Capítulo 29 | S

Stephen

Sabía que mi alma se redimió desde el primer día en que mis ojos se perdieron en tu mirada, fuiste mi salvación y sobre todo sabía que serías mi perdición. Pero no me importaba porque por ti valía la pena, valía la vida entera. Y si tuviera que vivir cada una de las cosas que pasamos por estar a tu lado, lo volvería a vivir.

Sabía que ese día en que recibí el disparo, no iba a ser mi final, no, porque iba a luchar hasta el último respiro por permanecer junto a ti y nuestro bebé. Y así lo hice. Sin embargo esa noche...
La última noche que fuimos uno sólo, en que nos entregamos siendo únicamente tú y yo, esa noche supe que ese era mi final.

Era la sentencia de una muerte lenta y segura, sin posibilidad a negociar con el tiempo, ni el destino. Dos enemigos que se volvieron en mi contra y no podrán remediar jamás, todo el vacío que ahora mi corazón siente.

— Aquí estás de nuevo, ¿qué? ¿Piensas emborracharte por la mañanas? ¿Crees que con eso vas salir adelante? — qué irónico, porque ahora lo único que deseo es regresar atrás, me reí sarcásticamente ante las palabras de Max.

— Déjame en paz Max, vete. Lo que haga o deje de hacer no es de tu incumbencia.

— ¡Me importa porque eres mi mejor amigo! Eres cómo un hermano para mí y sobre porque eres el padre de Bella, mi sobrina, ¡Tú hija! ¡Por Dios! No puedes seguir así Stephen, ¿deseas perderla también a ella? ¡¿Ah?! Dímelo y si es así, ¡yo mismo te quitaré a la niña! — Max me tomó por el cuello de mi polo haciéndome recordar que aún tenía un pedacito de ella, una pequeña parte de Camila pero que no podía ni si quiera mirar por sentirme el hombre más miserable del mundo.

— No puedo, no puedo estar cerca de ella ahora— me estaba quemando por dentro, algunas lágrimas retenidas nublaban mi visión y sólo el trago amargo que pasaba por mi garganta hacía que pudiera sentir menos peso sobre mí.

— ¡Te necesita! ¡Santo cielo! Abre los ojos por favor, es sólo una niña de un año. Han pasado seis meses Stephen, te hemos dado tu tiempo, tu espacio. Pero ya es hora de que regreses a la realidad.

— ¡Vete a la mierda! Lo sabías y no me dijiste nada ¡no me dijiste lo que estaba pasando con ella! ¡Es tú culpa! ¡Por tu culpa perdí a la mujer que amo! ¡¿Por qué carajos no me lo dijiste?! Ella no debió pasar por todo eso sola, yo tenía que estar con ella. ¡Le hubiese dado mi corazón si hubiese sido posible! ¡¿Por qué no me lo dijo?! ¡¿AH?! ¡DÍMELO!

— Stephen será mejor que te lleve a casa.

— No, no puedo verla. Cada vez que la miro, sus ojos, su olor, cada vez que intento acercarme a la niña siento que veo a su madre. ¡No puedo estar cerca de ella! No ahora— me eché a llorar cómo si fuese un maldito niño evocándola en mis recuerdos, mientras Max me ayudaba a pararme para salir de esa cantina.

— Tienes que superar su pérdida Stephen. ¿Crees que es fácil para nosotros? ¿Crees que mis padres han podido seguir sin ella? ¡No! ¡Pero lo intentan cada maldito día por esa niña! Nos necesita, te necesitará a ti por sobre todas las cosas. No puedes volverte un alcohólico y olvidarte de tu hija. ¡Compórtate cómo un hombre! Y toma las riendas de tu vida.

— Haré lo que se me dé la puta gana, sólo quiero morirme para estar con ella. No me importa nada.

— Éstas borracho, cuándo se te pase la cruda te darás cuenta de lo que dices no es cierto. Y que tanto esa niña cómo tú, se necesitan más que nunca. Ella no crecerá sin su padre, se lo juré y lo voy a cumplir— y ahí estaba yo de nuevo recordándola, ella me había hecho jurarle que cuidara a nuestra hija...

#flashback#

— ¿Qué dices de Isabella? Me gusta como suena, ademas podremos llamarla Bella.

— Está bien, si, también me gusta. No sabes lo loco que me pondré si alguien intenta acercársele cuando crezca, de seguro será igual de hermosa que tú— nos encontrábamos en nuestra habitación recostados en la cama porque Camila se cansaba más de lo normal y debía de reposar en los últimos días de embarazo. Me acerqué a ella besándola mientras acariciaba su prominente panza con nuestra bebé a días de su llegada. Al terminar el beso Cami se apoyó sobre mi hombro y de nuevo estaba ida, pensativa cómo se encontraba en los últimos meses de embarazo.

—Júramelo Stephen, júrame que si algún día llegara a faltarles, cuidarás de nuestra pequeña y la protegerás siempre— siempre que salía con ese tema volvía a repetirle lo mismo.

— Así lo haré cariño, te lo juro— Cami solía cambiar de conversación cuándo le volvía a contestar lo mismo. Pero aún así la sentía lejana a mí y no podía escarbar en el fondo de su tristeza, no entendía porqué se encontraba de ese modo. Culpé muchas veces al embarazo, otras por haber sido descuidado y no conseguir lo que necesitaba cuando se le antojaba comer algo en plena madrugada, en otras ocasiones creía que era la preocupación de ser madre primeriza pero nunca imaginé que era porque su corazón ya no aguantaba más.

— No te olvides de comprar ese conejito de peluche rosa que tanto me gusta ¿de acuerdo? Mamá olvidó traérmelo porque se emocionó con un conjuntito del mismo color para nuestra bebé.

— Mañana te lo traeré mi amor, ese conejito rosa estará aquí. Ahora duerme, tienes que descansar.

— No te olvides Stephen, quiero ese conejito para Bella.

— No lo haré cariño— la besé en la frente mientras ella se acomodaba mejor sobre mí, utilizándome como almohada suya y se dejaba vencer por el sueño.

Al día siguiente nuestra pequeña ya quería estar presente ante nosotros. Fuimos al hospital rápidamente e ingresaron al aérea de cesárea para poder traer al mundo a nuestra pequeña Bella.

#Findelfkashback#

Camila siguió con vida, plena y feliz hasta un año después del nacimiento de nuestra hija. Luego de haber pasado casi cuatro horas en esa maldita sala de partos, ella pudo ver nacer, oír el llanto de nuestra hija, tocarla, acariciarla, todo lo que ella deseo desde que supo que su vida llegaba a su final.

Según lo que me dijo Max, los doctores decían que el parto sería su final. Que no lo aguantaría y que moriría allí, al dar a luz. Pero se equivocaron porque esa pequeña bebé a la que ahora no puedo mirar, tocar o si quiera proteger, hizo que Camila pudiera vivir un año más. Fue el tiempo que su débil corazón pudo soportar.

Hace exactamente tres meses me dejó, nos dejó a todos sin saber cómo seguir nuestras vidas. Sólo estoy tranquilo porque se fue con una sonrisa en el rostro, diciendo que había amado con todo su ser y había sido amada como siempre deseó. Porque siempre estuvo lista para amar.

Camila fue, es y será siempre la única mujer que tocó corazón, desarmó mi alma, ocupó mi mente y dejó huella en mi vida.

— Ayúdate y déjame ayudarte. Anda vamos, esta noche te quedarás en mi departamento. A mis padres tampoco les gustará verte en este estado— me había olvidado que Max estaba conduciendo, mientras pensaba en ella.

— Déjame, no quiero ir a ninguna parte— no sé cuántos tragos me tomé pero realmente no podía ni pararme por mi mismo— Eres un maldito traidor, tú sabías... ella se estaba muriendo ¡y no me lo dijste!

— Ya cállate y deja de gritar, los vecinos escucharán y no te dejarán ingresar al edificio. Una buena ducha fría hará que se baje la borrachera, ojalá también funcione para quitarte lo imbécil que estás siendo. A Camila no le hubiese gustado verte así, hazlo por ella.

— ¿Tú que sabes? Ella me amaba tal y como soy.

— Si y no sabes cómo lo lamento. Hubiese preferido que se fijara en alguien más, mírate nada más, ni siquiera puedes pararte, o cumplir las promesas que le hiciste.

— Es por eso que estás aquí ¿no? Porque se lo prometiste, ¿ella te lo pidió? ¿Ves? En el fondo sabía que yo era un completo idiota y me amaba igual. Por eso te pidió que me siguieras como si yo necesitara quién me cuide— reí amargamente porque Camila en verdad me había demostrado que amaba completa y sinceramente— sólo se olvidó de un detalle, mi amigo. Tu hermana se olvidó de lo más importante, no sabía que no necesitaría a nadie que me cuide el trasero. ¡La necesitaría a ella! ¡Solo a ella! Max... Dios... ¿Por qué duele tanto?

— Siéntate, te traeré un café bien cargado y luego te meterás a la ducha. Sé que la necesitas Stephen, ¡Por Dios! ¡Todos nosotros lo hacemos! Pero ella no quería que le dieras a elegir porque mucho antes de que pensáramos que lo mejor sería que ella viviera, ella ya tenía tomada una decisión y la apoyé. La apoyé aún estando en desacuerdo porque eso hacen los hermanos ¿no? Apoyarse. Luego, la rabia y la impotencia se apoderaron de mí por no lograr encontrar nada que pudiera salvarla, todos y cada uno de los doctores que habíamos consultado, decían lo mismo. Y al final... cuándo la vi sostenerle a Bella por primera vez, cuándo vi ese brillo en su mirada, cuándo la llamaba hija... entendí, comprendí que era únicamente su decisión y no podía hacer nada más. Simplemente apoyarla, comprenderla, quererla y estar con ella hasta su último día con vida— Max se secó algunas lágrimas que se le salían al hablar de Cam.

— Max, yo la amo. Nunca podré dejar de amarla— el dolor en el pecho no me dejaba ni pensar con claridad, sólo quería morirme y poder estar con Camila, poder verla una vez más, abrazarla, besarla, tenerla conmigo.

— Está claro que nunca la dejaremos de amar, serías más que un imbécil si eso te pasara. Sobre todo porque tampoco podrás olvidarla, Bella es el vivo retrato de ella. Todos estamos viviendo nuestro dolor a nuestra manera pero no por eso nos dejamos vencer. Si sigues así vas a destruir tu vida y la de tu hija. Tienes que entender que a partir de ahora eres su padre y madre al mismo tiempo. Y todo lo que hagas o dejes de hacer repercutirá en la vida de esa pequeña.

— No podré ser un buen padre, mírame, no puedo siquiera estar cerca de ella. Soy un maldito... le juré que no abandonaría a nuestra hija y no puedo cumplírselo. ¡Ni si quiera he podido ir a esa puta tienda! Para comprar el puto conejo rosa que le había prometido antes de que Bella naciera. ¡Soy un maldito idiota que no puede cumplir las promesas que le hice a la única mujer que me amó de verdad!

— Lo primero que harás ahora será ponerte sobrio, a partir de ahora cumplirás todas las promesas que le hiciste, serás el mejor padre y mañana iremos a esa tienda a comprar ese conejo que dices.

— No podré hacerlo. ¿Sabes cuántas veces he ido a pararme frente a esa tienda? Deseando encontrar la fuerza necesaria para ingresar, comprar ese peluche y poder dárselo a mi hija. No tienes ni idea Max.

— Lo harás. Lo harás porque se lo prometiste y vas a cumplirlo. No me importa si tienes que ir miles de veces más pero vas a comprar ese conejo que Camila te había pedido para Bella. Ahora deja de llorar, ponte los pantalones y sé un padre Stephen. Porque sino lo haces te romperé las bolas y sabes que no estoy bromeando.

Esa noche hice todo lo que Max me pidió, inclusive al día siguiente intenté acercarme a mi hija pero no pude. Regresé unas cuántas veces más a esa tienda pero no lograba conseguir ingresar en ella y traer ese conejo. Cada vez que iba solo podía recordarla, sonriéndome, acariciando su barriga, o doblando cada ropita que comprábamos para nuestra hija.

Todos los días eran iguales, intentaba seguir adelante una y otra vez. Todo se terminó para mí desde que ella se fue y no creo poder superarlo. Sé que cada quién vive su dolor a su manera, algunos lo procesan rápido, otros lentamente y otros simplemente no pueden hacerlo. Pero tengo que seguir adelante como dijo Max, voy hacerlo por ella, por mí, sobre todo por esa pequeña que amo y es lo más sagrado que me queda del amor que Cam y yo nos tuvimos.



Este ha sido el capítulo más difícil que me ha tocado hacer hasta ahora. No puedo negar que hasta dejé escapar algunas lágrimas mientras lo terminaba.
Bueno querido lectores 💜 Lista para amar ha llegado a su fin. Espero hayan disfrutado de la historia, no se olviden los estaré leyendo.
Pronto estaré subiendo el final. Y no se olviden, los espero en mis redes sociales para conocerlos un poco más, saber que piensan, si quieren spoilers, si lo odian, si han leído mis otras historias, si ya lo compraron, etc, etc 🙌🏻😅
En verdad me encantaría poder interactuar con todos ustedes!
Hasta el capítulo final.
Besos 💜😘

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