Juu ni | 12.

¿Te rompiste? ¿Cómo te arreglo?

Faltaba una semana para el baile y Dazai me había rechazado como unas trescientas veces durante el tiempo que transcurrió. No era una exageración.
Afortunadamente, nuestra relación siguió siendo "estable", si podíamos llamarla de esa manera. Por motivo de trabajo seguimos haciendo clubs de lectura a mi petición y nos turnábamos el lugar. Una semana en mi casa, otra semana en la suya. Mamá ya le conocía de la última vez; en esa ocasión le amenazó indirectamente con un cuchillo en la mano para que se quedara a cenar. ¡Si es que yo había nacido al lente de ella!

Aquel sábado tocaba en su casa, así que salí temprano de la mía, aunque realmente estaba escapando de Ritsuka, porque había metido harina en su secadora para cabello en venganza por haberse comido un flan que dejé en el refrigerador, que evidentemente, tenía puesto mi nombre.
Volviendo entonces al tema: tomé el autobús e hice una parada en el centro de Yokohama por algo que necesitaba. Era de vida o muerte, así que gasté unos yenes en el proceso, todo con tal de conseguir mi gran objetivo.

—Imposible, tú, Ishinomori-san... Detente... Levántate... —Cuando toqué el timbre, Dazai me recibió y esa fue su reacción al verme con una rodilla en suelo mientras extendía un -costoso- ramo de rosas rojas.

—¡Ven conmigo al baile de "Príncipes y Princesas"! —rogué. Era mi última oportunidad.

Hacía dos días, Kiyoko me había contado que una de las extras, es decir, una de las chicas que estaban el otro día apostando por Dazai, iba a lanzarse al muchacho sin importar mi amenaza. No deseaba que se burlaran de él de aquella manera, aunque estaba segura de que el castaño les iba a rechazar como había hecho conmigo por las mismas razones. Salvo que si nos poníamos a pensar un poco más a fondo, que Dazai le rechazara solo iba a complicar su situación de marginado. Ya las escuchaba indignadas por tal ofensa.

—Por favor, no hagas esto, vas a ensuciarte la ropa...

—¡No me importa, tengo más en casa! —interrumpí nuevamente. Estaba gritando, aquello no era un juego, no estaba ahí para burlarme de él y tenía que entenderlo—. ¡Si vienes conmigo al baile, entonces me levantaré! —condicioné.

El castaño se puso increíblemente nervioso, comenzó a mirar hacia todas partes en el vecindario, aunque ahí no había más que perros observando mi propuesta. Solo, por la ventana izquierda de la casa observé a Mori sonriendo con una cámara en mano. De algo serviría la humillación, había que ser optimistas siempre.

—Por favor... —volvió a suplicar e intentó hacer que me levantará tomándome del brazo, sin embargo, fui obstinada y repetí lo mismo de antes—. ¡Está bien, pero ya levántate y entra a la casa! —explotó con todas las mejillas rojas. Se parecía a una flor ahora.

Mi boca se abrió de la sorpresa, nunca había sido tan feliz en mi vida. Cuando me casara, yo pediría la mano de mi novio para sentir la misma adrenalina que ese día. Igual iba a ser así de insistente hasta que dijera que "sí" el afortunado.

Me levanté sonriendo ganadora, entregué las flores en sus manos y me metí a la casa.

—¡Digan "cheese"! —Mori nos atrapó en la puerta.

—¡No tomes fotos, es vergonzoso! —Dazai se quejó inmediatamente mientras trataba de ocultar su rostro con ayuda del -costoso- ramo.

No me importó. Reía como una tonta por el ridículo que había hecho, además, el muchacho por fin mostraba otra faceta y eso me alegraba. Entonces Mori tomó la foto de los dos. Nuestra primera foto juntos.

—¿Estás segura?

Mientras leía el libro del ensayo en la habitación de Dazai sentada sobre la alfombra como ya había acostumbrado hacer, escuché que preguntó de repente. Cuando levanté mi mirada, este la tenía fija sobre su copia del libro.

—¿Segura de qué? —tontamente, sin entender a qué se refería, solté inocente.

—Segura de querer llevarme al baile de la escuela —explicó en una voz casi inaudible. Estaba avergonzado.

Así que era eso, me dije enseguida. Por alguna razón no podía tomar en serio sus palabras, ya que había sonado tan raro decir que yo lo llevaría al baile. Era al revés, sabía, pero sonaba interesante si lo veíamos de esa manera. Me podría un traje entonces y rentaría la limosina más cara del catálogo.

—No sé de qué debería estar segura, Dazai-san. —También agaché la mirada, pues no era distraída, era claro que el muchacho se sentía inferior—. Quiero llevarte al baile. Nunca has ido, dices, pues quiero ser la primera.

Sonreí para mí. Me gustaba decir aquellas palabras, sobre todo lo de "yo te llevaré al baile". ¡Y dale con eso! Ya hasta le había regalado flores que había metido en un florero con agua.

—¿Qué sucederá con Nakahara-san? Siempre vas con él. Deberías ir con él, no conmigo...

—Chuuya tendrá miles de invitaciones, no hay porqué preocuparnos —dije un tanto apresurada, porque la situación se estaba complicando. Dazai agachaba la mirada cada vez más y más frente a mis ojos.

—¿Y qué tal otra persona? ¿Dostoyevsky, Murata? ¡Yo no puedo! —Levantó la voz. Se presionó a él mismo, pero dejé que continuara. Necesitaba escucharle; saber lo que realmente pensaba acerca de todo aquello—. ¡Mírame bien! ¡Soy horrible! ¿¡Porque una chica como tú invita a alguien como yo al baile de niños bonitos!? ¡Soy demasiado feo para llevarte de la mano, cuando tú...! Cuando tú, Ritsuko, eres como un ángel...

Sus palabras llenas de sentimientos puros como los de un infante, hicieron que mis ojos se nublaran de lágrimas. ¿Cómo podía Dazai estar tan roto? Quienes le habían hecho arrinconarse hasta ese lugar merecían la peor condena que se le pudiera dar al ser humano en ese mundo, porque nadie merecía aquello. ¡Nadie!

—¡Eso es mentira! —También levanté la voz a la par en que me ponía de rodillas frente a la mesita ratonera. Luego le señalé y él levantó la mirada. Una tan asustada—. Me compraste un libro nuevo para no dañar mi vista en la pantalla del celular; me recibes en tú casa y dejas que toque tus preciados objetos, aunque sabes que puedo llegar a romperlos; te preocupas por mi cada que vuelvo a casa; le dijiste a mi madre que cocinaba mejor que tú tutor; me explicas todo con paciencia, a pesar de que nunca entiendo qué demonios estás diciendo del todo... Eso te hace ser hermoso, Osamu. ¿Qué importa la belleza estética? Esta terminará yéndose, Kiyoko algún día tendrá arrugas y será vieja. Lo que importa es como somos por dentro, y tú... eres hermoso. ¡Una belleza!

Terminé y lo hice llorando dramáticamente. El castaño me miraba también con las mejillas bañadas en agua salada molesta para vista. Bueno, si podíamos ser horribles como él había mencionado, no teníamos el don de parecer actores de televisión cuando lloraban, sino que a nosotros el moco nos escurría y el cabello se nos pegaba a las mejillas.

Poco después, sentí que me había pasado con mis palabras, pues el muchacho no dejaba de llorar, si bien ya no le veía el rostro, podía apreciar su cuerpo tembloroso sobre la alfombra mientras se abrazaba a sí mismo con fuerza. Entonces me acerqué.

—Dazai-san... ¿estás bien? —No me contestó, y tal como hizo el otro día cuando entré al aula en la escuela, me abrazó, salvo que está vez fue más fuerte y porque no decirlo, más confiado. ¿Quieren saber por qué?

Sus manos se juntaron por detrás de mi espalda al nivel de mi cintura, y no sé si lograba darse cuenta, pero se ocultaba en mi pecho como un cachorrito llorón. A pesar de ello, le pasé las manos por encima de su cabeza, toqué su cabello castaño en el proceso y le abracé también.

—Iremos al baile, Dazai-san. Me pondré un bonito vestido, brillo labial de fresa y te enseñaré a bailar como Chuuya me enseñó a mí, a puros pisotones. Tú te pondrás un lindo traje a la medida, te cortarás un poco el cabello, te pondrás algún tipo de perfume varonil y recibirás mis regaños cuando comiences a moverte como una pierda de cemento. —Reí en consecuencia cuando le escuché a él hacerlo.

—Si, iremos al baile juntos —aceptó de buena gana.

El día jueves a la última hora de tutoría con Mr. Shibusawa, solo a mis oídos llegaban los ruidos que mis compañeros hacían a base de palabras, pasos e incluso algunos movían mesabancos.

—Ya estás otra vez con esa cara —escuché a Chuuya murmurar. De hecho, él había sido de los primeros en mover su asiento hasta que quedó pegado al que yo ocupaba. Leía un libro.

El albino mayor solo movía la boca mientras. Se los dije la última vez, su presencia era tan nula y no le importaba que hiciéramos.

—Dazai-san no vino a la escuela —confesé inmediatamente el motivo de aquel rostro que decía él, tenía.

—Sin duda es raro —aceptó enseguida. Pronto dejo el texto sobre su mesabanco y adoptó la misma postura que yo: viendo directamente el pizarrón—. ¿No te mencionó nada?

—Ni siquiera tengo su número de teléfono. —¿Decepcionaba? Lo estaba y mucho. Debí haber preguntado por sus datos mucho antes, pero como siempre, solía ser muy distraída en esos aspectos.

—Mal, Ritsuko-chan. Has estado visitándole y él a ti; irán al baile juntos, y no tienes como contactarlo. —Hizo notorio lo que pensaba.

—¿Por qué no habrá venido? —Ignoré su anterior comentario y le vi al rostro para preguntar, tal como si él tuviera la respuesta a todos mis problemas—. Ayer no se veía enfermo, no me dijo nada a la hora de Literatura III. Definitivamente esto afectará sus calificaciones perfectas.

No quería admitirlo, por fin me rehusaba a darme una respuesta. Era claro que mi persona había tenido la culpa. No podía dejar de pensar en ello. Yo le había roto con todas aquellas palabras el fin de semana. Me había dicho como se sentía abiertamente y en vez de consolarle, me puse a gritarle que estaba equivocado. Nunca debí de hacer aquello, porque en realidad no conocía a Dazai Osamu; me decía hacerlo, pero solo lo hacía con su parte exterior.
Debía entender, que las personas no eran iguales a mí, que a pesar de ver todo oscuro trataba de verlo rosa. No era muy guapa, pero tampoco fea, por lo que no podía comprender como era que Dazai se sentía verdaderamente, cuando tuvo que cargar con ello durante toda su vida junto con las burlas sobre su espalda.

Esperaba que no fuera algo malo por lo que no asistió a la escuela y lo aceptaría si hubiese sido mi culpa.

Quería mostrarles este meme:

Debería de decir 21 yrs old en la otra foto jsjsjsj, no se donde quedó la descripción. En fin... ¡Gracias por leer!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top