09.
P A U L E T T E
Gouldberg es una ciudad bonita.
Lo que puedo ver por la ventana es aceptable, tengo que agregar. Hay bastante vegetación para tratarse de una ciudad fría, siento que mi piel se acostumbra poco a poco al clima fresco y, también, parece ser limpia y rústica.
Los edificios y casas son antiguos, muestran un montón de historia que me gustaría averiguar.
—Estás en un gran problema —dice East con seriedad y sacándome de mis pensamientos. Aprieto los labios, él sigue hablando—: Tienes que buscar una forma de resolverlo.
—No tengo ningún problema.
—Besaste al novio de tú prima el año pasado, yo lo veo exactamente como un problema.
Tal vez sea un problema, pero no quiero aceptarlo.
—Técnicamente lo hice, pero estoy segura de que no cuenta como un engaño. ¿Sabes? Ellos habían terminado y de no ser porque Layla me odia seguramente hubiera sabido que eran novios.
—Como sea... —East rueda los ojos, divertido— Creo que Layla lo sabe.
—No tiene forma de saberlo.
—El odio que vi dirigido hacia tí en su mirada no se hace en una relación tan lejana como la que ustedes tienen. Tal vez alguien de la academia se lo dijo.
—Eso si es bastante posible. Como sea, no importa. Tengo la conciencia limpia.
El silencio que se cierne sobre nosotros, es un silencio apreciativo, del tipo en que nos damos el tiempo de observar lo que hay a nuestro alrededor.
—Ya casi llegamos, el departamento de Charlotte está en este condominio —dice East después de varios minutos.
Me aferro a mi asiento, nerviosa, mientras observo como cada uno de los edificios es igual que los demás. De ladrillo rojo, normales, familiares.
Este es mi nuevo hogar, será el lugar en el que viviré hasta que pueda ser libre de financiar mi vida y no tenga al gobierno detrás de mí. Hoy comienza todo.
—Este lugar es bastante normal —digo—. Nada como la cabaña de la abuela.
—Volverás algún día —dice East, tratando de calmarme. Segundos después señala uno de los edificios—. Mira, ese es, el edificio de más abajo.
Es exactamente igual que todos los que hemos pasado. Es grande, anticuado y familiar. Hay jardines a su alrededor, un parque frente a él y una bonita acera en la que había unas bonitas bancas del estilo romántico.
East aparca y enseguida bajamos para ir por mis cosas. Traje todo lo que pude de ropa, pero dejé todo lo que estaba en mi habitación, dejé una parte de mí.
—¡Así que aquí están! —nos saluda Charlotte varios minutos después, cuando ya tenemos la mitad de mis cosas abajo—. Bienvenidos, espero que les guste Gouldberg tanto como a mí.
Mi tía Charlotte es bella. Bella del tipo de mujer terrorífica, elegante y pulcra que puedes ver en la televisión. Siempre usa ropa blanca, que destaca con su cabello pelirrojo.
—Gracias —digo. East se acerca para saludarla, y así es como comienza mi estadía en esta fría ciudad.
Varias horas después, ya en mí cama después de haber bajado todas mis cosas en mi habitación, de que Charlotte me mostrara su habitación y de que East se fuera para el departamento de sus padres, ya sola, me siento perdida.
Siento que lo he perdido todo, mi habitación es plana, nada como la de mi hogar, en la que había dejado una parte de mí. Para el colmo, mañana son los exámenes para entrar a la academia.
Sé que soy buena bailando, pero nunca se sabe lo que los demás, (en este caso la academia), querrán para su equipo. Algunos quieren bailarines modernos, variados, otros quieren bailarines clásicos.
Soy un tanto clásica, pero sé bailar un poco de todo, hecho por el que era la bailarina principal de mi anterior estudio.
No veo este examen como cualquier evaluación o competencia, la veo como la oportunidad de estar cerca de East, la única persona que me queda en este mundo. Quiero ser buena, impresionarlos y conseguir su atención, lo necesito.
Suelto un suspiro. Por dentro me siento demasiado acalorada, como sino tuviera nada de aire, las paredes fueran a caer sobre mí y hundirme en las profundidades del inframundo.
Me levanto y voy directamente hasta la ventana. Mi habitación da hacia el costado del edificio de al lado, no es como que tenga la mejor vista, pero al menos puedo sentir el aire frío en mi rostro.
Al salir lo primero que veo es lo que precisamente no quiero ver. En el tercer piso, andando por su propia habitación, está Sebastián.
Contengo la respiración. Las cosas se pondrán aun más difíciles con él tan cerca.
Me gusta, no, me gustaba mucho.
Desde aquel verano tuve la gran certeza de que, si algún día nos encontrábamos en el trabajo, estábamos en la misma compañía o simplemente se daba de alguna forma, lo intentaría con él.
Ahora, sin embargo, quiero que se aleje. No es él, es Layla. Ella me estará observando y claro que cada momento cuenta.
Él no luce bastante bien. Tiene los ojos hinchados, camina de un lado al otro como un perro enjaulado. Tal vez peleó con su padre.
Sale de su habitación a su propio balcón. Observa las estrellas con un anhelo que me conmueve, como si con solo mirarlas fijamente estas podrían llevárselo a un nuevo mundo, acabar con cada una de sus preocupaciones. Luego baja la mirada, es entonces que puede mirarme.
No es una forma de observarme normal, sino que en sus ojos veo como se siente igual de culpable que yo.
Estira su mano para saludarme, gesto que respondo con un movimiento de manos bastante torpe. Él me intimida, así que fuerzo una sonrisa, me estiro para tomar las cortinas de mi habitación y enseguida las cierro.
No quiero tener problemas, quiero estar tranquila.
—Y bien, Paulette y Betty, esta es la gran Academia Charlton —dice East en el momento en que entramos al gran aparcamiento de esta monstruosa y antigua escuela.
Betty es la minivan de mi abuela. Es curioso que ella esté aquí, en este momento tan importante.
—Es... —dudo, no encuentro las palabras para describir lo que hay frente a mí.
—Impresionante —completa él.
—Atemorizante —determino. Ambos contenemos la respiración, puedo sentirlo.
Observo la Academia Charlton. Es grande, vistosa, sí, pero son todas la personas que hay en ella las que llaman mi atención.
Son demasiadas, todas se amontonan y hacen filas en la zona de recibimiento buscando tener atención.
—Vamos —dice East una vez que hemos aparcado. Ambos intercambiamos miradas, nerviosos, es entonces cuando mi estadía en esta Academia comienza.
Este día parece que nunca va a acabar. Siento como si hubiera estado aquí por mucho tiempo, aun cuando no lo ha sido.
Las personas me rodean, chicos con las mismas ilusiones que yo, todos esperando a que les hagan las primeras pruebas del día. Nos mandaron aquí, al auditorio, solo después de haber hecho los exámenes de diagnóstico.
Aquí hay personas de todos los tipos, desde chicos pequeños y musculosos, hasta las típicas bailarinas de ballet, largas y esbeltas.
—¡Bienvenidos a la Academia Charlton! —nos recibe una de las maestras de la escuela, es alta, parece haber sido una buena bailarina en sus tiempos por su perfecta figura de bailarina, pero también es demasiado excéntrica, su ropa es llamativa y de demasiados colores como para contarlos—. Hay muchos aquí a los que ya conozco y otros a los que no, pero que eso no los intimide. Estamos haciendo audiciones para un nuevo año, no contarán las evaluaciones del año anterior, ni las del anterior a ese. Esta es la academia Charlton y queremos a lo mejor de lo mejor.
—¡Bravo! —grita un chico desde la primera fila. Es alto, tiene piel morena, ojos mieles y rulos que lo hacen ver excéntrico por la forma en que los tiene peinados. East y yo intercambiamos miradas divertidas a causa de su exageración, el chico aplaude y aplaude, extasiado.
—Ejem... —la profesora carraspera, incómoda—. Me llamo Clara Larson, soy una de las muchas profesoras de danza que hay en esta escuela. Les daré tres simples instrucciones, pongan atención porque una vez que esta audiencia termine no habrá nadie para guiarlos a su primera prueba. Primero, y ya deben de saberlo, hay tres áreas en esta escuela. La de ciencias, la de deportes, y la de artes. Podrán notar que el área de tronco común, donde se harán los exámenes académicos, es el gran edificio principal de la academia, pero si siguen caminando y llegan a la parte posterior de la academia, (lo que ya hicieron para llegar a este auditorio), notarán que el edificio sur es el de artes, (a su lado está el auditorio y detrás la explanada de presentaciones al aire libre), que en el área sureste están las canchas y nuestra famosa piscina olímpica, y que en el suroeste está el edificio de ciencias e investigaciones, así como también, a su lado, la cafetería. Después de hacérseles el examen diagnóstico, (esto es para todos, sin importar el área al que quieran entrar), tienen que hacer dos pruebas. Una dirigida al área en la que quieren estar y otra para su segunda opción. Esto es, y estoy dando un ejemplo, que si yo quisiera entrar al área de artes, específicamente en la danza, haré primero la prueba para entrar a esa área y luego haré la de mí segunda opción, por ejemplo, entrar a la misma área de artes pero con enfoque en la música. Eso es básicamente lo que harán, aunque también deben de tener un horario y guía para sus aplicaciones. Pueden irse.
East y yo intercambiamos miradas nerviosas. Las pruebas están sobre nosotros, es nuestro deber pasarlas con honores.
—Odio estos casilleros, son demasiado pequeños —dice una de las chicas que están a mi lado mientras nos cambiamos para la prueba de danza. Es rubia, tiene ojos grandes y vistosos verdes y una sonrisa bastante amigable.
—Si quieres puedes guardar algunas de tus cosas en el mío —sugiero, ella sonríe amablemente, centra su vista en mí y guarda sus cosas enseguida.
—Muchas gracias —dice—. Me hubiera gustado traer menos cosas, pero estoy en la cuerda floja y todo cuenta en este lugar.
—¿Cuerda floja? —pregunto, ella sonríe aun más ampliamente, orgullosa con lo que sea que haya hecho.
—Nunca me interesó estar en esta escuela, creo que hay personas que se merecen estar aquí más que yo, por eso intenté que me expulsaran tantas veces que he perdido la cuenta.
—Eres el tipo de bailarina que no quiere serlo pero su familia la obliga —argumento, su sonrisa se ensancha.
—Pues sí, la verdad es que sí, pero ahora no puedo serlo, quiero seguir en esta escuela para poder estar con mi mejor amiga.
—Que curioso —digo—. Yo hago lo mismo.
—Bueno, pues hagámoslo por ellos —me anima.
Ambas intercambios miradas cómplices, un silencio cómodo se cierne sobre nosotras. No hablamos más, pero sé con seguridad que si ambas entramos este año a la academia seremos grandes amigas.
No creí que esta escuela tendría un nivel tan alto. Los maestros, las instalaciones, los mismos chicos, la competencia.
He visto presentaciones maravillosas, talento en bruto, talento en desarrollo, talento puro, como el de la chica con la que hablé en los vestidores.
Todos estamos enumerados, ese ha sido el orden por el que nos hemos ido presentado. Mi corazón late rápidamente al saber que seré la siguiente en pasar una vez que el chico que acaba de subir termine.
Es un bailarín de pies a cabeza. Alto, pero no demasiado. Delgado, pero bien constituido de músculos. Tiene una bella apariencia, cabello negro, ojos verdes, claros, y un porte distinguido.
—Mi nombre es Marco Higarelli, y soy el número treinta y uno —dice. Hace una leve reverencia, luego sigue—: A continuación bailaré una coreografía creada por mí basada en la de Smooth Criminal, de Michael Jackson. Muchas gracias.
El silencio que llena el auditorio es arrollador. Antes, cuando todos los que estaban para hacer el examen aquí habían llenado el lugar, había cierto aire de excitación y esperanza que llenaba el ambiente. Ahora sólo siento la competencia, los nervios, la gran cantidad de responsabilidad que recae sobre todos nosotros.
Recuerdo a Marco de las nacionales anteriores a las de este año, él había sorprendido a todos quedando en segundo lugar sólo detrás de mí. Es bueno, aunque no entiendo porque no viene con una coreografía clásica y llena de cosas difíciles que pueden hacerlo ver bien y decide usar una coreografía moderna creada por él. Imagino que tendrá sus razones.
Marco suspira, como armándose de valor, segundos después la música comienza. Es entonces cuando entiendo porque eligió esa coreografía.
Es buena, es buenísima. Parece conocerla tan bien que la tiene marcada en sus huesos, cada movimiento transmite algo que no puedo ni siquiera describir.
La coreografía se parece a la de Michael Jackson, sí, pero Marco logra agregarle algo nuevo, algo que impacta y muestra su esencia hacia los demás. Tiene movimientos más difíciles, una secuencia de giros impresionantes y un final arrollador. Marco le imprime sentimiento, una técnica admirable, —podría mejorar—, además de su propio y original estilo.
Me ha dejado pasmada, me ha inspirado y, a la vez, me ha puesto nerviosa. Este chico es grandioso.
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