Capítulo 27
Llamé a su casa, sí. Al segundo día de que desapareciera de mi vida llamé a su casa. Porque su teléfono no es difícil de conseguir, ya que su padre es casi una celebridad. Todavía recuerdo a su ama de llaves negándose a darme información de él. No quise creer lo peor, claro que no, sería demasiado drama.
Así que ahora mismo, voy a volver a llamar.
Son las siete de la tarde, y me encuentro con el teléfono en mano. Mis manos sudan y estoy segura de lo que hago. Me cansé de fingir que todo iría mal, y por primera vez en la vida, haré caso a lo que en serio quiero. Me gusta Thomas, y estoy dispuesta para hacer que esto funcione.
Marco el número.
Comienza a dolerme la panza.
Maldigo que al tercer tono nadie responde.
Me cogen el teléfono y en mi mente hay fuegos artificiales.
—Residencia Foster, diga.
Esta vez, la voz es masculina. Suena elegante, hasta diría que tiene acento francés. Muerdo el interior de mi mejilla y respondo con la voz más educada que tengo:
—Hola, ¿puedo hablar con Thomas?
Escucho movimientos al otro lado de la línea y hay silencio. Minutos después, una respiración vuelve a escucharse, y es una voz femenina la que habla:—Mi querido Thomas no puede atenderte ahora. ¿Eres Peyton?
Me quedo de piedra al oír que sabe mi nombre. Debe ser su madre. Mi corazón late a mil. No sé qué decirle. Intento tranquilizarme.
—Sí, ella habla.
—Ah, claro, es un gusto platicar contigo. —Su voz es amable, y una aparente tranquilidad me invade el cuerpo. Todo este tiempo creí que ella en realidad me odiaba. La mujer carraspea—. Lamento no haberte podido conocer en persona, ¿cómo estás?
Me es imposible no fruncir el ceño. Relamo mis labios y no sé porque estoy charlando con ella como si nos conociéramos de toda la vida.
—Ah, bien, bien, creo... —Y después no se que mas decirle—. Perdón las molestias, pero en serio, hace varios días quería hablar con su hijo...
—Hum, querida, siento decirte que eso no va a poder ser posible. Bueno, en realidad podría llamarlo ahora mismo, pero está en su habitación con esa chica, no recuerdo su nombre... —duda, y yo no puedo creer lo que estoy escuchando—... Ginger, Ginger es su nombre. ¿Son amigos, no?
Ginger. Ginger. Ginger.
Estoy destrozada, y me siento enferma porque no tengo razones para sospechar de él. Dios, pero como no hacerlo. ¿Es posible que me haya olvidado tan rápido?
—Sí señora, somos buenos amigos.
—Bueno, entonces no creo que le moleste hablar contigo, ya sabes cómo son los varones, están con la novia y se olvidan de todo.
Mis ojos se llenan de lágrimas. Es automático. Mis dedos son temblorosos, mientras sostengo el tubo con un dolor tan grande, que quiero terminar esta horrible conversación. Agradezco que mamá no esté en casa.
—No, no quiero molestarlo. Hum, debo colgar.
—Lamento mucho que mi hijo sea tan descuidado, le diré que llamaste.
—No, no, no se lo diga. —Hago mi mayor esfuerzo por no quebrarme en cualquier momento—. Gracias por todo.
—Adiós, querida.
Termino la llamada y estoy llorando en completo silencio. Voy hasta mi habitación porque temo de que mamá vuelva en cualquier momento y cierro la puerta. La pintura se muestra colorida en la pared y me apresuro a quitarla con dolor. Abro la puerta del closet y allí la dejo, procurando que poco a poco, sus ojos desaparezcan de mis pensamientos.
¿Tan tonta fuí? ¿Creía que él podía sentir algo por mí? Claramente fuí su chica de rato, pero nunca pasaría a mayores. Ginger será una chica rica, la cual compartirá sus metas y podrán formar un futuro juntos. ¿Por qué tengo que quererlo así?
Cierro los ojos con fuerza, al recordar nuestro beso, y poco a poco, comienzo a tejer mi capullo nuevamente. ¿De qué me sirvió volverme vulnerable ante él? Destruyó mi corazón en tan poco tiempo que me siento estúpida por haber creído que él sería diferente.
...
Han pasado dos meses desde que él se fue.
Nunca mando mensaje, nunca llamo, nunca vino a verme. Me acostumbré a extrañarlo, porque por más de que quisiera volver a ser fuerte, el daño ya estaba hecho. Mi cariño hacia ese rubio ya estaba en mi, y no podía desecharlo de la noche a la mañana.
Le conté todo a Sasha, y me abrazo muy fuerte, diciéndome que era solo un chico, que no importaba y era poco para mí. Típicas palabras de amiga. Mamá me dijo lo mismo, y no sé cansaba de intentar mantenerme con el ánimo arriba todo el tiempo. Traía pizza algunas noches, veía películas conmigo y sacabamos juntas a pasear al grandote de Hulk. Este último, se escurría por debajo de mi brazo cuando a la noche lloraba en silencio, recordando lo lindo que fue todo mientras duró.
Es martes y me encuentro practicando una nueva coreografía con ellos. Todo me sale mal, y los niños lo notan. Los pasos no me salen, me acabo de doblar el pie y maldije en voz alta, a lo que terminé pidiendo disculpas. La más pequeña del grupo me soba la espalda y me susurra al oído con cariño:—Todos lo extrañamos.
La abrazo y me esfuerzo para no hacer una escena en medio de todos mis alumnos. Kim nota eso y los pone a trabajar, mientras yo voy al baño. Ahí dentro, me veo en el espejo y me odio demasiado por estar así. Dios, es solo un chico. ¿Qué derecho tiene para hacer esto en mi? Sé que soy la única con el poder de actuar, pero todo me cayó tan rápido que no tuve tiempo de protegerme. Su partida, su ausencia, su olvido.
Lavo mi cara y cuando salgo, veo a una Kim con cara de póquer. No quiero preguntar. Ella se me adelanta.
—Es él. Está en la puerta, no lo dejé entrar porque es tu decisión.
Niego con la cabeza. La pelinegra me toca el hombro y antes de que me vaya dice:—No hagas nada estúpido.
Subo las escaleras que salen a la calle y ahí está. Me mantengo fuerte, me protejo en lo que soy, en lo que intente construir toda mi vida. No me esperaba en lo absoluto que me rodee el cuerpo con fuerza, como si en serio hubiese extrañado todo de mi. Es tan alto que soy una minúscula hormiga al lado de él.
Lo aparto.
Se queda con los brazos todavía extendidos y sonríe en pregunta. Es hermoso. Lo odio.
—Ve a despedirte y vete de aquí.
—¿Qué? ¿Qué te pasa?
Le hago un ademán con la mano para que vaya y él pasa por mi lado, con el ceño fruncido. Se tarda unos minutos dentro, minutos que estoy en la calle, sin sentir frío, pero con mis dientes carraspeando. La gente me mira vestida, con mi sweater crop y los pantalones de mezclilla. Una loca enamorada en el medio del hielo, esperando al chico que tanto quiere. Esperando que vuelva para poder despedirlo de la forma más dolorosa.
—¿Puedes decirme que te sucede?
Thomas vuelve a rodearme y esta vez no lo detengo. Cierro mis ojos por un instante y disfruto de lo último que me queda así. Lo último que me queda con él. Hace reposar su barbilla sobre mi cabeza y sé que esto es más doloroso todavía, pero supongo que soy masoquista, porque quiero disfrutar de este último abrazo.
Ante mí falta de palabras, vuelve a decir:—Te extraño muchísimo, morocha.
Mi corazón se quiebra en pedazos más pequeños de lo que ya estaba.
Tomo aire y con lágrimas en los ojos, aparto sus brazos de mi. Él ve mis lágrimas y se apresura a quitarlas con la manga de la sudadera.
—No quiero volver a verte.
Su cabeza se tuerce un poco y abre la boca para decir algo. No diré nada de lo que me lleva a tomar esta decisión. Claro que no lo haré, es suficiente con saberlo. Y por más horrible que suene, prefiero hacerlo de esta manera. No seré una chica resentida, reprochando cosas que ni siquiera tengo derecho a decir. Voy a devolver el dolor que me ha dado, alejándolo de mí.
Y luego me digo ilusa. ¿Qué dolor? Este rubio hermoso nunca sintió nada.
—¿Qué estás diciendo?
—Lo que escuchaste. No tuve el valor de decírtelo antes, así que solo vete. Vuelve a tu vida como la conoces, yo continuaré en lo mío.
—¿Por qué lloras entonces? Sé que me quieres. —Él niega con la cabeza. Está molesto, enojado—. Mier** Peyton, ¿qué sucede contigo? Hice lo imposible para venir a verte y...
—Wow, gracias por tu caridad, amigo. —Me duele, me duele demasiado—. No te quiero aquí, vete.
—¿Pero que te lleva a decir esto? ¿Te gusta otro?
Díganme que no escuché eso.
—¿Cómo te atreves a preguntarme eso? ¡No soy una perra, si a eso te estás refiriendo!
—No quiero decir eso, Peyton, por dios, ¿puedes explicarme?
Se ve desesperado y me pregunto cuál es su capricho de niño rico para quererme también. ¿Qué quiere de mi? Así que, tomando toda mi fuerza de voluntad, camino hasta la puerta del local, y sé que está conversación terminará después de esto:—Dejé de quererte hace tiempo, solo piérdete.
Retrocede. Alza la manos arriba y niega con la cabeza.
Escucho sus últimas palabras con tanto dolor que no puedo volver a entrar:—No volverás a verme.
...
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Gracias por todo, en serio, amo sus comentarios, me hacen reír mucho 😂.
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