Ni-juu ichi | 21.
Hermanos de casa. Chuuya y Ritsuka.
—Entonces, dices que Dazai-san y tú se confesaron gustarse en su primer beso y además de eso volvieron a besarse en la enfermería y durmieron abrazados. —Tras resumir las partes importantes de lo que le había contado, llevó una mano hasta su barbilla para pensar con una ceja arriba—. Ajá, ajá... Creo que entiendo.
¿¡Pero qué entendía!? ¿¡Qué era esa extraña manera de conjuntar los hechos!?
—¿Qué piensas de ello? —inquirí asertiva, pues era Chuuya con quien hablaba, no valía la pena ponerme nerviosa.
—Bueno... —Me observó y suspiró. No entendía su comportamiento—. Que valiente resultó ser el chico...
—¡Oye! ¿¡Qué estás tratando de decir, enano!? —Indignada por el mensaje oculto, picoteé su frente con mi dedo señalador y mucha insistencia. Eso lo hizo reír.
—Me parece algo muy bonito —dijo, así que me detuve y me sonrojé al instante—. A diferencia de Fyódor-san y yo, lo suyo era impredecible. Para serte sincero, pensé que Dazai-san no podría tolerarte por tu florido comportamiento, pero ahora veo que me equivoqué.
Aún estaba indignada por sus palabras, salvo que él solo decía la verdad. Lo nuestro fue espontáneo, nunca podría haberlo pensado, es decir, incluso me quejé al saber que conviviría con él en horas de clase, y ahora, me ponía nerviosa si escuchaba su nombre o recordaba variados momentos... Ahora, me presentaba en su hogar y era recibida por Mori, al igual que él, quien a diferencia era molestado por Ritsuka y obligado a comer por mi madre.
¡Ya nada más faltaba la boda! Chuuya y Fyódor serían los padrinos. ¿Quién más se apunta?
—Fue difícil, al igual que también siento que esto ha sido bastante rápido. Apenas tenemos dos meses de conocernos y ahora que lo pienso, tengo miedo acerca de ello —confesé preocupada.
Posiblemente nadie me creería, pero justo ahí, diciéndolo, caí en cuenta del tiempo y eso daba miedo. ¿Dazai también habrá pensado en ello? Podría haber sido una de las razones por las cuales quiso alejarse. Ya le comprendía.
—El tiempo que importa, Ritsuko, le gustas y a ti también, eso debería ser suficiente para ambos —apoyó despreocupado.
—Pero, ¿qué sucederá si de repente me doy cuenta que en realidad no me gusta?... ¿Qué pasa si de pronto algo de él no me agrada? —Caí en pánico en solo segundos.
Ahora que teníamos tiempo de darle un vistazo al tema que había ignorado, había que ser objetivos. Mis cuestiones eran realistas, eso realmente podía pasarme o pasarle al castaño. ¿Qué haríamos entonces? Al ir demasiado rápido no habría tiempo para pisar el freno y detenernos.
—Entonces lo mejor sería terminar esa relación de raíz —recomendó cruzando los brazos sobre su pecho. Su actitud se tornó despectiva.
¡De raíz! No podría hacerlo, después de todo lo que había hecho para convencer al chico listo de no alejarse y confiarme sus sentimientos... Además, no quería dejar de sentirme protegida entre sus brazos, yo también quería confiarle mi corazón. Era sumamente imposible ahora que todo había llegado hasta ese nivel.
—¡Pero no quiero! Dazai-san me gusta mucho. Tú lo sabes, no soy la persona más sentimental de este planeta; no soy enamoradiza y ahora que siento esto no quiero dejarlo ir...
—Entonces deja de preocuparte por nimiedades, te has contestado tú misma la pregunta.
¡Oh, ya lo había entendido! El Nakahara uso la psicología inversa para ahorrarse molestias y de paso hacerlo conmigo. ¡Más ciento cincuenta IQ, Chuuya!
Por motivo del viaje que tenían Kouyou y Chuuya, me llevaron a casa el domingo por la noche. Había visto al peli-naranja empacar sus maletas y le había ayudado, aunque en medio de aquello entré en una rabieta infantil cuando me dijo que me cuidara a mí misma porque él no volvería en dos semanas. Lo que significaba... ¡Dos semanas sin ver a Chuuya!
—Mi madre dijo que cuando regresaran vinieran a comer a la casa, así que cuídense mucho —invité de una vez cuando el muchacho me acompañó cargando mi mochila con mis cosas dentro. Una vez en la puerta, me las entregó.
—Gracias, por supuesto que vendremos —sonrió amable, sin embargo, luego su semblante se volvió neutro. Cuando iba a preguntarle que sucedía, se acercó hasta mí, tomó los lados de mi cabeza y me hizo agachar esta misma. No tardó en plantar un beso en mi frente—. También cuídate mucho, Ritsuko. No salgas a la calle de noche y si hay algún problema, ve directo con Dazai-san o Fyódor-san y escóndete detrás de su espalda.
¿A qué venía todo eso? Me iba a hacer llorar. No era justo.
—Entiendo, lo haré. No olvides llamarme —acepté de buena gana y escondiendo un poco mi mirada llorosa.
Chuuya se dio la media vuelta no mucho después y avanzó hasta el auto donde Kouyou esperaba. Nosotras ya nos habíamos despedido antes.
—¡Tengan un buen viaje! —deseé sincera por último y entré a mi casa cuando el auto arrancó.
Lo primero que hice, fue lanzar de manera exagerada la mochila con mis cosas sobre el sofá y después dejarme caer de igual manera, como si pesara más kilos que nunca. El mueble hizo un sonido que me preocupó... Tal vez era hora de hacer dieta. Pero a quien tratábamos de engañar, nunca había hecho una y dudaba tener la fuerza de voluntad para siquiera intentarlo.
—¿Ritsuka? —llamé cuando me pareció raro no escuchar ningún sonido.
Me levanté del sillón poco después, aunque sabía, mamá no estaba, ya que su auto no se encontraba estacionado fuera de la casa. Necesitaba saber en dónde estaba metida el monstruo del mal humor, pero antes corrí a la cocina por una paleta de hielo que había dejado. ¡Así eran las prioridades en esa casa!
—Si te la comiste... Si te la comiste... Si te la comiste... Te mataré. —advertí a nadie frente al refrigerador, sin embargo, aquello sonaba más bien como un rezo, porque de verdad quería comerme la paleta—. ¡Qué suerte! Ir a la tienda a estas horas es peligroso.
Afortunadamente, ahí estaba el empaque justo donde lo había dejado. Era una paleta de leche total, o sea, de mis favoritas. ¡No perdonaría a nadie que me faltara el respeto comiéndosela! Más o menos esas habían sido las consecuencias de aquella vez que Ritsuka se comió mi flan.
Saqué enseguida el helado del empaque y lo probé. Sonreí como tonta por ello. Luego, llamó mi atención un sonido, provenía del patio trasero y era música a un volumen moderado, pero bien que conocía ese tipo de música.
—Oye, amargada, ¿mamá no te dijo a qué horas iba a volver? —pregunté saliendo al patio, Ritsuka estaba ahí, sentada sobre el césped y dándome la espalda. Su celular era el culpable de reproducir esa música "satánica". Ella y Mr. Fukuzawa bien podrían ser amigos sin inconveniente.
—Por las nueve, no falta mucho —respondió de buena gana.
—¿¡Quién eres y qué hiciste con mi hermana!? —Decir que estaba impresionada por no recibir un "que te importa", era decir poco.
—Deja de hacer tanto ruido, Ritsuko, no me hagas correrte —amenazó mirándome de soslayo.
Si, algo le ocurría, no habría que pensarlo dos veces. Ya le conocía, no muchas veces se estaba totalmente seria de no ser porque algo le preocupaba.
Lentamente, con una mano en la espalda y la otra aun en la paleta, me acerqué y me senté con cuidado a su lado. Esperaba recibir un empujón por la cercanía, pero ella se quedó quieta todavía en aquella posición con sus rodillas llegando hasta su mentón.
La música todavía sonaba.
—¿Quieres? —No me quedó más que ofrecerle de mi helado de leche al no saber con qué comenzar. ¡No debía tentar mucho mi suerte cuando se trataba de ella!
—No, asco, ya tiene tus gérmenes —rechazó asqueada—. Además, siempre te estás quejando del calor y ahora que la temperatura ha bajado te comes una paleta. No puedes ser más rara.
Sonreí mordiendo un pedacito y moví mi cabeza hacia los lados cuando se derritió en mi boca.
—No lo entenderías —solté poniendo un rostro serio. Era evidente que estaba actuando—. Me gustan las paletas, es todo —ahora sí respondí con la verdad.
—Ya lo sabía —confesó en bajito.
Claro que lo sabía, nosotras podíamos estar distantes en ese momento, pero en su tiempo, de pequeñas, fuimos las mejores hermanas-amigas de todo el vecindario. Mamá siempre nos ponía la misma ropa y peinaba de igual manera, como gemelas.
—¿Qué te sucede? No me has atacado, ¿estás enferma? —pregunté de una buena vez. Si tenía un problema, entendíamos que mis puños estaban dispuestos a defenderla.
—¡Que te importa! —No volvió a ser ella, porque escuché de forma clara, como era que vacilaba.
—Oye, estoy siendo sería. Si me dices estoy segura de que puedo ayudarte, sin importar que sea —prometí sincera. Después, observé el cielo ya obscuro. Las estrellas estaban muy bonitas esa noche.
Esperé un momento, disfrutaba aún mi paleta y la música seguía sonando; en realidad creí que no me contaría, pero luego estiró las piernas y suspiró. Estaba lista para decirme:
—M-me gusta un chico, pero creo que a él le gusta Higuchi-san.
Venía tibia del tema por todo lo que había conversado con el Nakahara, no obstante, me quedé en blanco, debido a que no esperé para nada aquello. ¿Qué debería decirle? Ella era muy joven todavía. ¡Tres años de diferencia son tres años!
Debía relajarme por el bien de mi rostro. No deseaba ser golpeada, sobre todo porque ella se había sincerado conmigo y no quería decepcionarla.
—¿Él te lo dijo? —comencé. Ritsuka creyó que le estaba viendo la cara por dicha cuestión, aunque luego negó—. ¿Entonces cómo lo sabes?
—Es que él siempre se acerca a hablarme y lo primero que pregunta es dónde está ella. Hablamos todo el receso y durante clases después de ello, pero me es imposible sentirme cómoda cuando en realidad se acerca por Higuchi-san —contó con el tono irritado y yo le di la última mordida a mi paleta.
Que me pegara si quería, pero me fue imposible no reírme después de sus palabras. Entendía que la situación requería seriedad, aunque era imposible negar que eso sonaba muy obvio a los oídos de otras personas. Solo ella no se daba cuenta.
—¿¡Para eso me preguntaste!? ¿¡Para reírte de mí!? —se molestó rápidamente, quiso levantarse para irse, pero fui más rápida y le tomé el brazo para jalarlo y sentarla nuevamente.
—Ritsuka... —Le tomé de los hombros y la acerqué a mí por mucho que forcejeó—. A él también le gustas —hice saber mi conclusión y ella enseguida explotó en colores de la vergüenza.
—¿C-cómo lo sabes? Ni siquiera lo conoces...
—Es obvio —interrumpí—. He visto esto tantas veces. Él solo te pregunta por Higuchi-chan para tener un pretexto y hablarte. Es más que obvio. —Volví a reír emocionada.
Se soltó por fin del agarre y volvió a su posición.
—Incluso yo estuve en una situación igual. El chico se acercaba a preguntar por Kiyoko cada receso y aprovechaba para preguntarme cómo había estado mi día. Por supuesto que no pasó mucho tiempo para cuando Chuuya-kun ya lo estaba espantando con un matamoscas —reí al recordar. Apoyé las manos detrás de mi espalda y miré directo al cielo.
—¿Crees entonces que debería confesarme? —cuestionó tímida.
—Solo si te sientes preparada para dar el siguiente paso, porque estoy segura de que no te va a rechazar. Si es así, ten confianza y díselo, se ahorrarán muchos problemas con ello.
Por mis palabras, fue inevitable no recordar a Dazai, pero bueno, ahora todo estaba en su lugar. Nuestra relación crecería con el tiempo y no había necesidad de forzarla.
—Das muy buenos consejos, pero no te veo confesándote a Dazai-san. —Justo tocó el tema.
—Ya lo hice, dulzura, él también me quiere —presumí modificando mi tono de voz a uno galante.
—Entonces... les deseó suerte, yo también voy a intentarlo. —Aunque volteó el rostro, supe que sonreía.
—Si vuelves a tener un problema, no tienes más que llamarme, Ritsuka, yo voy a estar para ti siempre que me necesites.
Como toda una hermana mayor ejemplar. ¡Esa era yo! Y por supuesto, necesitaba un abrazo para culminar nuestro gran momento, así que me lancé sobre ella de manera empalagosa. No importaba que intentara alejarme, cumpliría mi palabra.
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