Capítulo 16| C (+18)
Camila
— Ya pasó, ángel. Estás conmigo—Desperté de un susto, había tenido otra pesadilla. Stephen se encontraba al lado mío, lo abracé sintiéndome protegida. Estos últimos días fueron espantosos. No sé cómo mi padre pudo ser capaz de hacerme algo así. Mamá me lo dijo, antes de morir dijo que él era un hombre malo. Y ahora lo sé.
Dejé escapar un largo suspiro reposando la cabeza sobre el hombro de Stephen. Él en verdad era la calma para mí, era un bálsamo para mis heridas. A veces creo que mi corazón únicamente lo aguardaba a él. Es cómo si estuviéramos hechos el uno para el otro.
— Te quiero Stephen— sentí que se tensó ante mis palabras, tal vez lo había dicho muy pronto. O tal vez él no siente lo mismo. Nos quedamos en completo silencio por unos segundos. No quería arruinar lo que habíamos iniciado pero mis palabras fueron completamente sinceras. Y no pude evitarlas. Evite romper el abrazo para no mirarlo a la cara, sentía que con cada segundo que pasaba su silencio me hincaba como aguja en el corazón.
— ¿Crees que estas lista para amar Camila?— Stephen se deshizo del abrazo colocando sus manos sobre mis hombros, mirándome a los ojos. Su pregunta me había desconcertado— ¿Sabes quién soy realmente? ¿Qué pasaría si descubres que no soy quién piensas?
— Stephen ¿Por-por qué me dices eso?— me erguí tomando un poco más de distancia. Parecía ser de nuevo el chico a quién conocí la primera vez. El chico a quién no le importa nada ni nadie— ...Tú me salvaste, eres, eres el hombre en quién confío, a quién...a quién yo me-
— Shh...no sigas— colocó un dedo sobre mis labios. Stephen estaba extraño, es el hombre a quién me entregue. Sé que eso fue real, fue verdadero. No puede negármelo— que haya sido el primero en tu vida, no significa que sea el indicado, el hombre correcto.
— ¿Qué?— susurré con miedo esa pregunta, alejándome aún más de Stephen. Levantándome de la cama. Él llevó sus manos a su rostro fregándose cómo si no supiera qué hacer. Desvíe mi mirada al suelo sin entender su actitud, se acercó a mí nuevamente colocando una mano sobre mi mentón.
— Lo siento, no quise decirlo de ese modo. Mírame ángel, te quiero. Te quiero desde el primer día en que te vi— no quería mirarlo, sabía que si lo hacía me desarmaría en un segundo—por favor mírame, soy un idiota. Y tengo tanta mierda encima qué tengo miedo de mancharte.
Apoyó su frente con la mía para luego aproximar sus labios sobre los míos delineándolos con su lengua y terminar con un beso. ¿Por qué me hacía esto? Creo en él, sé que es el hombre de quién me enamoré. Pero su palabras hieren, cómo si él estuviera jugando conmigo. No siente lo mismo que yo, por eso no me lo dijo como respuesta a mis palabras. Intenté separarme pero Stephen intensificó el beso y rodeó mi cintura con su brazo izquierdo.
Solté un pequeño gemido, sus besos eran cómo una droga. Tenía que parar ahora sino perdería el control. Parecía que de pronto Stephen se encontraba desesperado por querer demostrar lo contrario a sus palabras. Pero inclusive si así fuera, su acción ya lo dijo todo.
— Basta, basta Stephen— desvíe mi rostro aún atrapada entre la pared y sus brazos.
—Eres lo que más deseo, ángel.
— No te entiendo. Te incomoda que diga lo que siento por ti, me dices que no estoy lista para amarte, qué no eres el hombre correcto y luego me besas como si estuvieras desesperado. No logro entenderte Stephen. ¿Por qué quieres alejarme de ti?
— Es que aún...
— Aún ¿qué? Por favor, dímelo.
— Hay cosas que no sabes de mí. Y no quiero envolverte con todos mis problemas. En verdad tengo mucha mierda detrás, no sabes sobre mi pasado y no quiero que llegue a afectarte a ti— Stephen tenía sus manos sobre mi rostro, su voz escuchaba angustiada.
— ¿Entonces... qué es para ti esto que tenemos? ¿Significa algo? Dijiste que era tu novia, tu lo dijiste Stephen— me senté sobre la cama porque Stephen no me dejaba ir a ningún lado. Bloqueaba mi camino para que no me alejara de él. No lograba entenderlo ¿Por qué me dijo todo eso?
— Significas todo, Camila. Y si, sé que no te pedí como hubieses preferido, pero para mí lo eres. Eres la chica con quién quiero estar. Eres mi chica— se sentó a mi lado tomando mis manos. Él mismo lo había complicado y ahora sólo veía a un hombre que quería con miedo, demostrar sus sentimientos.
— Creo que Max tiene razón, tienes que dejar de encerrarte en ti mismo Stephen. Confía en mí cómo yo lo hago contigo.
— ¿Max? Ustedes dos se han vuelto muy cercanos ¿no es así?— Stephen se paró para luego dirigirse hasta la punta de la cama dándome la espalda. Con cuidado llegué hasta él colocando mi mano sobre su hombro.
— Stephen... Max y yo somos amigos. Lo considero cómo a un-
— ¡¿Cómo a qué?! ¿Él te gusta? Dime, ¿también lo quieres a él?— di un pequeño respingo ante su exaltación, mirándolo con mucho dolor. ¿Por qué de pronto tenía estas inseguridades? Mi espalda chocó con su cómoda al retroceder. Derrame una lágrima sin poder retenerla pero la sequé inmediatamente con rabia.
¿Cómo pudo decirme algo así? Sabiendo que ha sido el primer hombre en mi vida, sabiendo mis sentimientos por él y sobre todo cuando soy un libro abierto desde que entró a mi vida. Tragué un sollozo que golpearía mi pecho si me permitía liberarme. Y a pesar de encontrarme con la ropa inadecuada, decidí que lo mejor era marcharme.
— No, no, no. ¡No quise decir eso! ¡Carajo! Detente Camila, ¡Detente!— al salir del dormitorio Stephen me siguió pisándome los talones. No pretendía quedarme pero su último grito vino acompañado con algún objeto que ya no serviría. Di la vuelta observándolo con miedo, permaneciendo estática en medio de la sala, él había lanzado algo al otro lado y se encontraba con los brazos caídos a los costados y los puños cerrados con fuerzas. Respirando agitadamente.
— No te vayas— se acercó a mí abrazándome con vos trémula, parecía estar intentando encontrar serenidad. Yo seguía sin realizar un solo movimiento, no me había dado cuenta de que estaba temblando y sin poder responderle— lo siento, perdóname. Estás temblando por mi culpa.
— Qui-Quiero irme Stephen— susurré tartamudeando. No quería verlo de esta forma, con ira, fuera de si. No aguantaría más violencia.
—Perdóname. No debí reaccionar de ese modo. Perdóname— seguía sin inmutarme ante su abrazo, sus palabras. Su reacción me había sorprendido, no tenía idea de que Stephen en verdad padecía problemas de ira. Cuándo Max me dijo que su único defecto era su ira, no imaginaba algo así. Ahora entiendo sus reacciones cuándo golpea, cuándo lo conocí por primera vez, su hostilidad. Ahora comprendo todo.
— No...no puedes decirme todas esas palabras feas y luego tratar de que te disculpe Stephen. Me entregué a ti por primera vez, tal vez eso no signifique nada para ti pero para mí, sí. Fue lo más importante en mi vida. No entiendo cómo puedes siquiera pensar que me gusta tu mejor amigo— me alejé de él llegando al filo del sofá— ¿Te das cuenta de lo has insinuado? Tu mejor amigo, Stephen.
— ¡Lo sé! Perdóname, no debí decir nada de lo que dije. Soy un imbécil, ¡un completo imbécil!— llegó hasta mí tomándome de la cintura y dejando sus labios sobre mi mejilla. Sentía su respiración sobre mi piel, comenzó dejar besos sobre mi rostro, mi cuello y luego volvía a subir— Lo siento, te hice llorar cariño. Perdóname.
— Stephen, no...— secó un par de lágrimas traicioneras con su boca llegando así a mis labios, mordisqueándolos para luego profundizar un beso. Tenía un efecto en donde mis extremidades nerviosas no sólo dejaban de responderme sino que también parecían entrar en un corto circuito ante el simple hecho de sentir sus manos sobre mi cuerpo y su boca devorándome. No podía negarme, mi cuerpo me lo impedía.
— Perdóname— sus manos se adentraron debajo de mi playera, la cual realmente era suya. Pues anoche me la prestó para poder dormir cómoda. No tenía puesto el sujetador y al sentir su mano sobre mi pecho mientras me besaba dejé escapar un gemido, mi piel se erizaba y sentía que lo necesitaba con urgencia— Eres un ángel. Eres mi ángel, Camila.
Se sentó en el sofá dejándome sobre él, mientras seguía con sus caricias y besos. No sé si esto está bien o está mal pero estás sensaciones, no las había sentido jamás en la vida. Y después de todo lo que pasé sólo quiero que Stephen me haga olvidar. Recordarlo sólo a él, siempre a él.
— Quiero hacerte mía nuevamente, quiero hacerte el amor en todos los rincones de este lugar— la voz ronca y turbada de Stephen me demostraba que se encontraba igual que yo. Desesperado porque ambos seamos uno sólo, como la primera vez.
— Stephen...— me despojó de la playera llevando su boca a mis pechos y acariciándome sobre mi cicatriz como si no creyera que esto fuese real. De un solo movimiento se posicionó encima mío, quedando yo recostada sobre el sofá. Nos miramos fijamente por unos instantes mientras él se despojaba de su ropa. Sentía el latido de mi corazón retumbar entre mis costillas. Ansiaba ser suya nuevamente.
Esto era distinto a la primera vez, no me sentía insegura, ya no me importaba la cicatriz en medio de mis senos. Quería sentirlo, quería explorarlo, tenerlo únicamente para mí, una vez más. Bajó hasta mis pies besándolos e iba subiendo lentamente. Me despojó de la única prenda que tenía puesta y quedé completamente expuesta ante él.
Stephen ya sólo traía puesto su bóxer. Sonrió de lado como si estuviera complacido con lo que veía. Y luego regresó a mis labios dejándome completamente hipnotizada. Sus manos recorrían mi cuerpo sin ninguna duda ni restricción. Una de ellas bajaba lentamente logrando llegar así en medio de mis piernas, a ese punto más sensible de mi cuerpo.
Al parecer Stephen era todo un experto en esta cuestión, él no solo me guiaba sino que también me hacía disfrutar de lo que estaba provocándome. Sus dedos no se detenían y esas cosquillas con toque de descargas eléctricas cada vez eran más intentas en mi interior.
— Steph... — sentía que podría explotar en cualquier momento. No sé cómo llegamos a esto, un momento quería estar lo más lejos de él y ahora... Ahora no quiero que se despegue de mí.
— Aún no, cariño. Quiero que sea conmigo— no entendí a qué venían sus palabras pero me sentía completamente acalorada, con la respiración agitada y con mis sentidos completamente nublados. De pronto Stephen se separó de mí buscando algo en los bolsillos de su pantalón. Sacó su billetera y al ver lo que extraía de ella, supe a que se había referido. Se despojó de su bóxer y luego se colocó el preservativo.
— Eres hermosa, me vuelves completamente loco— volvió a posicionarse encima mío, podía sentir su dureza en medio de mis piernas. Regresó a mis labios y con una mano separando mis piernas, se adentró en mí realizando un sonido gutural con garganta. Me arqueé un poco al recibirlo también dejando escapar un gemido, aún me resultaba algo extraña la sensación.
Al principio fue un poco incómodo pero no como la primera vez. Ahora era más placentero, más intenso y una vez que Stephen me sintió segura comenzó con ese juego de vaivén. Apoyaba mis manos sobre su espalda arañándolo, podía sentir a Stephen en esta ocasión menos contenido, más irracional, un poco más brusco pero aún así él me cuidaba con cada uno de sus movimientos.
Nuestros cuerpos comenzaron a sudar, apenas cabíamos en el sofá. Los movimientos de Stephen comenzaron a ser más rápidos y sus manos bajaron a mi cintura presionándola. Nuestros gemidos se mezclaban entre besos y suspiros entrecortados. Parecíamos unos salvajes necesitados, uno del otro.
— Steph-Stephen...— no podía siquiera encontrar las palabras adecuadas. Habíamos llegado al punto máximo de placer. Con un último gemido cómo si pareciera un león atrapando su presa, Stephen apoyó su rostro entre mis pechos. Cerré mis ojos intentando calmar un poco con un suspiro largo, todo el kamikaze de emociones que tenía dentro de mí.
Después de unos segundos un poco más recuperados, se separó de mí con cuidado y luego dejó un beso sobre mis labios. Se despojó del preservativo, fue hasta al baño y regresó exponiendo toda su desnudez sin ningún pudor. Yo aún intentaba acostumbrarme a toda esta intimidad. Me tomó de mis brazos riendo conmigo, para llevarme sobre sus hombros como si fuera un costal de papas.
— Usted bello ángel, ahora se duchará conmigo— me azotó con la mano en una de mis nalgas. No pude contener un pequeño grito en medio risas.
Llegamos a la habitación, pasando directamente al baño. Una vez que nos metimos a la ducha, Stephen seguía insistiendo con sus besos. Además de algunos toqueteos. Desearía no volver a tener ninguna discusión porque con él me siento segura. Y a pesar de que haya dudado cuándo dijo que me quería... Yo si lo quiero.
Estoy completamente enamorada de Stephen.
Uhh que intensos estos chicos. Qué inseguro Stephen, al pensar que a Camila le gustaría Max también. ¿Qué habrá pasado por su cabeza?
Espero les haya gustado el capítulo!
Hasta el próximo 😁💜😘
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