37.

Jadeaba con la vista fija en el cielo, le estaba costando demasiado llegar al final.

Pero valdría la pena.

Por su Canadá.

—Odio las cuestas y las montañas y el sudor y los mosquitos.

—Ame, te dije que era un camino largo.

—Dime que ya falta poco.

—Sí —sonrió—. Ya llegamos a la cabaña.

—Joder. Sí —se tomó un momento para respirar y secarse el sudor de la frente.

—Te va a gustar. La vista es hermosa, el aire limpio, las aves cantan y...

—¿Y qué?

—Y nadie nos mirará.

—Sweetie...

—Podemos ser nosotros mismos ahí —sonrió tomando la mano de USA—. Puedo besarte sin preocupación... Y puedo decir que te amo sin temor.

—Bien. Bien —USA no quería ver triste a su canadiense, así que cambió el tema—. Suena espectacular. Así que vamos... Además, necesito un litro de agua, urgentemente.

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