Juu san | 13.
Cambios para bien, cambios para mal. Nadie puede afirmar nada todavía.
—Hasta que te bañas, mugrosa —Ritsuka me molestó cuando bajaba las escaleras. Llevaba en su mano un plato vacío.
—No quiero escuchar eso viniendo de alguien quien no tiene amigos —presuntuosa respondí mientras seguía viéndome en el espejo de la sala. Era grande, podía verme de cuerpo completo. Posiblemente me lo llevaba a mi habitación después de ese día.
—No sé qué le ven de bonito a ese estúpido baile, ¿para qué vas? Siempre llegas quejándote —advirtió.
Le vi desde el reflejo del espejo. Llevaba una mala cara, la misma que había traído a casa desde el colegio toda la semana y eso comenzó aquel día que fui a buscarle a la parada del autobús. Si algo le molestaba, quería saberlo, estaba dispuesta a soltar golpes a diestra y siniestra por mi hermana menor; ella podía llegar a ser un incordio, pero no tanto y la otra faceta podía soportarla. A pesar de pensarlo, mejor guardé silencio y le seguí el juego.
—Esta vez será diferente —aseguré dando la vuelta sobre mi lugar. Ella no se movió—. Iré con Dazai-san y le mostraré lo que se hace en un baile. Él nunca ha ido a uno, será divertido entonces ver su reacción.
—¿El feo? —Su tono discriminante me hizo bajar el ceño automáticamente.
—No le llames de esa manera...
—Entonces él te gusta —me interrumpió afirmando.
—No, Ritsuka, somos amigos, nada más. ¿No harías algo parecido por Higuchi-chan? Ella es tú amiga —dije y enseguida tomé mi celular para ver si había llegado alguna otra noticia de mi pareja por esa noche.
Recibí un mensaje temprano cuando salía de la escuela, había sido Dazai disculpándose por no haber ido a la escuela ni jueves ni ese viernes en que caía la fecha del baile. Antes que nada, me pregunté de donde había conseguido mi número, pero la respuesta estaba en los primeros renglones diciendo que Akutagawa se lo había facilitado.
En fin, me contaba que había estado enfermo, sin embargo, aseguró, pasaría por mí a las siete y que Mori se encargaría de llevarnos hasta la escuela. Para ser sinceros, me había preocupado con sus inasistencias, pensé incluso que no iría al baile, pero me había equivocado y apresurado en cuanto a que yo tenía la culpa. ¡Teníamos un muchacho de palabra!
—Ojalá alguien te tire el ponche en el vestido —deseó la chica y se marchó a paso lento.
Enserio necesitaba saber que le sucedía a Ritsuka. El año anterior también me había visto con vestido, y aunque nuestra relación siempre fue de aquella manera, aquel día me había sonreído y dicho que me veía muy bonita en rosa pastel. ¿No podía por lo menos echarme unas porras? Suponía, era esa edad de rebeldía que arrastraba junto a sus auriculares todo el tiempo. Afortunadamente, por mi parte, no recordaba haber actuado de esa manera en aquella edad.
Me miré una vez más en el espejo y levanté los pulgares mientras cerraba mi ojo izquierdo. Mi vestido de baile era color azul celeste, me había puesto unas zapatillas de tacón corto porque no quería hacer el ridículo si me caía o algo parecido; y por último, agarré mi cabello con una peineta de un color blanco y lo ricé de las puntas. Parecía, ya estaba lista, aunque como siempre, no estaba segura, así que me veía en el espejo por más de diez minutos con sus debidas interrupciones.
—Pero, ¿quién es esa nena tan guapa? Oh, ¡pero si soy yo! —Reí de mis propias estupideces. Confiaba ciegamente en que todo el mundo debería hacer lo mismo, así las personas serían más felices y las Ritsuka's terminarían de extinguirse por el bien de la humanidad.
Justo iba a presumirle a mi madre ocupada en la cocina el cómo me veía. Necesitaba halagos sinceros, pues porque para una madre ningún hijo es menos que otro, no obstante, el timbre sonó por toda la estancia y tuve que volver. No eran las siete, faltaban cerca de diez minutos.
—Creo que te has equivocado de casa —fue lo primero que dije cuando encontré a un chico de traje en tonos cafés y verdes. Llevaba en la mano un ramo de flores blancas y mantenía un tanto desviado el rostro. Tardé en caer en cuenta por mi increíble sentido de distracción.
—N-No... No lo creo —susurró apenado.
—¡D-Dazai-san! —entonces solté cuando reconocí su voz y me dio la cara.
¿¡Quién me lo había cambiado!? ¡Ese no era Dazai Osamu! Su cabello castaño corto y voluminoso peinado ligeramente de un lado por detrás de su oreja, por fin me dejaban verle el rostro. No llevaba lentes, sus finas cejas estaban donde debían estar, y sus ojos... ¡Ay, sus bonitos ojos!
—¡Mamá! —llamé a mi madre en un gritó incrédulo, pero luego le tomé de la mano y jalé dentro de la casa—. ¡Madre de Dios! ¿Pero quién es este joven tan apuesto? Ven, ven, da una vuelta...
—Ritsuko, no... —se quejó avergonzado.
Aun así le obligué. Sus mejillas ahora libres de cabello se veían a simple vista y pude ver un tierno sonrojo en ellas. Le di como cuatro vueltas.
—¡Mamá, tienes que venir a ver esto! ¡Un modelo ha entrado a la casa! —volví a gritar. En eso, la llamada salía de la cocina limpiando sus manos con una servilleta.
—Oh, Dazai-san, que apuesto te ves hoy —le halagó con educación llevándose la mano hasta su boca. El solo siseó un "gracias".
—¡Pero míralo bien! —pedí y alargué mis brazos para enfocar su imagen—. Mira cómo le queda ese traje, mira su cabello, ese sonrojo. Es precioso por donde le veas —me atreví a decirle.
Llegué a sentirme tonta porque mi madre lo había reconocido al instante y yo no pude hacerlo.
—Lo lamento, así se pone cuando algo realmente le impresiona. Algo en ella no está muy bien. Ojalá te acostumbres pronto —ella se justificó, pero yo seguí nombrando lo que más me gustaba de él ignorando sus palabras.
Era una reacción demasiado exagerada e incluso molesta para él, pero bueno, ¿quién no se pondría de esa manera si de repente te das cuenta que tú compañero de ensayo parece un modelo? Quise incluso ponerme a llorar justo ahí. Dazai era tan lindo que dolía verlo, y odiaba admitirlo, pero incluso era más lindo que Kiyoko y yo misma.
Terminé sonriendo como una demente.
¡Cómo se le ocurrió guardar todo eso, debería de ir a la cárcel por privarnos de su belleza por tanto tiempo!
—No puedo. —Cuando me cansé de alabar su imagen, pronuncié aquello. La emoción podía más y ya me iba a poner a llorar —. No estaba equivocada, eres una belleza completa.
—Ritsuko, no llores, vas a arruinarte el maquillaje —mi madre advirtió riendo fuerte, aunque me abrazó con cariño, pues quien mejor que ella para conocerme del todo.
—Pero, mamá... Es que... Da... Es... —balbuceé escondiendo mi rostro en su pecho.
Odiaba esa faceta, porque no podía decir que no era mía. Desde pequeña me emociono tanto que suelto las lágrimas al instante y es tan vergonzoso no poder controlarme frente a la gente. Mamá me dijo que cuando tenía cuatro, vi a un gato saltar muy alto y que lo asusté poco después con el llanto dramático que no hice esperar. ¡Qué le íbamos a hacer entonces!
Poco después, vi como ella le hizo señas a Dazai para que se acercara, y una vez por un lado, me lancé a abrazarle como una sanguijuela. Escuché su corazón latir como un loco cuando me pegué a su pecho.
—Si hubiera sabido que te ponías así, no le digo a Mori-san que me ayude —confesó indirectamente. Sus manos también se aferraron a mí y colocó su mentón sobre mi cabeza con cariño.
¿Cuándo habíamos obtenido tanta confianza? No lo sabía. No lo noté.
—El baile, muchachos, si no se van llegarán tarde para ver la coronación —nos presionó la mujer.
—¡Por supuesto! Chuuya dijo que iba a esperamos en la entrada, tenemos que irnos —me separé. Dejé de llorar al pensar en el pelirrojo gritándome como un loco por el retraso. Limpié mi rostro con las palmas de mis manos con cuidado y tomé mi pequeño bolso a juego con mi vestido—. ¡Volveremos temprano!
Tomé a Dazai del brazo y le jalé nuevamente conmigo hasta la salida.
—¡Diviértanse! —mamá deseó por último.
—¡Gracias por traernos! —dije y bajé un poco la cabeza desde el asiento de atrás que compartía con Dazai.
—No es nada. Pasaré por ustedes también, así que llamen cuando quieran que venga. —Mori fue muy amable al sonreírnos con jovialidad—. Vayan a divertirse ahora.
Asentí emocionada, volví a agradecer y bajé del auto del lado por la entrada de la escuela, luego, como toda una dama que lleva a un chico a un baile, extendí mi mano hasta el castaño para ayudarle a bajar como el príncipe que era por esa noche. Poco después, cuando despedimos al mayor, este arrancó de una buena vez porque había autos haciendo fila para bajar a más estudiantes.
—Es la primera vez que me emociono por entrar al gimnasio —reí en consecuencia de mi confesión, aunque después un semblante asustadizo me llenó el rostro—. Y también es la primera vez que me siento tan asustada de ver a Chuuya. —Tragué saliva nerviosa imaginando su reacción.
—Vayamos entrando entonces —susurró incómodo el muchacho a quien todavía le sostenía el agarre de manos.
Miré de reojo su rostro. Levantaba la mirada ante todos los demás estudiantes que iban llegando y luego la bajaba rápidamente si alguien de ellos le ponía el ojo encima.
—¡Vamos!
Como ya me conocerán, en un acto temerario para que olvidara aquello, comencé a correr a la entrada haciendo resonar mis tacones en el suelo. Algunos estudiantes nos vieron mal, otros rieron y muchos otros se encontraron confundidos por lo que habían visto. Aun así, seguí jalando de Dazai hasta que llegamos a la entrada.
Hicimos una pequeña fila en la entrada, debido a que la escuela necesitaba reconocer a los estudiantes que entraban a la estancia por nuestra seguridad, y vaya sorpresa que me llevé al ver a Mr. Oda ocupándose de ello.
—¡Dazai Osamu e Ishinomori Ritsuko, presentes! —anuncié con la voz muy alta. ¡Tenían que escucharme todos! ¡Ya habíamos llegado a su baile para populares! Y tarde, por cierto.
—Dazai-kun... —siseó el profesor un poco sacado de su sitio al ver al castaño. Supuse que lo haría—. Que gran cambio, los dos se ven muy bien está noche. Disfruten su último baile antes de la graduación. —Al final, deseó sonriente para los dos.
—Gracias, lo haremos —aseguré decidida, más que nada contenta porque el mayor había puesto un buen semblante, como si estuviera orgulloso de un hijo. Me di cuenta, ya que cuando comenzamos a caminar nuevamente, le dio unas palmaditas en la espalda casi imperceptibles.
Esa noche, en realidad estaba muy atenta a todo, principalmente porque deseaba ver la reacción que tendrían los invitados del baile acerca de Dazai Osamu. Parecía raro, no me veía tan enfocada como de costumbre en mí misma, pero se sentía bien.
—Hasta que llegan...
¡Ya se baño nuestro Dazai! Y bueno, ¿qué creen que pasará en el baile? ¿Les gustó la manera en que cambió o les pareció poca cosa como a mi?
¡Gracias por leer!
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