15.
S E B A S T I Á N
—Bienvenido de nuevo, señor Schnitzler —me saluda la profesora Valderrama al verme llegar. Describiéndola, es lo que se dice una mujer seria y excéntrica al mismo tiempo. Tiene el cabello corto y azul, lentes y una mirada intimidante—. ¿Usará la misma sala de siempre?
Asiento. Ella deja que me anote en una de las listas que tiene en su pequeña recepción, una vez lo he hecho me deja ir a la sala 22 de música, un pequeño cuartito donde hay sólo un piano de cola y una bandolina para tocar. La ventaja es que está lo suficientemente lejos para que nadie me vea, además de que está tan arriba en el edificio de música que casi nadie sabe de su existencia.
Me gusta la música. Tocar es mi placer culposo, me hace salir de la monotonía de siempre y me lleva a un lugar diferente cada vez.
Cuando siento que ya no puedo más, que necesito desahogarme, toco. Me dejo llevar por las teclas del piano.
Exactamente eso es lo que hago. Comienzo a tocar, las teclas tomando sentido antes de que siquiera pueda pensarlo.
No es como que componga canciones, solo junto a todo lo que conozco y formo algún tipo de sonata que demuestre mis sentimientos. Me hacen sentir mejor.
—Mejoró mucho este verano —dice la profesora Valderrama, que antes de que pudiera notarlo ha entrado y se ha quedado observándome—. Se nota que ha estado practicando.
—Aunque no lo crea —respondo de forma brusca, ella sabe que no me gusta que me interrumpan—. No he estado practicando mucho. Sólo escuchando, y eso cuando tengo tiempo.
—Es un gran desperdicio.
—No lo es —bajo la mirada, inclinándome para dejar mis dedos pasar por las teclas en un intento de relajarme—. Sólo toco para relajarme, sé lo he dicho un montón de veces.
—Y yo le he dicho un montón de veces que debería de imprimir en sus bailes la pasión con la que toca —argumenta la maestra—. Pero nunca me escucha, parece que es imposible para usted, que no siente la pasión que debería de sentir y no sabe transmitirla.
Me levanto en el acto. No puedo seguir tocando después de que la profesora haya cortado mi inspiración. Suelto un resoplido y, antes de salir, digo:
—Es mí vida y me siento satisfecho conmigo mismo. Deje de juzgarme.
—Yo quería ser cantante —dice. No la puedo ver, pero el tono de su voz refleja melancolía—. Mi padre me dijo que no. Me forzó a buscar una carrera en la música que no duraría mucho, terminé con una vida que nunca quise para mí misma. Piénselo, por favor.
No respondo nada y voy hacia la cafetería. Aun me quedan varios minutos de receso y espero poder tranquilizarme antes de que llegue la siguiente clase.
—Pero mira quien se ha dignado a aparecer —dice Paul, que estaba hablando con Landon pero se detiene al verme llegar—. Hoy es un día lleno de sorpresas.
Landon rueda los ojos. Yo simplemente me siento, saco mi desayuno de mi mochila y pregunto:
—¿Y Layla?
—¡Por fin te acuerdas de ella! —exclama Paul, que no pues dejar de usar el sarcasmo, lo que lo caracteriza—. Fue a hablar con el director.
—Ah, ya —expando la comida por la mesa, lo que es una ensalada con puré de patatas y salchichas asadas—. Lo recuerdo, quiere que la cambien de área.
—La pobre se siente discriminada —que Landon hable bien de ella es raro, ya que nunca le ha gustado que estemios juntos—. Yo también me sentiría así si me cambiaran de área.
Ambos intercambiamos miradas. Puedo ver, en su rostro, que hay algo que tenemos que hablar. Paul también parece leerlo, porque dice:
—¡Mira el cabello de Nancy Salas! Tengo que preguntarle donde se lo hizo, yo... —entrecierra los ojos, como advirtiéndonos que nos estará vigilando— Vuelvo enseguida.
Una vez se ha ido, Landon se acerca a mí, más relajado, y dice:
—Estoy cansado de él. Estoy cansado de Layla, pero ya ves, la vida es...
—No empieces tú también... —digo, con irritación—. Mi padre, mi madre, y ahora tú...
—Tolero a Layla, es irritante pero es amable y te trata bien. Pero sus amigos...
Esta vez contengo la risa cuando él finge arcadas. Es divertida la forma en que contrae su rostro, hace que se vea cachetón, como un niño haciendo berrinches o algo por el estilo.
—Si quieres ser un artista famoso tendrás que lidiar con él y con personas aun más excéntricas y locas. Míralo como una práctica.
Ahora es él el que rueda los ojos.
—Será mi trabajo, ¿Sabes eso verdad?
—Sí —respondo. Estoy a punto de decir algo más cuando unas risas varias mesas delante de nosotros llaman mi atención. Veo a Paulette, a East, a Perla, Paige, y Marco.
Este último ha notado que los estoy mirando. Sonríe altaneramente, le dice unas cuantas cosas a sus amigos y luego acaricia el cabello de Paulette juguetonamente. Ella me está dando la espalda, pero parece responder hincando las manos en las mejillas de Marco de forma brusca pero con confianza.
No estoy seguro de que pensar. ¿Se supone que son amigos? ¿Se están retando o algo así?
—¿Qué es lo qué estás viendo? —Landon nota mi distracción, sentándose enseguida a mi lado para ver lo que estoy mirando— Ah, Paulette, ya veo. Tú inesperada primita. Es bastante bella. ¿Sabes si tiene novio?
Le doy a Landon un sonoro golpe en la pantorilla. Él gime y exclama:
—¡Oye! ¡¿Por qué haces eso?!
—Porque sé como eres, no sabes comprometerte.
—Y ahora eso te interesa. Recuerdo que en esa fiesta no dijiste nada, solo dejaste que te besara, te aprovechaste de ella.
—Yo... —me detengo, mi garganta pica al recordar lo que sucedió, ese día que cambió mi vida, en lo que no pude dejar de pensar por varias noches, y que aun me roba el sueño— Estaba mal, lo sabes. Ni siquiera lo hemos hablado entre nosotros, quedó en el olvido.
—¿Estás seguro?
—No, pero es cosa mía. Te recomiendo que mejor pienses en otras cosas y me dejes a mi resolverlo. Ella es buena, muy parecida a mí, y no quiero que le rompas el corazón.
🎈🎈🎈🎈
—Pies en punta, relevé, giro. Relevé, giro... —nos incita la profesora Pavlova.
Observa cada uno de nuestros movimientos, como en la clase de ayer, que hicimos casi lo mismo. Movimientos sencillos, de principiantes.
Creo que está estudiando nuestra técnica, nuestro potencial y nuestra destreza. Si podemos mejorar, si ya hemos llegado a un punto sin retorno, que tan buenos podemos ser.
—Bien, alto —nos manda. Se ha detenido justo en la puerta del salón, sus brazos cruzados y su ceño fruncido hacia nosotros— Son buenos, pero no lo suficiente. Quiero que se esfuercen y que den lo mejor de ustedes en todo este semestre. La academia ha confiado en ustedes.
—Sí, profesora —responden todos. Ella rueda los ojos, harta de tanta formalidad, y dice:
—Quiero que dejen de estar asustados. Para los que es su tercer año aquí, me conocen. —su ceja se arquea, buscando intimidarnos— Y para los que llevan aquí dos días, tengan valor. Soy una maestra normal, y tendrán que acostumbrarse a tratar con personas como yo si quieren tener una larga carrera. ¿Entendido?
—Sí, profesora —dicen todos en lo que interpreto como un intento de parecer seguros. La profesora vuelve a rodar los ojos, pero esta vez no habla, sino que abre la puerta del armario de maestros, (un pequeño cuarto escondida en la esquina más lejana del salón), y saca un banquillo que deja frente al espejo que cubre la pared adyacente a esta misma puerta. Su mirada cae en Paige, la que parece estar más distraída entre todos, luego dice—: Salgámonos un poco de los protocolos. Quiero verlos en acción, haciendo algo con lo que estén familiarizados. Tú... —estira su dedo hacia ella— Muéstrame tú mejor solo.
Paige sale de su ensimismamiento para mirar directamente a la profesora con miedo puro.
—Yo... —se detiene, estoy seguro de que está a punto de quejarse, pero al final solo dice—: Está bien.
Paige va por su bolso y saca una memoria de él. La inserta en el equipo de sonido y, después de seleccionar la canción que bailará, se posiciona en el medio de la pista de baile.
Todos la rodeamos y nos sentamos a los bordes para observarla. Me siento lejos de Paulette, temeroso de hablar con ella y tener que enfrentar lo que hicimos aquel verano.
No quiero recordarlo. Recordarlo sería demostrar debilidad, sentirme derrotado por lo qué ella me hizo sentir.
A Paige siempre le ha gustado Florence Welch, una cantante en inglés que tiene canciones buenísimas para hacer solos líricos, emocionales y del tipo en el que puedes mostrar técnica y precisión.
Lo que tiene de diferente esta canción es que es un poco más movida que todas las que he escuchado que ha bailado de la cantante. Empieza con tambores, a lo que Paige comienza a bailar un poco de tap, y sigue con una parte movida en la que ella hace movimientos certeros y provocativos, claramente no pensados pero, como la bailarina nata que es, que se le dan bastante bien y que hacen a la canción más disfrutable.
Llega el clímax de la canción. Paige da varios giros, un salto, y hace suficientes movimientos como para darle la vuelta a todo el salón.
No es toda la canción, está recortada, pero Paige parece haberle sacado el máximo. Me gusta.
Una vez termina, hace una reverencia y vuelve a su lugar.
—Hay varias cosas que podemos aprender del solo que acabamos de ver —dice la profesora una vez que la ha visto, su rostro igual de inexpresivo y duro que al comienzo de la clase—. Es bueno imprimir emoción y transmitirla al público. —Paige sonríe, complacida, Isabella rueda los ojos, tan envidiosa como siempre ha sido— Pero, también, que hay que ser precisos. ¿Dónde quedó la técnica? Los movimientos estuvieron bien, pero hasta cierto punto toscos, porque esta bailarina no ha practicado y no recuerda la misma coreografía que ella diseñó el año pasado para esta misma clase.
Para este punto del discurso de Pavlova Paige está a punto de estallar por la vergüenza. Paulette pone una mano en su espalda, dándole apoyo, pero no va a ser suficiente ante la dureza de nuestra profesora.
Pavlova sigue hablando.
—Este primer trimestre de clases será difícil —su tono sube, se levanta, y da vueltas por el salón fulminándonos a todos con la mirada— Tendremos un festival pronto para recaudar fondos, evaluaciones a final de cada mes y varias competencias. La primera será en tres semanas, de ahí vendrán cada dos. Asignaré los solos y bailes en grupo sólo a los mejores, y no me molesta llamar a los de segundo o primero si veo que tienen mejor nivel que el suyo. Esfuércense, denlo todo, y suerte.
Pavlova sale del salón y, como si fuera una cosa mágica, el timbre escolar suena, anunciando el fin de las clases.
Ha sido un maravilloso día.
🎈🎈🎈
—
Cuéntame un poco de tú primer día —me incita Layla de forma juguetón mientras hacemos la tarea en su habitación—. ¿Le mostraste a Pavlovla cuánto has mejorado en el verano? ¿Cómo te sientes respecto a competir con Marco?
Dejo de escribir, apretando con fuerza el marcador de mi mano para tratar de contener mi incomodidad al oír ese nombre. Layla no parece notarlo, porque sigue mirándome con una sonrisa ancha que podría iluminar un lugar completamente a oscuras.
—Estuvo bien —confieso—. Aunque querría que las cosas fueran mejores. No he mostrado mi talento, y al final de la semana se decidirá quien hará los primeros solos en la competencia que viene. Si no soy lo suficientemente bueno...
—Lo eres —trata de animarme, mordiéndose uno de sus labios de forma divertida como si lo estuviera considerando—. Siempre lo has sido. Ellos aun confían en tí. En cambio, yo, ellos ya no me necesitan y por eso he entrado al equipo de fútbol.
—Claro que te necesitan —digo—. El equipo de fútbol es muy importante. Después de las chicas de voleibol son las que más destacan en los juegos y estuvieron a punto de ganar el torneo nacional el año pasado. Tuviste que ser buena para que te eligieran.
—Tuve —insiste—. Pero no importa, todo está en el pasado. Ahora solo tengo que hacer que mamá esté bien con todo esto. No quiero que nos aleje.
Layla se inclina para besarme. Estoy sentado en el suelo, razón por la que se inclina para acercarme más a ella y profundizar el beso. Se lo respondo por varios segundos y luego volvemos a lo mismo, concentrados en nuestras tareas y en ayudarnos a terminarlas.
Me gusta que tenemos una rutina. Ella es segura, siempre sé que esperar. No hay sorpresas, lo nuestro es una especie de apoyo que asegura que las cosas sean más fáciles para ambos en lo que sea que venga.
Imágenes vienen a mi mente. Recuerdo a Paige, en su forma singular de bailar, siendo impredecible y llamativa. Recuerdo a Paulette, a la forma en que me besó antes de despedirnos y me sorprendió su entrega y pasión.
Por un leve momento, me pregunto lo que sería tener una relación así. Divertida, impredecible, sin rumbo.
Luego me reprendo por haber pensado eso. ¿Qué estoy pensando? ¿Estoy enloqueciendo?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top