7
La habitación estaba a oscuras cuando volvió a abrir los ojos. Realmente no sabía cuántas horas había estado durmiendo porque todos sus recuerdos de conciencia se mezclaban en uno solo, y a ratos también se mezclaban con unos hilos de sueños demasiado vívidos para su mente ansiosa. Asumía que había pasado quizás un día o dos, porque el monitor cardiaco no estaba y solo uno de sus brazos estaba conectado a un suero que lentamente goteaba. El dolor en su abdomen seguía presente, pero asumía que era algo que iba a acompañarlo durante varios días, y aunque era una total mierda, estaba en paz con eso. Era algo totalmente normal después de dar a luz a un bebé.
Se giró sobre la cama para buscar un vaso con agua, y su corazón se detuvo por unos segundos al ver a Frank durmiendo en un pequeño sofá junto a la cama. Tenía la cabeza gacha y ambos brazos doblados ante su regazo. No pudo evitar sonreír al verlo ahí, porque se imaginó cuantas horas había estado sentado, esperando a que despertara. Intentó no hacer ruido y bebió un largo sorbo de agua antes de dejar el vaso nuevamente ahí, y cuando intentó volver a acomodarse en la incómoda cama de hospital, la cabeza de Frank se movió y sus ojos se encontraron.
Fue extraño, porque Gerard esperaba que dijera algo pero Frank solo se abalanzó sobre él con demasiada efusividad y luego, un centímetro antes que sus cuerpos se tocaran, bajó la intensidad y lo abrazó con cuidado excesivo. Sintió un beso en el cabello, y un suspiro cálido contra su frente. Una de las manos de Frank bajó a acariciarle la parte superior de uno de sus brazos, eran movimientos torpes pero poco a poco iban enviándolo a un estado mental en donde reconocía haber extrañado terriblemente ese tipo de caricias durante las últimas semanas. En su mente imaginó qué hubiera pasado si Frank hubiese estado ahí con él... y no pudo evitar echarse a llorar. Se sentía tan inútil luego de lo que había pasado, era tanta la culpa que había en él al saber que su pequeña había sufrido y casi había perdido la vida por culpa suya... sabía que pasarían meses o quizás años para que pudiera perdonarse todo eso, y sabía también que Frank no iba a entenderlo aunque se lo explicara. Pero de momento, sus abrazos y caricias eran bien recibidos.
— Lo lamento... —dijo Frank luego de un rato— Debí haber estado contigo.
Gerard alzó la mirada para verlo a la cara, Frank también estaba llorando y lucía tan terriblemente desesperanzado que sintió miedo. Se hizo a un lado para darle un espacio sobre la cama, y juntos se abrazaron. Frank le besó los labios y luego él le regresó el beso, aunque en la mejilla, y luego dejó otro en la punta de su nariz. Traía una barba de un par de semanas, y su cabello parecía estar sucio, aunque en él siempre lucía bien de cualquier modo. Frank volvió a rodearlo, y acariciándole suavemente los cabellos, Gerard volvió a cerrar sus ojos buscando esa comodidad que ansiaba desesperadamente.
— Cuando tu hermano me llamó... no lo sé —rió bajito, era su risa nerviosa—, quise morir. Estaba tan lejos y tú aquí y... no sabía si nuestra hija iba a sobrevivir o si tú ibas a sobrevivir. Eso fue lo que le habían dicho a él... Luego, por la mañana, volví a hablar con él y dijo que ambos estaban bien, aunque no había podido verlos. Para entonces yo ya estaba en el aeropuerto, esperando un vuelo. Me mordí todas las uñas en el avión y en cuanto llegué vine al hospital... quise verla, pero no me lo permitieron. Tendremos que subir juntos, tu médico dijo que iba a permitírtelo cuando estuvieras un poco mejor.
— Estoy mejor —fue lo primero que salió de sus labios.
— ¿No quieres ver a tu familia? Están al final del pasillo... Mikey lleva tres días aquí, bueno, desde que llegó contigo. No se ha movido, no se ha cambiado ropa, con suerte y ha comido algo... tus padres estuvieron todo el día ayer, y esta mañana volvieron... ansían verte despierto, hablar contigo.
Gerard dejó ir un suspiro porque si bien sentía algo de culpa al tener a su familia en la sala de espera con el corazón en la garganta, el suyo estaba un par de pisos más arriba, junto a su hija. Y realmente esperaba que pudieran entender. Ellos eran su familia pero ahora él tenía una propia y necesitaba conocer al fruto de su vientre... necesitaba verla por primera vez para saber que era real. Saber que las palabras del médico habían sido más que una esperanza ciega.
— Quiero verla primero, Frank —dijo mirándole a los ojos, y su pareja solo asintió y le besó la frente.
Aunque no quería, lo dejó ir para que fuera a buscar al médico, y mientras tanto él intentó sentarse en la cama. Cosa que le costó más de lo que creyó. Acarició su vientre cuando estuvo sentado y tardó en recordar que su hija ya no estaba ahí y aun así se seguía sintiendo demasiado gordo. Según había leído ahora tenía que hacer dieta y ejercicio para que esa grasa acumulada se marchara, pero conociéndose, iba a tardar el doble del tiempo en que eso se fuera. No quería ser gordo, lo había sido durante años y no era agradable, al menos no para él. No le gustaba su cuerpo así. Pero el dolor punzante era un recordatorio de que haber arruinado su estética le había permitido traer al mundo a un pequeño ser... y, si pensaba eso, valía totalmente la pena.
— El doc no pudo venir —dijo Frank cuando regresó—. Pero me dio esto, dijo que lo presentemos arriba y te dejarán pasar.
— ¿Y tú? —Preguntó Gerard.
— Yo entraré luego... ahora es tu momento, amor. ¿Vamos?
Gerard asintió y afirmándose del fierro metálico en donde su suero estaba colgado, se puso de pie sobre el frío piso. Su cabeza dio vueltas, pero no dijo nada, no quería arruinarse ese momento. Frank se acercó para ayudarle a ponerse encima el pantalón de un pijama y unas zapatillas de levantarse, y luego de atarse la bata a la espalda, recibió una de las manos de su esposo para comenzar a caminar. Era lento, y le estresaba ir tan lento, pero sus piernas parecían de cemento y aunque quisiera, no podía ir más rápido. El dolor en la parte baja de su abdomen estaba demasiado presente y hacía zumbar sus oídos, pero absolutamente nada iba a arruinar esto.
Frank le besó el cuello cuando se encontraron al interior del un ascensor, y rodeó su cuerpo por la cintura. Gerard dejó ir un suspiro al ver el reflejo de ambos en las puertas del ascensor, si antes era ridículo verlos juntos, ahora era mucho más. Él estaba enorme, se sentía casi dos veces el ancho de su pareja aunque posiblemente no fuese tan así, y sentía que su abdomen sobresalía hacia delante como si todavía estuviera demasiado embarazado. Cerró los párpados intentando apartar esas imágenes de su mente, pero seguían rondándole sin importar qué. Suspiró aliviado cuando el timbre sonó y las puertas se abrieron, y juntos salieron del ascensor. Al final del pasillo había un letrero en donde se leía "Unidad de Cuidado Intensivo Neonatal" sobre unas puertas dobles de cristal. Las puertas se abrieron cuando llegaron a ellas, y se encontraron con un guardia de seguridad junto a la siguiente puerta. Frank fue el primero en aproximarse a él y simplemente le entregó el papel.
— ¿Quién va a entrar? —Preguntó el guardia.
Gerard quiso pedirle que entraran ambos, pero la mirada del hombre era tan penetrante que simplemente no se atrevió. De nuevo, temió que cualquier cosa fuese a arruinar su oportunidad, así que mansamente se despidió de su pareja quien le prometió esperar ahí, y luego pasó junto al guardia para entrar. De inmediato deseó haber entrado acompañado porque ver esas pequeñas cámaras con bebés en estado grave en ellas era terrible, simplemente más de lo que podía soportar. Cualquiera de esos bebés podría ser su hija... y realmente deseaba, en lo profundo de su corazón, que no estuviera tan mal como parecía.
— Usted debe ser Gerard Way —un joven médico se aproximó a él. Gerard asintió. — Su doctor acaba de llamar para autorizarlo. Por protocolo, los padres no tiene permitido entrar a esta Unidad, deben esperar a que sus bebés salgan de aquí para poder verlos. Así que le pediré que tenga cuidado de no tocar absolutamente nada. Aquí es.
Gerard abrió sus ojos enormemente y se giró a mirar al bebé dentro de esa enorme incubadora. Estaba desnuda a excepción del pañal, y solo tenía una cánula conectada a la nariz. Gerard se había preparado a sí mismo para verla conectada a un sinfín de máquinas, pero solo estaba ahí... durmiendo boca abajo. Su mirada se posó por momentos en el hombre junto a él quien con un gesto de la cabeza le invitó a acercarse.
— ¿Puedo... puedo tocarla? —Gerard se atrevió a preguntar al notar los agujeros a cada costado de la incubadora.
El doctor asintió.
— Tiene diez minutos —dijo, y luego se marchó.
Gerard sentía sus piernas temblar por el cansancio, pero eso no era importante ahora. Su mirada estaba fija en su pequeña. Con ayuda de la bajada de suero se aproximó a la incubadora e introdujo una mano en ella. Su índice y solo él, fue a acariciarle la espalda de arriba hacia abajo, con temor a hacerle daño. Su hija se removió levemente y luego de hacer un gesto, volvió a dormirse. Su mano se movió entonces a través de su pequeño brazo en dirección a su mano. Los dedos eran tan pequeños que cuando los tocó temió fracturarlos, pero la mano de la niña se movió, y la cerró en torno a su dedo, haciéndole soltar un ahogado ruido de sorpresa.
— Hola Bandit —dijo con total seguridad, sonriendo levemente porque el nombre realmente sonaba bien—. Yo soy tu padre... Dios, siempre quise decir eso —agrego para sí mismo, sintiendo como su vista se nublaba por sus lágrimas. Las enjugó con el dorso de la mano y luego volvió a suspirar. — Eres tan pequeñita... y eres tan hermosa... no puedo creer que algo como tú nació de mí. Es impresionante, bebé... eres mi hija, ¿Puedes creerlo?
Se escuchó riendo de esa forma ahogada y nerviosa que tanto le avergonzaba a ratos, pero en ese momento le daba igual. Se sorprendió al notar que muchas cosas quedaban en segundo plano teniendo a su hija justo frente a él. Ahora, en ese preciso momento, su mundo era ella, esa pequeña criatura que durante meses había crecido en su interior. Sonrió cuando su pequeña volvió a moverse sobre la cuna, y en susurros comenzó a cantar una estrofa de una canción que había añadido a la playlist dedicada a ella hace muchos meses.
— You are my baby but it's not up to me... what you become that is up to you, i hope you will be gente, kind, compassionatte and free... no matter what i'll always love you inconditionally... no matter what i'll always love you unconditionally...
Los ojos de la pequeña se abrieron por unos momentos, y lo miraron directamente a la cara. Gerard parpadeó un par de veces, sus lágrimas volvían a estar presentes. Con la mano libre le hizo un gesto, saludándola, y ella volvió a acomodarse, y luego de enseñarle las encías en un bostezo, volvió a cerrar sus ojos. Gerard supo que su hija lo reconoció, reconoció la voz que durante meses le había cantado y suspiró con su corazón hinchado de felicidad.
— Volveré cuando pueda, y traeré a tu papi —le dijo cuando el doctor fue a avisarle que su tiempo se había acabado—. Hasta pronto, Bandit.
El dolor y el cansancio se apartaron de su mente con prisa, con una sonrisa enorme en los labios salió a encontrarse con su esposo, y solo lo abrazó con fuerzas. Volvió a llorar, pero no había tristeza ahí. Sintió los brazos de Frank rodear su cuerpo, y un suspiro abandonó sus labios. Finalmente podía respirar tranquilo, finalmente podía volver a ser él mismo. Su hija estaba bien y pronto la tendría en sus brazos. Frank estaba junto a él, y quizás las cosas no eran como creyó que resultarían. Pero estaba bien, a veces las cosas simplemente no resulta como están planeadas pero aun así los resultados son buenos.
— ¿Ya tenemos nombre? —Preguntó Frank cuando iban de regreso a la habitación. Gerard sonrió.
— Bandit —dijo simplemente.
— Me parece bien. De la lista de nombres que me enviaste, fue el que más me gustó —comentó Frank, dedicándole una sonrisa—. Nuestra pequeña Bandit.
NOTA: La canción se llama You are my baby, de Kimya Dawson. Probablemente la ponga completa en un capítulo en el futuro bc es preciooooooooosa. La dejaré en multimedia para que la escuchen. <3
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