15 | HASTA MI ÚLTIMO DÍA
Robb Stark caminaba junto a Talisa Maegyr, y por mucho que disfrutara de la compañía de la mujer, ansiaba volver a estar al lado de Joanna. Casi habían regresado al campamento después de unos días de ausencia, y pensar en volver a verla era suficiente para dibujar una sonrisa en su rostro.
—Tu esposa es hermosa —dijo Talisa.
—Lo es —dijo Robb.
—Ustedes dos parecen muy felices —comentó Talisa—. La forma en que la miras es la forma en que cualquier chica desea que la miren.
—La miro como a una igual —dijo Robb—. Porque ella nunca será menos.
—¿Pero no estabas prometido a una chica Frey? —preguntó Talisa—. ¿No te casarás con ella por un puente?
—Un puente importante —respondió Robb.
—Ah.
—Fue antes de que mataran a mi padre —dijo Robb—. Pensé que podría marchar al Sur y rescatarlo a tiempo, pero solo si cruzaba ese puente.
—Cuando hablo con gente del Norte, todos amaban a tu padre —dijo Talisa.
—Era el mejor hombre que he conocido —dijo Robb—. Sé que los hijos siempre piensan eso de sus padres, pero él...
—Los hijos no siempre piensan eso de sus padres, créame —respondió Talisa.
—Una vez me dijo que ser un Lord es como ser un padre, excepto que tienes miles de hijos —dijo Robb—. Y te preocupas por todos. A los granjeros que aran los campos, los debes proteger. A las mujeres que fregan los pisos, las debes proteger. A los soldados que mandas a la batalla... me dijo que se despertaba con miedo en la mañana y se acostaba con miedo en la noche. No le creía. Le pregunté: "¿Cómo un hombre puede ser valiente si tiene miedo?" "Es la única manera en se puede ser valiente", me dijo.
—Me hubiera gustado conocerlo —dijo Talisa.
—Le habrías agradado —dijo Robb.
—Muchos Lords se preocupan más por su oro y su gloria que por las mujeres que fregan los suelos —respondió Talisa.
—A él no le importaba mucho el oro o la gloria —dijo Robb.
—¿Y a usted? —preguntó Talisa.
—¿Crees que estoy peleando esta guerra para que canten canciones sobre mí? —preguntó Robb, ligeramente ofendido—. Quiero ir a casa. Quiero que los hombres que me siguen vayan a casa.
—¿Por qué no lo hace?
—Porque no estaremos a salvo hasta que los Lannister sean derrotados —respondió Robb—. Mi propia esposa huyó de su familia porque podía ver lo crueles que eran. Y porque creo en la justicia.
—Cortar la cabeza de Joffrey, ¿eso es?
—Eso sería un comienzo —respondió Robb.
El relincho de un caballo les hizo volverse y Robb vio acercarse al soldado—. Su Alteza, Mi Lady. El Matarreyes escapó en la noche.
—¿Cómo? —preguntó Robb—. ¡¿Cómo?!
—
—Dime que esto no es cierto —dijo Robb.
Catelyn Stark miró a su hijo.
—¿Por qué?
—Por las chicas.
—Me traicionaste —dijo Robb.
—Robb, yo...
—No —intervino Robb—. Sabías que no lo permitiría, y lo hiciste de todos modos.
—Bran y Rickon son prisioneros en Winterfell —dijo Catelyn—. Sansa y Arya son prisioneras en Desembarco del Rey. Tengo cinco hijos, y solo uno de ellos está libre.
—Perdí un hijo peleando al lado de tu hijo —dijo Lord Karstark—. Perdí a otro a manos del Matarreyes, estrangulado con una cadena, ¿y tú cometes traición porque tus hijos son prisioneros? Me arrancaría el corazón y se lo ofrecería al Padre si permitiera que mis hijos se levantaran de sus tumbas para entrar una celda de prisión.
—Lamento lo de sus hijos, mi Lord...
—No quiero sus lamentos, ¡quiero mi venganza! —espetó Lord Karstark—. Y usted me la robó.
—Matar a Jaime Lannister no le devolverá a sus hijos —dijo Catelyn—. Pero devolverlo a Desembarco del Rey puede salvar la vida de las mías.
—Jaime Lannister te engañó por completo —dijo Robb—. Debilitaste nuestra posición. Trajiste discordia al campamento, y lo hiciste a mis espaldas. Incluso Joanna, que está relacionada con el Matarreyes por sangre, no cometió este error de traición. Asegúrense de vigilarla día y noche.
—¡Robb!
—¿A cuántos hombres enviamos en busca del Matarreyes? —preguntó Robb, ignorando a su madre.
—Cuarenta, Su Alteza —respondió uno de los guardias.
—Envíen cuarenta más con nuestros caballos más rápidos —dijo Robb—. Debo encontrar a mi esposa.
Robb encontró a Joanna en su tienda compartida, sentada en la cama con la cabeza gacha y vuelta hacia sus manos entrelazadas, que descansaban sobre su regazo.
—Joanna.
Su cabeza se levantó y jadeó—. Robb, lo juro por los dioses, no tenía idea de que...
—Lo sé —respondió Robb—. Lo sé.
Joanna dejó escapar un suspiro tembloroso—. Estaba tan preocupada cuando me desperté y descubrí que mi tío se había escapado. Temía que los hombres vinieran por mí pensando que había tenido un papel en ello.
—Mi madre fue la que dejó en libertad al Matarreyes —dijo Robb.
Los ojos de Joanna se agrandaron—. ¿Qué?
—Cometió traición —respondió Robb—. Liberó al Matarreyes en contra de mis órdenes y ahora ha causado más problemas de los que ese hombre vale.
—Lo siento mucho, Robb —dijo Joanna, colocando su mano en su mejilla suavemente—. Lo juro, si tuviera alguna idea al respecto, la habría detenido.
—Lo sé —respondió Robb—. No fue exactamente la bienvenida que esperaba.
Ante sus palabras, el rostro de Joanna se desanimó levemente y se alejó de Robb—. ¿Cómo fue tu visita al Risco?
—Exitosa —respondió Robb—. Tenemos paz.
—Bien —dijo Joanna—. ¿Y cómo fue con Talisa?
Robb se dio cuenta y se rió—. ¿Estás celosa?
—Por supuesto que no —respondió Joanna—. Me preguntaba por qué no me llevaste contigo.
—Porque eres mi mano derecha —respondió Robb—. Y te necesitaba aquí para asegurarme de que nada saliera mal.
—Y no pude hacer nada bien —murmuró Joanna—. Dejé que mi tío se escapara delante de mis narices.
—Puedo perdonarte por eso —respondió Robb—. Pero escuché que te enfrentaste a Lord Karstark.
—Sí, fue bastante intimidante, pero creo que lo hice bien —respondió Joanna.
Robb sonrió—. Bueno, todavía estás respirando, así que lo hiciste muy bien.
Joanna se rió en voz baja—. Sí, supongo que tienes razón.
—
Más tarde esa noche, Joanna se sentó con Robb y Roose Bolton para discutir si habían recibido noticias de Winterfell. Roose les informó que no habían recibido cuervos.
—Mi bastardo está a pocos unos días de Winterfell —dijo Roose—. Una vez que tome el castillo...
—Theon tiene a mis hermanos —dijo Robb—. Si asaltamos el castillo...
—No se atrevería a lastimarlos —dijo Joanna, poniendo una mano en el brazo de Robb—. Son su única esperanza de escapar del Norte con su cabeza.
—Envíale un mensaje a tu hijo —dijo Robb—: A todo Hijo del Hierro que se rinda se le permitirá regresar a salvo a su hogar.
—Un poco de piedad es una virtud, Su Alteza —dijo Roose—. Demasiada...
—A todo Hijo del Hierro con la excepción de Theon Greyjoy —terminó Robb—. Traicionó nuestra causa. Me traicionó. Y lo cazaremos sin importar a dónde corra.
—Espero que sus compatriotas se rebelen contra él en el momento en que escuchen la oferta —dijo Roose.
Joanna asintió—. Envíe ese cuervo a su hijo, Lord Bolton, tan pronto como sea posible.
—Sí, Su Alteza —respondió Roose, poniéndose de pie. Le dio a Robb un breve asentimiento—. Su Alteza.
Salió de la tienda y Robb se puso de pie, paseando por la habitación. Joanna se acercó a él, le rodeó la cintura con los brazos por detrás y apretó la frente contra su hombro.
—¿Cómo estás?
—¿Como estoy? —preguntó Robb—. Tuve que arrestar a mi madre. Los Lannister tienen a mis hermanas. El hombre al que consideraba mi mejor amigo ha tomado mi hogar y mis hermanos. Estoy luchando una guerra y no sé si debo marchar al Sur o al Norte.
—Lo siento, esa fue una pregunta estúpida —respondió Joanna—. Lo siento.
—No, perdóname —dijo Robb con un suspiro—. Estás siendo amable. Muy amable. No tengo derecho...
—Tienes todo el derecho —le recordó Joanna—. Eres un Rey.
—Ese no es el tipo de Rey que quiero ser —respondió Robb—. Especialmente no con mi Reina.
—¿Qué tipo de Rey quieres ser? —preguntó Joanna.
—No lo sé. ¿El bueno?
Joanna se rió—. Bueno, puedo decir que eres un buen Rey, Robb.
—La mayoría de los reyes crecen como príncipes —dijo Robb—. Pasan toda su vida preparándose para la corona. Yo fui criado para ser Lord de Winterfell.
—Yo fui criada para ser una dama apropiada —respondió Joanna—. Para cantar y coser correctamente y usar vestidos bonitos, y ahora mírame.
—Me gustaría escucharte cantar —dijo Robb.
—No, no lo querrías.
Robb se rió—. Eres increíble, Joanna Baratheon.
—Ahora es Stark —dijo Joanna—. Joanna Stark —Robb la miró y ella se encogió de hombros—. Muy bien, tal vez Baratheon-Stark.
Robb sonrió—. Mientras seas una Stark, no me importa —su rostro cayó mientras miraba a su esposa—. No quiero casarme con la chica Frey.
Joanna suspiró—. Yo tampoco quiero que te cases con ella. Sé que es egoísta porque necesitabas el puente, pero no quiero que te cases con ella porque yo...
Sin dudarlo un segundo, los labios de Robb estaban sobre los de Joanna y sus brazos serpenteaban alrededor de su cuello, acercándolo más mientras los dos retrocedían hacia la cama. A medida que avanzaban, las manos de Joanna buscaban a tientas los hilos de la camisa de Robb mientras él trabajaba en los de su vestido.
Joanna se había dado cuenta, en ausencia de Robb, de lo mucho que realmente se preocupaba por el Rey en el Norte. Ella no lo llamaría amor, pero comenzaba a sentir más afecto por él, y verlo con Talisa le había hecho darse cuenta de que no quería verlo con nadie más. Ella solo lo deseaba a él.
Robb se dio cuenta de lo mucho que le importaba Joanna en su camino de regreso del Risco, después de pasar dos noches sin que ella durmiera a su lado. Aunque solo habían estado casados por un corto tiempo, se había acostumbrado a tenerla a su lado, su suave respiración como un recordatorio de que tenía una mujer a la que podía llegar a amar; una que conocía desde la infancia y por la que estaba dispuesto a arriesgarlo todo. Todo lo que quería era a ella.
Por un segundo, mientras Robb le bajaba el vestido sobre los hombros, Joanna se detuvo y se apartó para mirar a Robb a los ojos, con las manos en sus mejillas.
—¿Quieres esto? —preguntó Robb sin aliento, con las yemas de los dedos sobre sus hombros desnudos.
Joanna asintió—. Solo te quiero a ti.
—Me tienes —dijo Robb, dejando que su vestido cayera al suelo antes de empujar a Joanna hacia atrás para que cayera sobre la cama—. Yo soy tuyo y tú eres mía, recuerda.
Él estaba inclinado sobre ella, su mano arrastrándose a lo largo de la línea de su mandíbula, bajando por su cuello, toques aún más profundos e íntimos que le enviaron escalofríos por la columna. Joanna no pudo evitar sentir su corazón calentarse cuando vio cómo Robb la miraba, y cuando sus cuerpos desnudos se juntaron y sus labios se acercaron a los de ella, Joanna susurró—: Desde este día, hasta mi último día.
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