuando me alejé.

No tarde mucho, solo fui a lo que iba y de paso lavé mi rostro con el agua del grifo para concentrarme. Una vez salí, fui a acomodarme está vez frente a Dazai en la mesita, y de esta manera, comenzamos con la tortura, tanto mía, como suya por ser una cabeza hueca.        

—Ya veo, ya veo... —dije, mordiendo una golosina que antes Mori había llevado hasta la habitación. Antes de irse dijo que la comida iba a tardarse un poco, ya que Mr. Fukuzawa avisó que llegaría tarde.

—Entonces, ¿lo entiendes? —cuestionó aún con el dedo sobre la fórmula matemática que había hecho.

—Creo... Creo que puedo usarlo en el examen —asentí un poco desconfiada.

—Bien, con el tiempo verás que es fácil utilizarla, además aún faltan cerca de tres semanas para los finales. Estarás bien, Ritsuko —prometió confiado, después de todo él no tenía inseguridades acerca de su conocimiento.

No podía no sentirme menos que Dazai en ese aspecto, aunque tampoco era como si le envidiara de mala forma, solo me preguntaba si algún día podría ser igual de lista que él y el Nakahara. ¡Era un asco para la escuela!

—Comete otro dulce, te veo un poco asustada. No deberías preocuparte tanto —recomendó en voz baja. Cuando levanté la mirada, me di cuenta que me observaba con atención.

Yo también podía tener mis momentos serios. No sucedían con frecuencia, pero no estaba librada de sentirme de aquella manera, y para ser sinceros, lo odiaba un poco.

—Lo sé, y sin embargo no puedo evitarlo. Quiero graduarme, pero parece que no es suficiente quererlo solamente. —Me lamenté.

Él se movió poco después; se pasó de mi lado y enseguida me abrazó pasando sus manos por mi cuello. Yo acepté de buena gana aquel consuelo y me escondí tal animalito asustado entre sus brazos.

—Vas a graduarte. Te estás esforzando, ¿no? Con eso es suficiente y yo voy a estar animándote.

Le estaba muy agradecida por el apoyo que me daba, pues únicamente Chuuya me había visto de esa manera algunas veces cuando estudiábamos. Traté de esconderlo con el tema del ensayo, pero ya veía que no lo estaba haciendo muy bien desde el comienzo.

—Gracias, parece que tomaste muy enserio lo de ser un soporte y cuidarme. —Volví a sonreír al separarme, no obstante, tanto sus manos como las mías se quedaron en su lugar y nos vimos fijamente.

Nos miramos a los ojos, salvo que, más que mirar, parecía que nos estábamos admirando el uno al otro.

La belleza está en los ojos de quien ve con amabilidad... La belleza en los ojos correctos podría ser nuestra salvación y a la vez nuestra perdición. Una cárcel en unos lindos orbes chocolate de pestañas largas, escondidos por cabellos a juego y unos cristales, que al principio parecían inquebrantables. Quien fuera digno de percibir dicha armonía, podía ganarse el cielo y el infierno.

Mi poética reflexión acabó cuando comenzamos a besarnos. Él no comenzó y yo tampoco lo hice, sino que fue de manera sincronizada, tal como imanes.

¡El amor, el amor! ¿Cuán loco podía volver al ser humano con tan solo una compartida caricia de labios? Incluso mis pensamientos cambiaban y se adecuaban a la situación cada que mis ojos lo veían sonreír con dulzura hacía mí. No hubiera cambiado nada.

Pronto volvía a ser yo misma, cuando de repente se nos comenzó a ir de las manos la intensidad. Dazai comenzó a besarme con fuerza y cuando menos me di cuenta, su lengua estaba dentro de mi boca dulce por las golosinas. Abrí los ojos asustada, pero no me aparté, sino todo lo contrario, traté de seguirle el ritmo, debido a que ese beso tan diferente a los anteriores se sentía bien. Tan bien, que cuando sus manos se colocaron en mi cintura y me atrajo cerca, solo le facilité el trabajo de sentarme con las piernas abiertas sobre su regazo descaradamente.

No era yo... ¡La temperatura había subido en la habitación del muchacho!

Me separé por fin al sentir que me faltaba el aire. Agaché la mirada con la respiración agitada sin saber que era lo que iba a encontrar después. Los nervios me comieron entera cuando nos descubrí muy, pero muy juntitos.

Ya sabíamos que estaba sentada sobre sus piernas, pero tarde fue cuando sentí las manos de Dazai extenderse por toda mi cintura y parte de mi espalda baja; se sentían seguras en mi cuerpo y me apretaban junto al suyo. Por otra parte, mi pecho estaba pegado al contrario de una manera increíblemente comprometedora, debido a que mis pechos se aplastaban sin vergüenza contra su camisa del uniforme.
Por último, vamos a obviar el hecho de que al estar con las piernas abiertas, mi falda se había movido de su lugar, por lo que mis muslos estaban expuestos. ¡Era una escena erótica por donde se viera!

—Ritsuko... —me llamó poco después y me digné a verle el rostro. El muchacho no parecía querer dejar ir aquella oportunidad así como así y por ello no me soltaba.

Orbes lindos achocolatados e inocentes llenos de amabilidad... Pues ya no había nada parecido a eso. Luego de ello, como si fuera un modelo de revista, se sacó las gafas y el chico del baile había vuelto por completo.

—Aquí... —bajó la mirada mientras volvía a hablar y señaló mi cuello con su dedo índice. No supe si era mi imaginación, pero su toque me quemó enseguida—. ¿Puedo besarte aquí?

No era grosera, sin embargo... ¡Mierda! ¿Qué era ese tono y manera de pedirme eso? Dazai sonaba seductor y dominante. ¿Dónde había quedado el chico tímido? ¿¡Dónde lo había escondido!? O era que tal vez, ¿aquella era su verdadera forma de ser?

No dije nada, no había por qué negarlo, me gustaba la situación y experimentar con Dazai era lo mejor, debido a que me hacía sentir segura. ¡Además era súper joven, estaba interesada en esos temas aunque no lo gritara!

Le di cabida libre cuando con mi propia mano quité el cabello que estorbaba. Y lo siguiente, fue algo totalmente diferente. En realidad, no sabía que podía ser así de sensible con solo sus labios sobre mi piel expuesta, pronto estaba apretando los ojos y los labios por la sensación tan placentera que me regalaba. Sus manos en mi espalda baja se hicieron más notarías y me pegué aún más a su cuerpo cuando mi cabeza cayó hacía un lado.

¡Qué momento! No era fácil concentrarme en algo más que no fueran sus besos y mordidas. Sabía que dejaría una marca, pero no tenía fuerzas para negarme a obtenerla a cambio de lo que sentía. Todo era tan bueno.

—Da-Dazai-san... Mmm... —Era la primera vez que gemía de verdad y para colmo había sido su nombre.

Algunos segundos más tarde, se detuvo y volvió a levantar la cabeza. Si bien estaba muy avergonzada por haberme dejado llevar tanto, sonreí tímida para hacerle saber que todo estaba bien.

—Te quiero, Ritsuko. Va a sonar bastante apresurado, pero no quiero separarme de ti nunca, porque es tan fácil caer a tus pies, que no soportaría el hecho de que alguien más observara lo que yo hago ahora.

Por suerte, en esta ocasión, nadie nos descubrió "in fraganti" y pudimos tener una buena comida por las cuatro de la tarde en compañía de Mori y Mr. Fukuzawa, por lo que pudimos conversar. Al parecer, el maestro estaba muy contento de saber que habíamos avanzado en nuestro proyecto de equipo sin ningún contratiempo.

—Lamento haberlos sorprendido al querer que hicieran equipo, sin embargo, me pareció lo más apropiado —mencionó en medio de la comida.

Si bien estaba de acuerdo con el profesor, la verdad era que no entendía muy bien a qué se refería con que "le pareció". Dazai y yo podíamos ser diferentes, tal vez esperaba que uno puliera al otro en su especialidad, pero así como encajé con el castaño, bien podría haberlo hecho con otra pieza.

La comida terminó una hora más tarde y era tiempo de irme a casa, por lo que volvíamos a la habitación a recoger mi mochila, que justo cuando iba a tomar, el teléfono dentro de ella logró sacarme un buen susto. Alguien me estaba llamando.

—No puede ser, ¿por qué tengo tantas llamadas perdidas de mi mamá? —Antes de contestar, logré darme cuenta del registro en la pantalla, así que me preocupé enseguida y pulsé el botón verde para después darle la espalda al castaño—. ¿Mamá? ¿Sucedió algo?

La sangre se me congeló al escucharle sollozar con fuerza en la línea. Apreté el teléfono y pegué más mi oreja al aparato. Algo malo había sucedido...

—Ritsuko... Ritsuko... —repitió mi nombre con insistencia—. Ritsuko... T-Tu hermana está en el hospital, ven a verla... Por favor...

Estoy deprimida (╥﹏╥) y soy super mala para jugar Mistic Messenger. ¿Alguien lo ha visto? Su nombre es Dimitri. ¡Tiene que regresar a casa con mamá!

(Actualmente, no volvió a casa).

¡Gracias por leer!

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