23 | CAE LA LLUVIA

Cabalgaron hacia los Gemelos unos días después, y cuando comenzó a llover, se vieron obligados a acampar para protegerse de la tormenta. Robb había estado afuera bajo la lluvia ocupándose de sus hombres, y cuando regresó, su pelo estaba pegado a su frente.

Joanna puso los ojos en blanco y agarró una toalla—. Ven aquí. No podemos tener al Rey en el Norte como una rata ahogada, ¿verdad?

Robb se rió—. Siempre eres tan amable conmigo.

—Te encanta que sea así —respondió Joanna, golpeando a Robb con la toalla antes de arrojársela por la cabeza.

—No puedo ver.

—Deja de quejarte.

Joanna comenzó a secar el pelo de Robb lo mejor que pudo. Cada vez que podía ver más allá de la toalla, Robb le mostraba una sonrisa con las manos descansando sobre su estómago. Sentir las pequeñas patadas de su hijo hicieron que su corazón se disparara, y Robb no podía esperar para ser padre de su hijo o hija.

El Pez Negro entró en la tienda, empapado hasta los huesos—. Esa lluvia nos hará perder otro día.

—Frey esperará —dijo Edmure—. Sabe que estamos yendo.

—Lord Walder es susceptible por naturaleza —dijo Catelyn.

—¿Susceptible? —preguntó el Pez Negro—. ¿Así es como le dices? Debe ser el hombre menos agradable que conocí en mi vida.

—Sí, y por eso es que...

—He visto mierdas que me caen mejor que Walder Frey —dijo el Pez Negro, y cuando miró a Joanna, sus ojos se abrieron con sorpresa—. Disculpe, Su Alteza. Pasé demasiado tiempo entre lanceros y piqueros.

—He pasado los últimos dos años luchando, viendo a los hombres sangrar y morir —respondió Joanna—. No le tengo miedo a las mierdas.

El Pez Negro se rió.

—Lord Frey tomará este retraso como un insulto —dijo Catelyn.

—Puede tomarlo como quiera —respondió Edmure—. Tendrá la boda que quería.

—Tendrá una boda —dijo Catelyn—. Era un Rey lo que él quería.

—Edmure es el mejor partido que un Frey ha tenido en la historia de su Casa —dijo Robb—. Todos deberíamos dormir un poco.

Edmure, el Pez Negro y Catelyn hicieron su salida, y Robb se volvió hacia Joanna. Él le quitó la toalla y la envolvió alrededor de su cintura, usándola para llevarla más cerca de él. Su estómago restringió su proximidad y se rió al ver su vientre descansando contra el estómago de Robb.

—Pronto este pequeño estará gritando a todo pulmón si lo dejamos solo —dijo Joanna—. Los bebés son verdaderamente terribles.

Robb se rió—. Lo sé, tengo cuatro hermanos menores.

—¿Eran malos? —preguntó Joanna, mientras Robb retrocedía hacia la cama, tirando de ella con él—. Yo era demasiado joven para recordar el nacimiento de Joffrey o el de Myrcella, pero Tommen era un ángel.

—Sansa era bastante callada —dijo Robb—. Arya era terrible, lloraba mucho; al igual que Bran, pero Rickon fue más tranquilo.

—Tengo miedo de dar a luz —admitió Joanna, mientras Robb tiraba de los hilos de su vestido—. ¿Y si me pasa algo?

—No te va a pasar nada —dijo Robb—. Estaré allí todo el tiempo. Solo nos quedan unas pocas semanas.

—Mi madre dice que el parto es más doloroso que cualquier otra cosa que haya experimentado —dijo Joanna—. Y que cuando nací mi padre salió de cacería para celebrar mi nacimiento, y el tío Jaime fue quien se quedó con ella durante todo el proceso. No me dejarás, ¿verdad?

—Tendrían que arrastrarme antes de que te deje —respondió Robb, inclinándose para besar a Joanna—. Ahora, vamos a dormir un poco.

—Oh, parece que tienes otras cosas en mente —dijo Joanna en broma, dejando que su vestido cayera al suelo a sus pies—. ¿O estoy malinterpretando la situación?

—No lo sé —respondió Robb—. ¿Por qué no lo averiguamos?





El calor donde yacían era sofocante, pero Joanna nunca se había sentido más en paz. El brazo de Robb estaba envuelto alrededor de su cuerpo, su mano agarrando la de ella mientras su otra mano presionaba su estómago. Cada vez que lo besaba, recordaba que este era el hombre junto al que se despertaría por el resto de su vida, y que no había nada más que eso que la hiciera sentir satisfecha con su vida.

Robb salió de su cama después de colocar un beso suave justo por encima del ombligo de Joanna. Ella logró correr sus manos a través de su pelo antes de que él se pusiera de pie y se colocara una bata.

Cuando se dio la vuelta, sonrió—. Si no te pones algo de ropa, no puedo prometerte que no te atacaré otra vez.

—No querrías hacerlo —dijo Joanna, sonriendo—. Estoy gorda y embarazada.

—Sí —dijo Robb, inclinándose para besar a Joanna—, pero ese es nuestro bebé, y nunca te habías visto más hermosa.

—Me halagas, amor mío —dijo Joanna, observando cómo Robb se sentaba en la mesa y alcanzaba su copa de vino.

—Bueno, eres mi esposa —respondió Robb—. Y si no te trato lo suficientemente bien, ¿qué te impide huir?

—Tú no —respondió Joanna—. Huí de Desembarco del Rey sin alertar a un solo guardia; podría huir de aquí y nunca me atraparías.

—Ahora, ¿quién es el que te halaga? —preguntó Robb—. Te juro que acabo de ver tu cabeza crecer un poco.

—¿Me estás llamando arrogante? —preguntó Joanna—. Porque sabes que se considera de mala educación dirigirse a tu Reina de manera tan descortés.

—Bueno, espero que mi Reina pueda perdonarme —respondió Robb, mirando a Joanna, que se pasaba los dedos por su vientre para intentar que el bebé diera patadas—. ¿Cómo se supone que me siente aquí a planear una guerra cuando estás allí viéndote de esa forma?

—¿Puedes dejar la guerra por una noche? —preguntó Joanna—. Sé que eso es egoísta, pero de vez en cuando uno tiene que volverse un poco egoísta o...

—Te amo —dijo Robb, poniéndose de pie y acercándose a Joanna—. Y estoy tan feliz de haberme casado contigo.

—Eres un idiota, Robb Stark —dijo Joanna riendo—. Quién hubiera pensado que el chico que me tiraba del pelo terminaría siendo de quien me enamoré.

—Siento que siempre supe que íbamos a terminar juntos —dijo Robb—. Después de todo, era casi como si estuviera destinado.

—Quizá hubiera sido muy diferente —dijo Joanna—. Nos habríamos casado en el Septo de Baelor en Desembarco del Rey, y nuestras dos familias habrían estado allí. Mi padre me habría caminado por el altar y después habríamos regresado al Norte.

Robb sonrió—. Por mucho que me encante esa idea, estoy muy contento con la forma en que resultaron las cosas para nosotros.

Joanna dejó escapar una risa tranquila—. Al igual que yo. Todo lo que ha ido mal en nuestras vidas, nos ha llevado el uno al otro, y le agradezco a los Dioses por ello.

—Y yo le agradezco a los Dioses por darme la oportunidad de ser padre —dijo Robb—. No hubiera podido pelear esta guerra sin ti a mi lado, Jo.

—Bueno, todavía nos queda un largo camino por recorrer —dijo Joanna, besando la nariz de Robb—. Entonces, ¿por qué no dormimos un poco?

Robb sonrió—. Buenas noches, Jo.

—Buenas noches, Stark.

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