Capítulo 47

El ir tomados de la mano, me hace sentir más seguro. Sueno como un miedoso, pero si no me estuvieran viendo así, podría sentirme tranquilo. Soy una especie de insecto en clase de biología. La música está muy alta, y el ritmo hace que los cuerpos se muevan como en esas películas de hip hop. Ya sabes, aquellas en donde de vez en cuando se dan batallas de freestyle, y todos hinchan y pegan gritos. A lo lejos hay una barra, pero la mayoría del lugar está atestado de gente bailando.

Bills es muy diferente a todo lo que he visto alguna vez.

Peyton saluda a alguno que otro conocido, y yo soy una planta. Nos movemos entra la multitud, hasta que ella parece amar un tema y se pone a bailar, invitándome con la mirada. No quiero quedar mal frente a ella, así que comienzo a hacer pequeños movimientos, y noto que soy una tabla rígida, debido a los nervios. Todavía puedo sentir sus miradas, pero me gustaría poder seguirla.

Peyton me acerca a ella y casi grita, para que pueda escucharla: ¡No les prestes atención!

Entonces levanto mi dedo pulgar hacia arriba, como si en realidad no estuviera inhibido y comienzo a moverme un poco más. Todavía soy una tabla que no puede cordinar sus malditas piernas largas con la sexy chica que lo acompaña, pero al menos me divierto. Al menos mi novia sonríe y es la única que me hace sentir cómodo.

Así que, nos la pasamos bailando por un buen rato. Suelo voltear a mirar de vez en cuando, y si bien todavía llamamos la atención, ya puedo observar un poco más el lugar. El local es subterráneo, hay graffitis de pintura fluorescente en las paredes negras. En la mitad, puedo ver una especie de ring como si hubiera peleas de boxeo, cosa que pienso preguntarle después a Peyton. El dj está separado por una valla apenas, y mueve las manos, gritando cosas hacia algunas chicas que se le insinúan.

La gente viste informal, demasiado. Por parte masculina, muchos ocupan musculosas deportivas o de colores neutros, que muestran sus tatuajes. Del cuello les cuelgan cadenas doradas, y también usan anillos, aros y pañuelos o gorras en la cabeza. Las chicas son provocativas, u otras se limitan a pantalones grandes, y peinados descuidados.

Creo que estoy demasiado planchado.

No encajo para nada.

Demonios.

Todo este rato me la pasé bastante bien, pero al parecer, Peyton está cansada, porque decide sacarnos de la pista para ir a la parte de arriba, donde estamos más aislados de la música. Hay lugar para sentarse, y se puede ver bien hacia abajo.

—¿Te diviertes? —Me pregunta, arreglando una de sus delgadas trenzas.

Me llama la atención que tenga poco cabello, cuando al tenerlo con sus rizos normales, parece todo lo contrario. Tomo la punta de la que está del otro lado y respondo:—Estoy demasiado planchado.

Su risa resuena y me rasco la nuca nervioso. A ella no parece importarle, porque hace un ademán y niega:—Me gusta que seas diferente. No tienes que cambiar para encajar.

Suspiro y de repente mi estómago ruge con fuerza. Es raro que tenga hambre, porque comí un par de patatas fritas antes de venir, pero supongo que la comida chatarra es solo placebo. Peyton mira mi estómago y habla:—Deberíamos buscar comida.

Y entonces pienso que no creo tener ganas de comer algo de aquí. Soy sensible a la grasa, y es todo culpa de Holly, pero solo asiento y me resigno a morir esta noche:—Claro, pero quedemonos un rato más.

Paso mi brazo por sus hombros y recargamos nuestros cuerpos hacia el respaldo del sillón. Ella me cuenta varias cosas que no sabía de su vida, hago lo mismo también. Dulces de nuestra infancia, juegos del instituto y dibujos animados preferidos. Le digo que se fue sin conocer a mi erizo y se sorprende de que tenga uno. Pasamos de un tema a otro, mientras miramos a los demás bailar desde arriba.

—Oh, mira, es momento de una batalla —dice, levantándose del respaldo para mirar mejor.

—No me digas que también hacen peleas ilegales... —digo, escondiendo mi voz temerosa. Ya nos imagino corriendo del lugar, porque uno se accidentó.

Peyton niega, sin quitar los ojos del ring. Dos sujetos suben y el tema cambia, así como unas luces azules se dirigen ahí, iluminandolos. Ambos se mueven como para comenzar la pelea, y puedo escuchar los gritos de ánimo que tiran varios.

Freestyle.

Casi me desarmo de la tranquilidad al ver que se retan con movimientos, cada vez más buenos. Me imagino ahí arriba, y sé que no duraría ni el primer round. Son robots, y sus baterías se recargan a medida que el ritmo es más rápido.

Cuando la batalla ha terminado, y se define un ganador, me levanto del asiento y aplaudo, cosa que no hace nadie, así que lo dejo rápido. Morocha no se aguanta la risa, me abraza y su cuerpo vibra de seguir riendo:—Deja de pisotear mi orgullo —murmuro en su oído, y ella levanta la cabeza para mirarme.

Hace un esfuerzo para hablar y yo ruedo los ojos divertido:—Vamos por la hamburguesa, tengo hambre.

Son las dos de la mañana cuando salimos de Bills. La noche está un poco calurosa, pero aún así tomo su mano y como un cursi, dejo un beso sobre ella, cosa que la hace sonreír. Creí que iríamos en coche a un Mc Donald's, pero se la ve bastante segura cuando nos limitamos a cruzar del lado de en frente. Es un local pequeño, abierto las veinticuatro horas según dice el pequeño neon con la letra o apagada. El lugar está abierto y dentro hay cuatro mesas, frente a una pequeña televisión. Los pisos están desgastados, y la pintura cubierta de humedad.

La cocina...

La cocina está llena de grasa.

—¿Qué tienes antojo de comer? —pregunta, mirando los precios en la pared.

Entonces me acerco y le susurro, procurando que el hombre gordo con espátula no nos vea:—Hay un Mc Donald's cerca de aquí, si quieres, o...

—No, me gustan las hamburguesas de aquí —responde, asintiendo y viéndome con sus grandes ojos.

—Claro, me parece perfecto.

—Entonces, ¿qué vas a pedir?

Al llegar me tomaré un vaso tan grande de antiácidos que nada sucederá.

Miro los precios y son muy económicos:—Solo una ensalada.

Peyton enarca una ceja y sonríe de forma incrédula:—Deja de ser tan miedoso, rubio —Sus zapatos bajos hacen ruido en la cerámica, cuando camina decidida al mostrador—. Deme dos hamburguesas grandes con extra de bacon y extra de grasa.

Él sujeto anota la orden con desgano, y me encuentro con sus ojos en modo desafiante. Entonces llevo la mano hacia mi frente y creo que moriré antes de que me lleven al hospital por exceso de colesterol, y quién sabe, hasta alguna bacteria maligna.

Caminamos hasta las mesas y ella deja su bolso en el asiento, pero antes de que pueda tocar algo, tomo mi pequeño alcohol en gel que siempre llevo conmigo y desinfecto nuestra mesa, mientras ella se ríe de mí paranoia.

—Estas enfermo, rubio —dice divertida—. No moriras, ya he comido aquí varias veces.

—No tengo toc, pero el ver esos programas que ve Grace acerca de los gérmenes en lugares de comida rápida me dejó mal, sin exagerar.

Cuando llega nuestra comida, en muy poco tiempo, me tengo que contener de no pegar un grito, al ver la monstruosidad de grasa que tiene la bandeja de cartón. Sin embargo, todo desaparece de mi cabeza al oler el delicioso aroma que despiden. Peyton me graba mientras doy el primer bocado y capta mi cara de satisfacción al probar esa exquisitez.

—Está bien, me rindo, esto es mejor que en cualquier restaurante.

No me importó nada si tendrían que extirparme órganos después, porque pedí otra más, y papás para compartir. Mi compañera se rindió en su primer hamburguesa, y aunque le causaba gracia mi adicción, dijo que no debía comer más de una, porque era demasiado para mi débil estómago. Pero la tentación fue más grande, y mientras me contaba sus planes para organizarse en Juilliard, yo comía con tranquilidad.

La noche siguió su rumbo y ya eran casi las cuatro cuando volvimos a su casa.

—Creo que mi estómago esta moviéndose demasiado —digo, poniendo la mano ahí, y sintiendo un poco raro dentro.

—Te dije que debías comer solo una —Negó, depositando un tronado beso en mi mejilla, comenzando a abrir la puerta—. Gracias por todo, la pasé muy bien.

Me estiro y llego hasta ella. Por más de que quiera besarla, no creo que mi aliento después de todo eso sea el mejor, así que solo depósito un corto beso en sus labios. La veo sonreír y es tan hermosa que me pregunto donde estuvo todo este tiempo.

...

Mi celular marca diez llamadas perdidas de mi madre. Aún así, no dejo que eso quite mi buen humor, y solo apago el dispositivo. Dejo mi coche al guardia nocturno y al subir en el ascensor, y poner la clave de mi edificio, Holly se encuentra en la sala, como aquella noche hace tantos meses.

Me dejó sin habla. No puedo creer que hasta en mi maldito edificio ella pretenda controlarme.

—¿Qué mier** haces aquí, madre? Espero no quieras hacerme toda esa escenita de la otra vez.

Su voz es histérica, y muy fuerte para la hora que es:—¿Sigues viéndola? ¿Por qué te has vuelto tan rebelde, Thomas?

—¡Me he enamorado! ¡¿Eso es rebelarme contra ti?! Ella no te ha hecho nada para que la odies de esta manera.

No quiero seguir gritando. Camino hasta la cocina y tomo un largo trago de vodka, que me hace arder la garganta. Holly enciende la luz y camina hacia mi, quitándome la botella:—¿Esto es lo que quieres? ¿Ponerte borracho, vivir con alguien miserable y arruinar tu futuro? ¡Abre los ojos Thomas!

El alcohol todavía arde. No tengo ganas de discutir con ella, por el mismo tema de siempre. Recargo las manos sobre la encimera y cierro los ojos, preguntándome cuando terminara con sus estupideces. Mi estómago comienza a doler, y quizás no fue buena idea beber ese enorme trago, luego de comer tanto.

—Hijo... —Ella deja la botella sobre la mesa y apoya la mano en mi espalda— no estás enamorado de ella. Solamente sientes atracción, es algo pasajero. Quiero que pienses lo que puedes perder al salir con alguien de su calibre... Dinero, reputación, ¿desde cuándo vuelves tan tarde a casa? Quién sabe dónde estabas... —Sus palabras siguen entrando como pinches por mis oídos, y solo quiero que se calle—. No tienes que permanecer soltero de por vida, solo debes esperar a que aparezca alguien de tu altura, alguien como nosotros.

Volteo a verla y casi no la reconozco. Todo lo que dice me duele, porque yo si quiero a la chica de rizos. Odio que me diga lo que tengo que sentir o no. ¿Qué sabe ella de mis sentimientos? Peyton es mi novia, y nunca podría avergonzarme de lo nuestro. Nunca perdería nada por estar con ella, y por fin puedo decir que si estoy cayendo por alguien. La mujer que está frente a mis ojos, comienza a serme cada vez más vacía. Comienzo a agradecer el no ser como mi madre.

—No volveré a soportar ninguno de tus desprecios hacia mi novia. No soporto que te sigas refiriendo a ella de esa manera, y si no puedes aceptar nuestra relación, te invito a que desaparezcas y me olvides, porque confirmaría que mi madre no me quiere ver feliz. —Ella retrocede—. Ahora bien, si estás dispuesta a ceder y dejar de pensar que somos superiores a cualquiera, seguiré siendo tu hijo y nada de esto habrá pasado. Ya no soy un niño y sé que esto no tiene nada de malo. No perderé a esa chica porque tú no puedes soportar que nuestra familia no sea como querías desde el principio. La quiero, la quiero y debes aceptar las cosas como son.

Holly llora y quiere que me comparezca de ella, pero me mantengo firme e indiferente. Sus labios se fruncen, y cuando ve que no logra nada, comienza a caminar hasta la salida. Mentiría si no dijera que me duele que ella simplemente no lo acepte. Que prefiere desaparecer de mi vida a aceptar algo que me hace feliz. Pero si, mi madre no aceptara nada al menos por ahora.

...

¡Se nos viene el final muchachitas! Yo sigo con la entrevista que no logro terminar todavía xD

¿Sabían que las amo, no? :3








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