10.
P A I G E
—Estoy agotada —gimo mientras Paulette y yo salimos del auditorio. Ella sonríe, respondiendo enseguida:
—Ni siquiera es tanto por el esfuerzo físico, todo es causa del estrés. La idea de que en este momento pueden estar evaluándonos, y que de eso dependerá todo nuestro año.
—Todo nuestro futuro —secundo—. ¡Pero tú no tienes problema! Eres famosa, talentosa, y has ganado las nacionales dos años seguidos. Serían unos tontos sino te dejaran entrar.
Paulette no se sonroja ni parece sorprendida por mis palabras, pero eso no le quita ni un poco de su sencillez, sino que hace que hasta me agrade más.
—Todo lo que he logrado lo he logrado gracias a mis esfuerzos, al trabajo duro. No es porque sea la mejor —pone la mano en mi brazo, generando confianza y cercanía—. Por lo que he oído de tí, no te gusta mucho el baile. Aun así, sé que tienes talento natural y si lo desarrollas podrías llegar muy lejos, ser incluso mejor que yo.
—¿Yo? ¿Mejor que tú? —pregunto, sin creerlo—. Soñaré con eso, de verdad.
Paulette y yo reímos juntas. Ella se detiene cuando hemos salido del auditorio, enseguida comenzando a observar el lugar como si buscara a algo, tal vez a alguien.
—Tengo que encontrar a mi mejor amigo —explica—. Él está aplicando para la área de ciencias, pero no sé si ya haya salido.
—Mira, pues que gran coincidencia —digo—. Mi mejor amiga también está aplicando para el área de ciencias y lleva haciéndolo por tres años seguidos, así que sé exactamente donde está. ¿Quieres que te lleve?
El rostro de Paulette se ilumina, sus ojos verdes son tan expresivos que puedo leerla con sólo verlos.
—Sí —responde. Saca su celular, checa sus mensajes, y farfulla—: Dios, mi tía me tiene harta.
—¿Qué pasa con ella? ¿Es estricta? ¿Qué haces con ella? —pregunto. Ella entrecierra los ojos, como diciendo que no me meta en su vida, pero luego relaja el rostro, respondiendo:
—Acabo de mudarme con ella y no me deja en paz. Nunca nadie había sido tan estricto conmigo.
—¿Y dónde vivías antes? —no puedo evitar preguntar. Es como si solo tuviera que saber todo siempre, por eso no puedo mantenerme callada.
—En Fanning, con mí abuela —responde sin incomodarse en absoluto por que sea tan fisgona y curiosa. Eso hace que me agrade más. Dos puntos positivos ya agregados a su lista.
—¿Y por qué vienes a vivir con tú tía? ¿No pudiste sólo quedarte con tú abuela y vivir tranquila?
—Mi abuela murió —confiesa. Enseguida siento que la vergüenza me paraliza, pero ella sigue estando tan inmutable que me dan escalofríos.
Llegamos fuera del edificio de laboratorios y especialidades, me detengo y digo:
—Es aquí —trato de buscar las palabras indicadas, luego me disculpo diciendo—: No debí de entrometerme tanto. Lamento mucho...
—He hablado con East muchas veces sobre esto, sobre lo que implica que mí abuela se haya ido, el que voy a extrañarla pero tampoco hay forma de regresarla a la vida. No hay nada que pueda dañarme en estos momentos.
—Espera... —me detengo a pensar, hay algo que se me está pasando— Creo que recuerdo ese nombre de algún lugar, pero no sé de donde.
—East no es un nombre muy común —dice—. Mi amigo se llama East Wong, sus padres son coreanos, así que eso le agrega un poco más de dinamismo a su nombre.
—¡Ya recuerdo, tú amigo es el chico que siempre le gana a Perla! —solo entonces caigo en cuenta de lo que estás pasando, de porque ella siempre habla de él—. Espera, tú amigo es el chico que siempre gana, esto no es bueno...
Paulette entrecierra los ojos, claramente no entendiendo lo que quiero decir. Comienzo a explicarle que, desde que Perla tiene memoria, siempre ha sabido que no era buena en muchas cosas.
Perla es el tipo de chica que cree que no es bonita, ni llamativa, ni que tiene el mejor futuro asegurado porque viene de una familia pobre. Pero hay algo que ella sabe, y es que es inteligente. Entiende las cosas fáciles, eso se le da muy bien, cosa que quiere exprimir y aprovechar para subir y dejar todas las cadenas con las que nació.
El problema es que no tiene muy buena memoria y sus nervios son demasiado impredecibles, al punto de hacerla torpe en los peores momentos.
Le explico que, cuando Perla entró a la academia, ella sólo quería ser la mejor. Pero no la mejor de la escuela nada más, sino la mejor del país. Quería demostrarle a su familia que ella lo valía, que siempre lo valió.
—Pero... —dice, parece por fin haber entendido hacia donde voy—. East siempre le gana.
—Ha sacado segundo lugar todos los años desde que entró, y siempre tengo que convencerla de que los números no importan. Ella es demasiado inteligente.
—East no es para nada como ella. El odia estudiar y nunca lo hace.
—¿Enserio? —pregunto.
—Sí, lo que pasa es que tiene muy buena memoria. Recuerda prácticamente todo lo que le enseñan.
—Vaya —respondo. Que alguien sea el mejor del país sin siquiera intentarlo es algo casi increíble. Y todo eso es lo que Perla siempre ha deseado para ella.
Ambas nos mantenemos en silencio por varios segundos mientras seguimos nuestro camino. Una vez hemos llegado frente al pulcro edificio de laboratorios me detengo en seco, irritada. Marco está ahí afuera sentado en la única banca fuera del edificio, seguro esperando a Perla.
Suspiro, molesta. Él repara en mí y alza su mano en un saludo no muy entusiasta. Es raro, porque siempre fue cerrado y grosero, al menos, recuerdo, nunca me saludó o habló sin que Perla estuviera cerca.
—Bienvenido de vuelta —digo, enseguida sentándome junto a él. Espero que se haga a un lado y deje de estar en medio para que Paulette pueda sentarse a mi lado, pero ni siquiera se mueve.
Paulette se sienta junto a él, aunque no la veo incómoda, en realidad.
Decido romper el hielo.
—Paulette, te presento a Marco, Marco, te presento a Paulette —digo—. Es prioritario que sepan quienes son porque seguro serán la pareja estrella de este año.
—¿A qué te refieres? —pregunta Paulette, sonrío porque sé que he llamado su atención. Incluso Marco tiene sus ojos sobre mí, esperando a que responda.
—Son los mejores. Marco, tú ganaste el segundo lugar en la competencia de hace dos años y seguro lo habrías ganado de nuevo si no hubieras sido expulsado. Paulette, tú llevas dos años seguidos ganando y seguro ganarás el que viene. Eso quiere decir que son los mejores y la academia los explotará más que a los demás.
—No creo entrar —dice Marco enseguida, su voz no tiene ni un rastro de emoción.
—Por Dios, que poca estima tienes de tú talento —digo, rodando los ojos. Él entrecierra los ojos, tal vez porque nunca le había dicho nada bueno—. No estoy diciendo que me agradas, me sigues pareciendo un idiota, pero sí, eres como un genio de la danza.
Paulette ríe al oírme. Parece desprendida y todo, pero sé que hay algo que esconde detrás de esa fachada de seguridad.
—Creo que te recuerdo —le dice a Marco—. Ya sabes, de esa competencia.
—Y yo también te recuerdo a tí y a tú gran despliegue en la fiesta de celebración de ese año —agrega Marco. Hay algo detrás de esas palabras que hace que la expresión de Paulette se endurezca, un secreto.
Los dos se miran fijamente, hay una tensión entre ellos que hace que entrecierre los ojos porque, inmediatamente, noto que algo está comenzando.
Maldita sea, Perla no estará feliz por esto.
Seré explícita en algo. Desde que conozco a Perla ella ha estado enamorada de Marco, es algo que la caracteriza.
Siempre habla de él, siempre piensa en él, todo es Marco, su talento, su carisma, su galantía.
Ella lo sabe todo de él porque, por alguna razón, Marco la quiere y se ha sincerado con ella más de una vez.
Pero NUNCA, y aunque me duela por Perla, NUNCA, él la ha querido más que como una amiga. Son esos ojos, esa forma en que la ve como una persona a la que debe proteger del mismo mundo que también lo ha rechazado a él toda su vida. Lo puedo reconocer.
Pero ahora, que Marco está mirando a Paulette de esta forma, desearía que me tragara la tierra para no tener que ver el rostro de mi mejor amiga que, con la peor suerte del mundo, ha salido en el momento exacto en el que la tensión sexual entre ellos es más notoria.
Hasta yo, la mujer más puritana del mundo y que odia a los chicos, la puedo ver.
Perla traga hondo, seguro tratando de asimilar lo que está viendo. Enseguida viene hacia nosotros, su rostro compungido es todo menos lo que esperaba ver hoy.
Enseguida Marco deja de mirar a Paulette y repara en ella.
—¿Todo va bien? —pregunta. Perla asiente, viene y deja que Marco la abrace como siempre lo hace cuando la saluda. Esas imágenes siempre me dan una flojera intensa, razón por la que me concentro en ver a Paulette y a su amigo juntarse también.
Ellos, y lo reconozco enseguida, realmente tienen una relación de amigos. Él parece muy carismático, sus rasgos asiáticos son encantadores y me hacen pensar que es una persona inocente, seria y amable. Ambos hablan rápidamente, acostumbrados el uno al otro, mientras que yo me siento como un estorbo en una foto bien planeada.
Paulette nota mi nerviosismo, así que enseguida pasa a presentarnos.
—Mira —le dice a East, que no estoy segura de si me está mirando porque sus ojos son demasiado rasgados—. Ella es Paige, él es Marco, y su mejor amiga, aunque no la conozco, es Perla. Y chicos, este es mi mejor amigo, East.
East estira la mano para saludarme. No sé que exactamente decir, así que suelto lo primero que me pasa por la mente.
—¿Vienes de China? ¿Hablas español?
Claro que debe de hablar español, no creo que quisiera postularse para una escuela como esta sino hablara español, que idiota soy.
Aun así, el no parece notar mi estupidez, sino que la recibe con normalidad, como sino fuera la primera persona que le dice algo así.
—Mis padres son coreanos, sé coreano, pero nací en Foul y el español es la primera lengua que aprendí.
—Vaya —farfullo—. A Perla le gusta mucho Japón, dice que quiere estudiar ciencias de la tecnología para ser una gran inventora y vivir en Tokio. ¿Sabes japonés?
East centra su mirada en Perla. Ella mira hacia nosotros, al igual que Marco, pero no parece querer ser amable con su archienemigo. Sin más, Perla dice:
—No todos los coreanos saben japonés, ¿Sabes?
East sonríe, una sonrisa irónica que me dice que la malhumorada Perla no hace más que divertirlo.
—Bueno, pues yo sí. Sé coreano, pero también sé japonés, tailandés, chino, alemán, ruso, inglés, francés, italiano y portugués. La segunda más grande afición de mis padres son las lenguas. Mi nana se encargó de enseñarme tantas lenguas como pudo.
Perla parece que está a punto de estallar de furia. Este chico le ha ganado muchas veces su preciado primer lugar, pero no creo que sea solo eso. Él está presumiendo su ostentosa vida, cuando ella tiene que matarse todos los días para apenas conseguir una vida estable. Pone las manos en las mangas de su abrigo, un gesto que sé que hace cuando está ansiosa, luego farfulla:
—Se me hace tarde para ir al trabajo. Paige, ¿Todavía sigue vigente tú oferta para llevarme?
—Sí —respondo.
—Yo voy con ustedes —dice Marco.
—Ni hablar —lo detengo. Tomo a Perla de la muñeca y enseguida nos comenzamos a dirigir a la salida, no sin antes despedirme diciendo—: ¡Nos vemos el primer día de clases si es que logro entrar!
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