Capítulo 28

Lo que ella acaba de decirme me dejó destruido. No puedo creerlo, simplemente no puedo. Me dejó sin palabras, siento que me hubiera tirado un balde de agua helado en la cara. Y la dejé ir, porque, ¿qué puede una persona decir a eso? Alguien que no te quiere está perdido. Al menos ahora no tengo fuerzas para seguir.

Me rindo.

Y duele tanto decirlo, que me limito a conducir con la música a todo volúmen.

...

Todo continuó como siempre. Lo más raro de todo siempre es que tal como uno tiene problemas, los demás no, y nada cambia en tu ambiente. Solo nosotros somos los que lo hacen.

En el instituto se respira la tensión de todos. Bueno, al menos de la mitad. Algunos se limitan a conformarse con aprobar, ya que sus padres pagarán sus estudios y no me extrañara que algún soborno por ahí. Yo estudiaba, sin importarme lo que pudiera o no hacer. Y estaba decidido a seguir lo que tanto me gustaba. No le daría todos los gustos a mi madre, claro que no.

Suficiente arrancó de mi vida como para concederselo.

Faltan tres meses para ser exactos, y yo ya mandé la carta que quería, así que esperaba respuesta con tranquilidad.

Mientras tanto, trabajo con mi padre en la empresa. Él si me apoya y sé que me ayudará para poder surgir a flote entre tantos artistas. De hecho, ya ha hablado con varios de sus compañeros influyentes, quienes pidieron algunas muestras de mis mejores obras. Estoy fascinado por el mundo que se abre ante mí. Así que debo mandar las que más me gustaran.

Reviso entre tantas y me surge la duda. Solo tengo tres oportunidades para demostrar mi talento, así que debo aprovecharlo. Elijo la primera de mi colección en paisajes, la segunda es un collage. Me quedo pensando por la tercera y opto por un retrato, pero no tengo ninguno que me guste demasiado. Voy a mi carpeta de bocetos, y miro con impaciencia.

Ella está ahí, en blanco y negro. Con dudas en la mente, tomo el caballete para poner mi lienzo y comenzar a pintarla. Uso todos mis colores en ella. Me deshago en cada rizo, y recuerdo como eran en realidad.

La termino cuando ya es de noche y voy a por mi padre.

—Toma, puedes mandarlas.

Él las examina y da su aprobado con el dedo pulgar. Se detiene en la morocha y me mira con el ceño fruncido, para luego decir:—¿Es ella?

Asiento y suspira.

—Es muy bonita. Se la mandaré a Frank.

...

Los días pasan lento. Como que quiero llegar al final y dormir, esperando que algo cambie. Aveces solo deseo tener mi condenado apartamento de una vez, para alejarme de todo lo que envuelve a mi familia. Supongo que me harté de las visitas en donde la madre de Julián se dedica a reírse de los vecinos que se mudaron la semana pasada por no poder mantener su estilo de vida. O de Holly, fingiendo que nada pasó entre nosotros dos.

Perdí a mi chica por su culpa. Peyton es tan orgullosa que no me dejó explicar nada de lo que estuvieron pasando esos dos meses en los que desaparecí. Ahora quizás veo las cosas diferentes. Pero no necesariamente por eso voy a saber cómo acercarme, al menos por ahora.

Estamos a un mes de dar final a la secundaria. Nos encontramos con Barbara y Julián en una cafetería, bebiendo malteada, aunque mi prima se fue más por lo salado. Hay bastante gente, y ocupamos una mesa de afuera, justo en el balcón. Ruego que Ginger no aparezca en ningún momento, porque suele frecuentar este lugar, razón por la cual no quería venir.

—Mi madre quiere que vaya a la cena en donde está mi ex, solo porque cree que será una oportunidad para la familia. La verdad es que mi importa muy poco, pero no sé, me está insistiendo tanto que voy a ceder.

Alzo la mirada y miro a mi amigo. Veo que no es el único que está hastiado de que le digan que hacer.

—No vayas.

Los dos voltean a verme con el ceño fruncido, como si no me conocieran.

—Sabes lo importante...

—Que te importe poco por una vez en tu vida, pero hazlo bien. No vayas, sal a tomar cerveza y saca a la rubia esa que te tiene arrastrándote por el piso —digo, para darle un largo sorbo a mi malteada, mientras escucho sus risas.

—Tienes razón, maldita sea, no quiero ver a Jackeline nunca más y no van a obligarme.

Doy palmadas a su espalda, como si fuera un padre orgulloso de su hijo.

—Mi primo se ha vuelto un defensor de los derechos.

—Supongo que ya me cansé de toda la vaina.

Sigo tomando la malteada, y pierdo la vista entre la gente. Estamos en una zona bastante céntrica, con varias escuelas y dos universidades. Las fechas de inscripciones han comenzado, así que es normal ver todo este revuelo. La ciudad de Nueva York nunca descansa.

Me detengo en una chica.

Oh dios.

Está parada, como si esperara a alguien. Siento que me pongo más blanco de lo usual, y no puedo dejar de mirarla. Sus rizos están amarrados en un recogido, y está más arreglada que de costumbre. Es preciosa, la veo más preciosa que nunca, como si extrañarla me estuviera matando.

Alza la vista desde su celular y busca entre la muchedumbre.

Después de varios minutos mira hacia arriba, al balcón.

Levanto la mano saludandola, y la dejo arriba, sin saber porque estoy haciéndolo. Julián estira su cuello y Bárbara se levanta para ver quién es.

Peyton comienza a caminar veloz, con la mirada fija en el suelo.

—Demonios, ni siquiera sonrío —dice, el castaño a mi lado.

—No levantó la mano para saludarme, era obvio —añado, sintiendome más decaído que lo usual.

—¡Pero no quiso siquiera sonreirte!

Volteo la mirada al castaño que alza las manos pidiendo disculpas. Sonrío con desgano y ruedo los ojos, para luego decir:—Menos mal que no piensas seguir psicología.

Bárbara carraspea y ambos la miramos.

—Lamento interrumpir, pero no sé nada de esa chica. Nunca me contaste nada, Tom.

Le narro la historia y tardo una hora para relatar desde el comienzo. Ella escucha entusiasmada, porque la rubia ama cualquier cosa que tenga que ver con chismes, romance y esas cosas. Frunce el ceño al enterarse del final y como mi madre me prohibió cualquier contacto, al enterarse de su color de piel y posición social.

—Tía Holly se ha pasado con esto. Por favor, aveces creo que vivimos en el renacimiento, donde se vivían preocupando por el protocolo y reputación. ¿No piensas hacer nada? —pregunta, enarcando las cejas.

—Al menos no puedo hacer nada por ahora. La vez que logré irme me enfrenté a la tercera guerra mundial cuando volví. Solo queda un mes para que todo acabe. Mi apartamento ya está reservado, y va a ser la vía de escape para poder hacer lo que quiera.

—¿Y qué quieres?

—Ir a buscarla.

...


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