Kyu | 9.

"La edad de la punzada", por Mori Ougai.

Respiré hondo de pie en la puerta de aquella casa, mentalizándome de poco a poco por lo que fuera a suceder si entraba.

Había tomado el autobús cerca de las tres y media de la tarde aquel domingo, y me guíe con el mapa de mi celular hasta ese lugar con la dirección que había recibido del que vivía en esa vivienda. Llegué a las cinco en punto, por lo que podíamos deducir, la distancia de ese lugar hasta mi casa era demasiada. Por lo menos en transporte público.

No toqué el timbre, me quedé ahí con el vecindario silencioso a la espalda. Solo podía escuchar algunos aspersores de agua en aquel jardín verde y el sonido de unos perros ladrando a la mínima mosca no muy lejos...

Para hacer menos corta la poética narración, si lo han adivinando, estoy en la casa de Dazai Osamu, o más bien, en su patio. ¿Qué se creía el niño listo? Debió haberme avisado que vivía en una estúpida residencial privada en donde tal vez el gobernador de Yokohama también residía. Ni siquiera pude ponerme ropa formal, sino que me vestí con lo primero que encontré en mi armario. ¡El guardia de seguridad me vio feo!

Tenía que hacer algo, o tocaba el timbre o me devolvía directo a mi casa que ahora parecía una habitación a comparación de las que vi de camino hasta allí. Pero no podía retroceder, si bien era cierto que cuando le dije al castaño que tuviéramos otro club de lectura, tampoco era como si no lo necesitara, pues nuevamente el libro del ruso escritor estaba pudiendo más conmigo que yo con él.

El sonido del timbre resonó elegante cuando presioné el botón no muy alto en la puerta y esperé. Sí, me decidí por fin, por muy intimidada que estuviera por dentro, la reunión saldría bien, estaba segura. ¡Arriba el optimismo!

—Buenas tardes, ¿buscabas a alguien? —Cuando la puerta fue abierta, me encontré con un señor de mediana edad detrás de ella que apenas se asomaba.

Y yo me quedé callada con la palabra en la boca, porque bueno, el mayor era intimidante. Sentí que sus ojos borgoña me escrutaron sin consideración, además, díganme demente, pero parecía más un jefe de la mafia que un civil común y corriente.

—M-mi nombre es Ishinomori Ritsuko, vengo en busca de Dazai Osamu-san, es mi compañero de clases —me comuniqué nerviosa.

—¡Oh! Una amiga de Dazai-kun, ¡qué alegría! —Su semblante cambió de repente tras esas palabras. Ahora parecía un niño y no entendía nada, para comenzar había dicho compañera, no amiga—. Adelante, pasa, él no me avisó que vendrías.

Terminó abriendo la puerta y avancé solo unos pasitos sintiéndome incómoda. Luego el hombre la cerró detrás de mi espalda y me miró sonriente. ¿Dónde había quedado el jefe de la mafia que me recibió?

—Estoy muy agradecido de tenerte en casa. Mi nombre es Mori Ougai, soy el tutor de Dazai-kun, mucho gusto, Ishinomori-kun —saludó extendiendo su mano, que claro, tomé enseguida, pero ahora menos entendía algo.

¿Tutor de Dazai?

—Mucho gusto —también mencioné.

—Bueno, siéntete como en tu casa, Dazai-kun está en la segunda planta, en su habitación, es la única puerta en color blanco que encontraras. Te acompañaría, pero tengo algo en el horno que abandoné hace un buen momento —se disculpó.

—No hay problema, creo que puedo llegar. —Sonreí, puesto que solía tomar confianza a las personas demasiado rápido y el hombre no parecía ser una mala persona, a pesar de la primera imagen que me llevé.

—Les llamaré para comer más tarde. —Así, se despidió yéndose en una dirección diferente a las escaleras que fácilmente se percibían desde la entrada.

Comencé a avanzar nuevamente no perdiendo detalle de la decoración de la casa. Todo estaba en negro, blanco y guinda; todo parecía extremadamente caro y era demasiado lúgubre. ¡Qué demonios! Parecía que en cualquier momento un fantasma iba a salir de quién sabe dónde para darme el susto de mi vida, por lo que aceleré el paso sin ver atrás.

Cuando estuve en la segunda planta me encontré con dos pasillos, pero solo uno era el correcto, ya que la puerta blanca era visible, y una vez frente a ella toqué enseguida y volteé hacia atrás para ver si algo no me venía siguiendo.

—Dazai-san, soy yo, Ritsuko —llamé cuando nadie contestó—. ¿Qué está haciendo? No quiero morir en este largo pasillo... —susurré cuando no recibí respuesta.

Estuve a punto de volver, pero el miedo me podía peor, sobre todo porque aunque volviera, no sabría dónde estaría Mori Ougai para preguntarle, así que abrí la puerta con cuidado. Fue cuando pensé que tal vez Dazai estaría ocupado con sus "asuntos de hombre", ya saben, la habitación de un chico es intocable hasta cierto punto; sin embargo, no tuve tiempo de arrepentirme, porque nada más mi mirada recorrió la habitación, lo encontré tendido en su cama boca abajo.
Entré a la habitación sin hacer ningún ruido, no sabía por qué lo hacía en realidad, puro instinto, supongo. Me acerqué hasta la cama no sin antes haber visto que en su mesita de estudio se encontraba el libro de autor ruso y sus lentes delgados.

—Dazai-san... —le llamé en un murmuro. No podía verle la cara por todo su cabello en esta. Definitivamente tenía que cortarlo ya—. Dazai-san... Despierta...

El muchacho comenzó entonces a removerse, salvo que de pronto se quedó quieto y en menos de un segundo, ya estaba sentado en la cama con los ojos bien abiertos encima mío. ¡Sorpresa! Quise decir.

—Rit-Ritsuko... —me llamó por mi nombre y fue imposible no emocionarme—. Como quedamos a las cuatro pensé que no vendrías... —Con las rodillas aún sobre su cama, bajó la mirada de pronto junto con su voz.

—Ah, pues yo... —Rei en consecuencia, apenada de mi suerte—. El navegador se equivocó con la hora estimada y me confié, pero claro que vendría, tú fuiste a mi casa el otro día, ¿no? —sonreí abiertamente.

—Qué vergüenza. Lo siento, me quedé dormido hace como veinte minutos —explicó sentándose en el lecho, luego estiró su mano hasta la mesita de estudio y tomó sus lentes para ponérselos.

—¡Tranquilo, tranquilo! Lo importante es que ya estás despierto —animé para alejarme un poco—. Por cierto, tienes una bonita habitación —halagué cuando no dijo otra cosa.

—Gracias —mencionó—. Vuelvo en un segundo, puedes acomodarte donde gustes para el estudio —dijo, y pronto desapareció por otra puerta que supuse era el baño.

Las personas curiosas por naturaleza no podíamos tener las manos detrás de la espalda. Necesitábamos tocar todo aquello que nuestra vista encontrara sospechoso o misterioso. En este caso, cuando menos lo noté, ya tenía entre mis manos una lámpara de lava amarilla que adornaba la mesita ratonera.

—¡Genial! —La batí con fuerza y todo dentro se movió.

De esta manera, me senté en el suelo sobre la peluda alfombra que servía para que a mí trasero no resintiera mi peso y seguí jugando con la lámpara. Luego el castaño volvió con el rostro y cabello húmedos de las puntas, llevaba sus lentes en la mano y no pude dejar de verle cuando tomó una toalla de su cajón y se la puso en el rostro para secarlo.

—¿Hasta qué página has leído? —preguntó cuando se acercó nuevamente poniéndose los lentes en el proceso.

Por alguna extraña razón, cuando se sentó frente a mí no pude aún dejar de verle. Había visto un poco más de su rostro...

... ¡Dazai Osamu era un chico!

—¡Ciento cincuenta y dos! —alegre pronuncié cuando volví en sí y a jugar de nuevo con la lámpara.

—Ishinomori-san, no quiero presionarte, pero deberías de tener al menos trescientas páginas leídas para esta fecha —avisó apenado.

—¿C-cómo? —No pude creerlo. Además, dónde había quedado el Ritsuko—. Si era así podrías habérmelo dicho antes, ¡hubiera jugado menos videojuegos! —me quejé dejando caer mi cabeza sobre la mesita. Afortunadamente tenía algún tipo de tapiz esponjoso, aunque no tanto, por lo que me dolió solo un poco.

—Está bien, podemos hacerlo. —Volvió a levantarse y tomó su copia del libro, al mismo tiempo, yo también sacaba la mía de la pequeña mochila que llevaba encima—. Comenzaremos donde te has quedado y avanzaremos rápido.

—¿¡Enserio!? —inquirí emocionada, sin embargo, luego caí en cuenta de algo importante—. Pero, ¿qué sucederá con todo lo que has leído?

—Es por ello que avanzaremos rápido —contestó ojeando el libro para encontrar la página—. Trata de concentrarte —pidió por último.

Por la última oración, podíamos deducir que Dazai ya entendía que las letras no eran mi fuerte, lo aprendió la última vez que estudiamos juntos en mi habitación, pero nada de eso importaba, porque me iba a ayudar aún si era difícil. Qué amable era tratando conmigo, la número noventa y tres.

—¡Eres una buena persona! —lloriquee de la nada asustándolo tanto, que dio un saltito en su lugar.

—Mmm, que tarde se ha hecho —mencioné mirando la pantalla de móvil.

Habíamos terminado de estudiar y eran las siete con treinta; afortunadamente habíamos avanzado casi hasta estar en lo requerido y principalmente, había entendido un poco. También hablamos acerca del ensayo, pero nada profundo, solo sobre la estética de este.

—Sí. Últimamente veo horribles noticias acerca de chicas, sería peligroso que volvieras a casa en autobús... —mirando por su ventana cómo era que el sol comenzaba a esconderse por el cambio de estación, él expresó—. Estoy seguro de que Mori-san querrá llevarte a casa.

—De ninguna manera —me negué y batí la lámpara una vez más en mi lugar—. Él debe estar muy ocupado, además no vivo tan cerca. Creo que podré volver a casa con bien —argumenté y pedí, porque enserio me daba miedo tomar el autobús a esa hora, pero me estaba haciendo la valiente.

—Hoy es su día de descanso, ya te arreglarás con él entonces. —Rio en bajito, y cuando volteó a verme, yo también le observaba impresionada de haber escuchado su linda risa. ¡Sí, fue muy linda!

—Por cierto... —comencé. En realidad quise quedarme callada, el momento no necesitaba ser arruinado de esa manera que yo solo podía invocar
—. Mori-san me dijo que era tú tutor... —dejé salir y por primera vez en mi vida me arrepentí de tener esta curiosidad.

Desvió la mirada como ya me había acostumbrado a que hiciese y caminó hasta su cama para sentarse, luego me observó nuevamente, salvo que me turbé un poco al ver que el nerviosismo se había ido y ahora me miraba con... ¿tristeza?

Estuve a punto de dejar ir el tema, pero él...

—Mis padres murieron cuando tenía seis años en un accidente de auto y Mori-san me adoptó cuando cumplí los siete —contó, un poco bajo. Fue algo rápido que no alcancé a procesar como era debido.

—Es horrible —susurré también bajando la cabeza. No era la mejor respuesta, era claro—. Mi padre también murió cuando era pequeña en un accidente de auto —también conté incapaz de retenerlo.

—Lo siento... —se disculpó enseguida, pero negué.

Tuve que haber dicho algo como eso. Quedaba anotado para otra ocasión, que esperaba no se repitiera. Aunque pensándolo mejor, ¿por qué se estaba disculpando? Él no lo había asesinado.

—Ah, está bien, hace tiempo que sucedió y ya no duele tanto... —No podía parar de hablar. Algo no me lo permitía.

Pocas veces había hablado de mi padre a alguien a quien "apenas" conocía. Todo se debía a la situación en la que yo misma nos había metido involuntariamente.

—Ishinomori-san... —me llamó con lástima.

Intentando salir de ese aprieto, me levanté del suelo de un tirón. Estaba lista para irme cuanto antes, no obstante, cuando lo hice me llevé encima la lámpara de lava y esta cayó al suelo rodando así debajo de la cama, justo donde él estaba.

—¡Lo siento, lo siento! —me disculpé sin saber lo que hacía. Pronto me había puesto de rodillas frente al castaño para rescatar el objeto. Cuando lo tuve entre mis manos, levanté la lámpara y se la mostré con una sonrisa aliviada—. No está rota, es un alivio...

Justo en ese momento, la puerta fue abierta y voltee enseguida el rostro hacia la persona en el umbral. Mis ojos se toparon con los de Mori Ougai y luego fueron directos hacia Dazai.

¡Qué momento más incómodo!

Mi rostro enrojeció al instante, pues estaba literalmente entre medio de las piernas del muchacho que me veía aterrorizado, además de todo, sostenía entre mis manos la lámpara. Y todo eso, Mori lo vio conmigo dándole la espalda por la posición de la cama.

—Oh, parece que llegué en un momento inadecuado —soltó tan sorprendido como nosotros dos, pero tratando de estar tranquilo—. Este... Supongo... Uh... Diviértanse. —Y así, cerró la puerta.

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