104.
—Quisiera ver a Canadá. Preséntamelo.
—Ni lo sueñes, URSS —chistó y alejó al soviético de su lado—. Además, Can está casado.
—¿Con quién?
—Conmigo.
URSS elevó una ceja, porque no le creía nada.
—Así que olvida esa estupidez, perra.
—Pero ustedes son hermanos.
—Todo el mundo dice eso, pero es una mentira que inventaron.
—Conociéndote, aunque fuera tu hermano, te daría igual.
—Yeah... —rio—. Por eso, ¡aléjate de mi esposo!
—No.
—Vamos a tener problemas entonces.
—Cómo siempre.
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