20.

P  E  R  L  A

«Sé apreciar lo que es un buen corazón»

Nunca, realmente nunca, esperé escuchar a alguien decir palabras tan bonitas y que se refirieran a mí. ¿Yo, un buen corazón?

«No busco alguien a quien querer por beneficio propio»

Eso me tomó aún más por sorpresa. ¿No espera nada de mí, más bien quiere darme su apoyo a pesar de lo poco que me conoce?

«... y no espero nada más que nuestra propia confianza y realización»

Confianza, realización, nunca había escuchado a alguien tan maduro. Realmente sus palabras siguen en mi mente, como forjadas a hierro vivo, y no puedo dejar de pensar en ellas desde que lo escuché. Y es que East es un sujeto especial, desde el primer momento en que lo ví noté cierto aire peculiar que llamó mi atención, y aún cuando no supiera su nombre ni lo inteligente que es la realidad es que se nota, se nota con solo verlo.

¿Interés amoroso, físico, romántico? No. No pensé en él de esa manera. Más bien sentí una envidia e ira profundas, porque sí, es mi más grande rival, y he perdido muchas victorias solo porque existe él. Pero no fue odio, ni fue indignación, más bien fue un reconocimiento de mis derrotas, tal vez más un odio a mi misma que otra cosa.

Sea como sea, siento que todo ese derrotismo y resentimiento se esfuman cada vez más a medida que lo conozco, y creo que es bueno. No es solo porque me quiera o le guste, sino porque me doy cuenta de que la vida tiene cosas más complejas que solo salir bien en la escuela o ganar algunos concursos. Creo que esto es más cuestión de confianza, confianza en uno mismo, en los demás, de perspectiva.

—Perla, ¿Estás ahí? —la voz de Paige me trae de regreso a la tierra. Sus ojos verdes están fijos sobre mí, divertidos, mientras que camina hacia mí y sonríe de esa manera en que siempre lo hace. Se recarga en el mostrador, sonriente, y yo simplemente no puedo evitar sonreírle mientras que dejo que apachurre mis mejillas—. Sé que estás enamorada, pero nunca te habías perdido tanto como ahorita. Pareces estar en las nubes, literalmente en las nubes.

—Es solo... —me silencio porque no sé cómo voy a justificar mi distracción. No quiero contarle de East y la forma en que se me declaró. Siento que eso todavía es privado, que aún no es real, es algo nuestro, y sé que si se lo cuento a Paige me invitará a a actuar, ya sea correspondiendo sus sentimientos o dejándole a él en claro que no lo voy a corresponder. No sé aún que hacer con él— Es sobre el recital, están dejando que postulemos nuestra idea y le darán un premio a quien sea elegido. Se puede hacer en grupo, y East me ha propuesto trabajar con él, más no sé...

—East y tú son unos genios. Estoy segura de que harán un trabajo excelente juntos, así hasta al punto de ganar. ¿Le dijiste que sí?

Niego con la cabeza. Está apunto de insistir cuando yo explico:

—Me insistió en que lo pensara, no me dió oportunidad de responder. Es por eso.

—¿Pero vas a responder que sí? —pregunta. Sonrío, divertida, y asiento. Me encanta como Paige se emociona tanto con cosas tan banales—. Me alegra. Realmente. ¡Por Dios, así es como comienza su relación! —ruedo los ojos, ella insiste— Sabes que le gustas. Se le llenan de corazoncitos los ojos siempre que te ve. Y sí, estuvo de interruptor todo ese asunto de que son rivales, pero ahora, que lo estás conociendo, te aseguro que todo será muchísimo más fácil.

Un cliente llega antes de que pueda contestar. Siendo yo la que está en caja, Paige desaparece sigilosamente para dejarme trabajar sin problemas. Todo lo que sigue después es que la gente se acumula por más o menos media hora, el tiempo que me queda en mi turno.

Hoy es viernes, así que salgo temprano. Paige también sale conmigo, me presta incluso un vestido y me ayuda a maquillarme un poco. Ambas sabemos que hoy tendré una noche difícil, así que necesito, al menos, sentirme un poco más confiada de lo normal.

Estamos frente al departamento de East justo diez minutos antes de las ocho. Paige detiene el auto, más no lo apaga, y el leve tintineo del motor es lo único que escucho por unos cuantos segundos. Tengo las manos en el dobladillo de mi vestido, nerviosa, mientras que, al mismo tiempo, me muerdo los labios.

—Es solo una cena —dice ella, tratando de animarme—. Y si te sientes mal, solo tienes que pensar en East. Es bastante guapo.

—¿Quién es East y porque no sé nada de él? —pregunta Lorena, sus ojos oscuros fijos sobre mí.

Siempre que vengo a cenar a casa de Marco traigo a uno de mis hermanos conmigo. Se van rolando la oportunidad entre ellos todos excepto Carlos, por supuesto, que no dejaría una noche de "peda", por venir a una cena familiar. Hoy le tocó a Lorena.

—Sabes quién es East —contesta Paige—. ¿Recuerdas a Wong? ¿Wong el asiático inteligente inalcanzable que tú hermana odia? Ahora vive aquí, va a nuestra escuela, y está enamorado de tu hermana.

—¡Genial! —exclama, emocionada—. ¿Le dirás que sí?

—Todo son suposiciones —es lo que me las arreglo para decir. Enseguida abro la puerta y comienzo a salir, deteniendo lo más posible la conversación.

Estamos llegando al departamento de Marco antes de que pueda notarlo. Lorena toca, y yo me mantengo cambiando mis pies de lugar, llena de nerviosismo.

Nos abre el pequeño Joaquín. Es un mini Marco, tiene esos ojos picaros y mirada juguetona.

—¡Perla! —exclama—. ¡A qué no imaginas quien trajo a su novia por primera vez!

Lorena parece alarmada al escuchar aquello. Entonces centro mi mirada en la sala de estar, ignorando su gesto preocupado, y veo a Marco y Paulette, que, sentados en el sofá, juguetean y pelean entre ellos con sus piernas. East está en el sofá más grande, parece tan frío y calmado como siempre.

—¿Ella es tú hermana? —pregunta. Asiento. Lorena no dice nada, permanece mirando de un lado al otro, como absorbiendo lo que sucede—. Mucho gusto, soy East. Ella es mi mejor amiga, Paulette, y está siendo particularmente maleducada.

Paulette ha pasado de jugar con las piernas a jugar con los brazos. Se detiene cuando escucha que la nombran, y con una pequeña sonrisa dice:

—Lo siento. Debes conocer a Marco, es como un niño chiquito y no puedes mantenerlo controlado. Menos mal que no tengo cosquillas, porque sino...

—¿Son novios realmente? —pregunta Lorena, lento, sabe que la respuesta puede dolerme, dolerme mucho. Marco se detiene, y contesta, con los ojos fijos en el fondo del cuarto, la cocina, y un tono totalmente serio:

—No, aunque tal vez lo esté intentando.

Un silencio incómodo llena el ambiente. Lorena asiente, y como lo bien educada que es, dice:

—Soy Lorena, hermana de Perla. Mucho gusto East, he escuchado mucho hablar de ti.

—¿En serio? —pregunta Marco, realmente parece sorprendido—. ¿Qué tanto?

—Pues es su más grande rival, al que siempre intenta superar. Tanto inteligente como inalcanzable. Divertido.

East ríe, divertido. Él y yo intercambiamos miradas, y siento que me sonrojo, mi corazón late rápido, no puedo evitarlo.

—¿Ya estamos todos? —antes de que alguien pueda decir otra cosa, nos interrumpe la mamá de Marco, sonriente y divertida como siempre—. Perla, ¿Me ayudas a poner la mesa en lo que traigo la cena?

—Lo haré yo, madre. Al fin y al cabo soy yo el que siempre lo hago.

Aquella voz no la conozco. Hasta ahora caigo en cuenta de cómo es que al entrar dejamos la puerta abierta, generalmente siempre es así, y no afecta. Pero hoy sí, porque ni siquiera me he dado cuenta del momento en que Dante, (estoy casi cien por ciento segura de que es él, más nunca antes de hoy lo había visto).

Dante es como todos los Higarelli. Alto, de tez clara, (aunque un poco más clara que la de Marco), con cabello negro y ondulante, pero, en vez de esos ojos verdes de Marco, los suyos son grises. Tiene las cejas un poco más tupidas, y gestos más toscos, pero, por la forma en que se mueve y viste, se ve diferente a su hermano, más elegante.

—¿Tú qué haces aquí? —pregunta Marco, su rostro está contorcionado por la furia—. ¿Es por qué papá no está aquí? —se levanta, retándolo, así hasta que quedan frente a frente— ¡Vete!

—Tranquilo, Marco —digo. No puedo evitar meterme, me acerco a ellos hasta que logro estar en medio, separándolos—. Por favor.

—Entiendo que cada quien supera su dolor de forma diferente —dice él, mirándome a los ojos con una fragilidad que me parte el alma—. Pero Dante, siempre vienes a causar problemas, a hacerle daño a los demás. No te queremos aquí.

—Marco —ahora es su madre la que se mete, y, aunque no está llorando y su tono puede parecer tranquilo, de todas maneras la conozco suficiente como para notar que la falta de sentimiento es meditada, y que por dentro está hecha un lío— Sabía que vendría, más no te lo dije para no causar problemas. Dante, cualquier cosa, por más pequeña que sea, que hagas y provoque problemas, te saco de mi casa. ¿Entendido?

—Sí, madre —responde. Enseguida sonríe, divertido, y en tono sarcástico completa—: ¿Cómo puedes dudar de mí y una promesa que he hecho, cómo hombre?

—Nadie puede dudar de tú masculinidad y dominio —se burla Marco. Sigue cerca de mí, así que aprieto su hombro para intentar detenerlo.

Dante desaparece de mi vista y va hacia la cocina, más antes de hacerlo me lanza una mirada fija que me corta la respiración.

East y Paulette ya se han juntado y cuchichean entre ellos como los mejores amigos que son. Mi hermana me sigue y aprieta mi mano también, sus ojos son tan tranquilizantes como amables. Pronto estamos en la mesa. Dante ha hecho todo de forma tranquila, incluso ha mantenido una conversación medianamente amable con su madre, que, sonriente, finge mantenerse tranquila.

El proceso para sentarnos es un tanto incómodo. La mesa de la familia Higarelli es el único artefacto más o menos elegante de toda la casa. Larga, amplia, para una familia grande, tiene diez lugares que en ocasiones especiales pueden convertirse hasta en doce o catorce. Naturalmente la mamá de Marco se sienta en la cabecera de la mesa, el lugar más cercano a la cocina, mientras que Paulette y East se sientan del otro lado de la mesa, Paulette queda en medio, Marco se sienta a su lado. Mi hermana se sienta al lado de la mamá de Marco, quedando yo como la siguiente, en medio, y con Dante a mi lado.

Él me sonríe al momento en que se sienta, y es entonces cuando aprovecha para acercarse lo suficientemente, susurra, entonces:

—Estás bastante cambiada a como te recordaba.

Entrecierro los ojos. No recuerdo conocerlo en absoluto. Él sonríe, y agrega:

»Recuerdo que venías a casa y nunca pasabas a quedarte, no eras tan amiga de Marco, solo venías a dejarlo. Por eso te conozco.

No contesto. Las miradas de East y Marco me fulminan, apenas si puedo mantener mis pensamientos tranquilos, mi mente va demasiado rápido.

—¿Y cómo ha estado la universidad, Dante? —pregunta su madre. Tiene la vista baja, se sirve puré de papas mientras habla, como si no hubiera algún conflicto entre ellos y todo estuviera normal.

—Bastante bien, madre —contesta. Que diga "madre", en vez de mamá, ya es raro de por sí, pero que siempre conteste con ese tono sarcástico me pone los pelos de punta— Estoy a nada de graduarme. Ya tengo un trabajo fijo y todo listo para mí titulación, incluso me han ofrecido trabajo en una firma muy buena para cuando esté licenciado. Y tú, Marco, ¿Es cierto que volviste a Charlton?

Él no contesta. Mantiene la mandíbula apretada, como si su enojo fuera tan grande que no puede suavizarlo. Es Paulette la que habla.

—Es cierto, acaba de regresar y le va muy bien. Incluso mañana competiremos y él tiene el papel principal en el solo grupal. 

—Tenemos, son tres papeles principales, e incluso creo que el tuyo es más principal que el mío.

—¿Y ustedes están juntos, verdad? —pregunta Dante, su sonrisa ladeada hace que mi corazón duela aún más, y eso aumenta cuando Paulette se sonroja, y Marco sonríe altamente, enseguida contestando:

—Es lo que intento, más ella todavía no confía en mí.

Dolor. Un dolor tan intenso que me duele en el interior. A eso le sigue resignación, porque no puedo hacer nada para arreglarlo, y este cúmulo de sentimientos se convierte en vergüenza cuando veo la forma en que East me mira. Parece compasivo, como si entendiera lo que sucede, como si sufriera conmigo. El rostro de Dante es totalmente diferente, está sonriente, tal vez le satisface ver mi dolor, o crear drama, no logro definirlo.

—Marco, ve con cuidado —dice su mamá, divertida—. Sé lo molestoso que eres cuando tienes que insistir en algo. Si no te quiere, déjala ir.

Paulette está totalmente sonrojada. Se apoya en el hombro de East, avergonzada, y, antes de que lo note, soy yo la que está hablando:

—Parte del carisma de Marco está en que nunca se rinde —le sonrío, y el me devuelve la sonrisa como siempre suele hacer— Es obstinado, sí, pero no es malo.

—Y probablemente eso sea por lo que Paulette terminará diciendo que sí —se burla Dante—. ¿A qué no es guapo mi hermano, pequeña Perla?

Eso va para mi hermana. Ella come tranquilamente, más cuando las palabras de Dante van hacia ella no tiene más que detenerse, y con voz tranquila, decir:

—Nada de otro mundo. Aún así, que tenga el valor de admitirlo en una cena familiar se me hace... —suspira— No sé si un tanto valiente o solamente impertinente. Cuesta saberlo.

Todos reímos. La cena avanza rápido, East le hace algunas preguntas a mi hermana, Dante sabe agregar comentarios sarcásticos siempre que encuentra una oportunidad, Marco intenta contenerse, y su madre observa, observa callada y tranquila.

Antes de que me dé cuenta hemos terminado de cenar. Dante se levanta entonces, y dice:

—Bueno, es tarde y tengo unos cuantos compromisos mañana para los que quiero llegar descansado. Madre, Perla, ¿Me acompañarían a la puerta?

—Voy yo, hijo, no necesitamos que ella venga —responde su madre. Parece cansada, un tanto nerviosa, más eso no quita que tenga tanta autoridad como para hacer que Dante se mantenga un tanto respetuoso y tranquilo. He escuchado muchas historias de él, y esta es una versión buena a comparación de todo lo que le sé.

—Iré, no hay problema —agrego. ¿Qué puede pasar? Solo vamos a caminar a la puerta.

Llegamos a la puerta varios minutos después. El camino hacia el auto de Dante es callado, más cuando es hora de despedirse, es su madre la que dice:

—Cuídate, hijo, por favor.

—Lo estoy haciendo bien, mamá. De verdad —es lo que él contesta. Enseguida la abraza, unos cuantos segundos, y me siento como un estorbo en este momento tan íntimo—. Gracias por invitarme.

—Quería verte y saber que estabas bien —responde ella mientras se separan. Dante sonríe, luego repara en mí, y contesta:

—Tranquila, que lo estoy. Entonces, ¿Me dejarías despedirme de Perla? Te alcanzará en cuanto terminemos.

Ella me da una mirada, una mirada inquisitiva para saber si estoy bien con eso. Asiento. Dante me da curiosidad, sí, pero también quiero saber que es lo que se trae entre manos.

Una vez que se ha ido, Dante dice:

—Entonces, Perla, estás sufriendo por amor, y no amor del bueno. Mi hermano es un idiota.

—Según lo que he escuchado —me burlo, porque así como él puede burlarse de mí dolor, yo puedo burlarme del de él—. El idiota eres tú. No pudiste aceptar la pérdida, alejándote de todos y creando un ambiente doloroso para todo el que te acerque. Convirtiéndote en un altanero, un vividor.

Los ojos de Dante, grises, parecen brillar por el enojo, llameantes, como un cielo oscurecido por nubes de tormenta.

—Eres inteligente, Perla —es lo siguiente que dice—. Y tal vez no tengas la vida más fácil, es cierto,  pero no te atrevas a juzgar mis decisiones.

—¿Y qué estabas haciendo tú conmigo? ¿Un simple comentario y ya? No. Estabas juzgando mis sentimientos.

—Estaba compadeciéndote. Sé lo que es el dolor, y entiendo lo que es tener un amor no correspondido. Yo... —suspira—. Bueno, quería invitarte a olvidarte de, olvidarte de eso.

Entrecierro los ojos. No entiendo a que se refiere. Entonces el me mira fijamente, pasa uno de sus dedos por mi barbilla, y luego me atrae hacia él, poniendo sus labios sobre los míos y dejándome por completo sorprendida. Nunca había besado a alguien antes. He estado demasiado metida en mis cosas, olvidándome del amor y sus complicaciones. Él me besa, más yo me mantengo inmóvil por varios segundos, las cosas no parecen funcionar. Se separa de mí.

—¿No vas a cooperar? —pregunta—. ¿Es qué no quieres olvidar lo que sientes por él? Con alguien como East no lo harás. Estará siempre enfocado en los sentimientos, no en la diversión. Libérate un poco.

Me mantengo muda. No sé que decir, que pensar, mi estómago parece un remolino, siento que mi garganta está cerrada, y que mi mente va a explotar.

—No —contesto, más la duda llena mi voz—. Yo no...

Esta vez el beso regresa y lo estoy esperando. El cuerpo de Dante es robusto, y siento todo su peso sobre mí, acorralándome contra la pared y consumiendo mi interior. Pongo las manos en su cabello, descubro lo bueno que es besar, más luego me separo, porque sé que no quiero que las cosas sucedan así. Tal vez ahora sea bueno, pero después me sentiré utilizada, insegura, inútil. No dejaré que suceda, por eso es que me alejo, dejando atrás todas esas aventuras y decepciones que sé que Dante me dejará. No quiero terminar como todas esas mujeres que conozco, no quiero ser mi madre, mi tía, mi abuela. Quiero ser libre.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top