Capítulo 1

— Tengo treinta y cuatro años y desde hace exactamente cuatro, manejo muchos de los casos de alto perfil en Hongdae que involucran crímenes graves.

En una oficina privada, rodeada de carpetas y expedientes policiacos en la estación central de la policía en Seul uno de los oficiales exponía la nueva ola de asesinatos y crímenes que estaban azotando la ciudad, poniendo en riesgo la vida de todos los ciudadanos.

— Este es el caso que sucedió hace seis meses en el lado norte de Seul. En días lluviosos, un sospechoso atacó a varias mujeres caminando en las calles. He estado vigilando el área donde él cometió estos crímenes, constantemente.

— Parece un asesino serial. ¿No tiene miedo?

— ¿Alguna vez lo ha visto de esta manera? Que existe la posibilidad de que nunca vuelva a ver a mi familia nuevamente. Prefiero morir dejando a mis seres queridos protegidos sin delincuentes en las calles, que seguir vivo sin hacer nada y recibir un día la noticia de que alguno de ellos murió de camino a la casa, escuela o trabajo a mano de algún psicópata.

— Aun así detective Kim...

— Cuando eres un detective, te cruzas con bastardos como aquel con el que tuvimos que enfrentarnos ayer por la noche. Un malnacido que en medio de la lluvia intentó matar a una trabajadora que regresaba a altas horas de la noche luego de cumplir con una agotadora jornada laboral. Es por eso que éste es el tipo en el que estoy apostando mi vida para atraparlo. – Se señaló.

— ¿No cree que está tomando este caso como una venganza personal, oficial Kim Seokjin?

— ¿Venganza personal me está diciendo? — Bufó — Él no es solo una basura insignificante general... Ahora mismo, tengo la imagen del rostro de mi hijo en mi mente, la cara de mi esposa, puede que nunca los vuelva a ver. El recuerdo del hijo que perdí cuando a plena luz del día regresaba de la escuela con su cuidadora y bajo una fuerte lluvia fue asesinado, nadie vio o escuchó nada y ese hijo de puta que empuñó el cuchillo sigue caminando por las calles, mientras que a mí, me dicen que me van a detener por golpear fuertemente a un hombre que ayer casi mata a una mujer.

— Aún así incumplió todas las reglas y procedimientos detective Kim. Entiendo que este caso lo afecte pero piense bien... Algunos oficiales tan valiosos como usted no pueden darse el lujo de arriesgar sus vidas en su trabajo como lo hizo ayer. Si muere... ¿Quién protegerá a su familia?

Era una noche fría y la lluvia caía como lo había hecho el resto de la semana en la ciudad cuando el detective Kim salió del interrogatorio. Podía sentir la humedad calarle profundo, entrando a sus cuerpo por aquella herida recibida la noche anterior que, pese a ser suturada y tratada, dolía y sangraba. Lo hacía, pero no tanto como las víctimas que no podían sobrevivir o los familiares que lloraban su pérdida.

"El oficial Han del Departamento de Policía de Hongdae, perdió su vida en manos de un criminal. Estas noticias provocaron al presidente una enorme conmoción. El oficial era conocido por su dedicación a llevar criminales ante la justicia. Él tenía un inigualable sentido de la responsabilidad para con la protección de los ciudadanos.

Se expresaron condolencias desde todos los niveles de la sociedad. En vista del incremento de los criminales violentos y astutos, algunos han expresado la necesidad de encontrar una contramedida."

Kim Seokjin chasqueaba su lengua mientras escuchaba las noticias y veías las imágenes del funeral de su compañero desde que él se unió a la fuerza policial. Él lo vio morir, hasta en sus últimos minutos estuvieron luchando juntos, cumpliendo con su deber. La prensa cubría las noticias y le hacían condecoraciones ya muerto que de nada servían.

Nadie parecía querer ensuciarse las manos, la fuerza policial ignoraban casos que desde el comienzo le parecían perdido o que simplemente por la vía legal no se podían resolver. Por eso detectives como su ahora difunto compañero y él, tenían que salir a las calles para combatir lo incombatible.

Cerró sus ojos e inhaló aire, sintiendo las lágrimas correr por su rostro. Recordando a la viuda de su amigo llorando bajo la lluvia abrazada a la lápida, a su hijo ahora huérfano de padre llorando sin entender qué había ocurrido y a toda la fila de oficiales que le rendían tributo. Los mismos a los que le pidieron refuerzo, ayuda, colaboración y que no se los dieron. Todo eso lo repugnaba, para combatir los monstruos, debían convertirse en uno, no valían los paños tibios ni la condescendencia.

Se sobresaltó al sentir las manos de su esposa presionar sus hombros. Abrió los ojos y le brindó una sonrisa que no llegaba a sus ojos, una sonrisa que bien sabía ella era falsa pero a la cual respondió con un dolor en el pecho.

— Es Kim Taehyung, tu hermano, está al teléfono... — Señaló a la extensión que tenían en la sala y se retiró después de ver como su marido contestaba.

— Supe la triste noticia. Lo siento mucho hyung, sé que Han Yooseo era como otro hermano para ti. — Habló la voz del otro lado de la línea con gran angustia solamente de imaginarse el estado de su hermano.

— ¡Esto es una mierda! — Exclamó dejándose caer en el sofá. — Pero hablemos de otras cosas. ¿Cuándo piensas regresar a Corea? — Seokjin sabía a qué se dedicaba su hermano, a decir verdad lo admiraba mucho ya que él tenía en sus manos mayor libertad que él para ayudar a las personas y lo hacía muy bien.

— Mañana estaré llegando a Seul y a penas lo haga, pasaré a verte.

— Eso me alegra, ya han pasado cuatro años desde la última vez que nos vimos personalmente.

La última vez que se vieron fue un mes después de la muerte del hijo mayor de Seokjin. Taehyung se sentía impotente por no haber podido hacer nada para evitarlo o resolverlo, justo como cuando asesinaron a la hermana mayor de ambos, cuando apenas era una joven llena de vida.

— Anja, ha pasado bastante. Entonces... ¿Nos vemos mañana?

— Hasta mañana Tae.

— Hasta mañana, hyung.

Taehyung terminó la llamada mientras observaba el reclusorio frente a él. Las luces que alumbraban kilómetro a la redonda, las torres con oficiales armados, las cerca con alambres de pua electrificados y la incesable lluvia cayendo.

La verdad era que desde hacía aproximadamente un mes había pisado suelo coreano pero sin poderse dejar ver. Tenía muchas cosas de las cuales encargarse antes de mostrarse frente a todos. Acomodó su saco y su corbata, tomó su móvil, portafolio junto a un paraguas y salió del vehículo.

— Buenas noches abogado Kim. — Lo saludó el jefe del penal recibiéndolo personalmente.

— Perdone que lo importune con una visita extraoficial.

— Para eso estamos los amigos, ya mandamos a buscar al recluso con el que desea conversar pero, permítame avisarle y advertirle, el reo es peligroso, así que tenga mucho cuidado.

— Muchas gracias por su preocupación director Kang, no se preocupe, tendré cuidado y seré breve.

...

La bulla causada por los prisioneros que estaban reunidos en el pasillo, incentivando y vitoreando la pelea desatada por el líder de ese lugar y un narcotraficante que recién entraba y quiso tentar a su suerte se escuchaba por casi todo el sitio.

¡Pégale! ¡Demuéstrale quien manda! ¡Liquidador, Liquidador!

Se le escuchaba gritar a los reos, acompañado de chiflidos y golpes en el piso o barrotes. El Liquidador no hablaba con nadie, siempre se mantenía callado, no se metía con nadie para que nadie se metiera con él, lo habían proclamado líder de aquel sitio de confinamiento pero no fue algo que él buscó, simplemente así ocurrió. Sin embargo, quien lo buscaba, lo encontraba, justo como en ese momento.

Itako Hiroshimoto, un narcotraficante, antiguo líder de uno de los clanes yakuza de Japón, atrapado en suelo coreano mientras realizaba una transacción personalmente, había llegado al reclusorio dos días atrás y como orgulloso líder que no quería perder su valía retó a quien fuera el líder de la prisión.

El Liquidador no respondió a su llamado cuando todos le indicaron que él era el líder, simplemente dijo que a él lo dejaran tranquilo y lo ignoró pero, más que un rechazo, eso fue una ofensa para Hiroshimoto por lo que continuó insistiendo pese a los desplantes de la cabeza de los prisioneros.

Hasta esa noche, Itako, esperó al Liquidador a la entrada de su celda mientras tomaba un baño para desafiarlo. Como otras veces fue ignorado pero no se quedó tranquiló, intentó acuchillarlo y ahí fue cuando obtuvo la respuesta que tanto había estado buscando. Ahora se encontraba en el suelo, a punto de caer inconsciente mientras su sangre creaba un enorme grafiti en el suelo y paredes del lugar.

El sonido de los silbatos y los bastones de los oficiales que se acercaban a detener la trifulca fue lo que le salvó la campana al yakuza de irse al otro mundo.

— ¡Las manos donde yo las vea recluso! ¿Qué están viendo? Todos a sus celdas. — Dictó el jefe de los guardias incrustando al Liquidador contra la pared para ponerle las esposas, siendo abucheado por la multitud. — Lleven al herido a la enfermería y usted, se viene conmigo.

¡Para el hoyo! ¡Lo llevan al pozo! ¡Líder aguante! ¡Liquidador, Liquidador!

Gritaban todos en medio de la algarabía. El reo no puso resistencia, se dejó guiar hacia donde él sabía lo dejarían como mínimo una semana, pero no le importaba. Al menos allí, sin rayos de sol y con el frío calando sus huesos podía estar tranquilo, ejercitarse sin tener que ver a nadie frente a él.

Notó como pasaron de largo la puerta que escondía la escalera que lo bajaban a las profundidades de ese lugar. Se preguntó qué se traía ese guardia, hasta ahora solamente habían intentado algo contra él a su llegada pero nunca se podía estar totalmente seguro. Estaba a la defensiva, preparado por si alguien quería joderlo.

— ¿Hacia dónde me llevan? El camino al pozo ya lo pasamos.

— ¡Vaya, esto sí que es un milagro! — Ironizó el guardia con la risa de los otros tres que lo seguía de cerca, en caso de que el recluso quisiera hacer de las suyas. — Escuchar la voz del Liquidador es toda una novedad. ¿Ustedes cuántas veces lo han escuchado? — Preguntó a sus subordinados.

— Yo nunca lo he escuchado en el mes que llevo trabajando aquí. — Habló uno de ellos.

— Claro, el problema es que eres un novato y no has tenido el tiempo suficiente para conocer o ver a los presos.

— Sí pero todos saben del Liquidador.

Rodó los ojos, era algo agobiante e insoportable ser la maldita leyenda del lugar. No iba a negar que tenía sus beneficios, no debía preocuparse por nada, sin embargo le cagaban los lamebotas, ese lugar estaba lleno de lameculos con los que tenía que lidiar constantemente, cosa que lo ponía de los nervios.

— Ya llegamos, su visita lo debe estar esperando.

¿Visita? En todos los años que llevaba preso él nunca recibió visita alguna. Miró a los guardia y mismo si no habló, el jefe de ellos pudo notar en su mirada que estaba en busca de respuestas.

— Es tu abogado, ¿No es eso una buena noticia? Después de siete años tienes a alguien que se ha dignado a venir aunque tu culo perpetuo dudo que salga de aquí. — Todos rieron mientras el guardia lo empujaba al interior y cerraba la puerta.

Divisó la figura de un hombre trajeado virado de espalda observando a su parecer la lluvia, con sus manos entrelazadas en su espalda. Un portafolio arriba de la mesa y un completo silencio que era solo opacado por el sonido de las gotas que caían.

— ¡Pase y tome asiento, Jeon Jungkook!

¡Vaya, era como un sueño escuchar su nombre y no un apodo o un número! Desde hacía muchos años nadie lo llamaba así, hasta él mismo casi lo había olvidado. El Liquidador, así lo nombraron y desde entonces, todos parecieron obviar su verdadero nombre. Miró intrigado al dueño de aquella voz aguda y profunda sin moverse de su sitio.

— ¿Qué espera? — Se volteó para enfrentarlo. — ¡Siéntese!

Jungkook lo dudó pero después de verlo tomar asiento y amablemente indicarle con su brazo que se sentara frente a él, caminó lentamente y desconfiado, sumamente desconfiado, hasta sentarse delante de él.

El silencio reinó, ninguno de los dos dijo nada, se estaban analizando, estudiando, buscando respuestas sin realizar las preguntas. Descifrando al adversario. El pelinegro mantuvo sus manos esposadas debajo de la mesa mientras que el castaño las mantenía visibles y entrelazadas.

Sus dedos eran largo, su piel y manos demasiado delicadas, como si en su vida hubiera hecho algo más que agarrar lápices y papeles. Sin alianzas, cicatrices, sólo un reloj de plata automático que en ese pulcro silencio se sentía como campanas de iglesias a las ocho de la mañana.

Nunca hubo un solo abogado que quisiera oír su historia o alguien que lo dejara hablar y ahora de la nada aparecía ese sujeto delante de él, no entendía nada pero sabía que había gato encerrado.

Joven, de buen físico y ver, rostro casi inocente pero de mirada impenetrable. Por un momento le pareció increíble que él fuera ese espantoso asesino serial, el culpable de la muerte de su hermana mayor. Una risa amarga brotó en su interior mientras se decidía a ir directo al grano.

— Como verá Jeon Jungkook el tiempo apremia por lo que sin rodeos le diré mi intención. Mi nombre es Kim Taehyung y quiero tomar su caso.

[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]

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