Capítulo 26
Su reacción me deja sorprendido. ¡Nos estábamos besando! Sus manos se aferran a mi nuca y yo estoy tembloroso, desarmado hasta los pies. De hecho, tardé en caer a la realidad, o quizás nunca lo hice.
Escucho un sonido timbrando dentro de mi pantalón. Peyton se aleja y frunce el ceño, esperando algo. La miro y no sé porque dejó mis labios.
—El celular, te están llamando.
—Ah, si, claro...
Mis manos están el triple de torpes, así que cuando me pongo a buscar en mis bolsillos, la música aumenta el volúmen, haciéndome gruñir. Demonios, ¿quién rayos interrumpe algo tan épico como esto? Ella se acomoda en el asiento y me mira, expectante. Por fin, tomo el teléfono y atiendo.
—¿Qué?
—Vuelve a casa de inmediato, Thomas, ¿dónde estás?
Mi mandíbula se tensa. Holly suena histérica.
—Voy en camino. No hace falta que me estés controlando, madre.
—Te quiero aquí en menos de cinco minutos.
Corto la llamada y creo que ella ha escuchado. Tiene la mirada baja, y juguetea nerviosa con sus dedos. Paseo la vista por sus rizos y están un poco desordenados. Sonrío, porque me alegro de haber sido yo el responsable de eso.
—Tengo que irme. —La morocha deja un beso en mi mejilla y susurra algo antes de abrir la puerta del coche:—En serio voy a extrañarte.
—Hey, espera, esto no es una despedida, ¿verdad? —Alcanzo a decir, y sé que mis ojos casi suplican un no.
La veo desviar la mirada y entre abrir sus labios. No me gusta esa reacción, y odio con todo mi ser esa maldita llamada de hace un rato.
—Claro que no.
Pero no sé porque siento eso como una mentira.
...
Aceleré el coche hasta llegar a casa. Estaba de muy mal humor, y rogaba que mi madre se haya dormido de una vez. Aunque al llegar, comprobé que usan debil luz estaba prendida. Llevaba puesta su bata de seda, sus ojos mostraban irritación, tenía el celular en la mano.
—Julián no estaba contigo. Llamé a su madre y dijo que él dormía. ¿Me quieres decir con quién estabas? Sé que no es nadie del instituto, tú instituto.
Camino hacia la pequeña encima y bebo un vaso de agua con velocidad. Siento mi garganta muy seca aún, así que carraspeo para quitarme la incomodidad. Holly espera mi respuesta, sé que mi padre está despierto en la habitación, pero no quiere interferir en toda esta basura.
—Estaba con una amiga, que no conoces, y me gustaría presentarte algún día —digo, manteniendo mi tono de voz neutral.
—Tuve que llamar a ese lugar y preguntar con quién andaba mi hijo estos días. Con quién se iba después de las clases. Me dijo sus nombres, que parecían ser tus únicas amigas. ¿Es una de ellas, no? —Se levanta y camina hacia mi. La luz le da sombra, pero no me hace falta verla para conocer el tono de su rostro.
—Sí, no tengo porque ocultarte nada.
Mas bien, esa fue mi reacción instintiva.
—Es peor de lo que me imaginaba. ¿No te da vergüenza? ¿Hacer eso a nuestra familia? Primero, quieres ser un artista indigente y segundo, quieres pudrir tu vida conociendo a una muchacha negra y miserable...
Mi padre se levanta y nos mira desde el marco de la puerta. En mi interior, una bomba explota, y quiero decirle mil cosas, maldecir en su misma cara y aclararle que no me importa todo su racismo, yo quiero a Peyton y todo continuará como hasta ahora. Pero sé, que las cosas desde este mismo instante, serán más difíciles que nunca.
Holly es capaz de todo.
Y por desgracia, es mi madre, y vivo bajo su techo.
—No vuelvas a decirle miserable. Sabes que no me importa nada de eso...
—A mí si. Por favor, Thomas, ¡ten decencia! ¿Qué dirán nuestros amigos y vecinos cuando te vean con ella? Espera a llegar al instituto, todo volverá a ser lo mismo. Hay muchísimas chicas que morirían por ser tú novia.
—No quiero una novia, mamá, quiero a Peyton. La verdad es que todo esto no llegará a nada, porque no pienso cambiar mi opinión.
—Te prohíbo que vuelvas a verla.
—¿Y qué piensas hacer, eh? ¿Encerrarme para evitar que vuelva? No puedes impedirme que vaya a donde quiera.
—¿Me estás retando, Thomas?
Su voz es tan nerviosa que temo lo que pueda decir. Mi madre es capaz de hacer cualquier cosa y sé que esta discusión terminará en lo mismo. Ella nos maneja como marionetas, porque mi padre nunca supo establecer su opinión. Él siempre cedió a sus caprichos, y dejó que dominara cada aspecto de la familia Foster a su conveniencia.
Admito que tengo miedo cuando la rubia apaga la luz de la lámpara y comienza a irse del comedor.
—Créeme cuando te digo que nadie pasará por encima de mis intenciones, hijo.
...
Me costó demasiado dormirme. Por mi cabeza volaban demasiadas cosas. El beso, volver a la realidad, mi madre con sus oscuras jugadas. Como para las siete, escucho que papá me despierta y dice que debemos irnos. Así que ahí estaba, todavía en pijama, con un abrigo encima, yendo a casa.
Viajamos en la camioneta familiar. Ninguno hablo durante todo el viaje. Holly se veía animada, como si nada hubiera sucedido. Incluso, cuando me había cepillado los dientes, me preguntó si había dormido bien, cosa que no respondí.
La casa estaba en las mismas condiciones que la habíamos dejado, incluso mejor. Ahora había seguridad por todas partes, cosa que se había colocado en especial para los periodistas, que no dejaban de acosarnos desde hace cuatro días que habíamos vuelto. Porque sí, todo volvía a ser lo mismo.
Recorría los pasillos con casilleros, acompañado de Julián y mi prima Bárbara, la cual nos contaba de cuánto le había costado pasar el último nivel de su juego favorito. Me preguntaba que harían las chicas en estos momentos, y me sentía horrible por como estaban transcurriendo las cosas.
—Hola, Tom.
Los dos que me acompañan de detienen para ver de quién se trata. Yo sé que Ginger me está persiguiendo desde que volví a pisar este lugar. Me pregunta como estoy, si quiero sentarme con ella, que siempre le gusto el color de mis ojos con nuestro uniforme. Ginger es esa pelirroja que me traía loco desde hace varios años.
—Hola.
Por alguna extraña razón, me siento mal por siquiera dirigirle la palabra. Como si la culpabilidad me invadirá sin razón, porque en realidad, no estoy atado a nadie. Ella no me gusta, pero últimamente no puedo sacarmela de encima. No es una mala chica, claro que no, solo que no me siento bien entablando una conversación con alguien que en el pasado me había gustado tanto.
Sé que a ella no le gustaría.
Barbara tira del brazo de Julián, para dejarnos solos, y maldigo por mis adentros.
—Sabes, me dieron un trabajo de arte y no soy muy buena que digamos con los pinceles. Me preguntaba si tan solo pudieras ayudarme, aunque sea a saber cómo manejar todo el tema de los colores, y a no salirme de las líneas...
Sus ojos verdes me ven con un sonrojo en las mejillas. Como alucinación, la cabellera lacia de Ginger de vuelve rizada, y sus ojos son almendrados y tan oscuros, que creo reflejarme en ellos. Su piel es de un bronceado tan luminoso...
—¿Hola? ¿Qué te pasa Tom?
Presiono los ojos y sacudo mi cabeza sacándola de ahí. La pelirroja frunce el ceño, así que niego con la cabeza.
—Lo lamento, Gin, no creo ser el mejor para estas cosas...
—Por favor, no seas así, será solo un rato. —Sus manos me sacuden el sweater escolar y largo un suspiro.
—Está bien. Ven a casa a la tarde.
Comienzo a irme y siento un pinchazo en mi interior. Me desespera no poder hacer nada para remediar lo que está sucediendo. El que Holly me haya cambiado el celular, que haya restringido mis llamadas, que colocara a sujetos de seguridad en toda la maldita casa para que no pudiera visitarla ni comunicarme. ¡Mi maldito coche tiene un rastreador! Aveces creo que la mente de mi madre se encuentra enferma. Enferma de odio.
...
Oh dios, la cosa se puso horrible por acá :( Perdón, no me odien.
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