Go | 5.
Un verdadero apodo sale del alma de quien te quiere.
Así, entre plática con Chuuya y un receso buscando a Dazai para entregarle el tomo de manga, llegó la hora de literatura. Entonces, por fin me acerqué al chico cuando tuvimos que hacer equipo nuevamente en clase.
—Hola, ¿cómo te va, Dazai-san? —saludé cortés y me senté un poco más cerca que antes.
—Bien —contestó, ahora no leía, simplemente estaba viendo la madera del mesabanco sin hacer nada.
No me molestó que no fuera amable como yo lo había sido, porque pocas personas podían mermar mi optimismo después del receso. Por ello, dejé de lado el que no devolviera la pregunta, además, estaba contenta por lo que iba a decirle. Esperaba que él también se pusiera contento cuando lo escuchara.
—Ah, yo... —siseé, no sabía cómo comenzar sin recordarle lo que había presenciado el viernes acerca del trato que le habían dado—. El sábado fui a una fiesta y me encontré con un par de amigos, entre ellos Akutagawa Ryūnosuke-kun, que al parecer resultó ser tu vecino —comencé por decir.
—Si, Akutagawa-kun es mi vecino — Parecía muy monótona su respuesta, pero me alegré de que con ella, por fin me viera a la cara para afirmarlo. Sus castaños orbes parecían nerviosos.
—Bueno, yo lo odio por un incidente en la escuela primaria... —me interrumpí para buscar el tomo en mi mochila—. Pero ese no es el punto —continué—. Tengo un amigo llamado Atsushi y él me dio esto para ti.
Terminé extendiendo la historieta con una sonrisa, posiblemente eso me emocionaba más a mí que a él, lo decía por su reacción inescrutable al ver dicho libro sobre mis manos. Pensé que no le había gustado el detalle, pero luego:
—Te acordaste del que quedó inservible el otro día... —habló un tanto impresionado con la vista en el objeto.
Me avergoncé y rasqué mi cabellera con cierta incomodidad. Dazai no tenía por qué saber que realmente estuve intentando arreglar su copia. Eso sería demás vergonzoso.
—Fue algo parecido —simple atiné a responder, y cuando vi que no lo recibía, le animé—. Tómalo, anda, es tuyo ahora, espero que puedas terminar de leerlo pronto.
—Realmente no había tenido la oportunidad de sustituir la otra copia... así que te agradezco mucho que te hayas tomado la molestia.
Habló un poco más alto. ¡Qué progreso! Solo le hacía falta un pequeño empujón, y afortunadamente, mientras fuera mi compañero, yo le daría más de uno siempre que pudiera, lo había decidido la tarde del consejo de mamá.
—Espera, tengo algo para ti también —sin tomar aún la historieta dijo y también revisó dentro de su mochila.
Solté un pequeño "oh" de la curiosidad, pero no me animé a asomarme en sus asuntos como siempre solía hacer. Tendría que empujarle lentamente o terminaría por asustarlo. Las personas tímidas jamás me querían por mi actitud.
—Aquí, lo conseguí el sábado como había prometido. —Me mostró el libro que leeríamos para la reseña. Estaba cubierto por un plástico transparente, lo que decía, era nuevo.
—¡Muchas gracias! —enseguida exclamé contenta—. En realidad, leer digitalmente roba toda mi atención y daña mi vista, así que esto es como una bendición. Lo cuidaré como no tienes idea —aseguré contenta.
Y así nos quedamos. Fue verdaderamente un momento incómodo, no quité la sonrisa y él había bajado la mirada. ¡Trágame tierra! Exclamé internamente. Aunque sonara mal, debía aceptar que las personas como Dazai nunca fueron mis preferidas; lo mío era alguien más animado, si se pudiera, más que mi persona.
—Bueno, aquí tienes y aquí tengo —Finalmente mi lado extrovertido ganó la lucha. Dejé el tomo sobre su mano y tomé el libro— ¿Cuánto te debo? —Quise saber.
—No es nada, conseguiste esto para mí. Es un intercambio. —Volvió a tomar su postura tímida mirando hacia la madera nuevamente.
Yo, que había llevado el libro hasta mi nariz para olerlo, lo hice a un lado preocupada por su respuesta. Olviden lo del libro, muchas veces tenía estas extrañas conductas cuando algo nuevo o no tan nuevo caía en mis manos y siempre era involuntario. Cuando menos lo notaba, ya estaba oliendo algo raro.
—¡Para nada, para nada! Para comenzar fue Atsushi quien te lo ha regalado, así que solo fui su transporte hasta acá —me apuré a decir.
—No necesito el dinero —habló sincero.
Sin embargo, era posible que Dazai no hubiera conseguido el tomo de manga para sustituir el que pertenecía a la basura, por comprar las dos copias del libro que necesitábamos para clase. Aun así, por más que intenté pagarlo, al final terminó ignorándome cuando comenzó a terminar de leer la historieta que acababa de darle.
—Dazai-san, Dazai-san, Dazai-san...
Nadie podía conmigo cuando de insistir se trataba, no obstante, al parecer nadie podía con él cuando de ignorar personas se debía. Era mi peor enemigo en ese sentido, porque no me atrevía a negarlo, me gustaba la atención y guardar silencio era como una tortura. Tampoco hablamos acerca del trabajo, supuse que esperaría a que el libro estuviera terminado para comenzar, por lo que satanás desde su escritorio, solo hacía tiempo para hablar con los muchachos prodigios, y por ello la excusa de "hagan equipos el día de hoy". En realidad, todo el mundo estaba en lo suyo sin recibir ninguna falta, pero yo debía quedarme en silencio si quería sobrevivir.
Cuando la clase terminó y Mr. Fukuzawa salió del salón, me despedí de Dazai con un pequeño "adiós" y corrí fuera del salón cuando vi que Chuuya también salía acompañado del Dostoyevsky. Les vi a lo lejos, la manera en cómo conversaban mientras al parecer, iban a la máquina de sodas y comida chatarra.
—Ese maldito y atractivo niño inteligente —me quejé haciendo un puño con la mano, pero en vez de tener una mirada molesta, la verdad era que estaba sonriendo por lo orgullosa que me encontraba de mi amigo. Aunque exactamente no sabía de qué, pero esas risitas y golpes en el hombro que se daban con suavidad, decían algo más de lo manifestado con palabras.
¡Uno menos a la lista de codiciados jóvenes solteros del Yokohama High School!
La siguiente clase era educación física, así que fui a cambiarme lo más pronto posible al vestidor de las chicas para ir a una de las máquinas dichas antes y sacar algo que me entretuviera un momento a solas conmigo misma. Que el cerebro no trabaja con agua.
—¡Buenas tardes! —Cuando entré al gimnasio, saludé a los presentes y por supuesto, al profesor del curso.
—Espero que hoy no se esconda antes de terminar las diez vueltas de calentamiento —advirtió en cuanto me vio llegar.
—¡Cómo cree, Oda-sensei! ¿¡Yo!? Yo no podría... —claro, mentí alejándome mientras mi risa nerviosa se iba calmando de poco a poco.
No era que educación física no me gustara... bueno, no era que no me gustase del todo, solo que en verano era mi parte menos favorita, en invierno era otra cosa; ahora concentrémonos en que hace una temperatura de cuarenta grados y tienes que dar diez vueltas de calentamiento, para después, jugarte un partido de voleibol amistoso contra las otras chicas de tu salón.
—Paso —dije en voz alta. Me escondería, sin embargo, cuando levanté la mirada, allí estaba Dazai recargado en unas de las paredes con su tomo de manga en la mano.
Así que yo también podía progresar, me dije orgullosa por notar su presencia. Aunque también me pregunté quien no lo notaría, pues estaba solo mientras las bolitas se hacían a su alrededor, y, además, llevaba la sudadera verde de física con el zipper hasta la boca, no mentía. ¡Qué calor! Sin más, me acerqué hasta él cuando no vi a Chuuya por ninguna parte.
—En verdad te gusta mucho leer este tipo de mangas, ¿cierto? —comenté con cierta desconfianza. Tampoco podía pararme allí sin decir nada.
—Si, me entretienen —simple contestó.
Se quedó callado, me quedé callada. ¿Por qué no podía ser un muchacho normal y me seguía un poco la corriente? Por suerte, aún llevaba una caja de dulces pequeños en la mano, así que le ofrecí, pero este se negó con la suficiente educación.
Sin quererlo, asomé la mirada a lo que leía. ¡No podían culparme, mi naturaleza curiosa podía incluso lanzarme desde un barranco peligroso!
—Que buen diseño tiene ese personaje... —susurré sin permiso, no obstante, él no dijo nada ni vi intención de incomodidad en su persona, por lo que me quedé leyendo a su lado.
¿¡Dónde había estado esa historieta toda mi vida!? Los personajes eran geniales y aunque no entendía ni papa porque era un tomo avanzado, me quedé ahí, boba queriendo saber más y más.
—¿Qué se supone que hacen ustedes dos? Ya deberían estar calentando con los demás. —Fue hasta que el alto pelirrojo mayor, nuestro profesor, nos interrumpió.
—Una disculpa, Odasaku-sensei, no me di cuenta.
Estiré mi cuello hacia atrás impresionada cuando este se inclinó para pedir la disculpa. Hice un gesto con el rostro inentendible.
—¿Oda... saku-sensei? —No fui capaz de retener el apodo y Dazai se encogió en hombros sin darme la cara.
—Es así como Dazai-kun me llama, Oda... Saku... nosuke, ¿te suena? —explicó.
Mi mano en puño cayó sobre mi otra mano abierta y mi rostro se llenó de asombro.
—¡Qué innovador! —destaqué.
—Si, innovador, ahora a correr —ordenó señalando a los demás.
—Sí, sí, sí —Me alejé haciendo caso—. Lo que uno tiene que hacer para conseguir un empleo. ¡Espero que pueda correr en una oficina! —sarcástica, me quejé en voz alta y el mayor gritó que me uniera de una buena vez.
Sucedió lo que siempre sucedía. Calentábamos en el mero calorón y luego jugábamos un partido amistoso.
—Yo... Yo... Voy a morir... —aseguré más tarde. El balón me había pegado en la cara y había caído sobre mi trasero. El calor me hizo marearme, por lo que me asusté terriblemente.
—No vas a morir, Ritsuko-chan, vamos, de pie, te llevaré allá para que puedas tomar agua. —Chuuya me hablaba, pero escuchaba su voz muy lejos. Definitivamente moriría, y, ¿¡cuándo es que este había llegado a la clase!?
El Nakahara me ayudó como el buen amigo -excelente- que era. Me recargó en una pared y me dio una botella de agua. Así que mientras estuve ahí, observé todo con atención, no sabía cómo es que el salón entero tenía destrezas deportivas y yo era como bloque de cemento a su lado. Fue en ese momento que mi mirada recayó en los personajes que ahora entraban al gimnasio cargando consigo cajas de materiales.
Oda Sakunosuke y Dazai Osamu. La verdad, era que se veían animados conversando. Incluso el menor sonreía.
¡Había estado a punto de morir y no había profesor en el gimnasio!
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