06.

E A S T

—La vida es difícil. Nos la pasamos pensando en las aflicciones, en los problemas, en todo. No sólo nuestros, sino de los demás. Recuerdo... —justo en esta parte me detengo, un leve silencio ya que mi respiración se ha cortado, todo por lo agobiante de este momento— Recuerdo muchas cosas. Tengo una memoria muy peculiar, casi todo lo que sucede a mi alrededor lo retengo, tal como una gran memoria en la computadora. Me es difícil distinguir los momentos importantes de los que no lo son, todo obra de mi propia mente. Pero hay algo que recuerdo bien, y es la peculiar forma en que Gloria, la señora Parisi, vivía. Ella era una luz para los demás. Cada uno de los pasos que daba eran libres, sin inhibiciones, no pensando en lo que venía. Aun cuando se enteró del poco tiempo que le quedaba ella siguió fuerte, feliz, enseñándonos a Paulette y a mí lo bello que es vivir. La extrañaremos, fue una gran mujer. Un ejemplo, una imagen que nunca se borrará de mi mente. Conservaré sus risas, sus chistes, sus ojos al mirar a su nieta con orgullo. Gloria seguirá en nuestros corazones.

Con estas palabras termino. Suspiro, decaído, miro hacia el público, un montón de personas que conocieron a Gloria en vida, y voy de nuevo a los asientos, donde Paulette espera en la primera fila con una mirada perdida.

No ha llorado en todo este tiempo, sino que se ha mantenido inquebrantable, esa mirada fija en su rostro, sin un rastro de emoción.

La abrazo, consolándola, sin importar lo que mis padres tengan que decir después de esto. Paulette me necesita como nunca antes.

—La extraño —dice, inclinada en mí pecho—. La extrañaré siempre.

—Agradecemos las palabras de East Wong —dice Quentin Higgins, uno de los mejores amigos de Gloria en vida. Parece bastante afectado, como todos aquí, pero mantiene su porte, algo que sabe Gloria querría a pesar de todo—. Es el mejor amigo de la nieta de Gloria, creció con ella, la extrañará mucho más que todos nosotros. Les agradezco por venir, por honrar las peticiones de Gloria y por hacer esta ceremonia tan íntima y memorable. Ahora pasaremos a esparcir las cenizas de Gloria en el mar.

Gloria siempre fue diferente a cualquier mujer de todas las que he conocido en mi vida. La abuela de mi mejor amiga, sí, pero ambos la sentimos como nuestra madre.

Cuando mis padres estaban de viaje, cuando estaba enfermo, decaído, o necesitaba a alguien con quien compartir mis sentimientos, ella estaba ahí, conmigo, como si fuera su propio hijo. Tenía amor de sobra, a veces tanto que la forma en que su empatía no podía ser más grande terminaba dañándola.

Para su funeral, Gloria dijo que quería algo sencillo. Una reunión en el medio de la nada, personas que conoció bien vestidas elegantes, pero tampoco con sus mejores ropas, no quería darse tanta importancia.

Justo a las doce del día, en el punto más alto del sol, debíamos esparcir sus cenizas en el mar mientras también observabámos lo bella que era la vista, lo grande que era el universo, y como, ahora, era una parte completa de él.

Esparcir cenizas en el mar resultó ser mucho más complicado de lo que pensamos. Necesitábamos un permiso específico, tener las cenizas en cierto estado y un montón de cosas más.

Afortunadamente Quentin se ofreció a pagar lo necesario, e incluso conseguimos esparcir la cenizas de forma que, con el tiempo, se forme un arrecife justo en donde las dejamos caer.

No resultó tan sencillo, pero es justo lo que ella quería.

Paulette se levanta, va por las cenizas y deja la urna caer en el mar abierto.

—Gracias —dice mientras ve a la urna hundirse, todos lanzamos flores alrededor de ella, en celebración a la vida y el amor.

No sé cuanto tiempo pasa. Parece que este día nunca terminará, que el sufrimiento que Gloria nos ha dejado nunca terminará, que ese hueco siempre permanecerá en nuestros corazones.

Antes de que pueda notarlo, estamos de regreso. El barco avanza rápidamente de vuelta a la costa de Fanning. Paulette y yo permanecemos sentados en una de las habitaciones privadas de este, esperando a llegar. Es difícil hablar en estos momentos, por lo que permanecemos sentados, mirando hacia el vacío y esperando llegar a nuestro hogar.

El barco se detiene. Paulette y yo nos soltamos de nuestro abrazo, dándonos una última mirada de consuelo antes de salir de nuevo.

Mis padres observan todo desde el muelle, seguramente deseosos de que ya todo termine. Desearía que, por alguna vez, mostraran que tienen sentimientos.

Por su parte, los conocidos de Gloria vienen a darnos sus condolencias. Es estresante y puedo ver en el rostro de Paulette que desea que esto termine tan rápido como sea posible.

Algunas de las amigas de Gloria son tan molestas como las recordaba. No tienen reparo en hablar y discutir temas que no tienen nada de importancia en el momento, que me gustaría olvidar tanto a mí como a Paulette.

Incluso en el auto tenemos que hablar sobre eso. La diferencia es que este si es un tema que mis padres deben hablar con nosotros y no se están entrometiendo, solo controlan todo, como siempre.

—Paulette, me pregunto... —comienza mamá. Ella siempre usa el mismo tono para hablar, lento, cuidadoso, y que demuestra lo inteligente que es— ¿Has hablado con tú tía Charlotte?

—Sí —responde. Aun no me acostumbro a este tono de voz que le surgió cuando su abuela comenzó a ponerse más grave. Es gélido, sin sentimiento. No hay nada de emociones detrás de su voz, como si su propia vida también se hubiera marchado—. Me dijo que sólo quiere lo mejor para mí, bien puede ser quedándome con ustedes o con ella. Espero no ser una molestia el que me quede unos cuantos meses hasta que termine el año.

—Nunca serías una molestia —dice mi padre, que es un poco más liberal que mi madre pero sigue siendo desprendido y se centra demasiado en su trabajo—. Siempre serás bienvenida en casa.

Que hipócritas. Todos en este auto sabemos que Paulette no es el tipo de persona con el que mis padres quieren que me junte, primero, porque es bailarina y segundo, porque no es coreana.

—Gracias por su apoyo —contesta Paulette, tan amable como puede serlo en estos momentos.

—Hasta mañana jóvenes, tengan un buen fin de semana —dice la profesora Guillotine antes de dejarnos salir.

Me mantengo en mi lugar varios segundos esperando a que la multitud se vaya, entonces me levanto y me voy.

El instituto Godoy, al que asisto, es uno de los más importantes en toda la ciudad. Una de sus desventajas es su sobrepoblación, pero sigue siendo un lugar bastante bueno para estudiar.

Paulette me espera en la acera fuera del instituto. Mantiene su vista en el cielo, tan impaciente como siempre. No sé como lo hace, pero me distingue antes de que llegue, y dice:

—Me gusta esta escuela. Es linda, moderna, y aprendo muchas cosas.

—Es bueno saber eso —respondo, aunque no sé exactamente lo que se supone que debo responder a algo como esto.

Creí que Paulette odiaba esta escuela. De hecho, creí que odiaba a la escuela en general.

—Es enserio. —sigue, sin bajar su mirada— No quiero irme. No quiero dejar este lugar.

Ya decía que estaba siendo demasiado rara.

—Gouldberg es una ciudad bonita, no te perderás de nada, conocerás un montón de cosas nuevas, no sufrirás de este gran y horrible calor más y...

—Adoro la playa —sigue— Allá no hay playa.

—¿Y qué se supone que haga? —pregunto, irritado. Ella me mira por primera vez en el día, una pequeña sonrisa surgiendo en su rostro.

—Venir conmigo. Dile a tus padres que quieres vivir en Gouldberg, puedes ir al departamento que tienen allá, inscribirte en la academia a la que mi tía quiere que me inscriba y podemos ser felices por siempre.

La forma en que Paulette habla al describir su plan hace que mi corazón se apriete. No sé si sea posible. Mis padres son las personas más estrictas del universo entero.

—No puedo cambiar de escuela tan fácilmente cuando se trata de mis padres —respondo. Paulette rueda los ojos, irritada de que no pueda soñar con ella. Es solo que nunca he sido bueno con las bromas, es un poco difícil cuando tus padres son intelectuales y serios la mayoría del tiempo—. El instituto Godoy no es solo uno de los mejores de la ciudad, es uno de los mejores del país, y si me cambio tengo que ir a una escuela aun mejor.

—Tengo una escuela mejor —dice, sus ojos verdes brillando por primera vez en varios meses—. Layla asiste a la Academia Charlton, una de las mejores escuelas escolarizadas de baile del país, sino es que la mejor. Y no es solo una academia de danza, tiene artes, y ciencias, tiene el mejor laboratorio de toda la provincia, y la chica que quedó en segundo lugar a nivel nacional el año pasado, solo debajo de tí, esa chica asiste a esa escuela.

—La conozco —respondo—. No es tan fácil asistir a una escuela como esa, hay exámenes de admisión cada año y queremos entrar a tercero, el peor año de todos, el último.

—¿No sería eso un gran logro para tú importantísimo currículum? —insiste, casi rogándome, incluso— . Vamos, dile a tus padres que lo intentarás, que quieres algo nuevo.

—No sé si yo...

—East, te necesito. No puedo perder a alguien más.

Paulette es linda. Es el tipo de chica que logra agradarle a todos sin que siquiera lo intente.

Es inteligente, fuerte, bella, y bastante perseverante. Es así como logró convencerme.

Pero ahora, que estoy frente a la oficina de mis padres, es como si toda la confianza que ella me había inculcado se hubiera ido por el fregadero.

No está aquí porque está entrenando tempestivamente, como siempre, pero si lo estuviera estoy seguro de que me diría que está segura de que lo conseguiré, abriría la puerta de mis padres y me empujaría con fuerza para que entrara antes de que siquiera pudiera decir algo.

Sin otra cosa que hacer, toco la puerta.

—Pasa —contestan ambos al unísono. Giro el pomo de la puerta, enseguida abriendo y notando a mis padres en la misma posición de siempre detrás de sus escritorios de trabajo.

—Quiero hablar con ustedes sobre algo importante. Tiene que ver con mis estudios el año que viene.

—Puedes hablar —permite mi madre, cerrando al instante su laptop y centrando sus ojos rasgados en mí—. Pero, primero, déjame hablar. Sé que vas a pedir ir a vivir con Paulette, y desde ahora digo no.

Es tonto que pensara que mis padres me dejarían ir con Paulette solo con presentarles mis motivaciones, razones, y los beneficios que esto me daría.

Mi madre siempre tiene que saberlo y manejarlo todo, pero no dejaré que lo haga esta vez.

—No estoy deacuerdo con eso —le devuelvo, llamando su atención—. Entraré a la Academia Charlton, les daré todo lo que siempre me piden, calificaciones, buena conducta y seré amigable con sus amigos, pero solo les pido que me dejen vivir en su departamento de Gouldberg.

Mis padres se la pasan viajando por sus pláticas motivacionales, exposiciones de ciencias, y un montón de cosas que tienen que ver con su trabajo. Ni siquiera me alejaría de ellos porque casi no los veo.

La única traba es la cosa de Paulette, que mis padres no quieren que esté cerca de ella, y también Linn, mi niñera.

Ella es básicamente como mi madre, es la que me ha cuidado desde que tengo memoria. Lo complicado con ella es que es aun más estricta que mis padres, por eso no pude nunca sentirme relajado más que con Paulette y Gloria, que son las únicas que vivían tranquilas en este mundo mío de locos.

En lo que ha mí concierne, Gloria fue mi primera madre, Linn es la segunda y mi verdadera madre la tercera.

Mi padre, bueno, simplemente es él.

—Tienes que convencer a Linn de ir contigo... —es la última arma que tiene mi madre— No podemos dejarte sin supervisión, lo sabes.

—Claro que lo sé —respondo. Los ojos de mi madre se entrecierran en cuestionamiento de lo que sea que tengo en mente. Trato de contener una sonrisa de satisfacción al momento que respondo—: He hecho un trato con ella esta misma tarde y está feliz de vivir en un lugar en el que no tenga que sudar cada vez que sale del aire acondicionado que hay en casa. Dijo que me cuidaría en Gouldberg y también redujo mi toque de queda hasta las nueve y media.

Sé que mi madre quiere soltar un enorme gruñido en este momento, pero no sería tomado como un acto propio de una dama. Simplemente cierra los ojos, aprieta los labios, y cede.

Paulette estará muy feliz con esto.

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