Juu roku |16.
El límite, está inesperadamente más cerca de lo que crees.
El domingo, estaba sola en casa a la espera de Dazai para nuestro ya acostumbrado club de lectura, puesto que aquel último miércoles cuando hicimos equipo en clase habíamos quedado nuevamente, y como en aquella vez que me arrodillé para pedirle ir conmigo al baile fue en su casa, ahora tocaba la mía.
Acerca del trabajo, llevábamos más de la mitad del libro y aún faltaba un mes y medio para la entrega del ensayo final. Por lo que eso podría considerarse como que íbamos por buen pie y camino. ¿No?
Si bien todo había salido de buena manera el día del baile, ahí me encontraba, sobre el sofá, con los pies sobre la mesita ratonera, sin importar que mi madre nos amenazaba a Ritsuka y a mí por ensuciar su mueble; me encontraba pensativa acerca de lo que había sucedido en la fase final de la noche del baile.
—Me gustabas antes y me gustas ahora igual —repetí, no exactamente las mismas palabras, pero en algo se asemejaban y cumplían su papel de avergonzarme al instante.
Llevé enseguida mis manos hasta mi rostro y lo cubrí hundiéndome con ellas más en los mullidos cojines del sofá. Necesitaba esconderme, pues no debí haber dicho aquello por el bien de los dos.
—Dazai-san me gusta —volví a torturarme como una completa masoquista.
¿Era verdad? ¿En serio Dazai Osamu me gustaba? No podía aceptarlo, me veía a mí misma como a una hipócrita, debido a que hacía ni dos meses el chico era invisible a mi mirar, y cuando comenzamos a trabajar juntos, en variadas ocasiones lo insulté dentro de mi cabeza diciéndole feo o raro. No merecía si quiera pensarlo.
El timbre sonó, eran las cuatro en punto y quise esconderme debajo de una roca al saber quien era la visita. Infortunadamente, tenía que ser valiente como solía ser siempre y afrontar el hecho de haber dejado salir aquellas palabras, que posiblemente no sentía. Tal vez estaba confundida, eso era todo. ¡Una estúpida justificación!
—¡Buenas, Dazai-san! —saludé al abrir la puerta. Tenía que comportarme como siempre lo hacía o se vería raro y no quería que se pusiera incómodo tal como en el viaje a mi casa la noche del baile.
—Buenas tardes, Ishinomori-san —también saludó.
Si no me cubrí los ojos por tanto brillo, fue por respeto, aunque si parpadeé un par de veces al verle.
Dazai llevaba los lentes delgados, sin embargo, mi percepción me la jugó buena y me hizo verlo aún más lindo de lo que se veía en traje. La chaqueta azul marino le quedaba genial y no parecía un tonto con los botones puestos hasta el cuello de su camisa blanca debajo. Los pantalones negros le hicieron ver más alto y sus zapatos cafés... Ah, bueno, quedaba claro que había cambiado también su forma de vestir.
¡Agradecida con Mori Ougai por haber hecho su trabajo al pie de la letra!
—¡Adelante! —invité por fin al saber que en realidad, si me había tardado un buen tiempo en darle el pase por mi distracción en su persona.
El muchacho entró a la sala y se quedó de pie detrás de mi cuando cerraba la puerta, por lo que cuando volví al sofá venía siguiéndome.
—¿Tienes sed? ¿Ya comiste? —aunque volví a sentarme en el sofá, cuestioné por cortesía.
—No y comí más temprano, gracias —respondió. Aún seguía de pie con el libro entre sus manos. Me desviaba la mirada el descarado, así que supuse, se sentía incómodo por el "me gustas".
Casi tomo el tema como punto que aclarar gracias a mi imprudencia y falta de tacto, pero luego me regañé sabiendo que no era necesario ponerlo más inquieto de lo que ya estaba, por sobre todo, no lo hice porque no tenía los argumentos suficientes para negar mis sentimientos.
—Siéntate entonces y no te preocupes, mamá y Ritsuka no están, así que podemos tomarnos nuestro tiempo en la sala, a menos, claro, que te parezca más cómoda mi habitación —hablé sin medirme, pues había puesto mi atención en tomar el libro y sacudir la mesa por mis pies antes en ella. No me di cuenta de lo que había hecho hasta que le vi sonrojado.
—¿S-Solos? ¿E-Estamos solos? —Juré haber visto como sus castaños orbes se convertían en círculos de líneas y la cabeza le explotaba por el rojo en todo su rostro.
¿Qué demonios? ¿¡En qué pensaba el muchacho!?
—Ah, ¿estás bien? ¡Te traeré agua! —exclamé con vergüenza y hui como una cobarde de escena. Corrí a esconderme a la cocina, ya que había comprendido que tipo de pensamientos asaltaron la mente de Dazai, y no le culpaba, comprendía que era un chico y que tal vez era yo la única chica con quien interactuaba. Supuse, tenía que suceder alguna otra escena mal interpretada como esa y el "diviértanse" de su tutor, y ya nos habíamos tardado.
Me dirigí al refrigerador y saqué una jarra de agua natural, tomé un vaso y serví, aunque mis manos temblaban como desquiciadas y algunas gotitas cayeron fuera del recipiente. El motivo, se darían cuenta al solo ver el mismo semblante del chico ahora en mi rostro.
¡Dazai y yo solos en casa! ¿Por qué siempre tenía que ser así de descuidada en esos aspectos? No obstante, alguien de los dos debía comportarse y me tocaba a mí hacerlo, así que volví tranquila a la sala y extendí el vaso con firmeza.
—Toma, no sé qué pasó, pero te sentirás mejor después de beber. —Me hice la distraída con una sonrisa fingida y él tomó enseguida el vaso para llevarlo hasta sus labios.
Me di la vuelta entonces y acomodé el sofá para los dos diciéndome que aguantara así, que lo estaba haciendo muy bien siendo la responsable.
—¡Oh! ¡Lo he entendido a la primera! —celebré contenta y dejé el libro en la mesita. Me sentía muy orgullosa de mí misma, pues Dazai acababa de explicarme algo y por milagro del cielo lo había comprendido sin mucha dificultad.
—Estamos progresando, Ritsuko-san —habló distraído. Allí estaba una vez más mi nombre.
Cuando volteé a verle emocionada, él sonreía con cariño en mi dirección y eso se convirtió en un momento demás confuso por todo lo que estaba en mi mente. Aunque me pesaba aceptarlo, Dazai Osamu me gustaba y las palabras de aquella noche solo me hicieron darme cuenta de que así era y no podía cambiarlo solo porque sí. De alguna manera, eso sucedió. ¡Qué problema!
—Es hora de comer algo. Mamá, Ritsuka y yo hicimos un pastel de nieve esta mañana, será perfecto aunque el clima no esté en condiciones. —Reí después de decir y me levanté. Comencé a andar hacía la cocina, hasta que el castaño me detuvo.
—Yo... Yo creo que mejor me voy a casa.
Me detuve al escucharle. Su tono fue tan bajo que me costó entender a la primera el mensaje. Entonces me di la media vuelta para verle y notar que se había levantado del sofá y tenía su libro en mano.
—¿Por qué? —inquirí; me molesté sin saberlo—. Ni siquiera has llamado a Mori-san y ya estás en la puerta. Pensé que habíamos progresado en cuanto a confianza, pero tú... —interrumpí mis propias palabras con un gruñido molesto, ya que entendí, no valía la pena continuar. No podía seguir presionando al chico.
—Ah, t-tengo un compromiso...
No, no dejaría que volviera a usar esa excusa, aunque para ser realistas, nada podía hacer. Si lo retenía a la fuerza, podría mal interpretarse como un secuestro y no deseaba ir a la cárcel tan joven. ¡No por culpa de él!
—Mentiroso —interrumpí. Bajé la mirada y lo siseé involuntariamente.
—Entiéndeme, Ishinomori-san...
Iba a continuar, presentí que de su boca saldrían palabras como: "es incómodo estar a solas", "no me gustas y también es incómodo hacer como que no ha pasado nada". Etcétera, etcétera... o algo similar y no le culpaba. Sin embargo, guardó silencio y aumentaron mis niveles de irritabilidad con ello.
—¡Nada de Ishinomori-san, llámame Ritsuko como ya lo has hecho! —reclamé. No recibí respuesta, solo un pesado suspiro—. Bien, se acabaron entonces los clubs de lectura. Si no te sientes cómodo estando conmigo, no creo que haya algo que podamos hacer, solo ponernos al corriente en horario de clases —sentencié harta.
Estaba de malas, no tanto, pero estaba irritada con la situación y no quería pensar que posiblemente se debía a que me había rechazado la otra noche. Salvo que tenía una justificación de antemano, recuerdo haber mencionado que las personas como Dazai Osamu no era de mis preferidas.
—Si así lo quieres —contestó condescendiente y eso solo me llevó hasta el punto de explotar.
—¡No, no es lo que quiero, Dazai Osamu! —grité y por supuesto, el muchacho se asustó—. Yo quiero seguir con esto porque tu ayuda para mí es esencial. ¡Porque quiero seguir viéndote en horario fuera de clases! —Allí estaba, una vez más diciendo lo que sentía sin mi propio permiso.
—Está bien, Ritsuko-san. Comamos pastel entonces —pronunció después.
Con esa mirada en el suelo, con esos hombros hasta abajo, con esas manos levemente temblorosas... Así no lo quería. No podía entenderlo, ¿estaba siendo condescendiente o no? Por qué simplemente no me decía que era lo que él deseaba. ¿Le caía mal? ¿Ya estaba harto de mí? ¿No le gustaba mi casa porque no era como la suya?... Si me decía cualquier cosa, me tocaría aceptarla, siempre y cuando viniera de su corazón, porque significaría progreso.
Negué con desgano y no dije nada, solo me dirigí a la cocina una vez más.
Más tarde, volvimos a estar en el sofá, no obstante, está vez sentados de esquina a esquina, por lo que se sentía la incomodidad del momento al estar tan callados y alejados. ¿¡Podía alguien llegar a casa para terminar con aquella tortura!? No lo soportaba.
—Que estúpido —solté y luego reí. Miraba mi móvil, las redes sociales me sacaron de aquel aprieto.
De reojo observaba a Dazai, comiendo con lentitud mientras leía un manga en su teléfono, "distraído" al igual que yo.
¡Era el infierno en vida!
Cuando creí que volvería a explotar, un artículo apareció ante mis ojos y fue difícil no ponerle atención. Lo había compartido Kiyoko y tenía algunos comentarios de Izumi y las extras. Dicho artículo se titulaba: ¿A qué edad diste tu primer beso?
Por supuesto, la castaña había compartido su información al compartirlo y las extras también lo habían hecho. Las edades eran exageradamente menores, pero contaban con ello su anécdota, algunas graciosas, otras tristes, y luego de ello, no me quedó más que abrir el artículo.
Acerca del contenido, el autor preguntaba lo de antes y daba consejos que a mí parecer, sonaban bastante estúpidos en voz alta. Era algo así como: "antes de besar a alguien, cómete un chicle"... ¡Para empezar los chicles no se comen, se mastican!
—Oye, Dazai-san, ¿a qué edad diste tu primer beso? —pregunté de la nada.
Había cavado mi propia tumba...
Ay, esta Ritsuko nomás no. Habers, cuenten ustedes jsjsj, quiero sabers, yo alch nunca he besado a nadie (๑•﹏•).
En fin, les dejo el meme este. (*❛‿❛)→
¡Gracias por leer!
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