17.

P A I G E

—Quiero trabajar en la cafetería de la que siempre hablas —dice Paulette para llamar mi atención mientras calentamos antes de loa ensayos del baile grupal—. Necesito dinero para comprar cosas que no sepan a procesado y estoy cansada de que East esté prácticamente manteniéndome...

Paulette tiene esta cosa cuando habla. De repente lo hace muy rápido, tanto como para que no pueda distinguir bien lo que dice,  y tengo que detenerme y procesar todo antes de poder darle una respuesta coherente.

No puedo decir algo estúpido porque ella es una chica Inteligente. Es bailarina, sí, pero eso hace que incluso todo lo que hace sea meticuloso, planeado, y al mismo tiempo inteligente.

Paulette es intimidante, pero me agrada por eso. Porque es buena y, a diferencia de Isabella, ella no se jacta de eso. Más bien es el tipo de chica seria y amable que todos querrían conocer.

—No sabía que East tuviera tanto dinero —respondo—. Tal vez debería de juntarme con él, para que también me dé de comer...

—¡No estoy diciendo eso! —incluso la forma en que Paulette se enoja es divertida, porque deja sus sentimientos salir con naturalidad y encanto, al mismo tiempo no es nada intimidante, como un pequeño panda apachurrable o algo así— Quiero trabajar, desligarme por unas cuantas horas del mundo, y...

—Veré que puedo hacer —la corto, no me gusta para nada la palabrería— No sé si hayan suficientes recursos para...

—Pero tú no tienes que contratarme —dice—. Son los dueños los que tienen que... —mi rostro parece decirlo todo, porque sus labios de repente forman una "o", y farfulla—: ¿Tú eres la dueña?   

No sé si responder la verdad. Paulette me parece alguien en quien confiar, pero temo que al ser honesta su percepción de mí cambie y me vea como una rica mimada y molesta.

Al final, decido que me da igual lo que piense de mí. Siempre he intentado ser lo más honesta posible, y sino puedo serlo con Perla, al menos lo seré con ella.

—Hace varios meses me enteré que estaban a punto de venderla y convertirla una tienda de autopartes —susurro, en parte porque sé que Isabella está cerca y me odia con todo su ser—. Por eso se la compré a su antigua dueña. La cosa es que las ventas han bajado, y estoy pensando en conseguir un lugar más comercial, pero perfecto para ella, y ese es...

—¿Dónde es? —pregunta Paulette, la emoción brillando en sus ojos.

—Un local frente a la escuela. Sería perfecto para ella, tendríamos mucha más concurrencia, y me volvería más rica de lo que ya soy.

—Pues East y yo podemos ayudarte —sugiere—. Él es muy inteligente, puede ayudarte con las finanzas, mientras que yo conozco a varios conocidos en el mundo de los negocios que aman el baile y que no se molestarían en ayudar a una vieja fuente de entretenimiento.

—¿Hacías bailes eróticos? —me burlo, ella rueda los ojos—. Suena como eso.

—No. Hacía bailes en eventos de caridad hace mucho tiempo. Pronto a los ricos les gustó más ver obras improvisadas y dramáticas, pero eso no quita que fui famosa en su tiempo.

Tambolireo los dedos en mi casillero mientras trato de pensar. La idea es buena, tanto como para que mi corazón lata con rapidez por la incertidumbre.

—Sí, está bien —digo. Es un trato que parece sencillo, pero en realidad Paulette ahora me agrada muchísimo, y eso ya es decir mucho de alguien, porque generalmente quiero golpear a todos.

🎈🎈🎈

Las clases opcionales son un gran dolor de trasero. Puedes tomar clases que refuercen tú conocimiento general, de ciencias, mates, o incluso de literatura, pero también puedes elegir clases enfocadas en artes, deportes, o cualquier cosa que se te venga a la mente.

Tengo un gusto culposo por la música clásica. Me gustan los nombres extravagantes de los autores antiguos, como cuentan historias tan complejas sin tener palabras, la forma en que son tan camaleonicas que podrías oírlas en cualquier situación.

Es por eso que me inscribí en la clase de "Historia de la música clásica avanzada", la última entre otras dos clases a las que he asistido y que he disfrutado mucho.

El problema es que, de haber sabido que me toparía con dos de las personas que más me desagradan en esta escuela, hubiera pasado.

Odio a Layla. Últimamente la veo más porque hay días en los que voy a casa de Paulette, ¿Pero tolerarla en una clase juntas? Es un dolor de cabeza. Todo el tiempo alardea de su hermosa voz, participa en exceso, y es una molestia que incluso el maestro Mattew la adore.

—Oiga, —el maestro nos ha puesto a leer un poco, pero en medio de la lectura hay algo que me viene a la mente y no puedo mantenerme callada— ¿No se suponía que usted daba clases de literatura?

El profesor Mattew es atractivo. No es un viejo como la mayoría de los maestros, tiene ojos lindos, pero su rostro es tan angulado y recto que deja de gustarme. Prefiero más del tipo de chicos bruscos, no los perfectos.

—Sigo dando literatura —contesta él con una sonrisa en el rostro—. Pero también he logrado la certificación en artes el año pasado, así que acepté dar clases de música para conseguir más dinero.

—Demasiada información... —se burla Julieta Higareda, una chica que, según yo, está en el equipo de natación y es bastante ruda como un oso panda con colmillos—. ¿No puedes enfocarte y dejarnos estudiar?

—Paige no puede enfocarse, es como un cervatillo deslumbrado por tener un profesor joven y que no puede detenerse de tratar de agradarle —dice una voz conocida, Layla—. ¿A qué no quiere ser como su madre?

Todos ríen. El profesor fulmina a Layla con la mirada, me parece bastante raro el que ella no trate de parecer buena ante los demás, lo que generalmente hace, sino que lo reta.

Ambos se miran fijamente, así que entrecierro los ojos y trato de deducir si hay algo que me estoy perdiendo. Entonces, Landon sale a mi rescate, algo bastante raro, y dice:

—Tienes una mente bastante perversa, Layla... —su voz es átona, sin alardear, sino que muestra que está aburrido— ¿Por qué mostrar interés por un maestro significa que uno ya tiene intenciones amorosas? Debes de dejar de ver telenovelas, están aturdiendo tus sentidos.

Ahora todos se ríen, pero de ella. Entrecierro los ojos hacia Landon, como esperando que se jacte de haberme ayudado, pero él solo vuelve la vista a su libro y lee sin vacilación alguna.

Definitivamente este año es el más raro de todos.

🎈🎈🎈

Perla es la chica más amable que conozco. Trata bien a todos, piensa bien de todos.

Para la horrible vida que tiene podrías pensar que desconfiaría del mundo y por eso es tan callada, pero en realidad es todo lo contrario. Piensa que el mundo es demasiado bueno para ella.

—¿Qué tienes en la mente? —le pregunto. Es domingo por la tarde, hemos quedado para ir a la casa de Paulette y ver una película en su habitación después de trabajar, así que hemos venido juntas en mi auto.

Ella aprieta los labios, con su mano derecha jugando con un mechón de su cabello, y dice:

—He escuchado un par de rumores que me hacen sentir bastante insegura. Creo que... —suspira—. Lo he perdido.

—¿A Marco? —pregunto. Ella asiente—. ¿Por qué?

—Escuché a unas chicas en mi curso de ayer decir que él y Paulette se besaron en el auditorio y que todo el mundo estará hablando de eso el lunes. Yo...

—¡No puedes creer lo que ellas dicen! —reprendo enseguida, molesta—. Son chicas, adolescentes, que tienen una vida y que van a la escuela en sábado. De tí lo entiendo, porque tienes talento y estudiar es lo tuyo, ¿Pero de ellas?

Perla generalmente se ríe con mis bromas, pero hoy está demasiado triste como para hacerlo.

—Yo los vi —dice—. Hablando entre ellos el otro día que fui a la casa de Marco. Estaban riendo, incluso la mamá de Marco se les había unido y hablaban sobre el protagónico que ambos tenían. Son perfectos el uno para el otro. ¿Sabes?

Hemos llegado a casa de Paulette. Me detengo para mirar a Perla por unos pocos segundos, a ella y a su tierno y contraído rostro, entonces trato de consolarla, diciendo:

—Se odian. Tal vez haya atracción ahí, pero ni ellos mismos lo saben. Un beso es pedir demasiado.

Perla asiente. Sigue triste, no he avanzado nada en mi intento de ayudarla, pero al menos sé que lo he intentado. Suspiro, apago el auto y lo estaciono, después ambas vamos hacia el edificio de Paulette fingiéndonos entusiasmadas aun cuando el ánimo ha bajado bastante.

Al llegar toco dos veces el timbre. Estamos esperando varios segundos cuando, de la nada, Layla abre y aparece frente a nosotros.

Sigue siendo raro verla en el uniforme del equipo fútbol. Es ella misma, —la Layla creída y prepotente sin un cabello desordenado—, pero, a la vez, su uniforme está sucio, hay cierto aire de derrota que me hace querer reírme y restregarle en la cara lo feliz que estoy de que por fin el karma esté haciendo lo suyo, aparte de que su mirada no es ni de cerca lo feroz que era antes de que todo esto sucediera.

—Ustedes, de nuevo —nos saluda—. ¿No pueden reunirse en otro lugar? Estoy bastante cansada de tolerar a Paulette como para que vengan a agregarme dos más a la ecuación.

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