Capítulo final
Cuando se va, me quedo con las ganas de gritarle. ¡No me podía dejar sola así como así! Está bien, toda la noche estuvimos en perfectas condiciones, charlando, incluso riendo. Pero en mi mente llena de películas, imaginaba que podía amenazarme de muerte si no lo dejaba de una vez. De a ratos, Holly me miraba, volteaba a vernos cuando Thom me susurraba algo al oído. Quizás preguntándose, que tan enamorado está su hijo.
—Mira, Peyton... —Nos encontramos subiendo las escaleras, yo tengo las manos por delante, y jugueteo con mis dedos nerviosa, como suelo hacer. Ella habla con ademanes—. Empezamos peor que con el pie izquierdo, y en parte fue mi culpa.
Toda su culpa.
Pero no digo nada.
Llegamos al pasillo que nos lleva a las habitaciones, y deja la puerta abierta hacia la suya. Aún en el marco, me quedo mirándola, no sabiendo si pasar o no. Todo está perfectamente acomodado, hay un leve aroma a perfume de ropa limpia. Ella ignora mi desconfianza y sentándose en la cama, se concentra en una caja transparente, al parecer de vidrio. Rebusca, con el ceño fruncido. Al rato parece encontrarlo y me dice que me acerque.
—Pasa, mira esto.
Dubitativa entro y la mujer me extiende una fotografía. Puedo verla ahí, junto a Thomas, en lo que parece ser su fiesta de cumpleaños. No hay niños, solo está Grace y un pequeño de cabello castaño, que se parece a Julián.
—Ahí tenía cinco años. Al ver la foto, recordé incluso el sabor de pastel que había pedido... También de cuánto quería invitar a sus vecinos, los de su misma edad.
Me pasó otra foto. En esta, decía ya que tenía seis, pero la escena era casi la misma. Thom sonreía, y ambas mujeres lo abrazaban, mirando a la cámara. Aquí, Julián no apareció.
—Su único amigo Julián, estaba de viaje, así que solo éramos nosotros tres, porque su padre tampoco se encontraba en casa.
Me va mostrando cada cumpleaños del rubio, y lo veo crecer en imágenes. Sonrío al verlo vestido tan elegante, a pesar de su corta edad. Pero a medida que van pasando años, él se ve más serio, diría que menos sonriente. Es recién a los catorce años, que su padre hace acto de presencia seguido en cada una. Me extraña que nadie más que esas cuatro personas formarán parte de su vida. No sé, al menos en los momentos que para todo niño deberían ser divertidos.
—No ví nada de esto hasta ahora. La caja estaba guardada en una cajón al fondo, y yo solo me limitaba a seguir agregando.
La última que me muestra, es del año pasado. Están George y Holly a ambos lados de él, Julián con su pastel en mano, fingiendo estar a punto de arrojarselo a la cara, y Grace regañandolo de atrás. También está su prima, con en algunas anteriores. Tenía el cabello un poco más corto, pero no demasiado. Me pregunto si siempre fue así, y ella me da la respuesta:—Nunca dejé que invitara a muchas personas a casa. Me quejaba de que ensuciarían, que tenía que pasarlo con nosotros.
>>Este último cumpleaños, cuando ustedes dos se habían separado, Thomas se negó a cumplir la tradición de cada año. Estaba furioso conmigo. Me evitaba en todas partes... —Ella hace un ademán y se queda mirando el suelo—. No soportaba la idea de que alguien pudiera cambiarlo. Sentía que así como apareciste habías deshecho todo lo que tantos años me costó formar.
Mi voz sale rasposa, así que carraspeo:—Pero su hijo seguía queriendola, eso, ni nada va a cambiar sus sentimientos.
Asiente y veo lágrimas en sus ojos:—Esta situación es mala para todos. Yo en serio lo extraño, y espero que él también. Pero hay algo que, aunque me cueste admitir, nunca he visto en todo este tiempo. Y es que él está enamorado. Te quiere muchísimo Peyton. Mentiría si no dijera que extraño como eran las cosas antes, de esa manera tenía su futuro asegurado pero, ¿cómo puede una madre imponerse a eso?
Sonrío levemente:—Él tiene un futuro magnífico, de eso estoy segura.
Holly se levanta y camina hasta su cómoda, para tomar un palito.
Al acercarse, descubro que no es nada menos que un viejo pincel. En la madera tiene talladas las iniciales de T. F, con letras desparejas, como si un niño lo hubiese hecho.
—Cuídalo bien, no lo lastimes. Devuélvele todo el amor que debe darte.
Por sus palabras comprendo que no se refiere al viejo pincel. Ella me dice que no lastime a su Thomas, que lo quiera como el seguro lo hace. Y, a pesar de todo lo pasado, me permito tomar su mano y darle un apretón:—Así lo haré.
Me sorprende que también presiona mis manos, y me vé a los ojos, como si fuera a decir algo importante:—Sé bienvenida a la familia.
Esas palabras me dan el resto de felicidad que me faltaba. Saber que Thom podrá recuperar la relación con su mamá, me hace muy feliz. Porque, ¿quién puede estar contento cuando su pareja sufre a causa de estas discusiones? No quiero ser la chica que se lleva al chico, quiero ser la chica que es parte de la familia.
Escuchamos pasos en la escalera, y luego Thomas asoma su cabeza, con rostro de pregunta:—¿Está todo bien?
—Claro, ya estábamos por bajar —dice la rubia mujer—. Vayan que yo ahora voy.
Su voz está extraña, como si quisiera llorar. Thomas ya está bajando las escaleras, apresurado por llevarme a casa antes de que Susan nos regañe, así que antes de salir, volteo a verla, para dedicarle una sonrisa.
—Peyton, esto debí decírtelo desde antes pero... Discúlpame por todo lo anterior.
Asiento y confirmo que ella está con los ojos a punto de soltar mil y una lágrimas:—Todo estará bien ahora.
Salgo de la casa con una tranquilidad que no había experimentado en todo este tiempo que estamos juntos. El ver las manos de sus padres moviéndose a medida que nos alejamos en la calle, me hace suspirar, y la sonrisa gigante de mi chico me dice que él se encuentra más feliz que yo.
—Gracias por ser la mejor novia de todas —Y su mano libre apreta la mía. Solo puedo mirarlo y pensar "Gracias por aceptarme desde el principio".
...
Una semana después...
Thomas por fin puede hacerme un tour por su apartamento. Ha pasado mucho tiempo desde que está viviendo aquí, y por una cosa o por la otra, nunca tuvo la oportunidad de mostrarme su moderno piso. Me da gracia que al entrar, lo primero que veo es la caja de madera que le regalé para que pusiera sus pinturas.
—Aunque no lo creas, este artefacto era lo que me faltaba para mantener ordenados los colores. Mi madre vivía quejándose de que siempre tenía todo tirado en mi escritorio, pero ahora mira lo bien que se ve. Estoy muy satisfecho con tu regalo, morocha.
Enarco una ceja divertida y sigo de largo, viendo todo. El ambiente es muy minimalista. Parece un apartamento de revista, esos que se exhiben y te preguntas como pueden tener tan pocos cachivaches en una casa. Bueno, Thom rompe un poco los esquemas, porque si bien sus pinturas están bien, hay lienzos en blanco sobre los sillones, y algunos bocetos desparramados en la mesa. Los acomodo todos juntos en una hilera.
—Está bien para mi, no sé, supongo que extraño un poco mi habitación. —Él se pasea con desgano y se tira al sillón, aplastando hojas de papel, mientras yo voy hacia la cocina—. La mayoría de los lugares eran minimalistas, y tuve que rendirme a las modas de hoy en día...
—Pero, ¿no te gusta? —pregunto, metiendo dentro de la alacena superior unos frascos de galletas.
—No estoy seguro, creo que es muy frío para mi gusto. Soy más de una cabaña elegante que del exceso de blanco. O quizás... —Piensa, clavando la vista en el suelo— hasta una decoración retro, con detalles rojos e inscripciones en la pared.
—Tienes ojo de artista.
Me pongo a fregar algunos platos que hay, porque siento que voy a morir de ansiedad al ver una cocina tan linda, sucia. Entonces Thom me rodea la cintura por detrás, y me da un escalofrío, creyendo que todavía estaría en el sofá.
—No te traje aquí para que limpies mi piso, Peyton.
—¿Sabías que es un desperdicio tener encimera de granito, este fregadero gigante y platos cuadrados cuando está todo lleno de grasa?
Su risa en mi oído me hace suspirar:—¿Y sabías que más es un desperdicio? Tener a una chica así en mi casa y no poder besarla.
Me río ante su tono seductor y cierro el grifo. Su mirada es intensa cuando me doy vuelta y creo que me tiemblan las piernas. Thomas huele a menta y jabón. Me gusta que toma mis manos mojadas, y las seca con un trapo de cocina que está a nuestro lado.
—Cuantas estupideces tuvimos que pasar para estar aquí, en este preciso lugar —murmuro, viendo sus pupilas dilatadas.
—Sabes que te habría elegido a pesar de todo, no iba a dejar que nadie me impidiera seguir.
Sonrío apenas y toco su barbilla:—¿Aunque mi cabello no fuera esponjoso?
Su risa baja es como un aleteo en mi corazón. Finge pensar y le doy un golpecito en el brazo:—Compraría una peluca por internet.
—¿Y si tu madre me asesinaba el otro día?
Adquiere un tono serio y yo me contengo la carcajada:—Es difícil ser romántico cuando estás riéndote de todo.
—Perdón. —Y mi risa es callada en cuanto me besa.
Y así nos quedamos, en ese momento ideal para una fotografía. Quizás en el futuro se plantearán nuevos problemas, dificultades que nos costará pasar, porque la vida las presenta constantemente. Pero, cuando nuestra relación sea cada día más fuerte, podremos solucionarlo de la mejor manera. Hablando, poniendo prioridades. Por ahora, quiero sentirme feliz y tranquila, abrazando al rubio que más quiero en el mundo.
—Está bien, ahora que lo pienso, me parecías lindo desde la tercera vez que nos vimos.
—Que mentirosa eres, por dios. ¡Si hasta pude notar que me espiabas de reojo en los almuerzos!
...
¡No lloren! Qué nos queda el epílogo :')
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