20 | PRISIONEROS LANNISTER
El funeral de Lord Hoster Tully tuvo lugar el día después de que Robb, Joanna y sus fuerzas llegaran a Riverrun. Lord Tully fue enterrado en un bote, cubierto con un estandarte que llevaba el sigilo de su casa junto con su escudo y espada. Robb y su tío, Brynden Tully, botaron el bote a lo largo del río antes de que Robb regresara al lado de Joanna.
Edmure Tully se adelantó con un arco y una flecha, encendiéndolo en el brasero y prendiendo fuego a la punta. Apuntó y disparó su flecha, el sonido de esta golpeando el agua justo antes del bote hizo que sus hombros se tensaran. Lo intentó de nuevo y falló, luego otra vez y falló, antes de que el Brynden, el Pez Negro, lo empujara a un lado y tomara su turno.
Tiró de la cuerda del arco y soltó su flecha. Navegó a través del cielo, y un segundo después el bote ardió en llamas, justo cuando doblaba el recodo del río.
Cuando terminó el funeral, Robb convocó una reunión con Edmure y el Pez Negro, en la que Joanna se sentó para estar involucrada.
—Si me permites, sobrino —dijo Edmure—, encontré una situación con uno de mis tenientes en el Molino de Piedra, que puede tener alguna relación...
—¿Por qué no la terminas con ese maldito molino? —preguntó el Pez Negro—. Y no lo llames "sobrino". Él es tu Rey.
—Robb sabe que no quise faltarle el resp...
—Tienes suerte de que yo no sea tu Rey —dijo el Pez Negro—. No te dejaría ondear errores por todos lados como una bandera de victoria.
—Mi error envió al perro rabioso de Tywin corriendo de vuelta a Casterly Rock con el rabo entre las piernas —dijo Edmure—. Creo que el Rey Robb entiende que no vamos a ganar esta guerra si él es el único que gana las batallas. No, hay suficiente gloria para todos.
—No se trata de la gloria —dijo Robb—. Tus instrucciones fueron esperar a que él viniera a ti.
—Aproveché una oportunidad.
—¿Qué valor tenía el Molino? —preguntó Joanna.
—La Montaña estaba acuartelada al otro lado del río —respondió Edmure.
—¿Está allí ahora? —preguntó Joanna, levantando una ceja.
—Por supuesto que no —respondió Edmure—. Fuimos a atacarlo. No pudo resistirnos.
—Quería atraer a Montaña al oeste —dijo Robb—, a nuestro país, donde podíamos rodearlo y matarlo. Quería que nos persiga.
—Y lo hubiera hecho porque es un perro rabioso sin un pensamiento estratégico en su cabeza —continuó Joanna, estremeciéndose al recordar que la Montaña asesinó a su propio caballo en el tornamento de su padre hacía tanto tiempo.
—Y ahora podría tener esa cabeza clavada en una estaca —dijo Robb—. En cambio, tengo un Molino.
—Tomamos rehenes —dijo Edmure—. Willem Lannister. Martyn Lannister.
—Willem y Martyn Lannister tienen 14 años —dijo Joanna.
—Creo que Martyn tiene 15 años —la corrigió el Pez Negro.
—De cualquier manera, son niños —dijo Joanna.
Robb se acercó a Edmure—. Tywin Lannister tiene a mis hermanas. ¿Hice un pedido por la paz?
—No.
—¿Crees que él hará un pedido por la paz porque tenemos a los bisnietos del hermano de su padre?
—No.
—¿Cuántos hombres perdiste? —preguntó Robb.
—208 —respondió Edmure—. Pero por cada hombre que perdimos, los Lannister...
—¡Necesitamos a nuestros hombres más de lo que Tywin necesita a los suyos! —gritó Robb, sorprendiendo a Joanna.
Edmure asintió—. Lo siento. No lo sabía.
—Lo hubieras sabido —respondió Robb—. Justo aquí, en esta reunión, si hubieras sido paciente.
—Parece que se nos está acabando la paciencia —dijo el Pez Negro.
—¿Sabes a quién no? —preguntó Joanna—. A mi abuelo, Tywin Lannister.
—
Joanna y Alayna visitaron a los jóvenes Lannister en las celdas de Riverrun, asegurándose de que estuvieran bien atendidos. Esos niños eran inocentes, y cuando Malia, la doncella de Alayna, ofreció suministros médicos para las heridas de los niños, Joanna no pudo evitar sentir simpatía por ellos.
Eran solo niños, arrastrados a una guerra para la que estaban mal equipados a una edad tan temprana. Joanna a menudo se preguntaba cómo se las había arreglado ella misma con solo 17 años cuando la guerra había comenzado, y ahora se acercaba a sus 20 años.
—Eres la esposa de Robb Stark —dijo uno de los chicos, Martyn.
—Tengo un nombre —dijo Joanna en voz baja.
—¿Es verdad lo que dicen de él? —preguntó Martyn.
—No lo sé —respondió Joanna—. ¿Qué dicen de él?
—Que puede convertirse en lobo por la noche —dijo Martyn, haciendo que Alayna resoplara de risa.
—Es verdad —dijo Joanna.
—¿Y que come la carne de sus enemigos?
—Es verdad —dijo Joanna, sonriendo—. Sabes, yo también soy una Lannister.
—¿Lo eres? —preguntó Martyn—. ¿Por qué no tienes el pelo dorado?
—Porque mi padre fue el Rey Robert Baratheon —respondió Joanna—. Y mi madre es Cersei Lannister, y mi abuelo es Tywin Lannister.
—Oh, te recuerdo —dijo Martyn—. Eres la que todos llamaban rara porque no naciste con el pelo dorado como tus hermanos.
—Rara, sí —dijo Joanna—. Después de todo, soy un león casado con un lobo. Un lobo muy feroz. Pero no tienes nada que temer. Mi esposo no come niños —hizo una pausa para el efecto—. A menos que sea luna llena —se aseguró de volverse hacia Alayna—. No es luna llena esta noche, ¿verdad?
Ella sacudió su cabeza—. No, lo será dentro de unos días.
—¿Ven? —espondió Joanna, sonriéndole a los niños—. No tienen nada que temer.
—¿Por qué luchas contra los Lannister? —preguntó Martyn.
—Porque comparto una moral diferente a la de ellos —respondió Joanna—. Pero no tienes que preocuparte. Eres mi sangre, y juro que no te pasará nada malo mientras esté aquí.
Alayna se volvió hacia Alden, que se había unido a ellas para echarle un vistazo a Joanna. Era más por la tranquilidad mental de Robb que por la seguridad de Joanna, porque Alden sabía que la Reina en el Norte era bastante capaz de defenderse incluso estando embarazada.
—¿Los tienes? —preguntó Alayna.
—Sí —respondió Alden, recogiendo un pequeño paquete de tela—. Fue muy difícil escabullirlos de las cocinas.
Envueltos en la tela había dos pasteles que hicieron agua la boca de los jóvenes cuando los vieron. Martyn preguntó—: ¿Son para nosotros?
Joannna sonrió—. Sí.
—¿Estás segura? —preguntó Willem, hablando por primera vez desde que Joanna había llegado.
—Les dije que no les haría daño —dijo Joanna—. Son niños. Necesitan comer.
—Gracias, Su Alteza —dijo Willem, tomando el pastel con cautela.
Alayna se rió ante la vacilación del chico—. No los envenenamos. No matamos niños a menos que sean muy irritantes.
—¡Alayna! —espetó Joanna—. Ten algo de tacto —se volvió hacia los niños—. Mis disculpas. Ella no tiene habilidades cuando se trata de niños.
Alayna se burló, causando que Willem y Martyn se rieran en voz baja mientras tomaban el pastel como si no hubieran comido en días. Joanna se preguntó si los habían maltratado y juró que haría lo que fuera necesario para mantener a estos niños a salvo.
—Volveremos más tarde con más comida —dijo Joanna.
—No te metas en problemas por nosotros —dijo Martyn—. No valemos tanto.
—Oh, Martyn —dijo Joanna, rozando su pulgar contra su mejilla—. Nunca dudes de tu propio valor.
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