05
L A Y L A
—Hoy cantaste genial.
—Gracias.
—El sentimiento que expresaste en esa canción fue... —Leonard suspira—, maravilloso. No es que nunca expreses nada en tus actuaciones, pero, la forma en la que lo hiciste hoy, debo decir que...
Y, como siempre, tengo que escuchar a mis estúpidos admiradores hablar de mi genial talento.
Lo entiendo, tengo que aceptarlo, cuando uno lo comparte con los demás es obvio que van a observarte y darte una crítica sobre lo que hiciste, es algo natural.
Lo que pasa es que tengo un problema con oír a estas personas hablar de mí, en mi cara, aun cuando me estén alabando. De todos los que me escuchan, sólo me importa lo que piensen los críticos, mis profesores, mi mamá, Sebastián (que es mi novio) y los cazatalentos.
Casi nunca me miran estos últimos, ellos sólo asisten a las actuaciones importantes, como los festivales de invierno o de fin de año, los cuales son cada seis meses, cada mil años para mí, y los momentos más importantes en mi vida.
Pero cuando por fin me note este cazatalentos, me haré famosa. Y cuando sea famosa no me importará quien me mire, con tal de que pague por hacerlo.
Entonces podrán decir todo de mí, y no importará porque seré rica, próspera y podré evitar a mis estúpidos admiradores teniendo a un montón de guaruras conmigo que me cuiden y protejan.
—¿Layla? ¿Me estás escuchando? —dice Leonard, llamando de nuevo mi atención. Juro que iba a contestarle para no ser grosera, pero no lo hago porque, frente a mí, veo al motivo de mis alegrías.
Sebastián, mi novio, el cual parece mucho más feliz de lo normal. Creo saber la razón.
Estamos en abril, la fecha en la que se eligen a los protagonistas para el festival de fin de año. Estamos en segundo, tenemos muchas más posibilidades que en el año pasado.
De hecho, conseguí el papel principal, y me muero por decírselo.
—Adiós. —me despido, antes de salir corriendo y lanzarme a sus brazos, ganando un montón de miradas de todos a nuestro alrededor.
Puede decirse que somos una pareja famosa, y me gusta que todos lo sepan, que sepan lo afortunada que soy por tener a Sebastián, al novio perfecto.
Le doy un lento beso, mostrando lo feliz que estoy. Él lo corresponde, sus manos firmemente agarradas a mi cintura.
—Hoy fue un buen día —digo, para saludarlo.
—Muy bueno —responde, sonriente. Como siempre, dos hoyuelos se marcan en sus mejillas—. ¿Lo lograste?
—Sí, y puedo decir por tú rostro que tú también.
—Maravilloso. Papá estará feliz por esto —dice, alegre—. Al menos por mí.
El papá de Sebastián me odia. Que no sea bailarina quiere decir que no soy lo suficiente para su hijo.
Y no, no tengo la culpa de que mi sueño no sea estar en un escenario por unos años. Lo que yo quiero es estar en la televisión, en los celulares, que todos sepan de mí.
—No creo que su felicidad dure mucho —digo. Soy honesta, como siempre—. Va a estar exigiéndote demasiado en cuanto sepa que harás una presentación importante frente a todos, quitándote todo el tiempo que podríamos tener juntos.
—Layla, olvidemos eso por el momento —ruega, sus grandes ojos, como siempre, evitan demostrar sus emociones—. Quiero ser feliz, al menos por este momento.
—Tú mencionaste a tú papá, no fui yo —digo, no pudiendo evitar que el enojo se oiga en mi voz—. Estoy harta de que te exija tanto, que te lleve al borde cada uno de los días. Mereces algo más que eso.
—No lo enfrentaré —sentencia, inamovible. Ambos comenzamos a caminar rumbo a nuestros edificios, (él vive en el que está al lado del mío, así fue como lo conocí)—. Ya te lo dije muchas veces y deberías aceptarlo, ¿Sabes?
—Como sea, sé que siempre dirás lo mismo, pero no puedo evitar tener la esperanza de que, en algún momento, lo dirás. Le dirás lo que piensas.
Nuestro camino es callado. La Academia está cerca de casa, por lo que tampoco es que sea tan largo. Aun con eso, se siente como llevar mil años caminando.
Entramos a nuestro vecindario y aun seguimos sin hablar. Caminamos varias cuadras hasta llegar a nuestro conjunto de edificios y nos detenemos frente al mío.
—Lo siento, —se disculpa, como siempre. Sebastián siempre tiene que tener todo controlado como ley de vida. Es su naturaleza. Las veces que peleamos él busca la forma de resolverlo todo, como el verano pasado, cuando nos separamos temporalmente y luego regresó cambiado— Papá es difícil de tratar, nadie lo sabe más que yo, pero está bien que te preocupes por mí, es porque me quieres.
—Te quiero demasiado —devuelvo, acercándome para abrazarlo—. Cuídate, de verdad.
—Lo haré —responde. Toma mi mano y la aprieta, un gesto muy nuestro, lo que hacemos para despedirnos. Lo suelto y voy hacia mí departamento. Vivo en el tercer piso, mientras que él vive en el cuarto del suyo.
—Me encanta la hermosa pareja que hacen... —dice Marco, en broma. Él seguro está regresando de la escuela también. Ruedo los ojos, girándome de vuelta para ver como intercambia miradas severas con Sebastián.
Ellos se odian, se repelen y no pueden evitar pelear y sacar chispas cada que están cerca uno del otro.
—Vuelve a burlarte de nosotros y... —comienza a devolverle Sebastián, pero lo detengo regresando hasta él y poniendo mi mano sobre su pecho. Nos miramos, comunicándonos sin palabras.
—Tú padre espera —le recuerdo, él gruñe, tratando de contenerse.
—Así es, tú papi espera para insultarte. Ya quiere decirte lo malo que eres.
—No le pongas atención —digo, empujando a Sebastián para que comience a caminar—. Marco te tiene envidia porque aun sigues en la Academia y tú si tienes un futuro.
Sebastián camina. Llega a su departamento y se desaparece de mi vista.
—Nunca tendría envidia de alguien que anda contigo —me devuelve Marco.
Por suerte Sebastián está ya lo suficientemente lejos para no oírlo, porque esto lo hubiera hecho explotar.
Me acerco a él lo suficiente como para verlo a los ojos, y le digo:
—Tal vez no, pero sí de alguien que ha conseguido todo lo que hubieras querido tener. El festival de invierno que dejaste, ahora el de verano, y tú lugar en las nacionales. Todo eso será de Sebastián.
—¿Sabes? Acabo de recordar algo —dice, venenoso—. El verano pasado, cuando yo le gané a Sebastián, él te engañó. Se besó con alguien en los baños en la fiesta para los ganadores. Una pelirroja con la que no dejaba de bailar y que ganó las nacionales. Ella si es una bailarina, a ella seguro que su papito si la querría. ¿No estás celosa? ¿Cómo perdonaste eso? ¿Tanto necesitas su popularidad?
No puedo hablar, es como si mi voz se hubiera apagado. Oír esta revelación ha hecho que, por primera vez en mucho tiempo, me quede callada.
Una pelirroja.
Una pelirroja que GANÓ las nacionales.
Sé quien es ella. Es mi prima. Es Paulette Parisi.
Ni siquiera me importa que Sebastián estuvo con alguien en el verano. Lo sabía, él me lo dijo, me lo confesó y dijo que no significó nada.
Lo que me importa es que estuvo con ELLA, con la perfecta Paulette, una de las personas que más aborrezco.
Estaba segura de que este día no podía empeorar más. De hecho, las pocas interacciones que tengo con Marco es lo peor que puede sucederme en un día normal.
Pero esto es lo peor.
Creo que debería considerar el meterme a un internado.
Lejos, muy lejos de aquí.
Pero no puedo. No puedo dejarle el camino libre a esa zorra mojigata.
Sé que es una zorra mojigata porque cuando Sebastián me comentó lo que tuvieron me dijo que estuvieron a punto de hacerlo, pero no lo hicieron porque era virgen.
Sebastián, mi novio, casi perdiendo la virginidad con alguien más que yo, con mi prima, no menos importante.
Menos mal que eso ya está resuelto.
—Layla —dice mi madre, taladrándome con su mirada verde—. Necesito una respuesta de ti. Tienes que entender que, si fuera por mí, dejaría que Paulette se quedara con los Wong, pero es imposible, porque la carta que Gloria mandó llegó justo cuando estaba con Anton. Él cree que debería recibirla como mi hija, y sino lo hago todo el trabajo que he hecho para conquistarlo se perderá. No queremos eso, porque es un productor famoso, él podría meternos en su círculo social, hacerte famosa.
—Paulette es una amenaza. Ella siempre se entromete en todo, podría ganar todos los papeles importantes en tercero, podría quitarme a Sebastián. No la quiero aquí.
—Siempre es bueno tener competencia —insiste mi madre, manipulando todo, como siempre.
—¡Estuvo con Sebastián! —grito, furiosa. Mamá entrecierra los ojos, yo explico—. Ese verano que nos separamos se conocieron en las nacionales. Sé de buena fuente que estuvieron juntos.
—¿Quién te lo dijo? —pregunta, visiblemente incómoda.
—Marco. Y no, no sabe que Paulette y yo somos primas, ni siquiera sabe su nombre. Me dijo que Sebastián se metió con una linda pelirroja que había ganado las nacionales.
—Sebastián está contigo. Si empiezas a ser neurótica desde ahora seguro se lo dejarás en bandeja de plata. Sé una cosa, y es que siempre tendrás competencia, y tendrás que atenerte a eso y ser la mejor. Eres la mejor, y lo serás tengas lo que tengas que hacer. Paulette vivirá con nosotros.
—Tal vez debías irte a vivir a Japón —dice Pablo, mi mejor amigo, mientras ambos bebemos y comemos en el almuerzo—. Tienes ojos grandes y cara de anime que les gustarían mucho. Podrías...
—Deja de burlarte —sentencio, molesta. Él rueda los ojos, Michelle parece un tanto asustada por mi mal humor—. Esto es de vida o muerte. Mi vida está arruinada.
—No creo que sea tan malo —dice Michelle, tratando de consolarme—. Piensa en ella como la hermana que nunca tuviste y siempre quisiste tener. ¿Cuál era su nombre?
—Henrietta —se burla Pablo, alargando las palabras. Lo taladro con la mirada, furiosa.
—Quería una hermana menor a la cual mandarle que sí o no hacer, no una que se besuquea con mi novio.
Mis dos amigos parecen bastante cohibidos después de oírme decir esto. Saben que alguien que se mete con mi novio no sale muy bien librado.
—No creo que su abuela muera tan pronto —vuelve a intentar Michelle—. De todos modos, ¿Dónde está Sebastián?
—Debe haber peleado con su padre ayer, siempre que lo hace se pasa los recesos tocando el instrumento que encuentre primero.
—No sabes cuanto te envidio. Sebastián es bailarín, es inteligente y sabe tocar todos los instrumentos conocidos. Es un Dios.
Forzo una sonrisa, incómoda. Es por eso que estoy tan insegura, porque sé que Paulette aparenta ser mucho más buena de lo que es, sé que puede quitarme todo los que tengo, que puede hacer que todos me olviden.
Ella no me engaña, aun cuando quiera lucir perfecta ante los demás.
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