12.

L A Y L A

—No quiero estar aquí. Sólo debería de llamar a Sebastián y decirle que no me siento con ganas de salir. Puedo decir que estoy enferma, moribunda, o simplemente no decir nada y después justificarme diciendo que me quedé dormida y no pude llegar.

Paul niega con la cabeza. Parece un poco desconcertado porque, bueno, soy el tipo de persona que nunca muestra sus sentimientos a los demás.

Me recargo en el volante del auto, irritada. Él pasa la mano por mí cabello, intentando consolarme, otra muestra de que nunca me había visto así.

—¡No soy una niña llorona para que me consueles! —grito, mi respiración va tan rápidamente que tengo que tratar de controlarla guardando silencio y crujiendo los dientes—. No quiero entrar a esa escuela, no siendo una, una... ¡Una deportista!

Desde que tengo memoria he querido ser una cantante y actriz. Recuerdo aprenderme de memoria los diálogos de mis películas favoritas, fingir que soy cada uno de los personajes, incluso hasta la mamá chillona o la villana malvada. Me encanta cantar, la música, la interpretación, el teatro.

Entré a la academia porque es un paso más hacia el éxito. Sus presentaciones son importantes, serias, y siempre hay cazatalentos observando si tienes esa chispa que necesitan.

Yo tengo esa chispa, y en la academia la habían visto estos últimos dos años, pero ahora creen que he llegado al punto máximo de lo que podía llegar y quieren que entre al área deportiva, que sea parte del equipo de fútbol.

Sólo juego fútbol los fines de semana. Todos los domingos voy hasta un barrio pobre en las afueras de la ciudad, entro a una vieja cancha y juego con un equipo bastante bueno pero bastante pobre como para no hacerse famoso.

¿Por qué lo hago? Es porque todos tenemos una cosa que hacemos para olvidar todo lo que nos aqueja en la vida. Jugar es un respiro de aire fresco, me hace olvidar todo, ser alguien más, relajarme.

Sebastián también tiene uno de esos pasatiempos. A él le gusta tocar el piano, en ocasiones el violín. Él se aísla de todos, mientras que yo me escondo de todos. Puede parecer igual, pero no lo es.

En la academia dicen que podré seguir participando en las obras o tomar clases extracurriculares de actuación, danza y canto si lo deseo. Que el tener dos áreas hará mi expediente expandirá mis posibilidades de entrar a cualquier universidad.

—Maldito seas, Matt, seguro tienes que ver con esto —farfullo. Creo que es el momento de que alguien más sepa sobre mi secreto, así que me giro hacia Paul, y explico—: Seguro que él tiene que ver con esto...

—¿Por qué? —me devuelve. Suelto un sonoro suspiro.

—El verano después de primer año, ¿Recuerdas qué Sebastián y yo terminamos? —asiente— Pues fui a la feria sola para desquitarme cantando y bailando en los espectáculos nocturnos.

—¿Esas cosas? ¿En serio?

—Sí —respondo, conteniendo las ganas de reír. Esos espectáculos son una locura—. Ahí conocí al profesor Colombres.

—Ah, Matt, ahora entiendo —dice Paul—. ¡Vaya, tú llevas todo a un nuevo nivel, eres fantástica, ligarte a un profesor es algo magistral!

Ruedo los ojos, aunque es cierto que ligar a un profesor es algo de otro nivel.

—Tienes que entender —insisto—. Que él no era un maestro cuando lo conocí. Estaba en la universidad, era atractivo y carismático. Creí que lo nuestro duraría mucho, pero Sebastián volvió de su competencia, quiso que estuviéramos juntos de nuevo, por lo que lo nuestro terminó. Sólo fue cosa de un verano.

—¿Y porque eso tiene que ver con qué quedaras en el equipo de fútbol de la academia? —Paul entrecierra los ojos, tratando de averiguar lo que está sucediendo.

—Él es el único que sabe que el fútbol me gusta —digo—. De hecho, en una de nuestras citas me llevó a jugar, él me enseñó todo lo que sé. La academia debió haberlo sabido por él, por eso me pidieron que hiciera la prueba de deportes, me eligieron y...

—Todo ahora está arruinado —dice.

Estoy furiosa, me dan ganas de gritar por cinco horas seguidas, de golpearme en la pared y decir un montón de leperadas. No sé que es lo que debo de hacer, me siento inútil e insegura.

—Debo de atenerme a lo que está sucediendo —digo segundos después. Sigo teniendo el ánimo por los suelos, pero ya estoy pensando de nuevo—. El mundo de la actuación es así. Seguiré siendo buena, tomaré clases para mejorar mi baile y lucharé para destacar en el equipo. Tendré algo más en mi expediente, seguiré siendo buena, dinámica. Lo tendré todo.

—Tú siempre piensas en todo —dice Paul, obviamente impresionado—. ¿Y tú mamá? ¿No crees que se enoje?

Suelto un suspiro. En realidad no me preocupa la escuela, ni lo que dirán los demás, me preocupa más lo que diga mi madre. Esto no entra en su plan.

—Ya pensaré en algo que la convenza de que me quede en la academia. Lo que menos quiero es que me separe de Sebastián con esa pulga de Paulette en los talones de nuestra relación. Ahora... —suspiro, que haya encontrado un atisbo de esperanza no quiere decir que me sienta mejor— Entremos a ese maldito club y acabemos con esto.

Me gusta salir con Sebastián. Él es atractivo, llamativo, todos siempre lo notan. Baila con una soltura fantástica y, al mismo tiempo, se ve genial mientras lo hace.

Siempre llamamos la atención porque, aunque no soy una profesional bailando como él, se lo suficiente como para seguirle el ritmo y hacer que nos veamos bien.

Excepto hoy. En vez de que todos me miren a mí, todos los están viendo a ellos. Paulette y Marco, que son buenísimos bailando, roban la atención con su sincronía y una especie de atracción que hace que me den náuseas.

¿No podrían haber ido a otro lugar, lejos de nosotros? Me pregunto mientras los veo de reojo en un intento de fulminar a Paulette con la mirada. Ella no lo nota, pero si que lo hace Marco.

—Tienes que dejar de mirarlos, ahora —dice Sebastián al notar toda la furia que dirijo hacia ellos.

—Es que no puedo evitarlo, no quiero que ella se junte con él.

Esto hace que el rostro de Sebastián se suavice. Él odia a Marco, tanto como para que el hecho de que me ponga sobreprotectora con Paulette le haga creerme por completo.

—Ella decide sus amistades, lo sé —responde—. Pero, por ahora, ella no sabe quien es él y lo mucho que está arriesgando.

Me recargo en los hombros de Sebastián y ruedo los ojos. Sé qué tiene buenas intenciones, pero a veces es tan puritano que me hace doler la cabeza porque no me cabe en la mente que pueda ser tan bueno.

Eso es algo que me gusta de él. Es bueno, al menos mucho más que yo. Tiene muchos demonios, pero, al final de cuentas, sabe que su vida es mucho más fácil que la de los demás.

—Ven, vamos a sentarnos —me incita. Me aprieta la mano, enseguida estamos caminando hasta regresar a nuestra mesa. Ahí nos esperan Paul, Berenice, y Landon. Los primeros dos son mis mejores amigos, mientras que Landon es el mejor amigo de Sebastián. Estamos específicamente aquí, en el club "Estrella en la noche" porque él va a dar su tercera presentación aquí y será la primera vez que lo veamos.

Lo sé, un amigo normal va a ver a su mejor amigo actuar desde la primera vez que tiene una presentación importante, pero Landon no quería que viniéramos a verlo hasta que se sintiera seguro de que podríamos estar orgullosos de él.

Es bastante inseguro, considerando el hecho de que Landon es el mejor cantante masculino en la escuela.

—¡Felicidades! —le dice Sebastián al verlo. Ellos ni siquiera habían hablado porque desde el momento en que entró y me vió lo primero que hicimos fue bailar. Es una especie de ritual entre nosotros.

—Gracias —responde Landon. Parece que hay algo raro en él, puedo notar que tiene su vista perdida en algún punto de la pista por una fracción de segundo antes de volver a ser él mismo y darle un fuerte apretón a Sebastián.

No soy especialmente cercana a Landon, pero sé que algo lo incomoda y deseo saber porque. No puedo quedarme con la incógnita. Sabiendo esto, tomo su mano y lo llevo a bailar fingiéndome segura y divertida. Ser sarcástica y amable al mismo tiempo es una táctica que no muchos usan pero que me ha servido durante años. No todo tiene que ser perfecto para que te veas perfecto ante los demás.

—Así que... —suena una canción de electrónica, pero no somos de los que saltan, sino que solo mantenemos el ritmo—. ¿Va todo bien?

Él aprieta los labios. Lo he sabido leer bastante bien.

—Ella está aquí, no quiero que esté aquí —confiesa.

Frunzo el ceño. Por un momento me es difícil comprender a quien se refiere, hasta que veo a dónde se dirige su mirada. Paige Delano.

Landon es bastante honesto. Él nunca se calla lo que piensa, razón por la que sé que no está exagerando. Paige lo intimida.

—¿Es porqué su papá es famoso? —pregunto. No quería hacerlo, pero mis palabras suenan un poco toscas.

Me molesta que personas que no se merecen atención la reciban. Es estresante. En especial si se trata de Paige, la chica con menos interés en la vida del mundo. Es demasiado irresponsable, inmadura y no sabe elegir bien a sus amistades. ¿Marco? ¿Perla? ¿Paulette? Es estúpida.

—En parte —responde—. Pero más tiene que ver con su presencia. Llama demasiado la atención.

Lo entiendo al instante. Paige es una figura pública bastante conocida a nivel local. Todos en la ciudad y en el país conocen a su padre, unos cuantos conocen lo suficiente en el mundo del espectáculo como para conocer a su hija problemática. En la ciudad ella es cómo una celebridad, llama la atención por su locura y desenfreno.

—No te preocupes, eres buenísimo y nadie de los que te escuchen hoy olvidará tú presentación. Créeme.

Actuo por inercia, no sé lo que estoy haciendo, pero lo hago.

Julieta Balbuena es la peor enemiga de Paige. Es hija de un empresario, no es tan famosa pero sigue siendo alguien con quien debes de tener cuidado. Es muy parecida a Paige, ambas siempre salen a fiestas y han tenido bastantes roces por eso a lo largo de los años.

Le mando un mensaje diciéndole que quiero verla en el baño, que vaya sola porque hay algo que debe saber.

—¿Qué quieres? —pregunta cuando entra y me ve retocándome el maquillaje. Ni siquiera la miro, me finjo segura, confiada pero sin ser altanera.

—Mi prima Paulette ha decidido comenzar a juntarse con tú antigua amiguita Paige —digo—. Imaginarás que es algo que quiero detener. Mi prima merece mejor compañía.

—Me parece una obra bastante caritativa —responde, obviamente escéptica—. ¿Y yo qué tengo que ver con eso?

—Quiero que las personas se enteren de quien es Paige —propongo—. Y sólo tú lo sabes.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top