Capítulo 23
Recibir ese mensaje me deja anonadado. Todo lo que llegué a pensar esta tarde, se quedó flotando, como si de un objeto en el espacio se tratase. Una sensación de bienestar, mezclada con profunda melancolía.
Porque siento que ella quiere despedirse. Y odio creer que no volveremos a vernos después de este domingo. ¿Por qué las cosas tienen que terminar así? ¿Por qué tienen que terminar?
No quiero que eso pase. Volveré a intentarlo. Le mostraré que no tiene porque alejarse de mí. No somos tan diferentes. Siempre vale la pena intentarlo.
Aunque llego a pensar que quizás no quiera más. Tal vez una amistad sea lo máximo que pueda lograr, porque en realidad nunca llegué a gustarle.
...
En la mañana del sábado, mis padres volvieron a irse para el juicio de los sujetos. El protocolo no duró demasiado, porque los hechos estaban demasiado obvios como para no verlos. Todo era por simple derecho. Ambos estaban muy alegres cuando obtuvieron unos cincuenta años de cárcel por dicho crimen.
Comimos langosta y tomaron vino de una cosecha privilegiada, según explicó mi padre. Como para las tres de la tarde, un camión de la mudanza vino a recoger todas las cosas. Me dijeron que había varias personas terminando de preparar y limpiar la casa para que nos fuéramos mañana.
Por mi parte, informé que tenía una invitación a una velada elegante, hoy por la noche. Me preguntaron si Julián iba, dónde era, que me comprara un nuevo traje. No les dije que me acompañaría Peyton. Tampoco es como que la conocieran, pero sé que si les decía de donde la conozco, mamá no me apoyaría. No quería discutir precisamente hoy acerca de eso.
Así que, a las cuatro de la tarde, me dirigí al local donde suelo comprar para fiestas y noches de gala. Sé que el lugar donde iremos es uno de los más famosos en New York, por lo tanto, quiero encajar con el ambiente. Mi padre ha ido varias veces con mamá, porque gusta del jazz de vez en cuando. Recuerdo a Holly quejarse de ser música "para negros", así como que tuvo que convencerla de que puede variar, de que muchos músicos son blancos.
Una vez elegido lo mío, y con bolsa en mano, me estoy dirigiendo al coche nuevamente. Coche que me devolvió papá justamente hoy, que también se encontraba embargado. Una vidriera llama mi atención, y no sé porque, ya que no suelo fijarme en esas cosas.
Hay un vestido. Sonrío, y sé que es perfecto para ella.
...
Debo pasar por Peyton a las nueve. Son las ocho treinta, y me encuentro abrochando los últimos botones de la camisa blanca. El espejo de la habitación está arruinado de los lados, y me recuerda que aún estoy aquí, que luego de esta noche, se me devolverá a la vida de Thomas Foster. Sigo por hacer el nudo a la corbata azul, y me coloco el saco color marfil. Mis pantalones juegan perfecto con la corbata, y los zapatos marrones con el cinturon del mismo color.
Me siento conforme con el resultado.
Termino de peinarme y el celular me avisa de nuevo mensaje.
"Hey, mamá tiene que comprar varias cosas en el supermercado que está cerca de ahí. Iré con ella y nos encontramos ahí, ¿te parece?"
Frunzo el ceño, porque en realidad quería cumplir el cliché de pasar a buscarla, pero no me queda otra.
"Claro, entonces nos vemos."
Para cuando estoy listo, es la hora. Mi madre insiste en que le diga, pero finjo ser misterioso y me voy antes de que termine sacándome la información. Voy al coche y al subir enciendo la música. Doy arranque al motor, y suspiro satisfecho.
Aunque admito que en realidad me encuentro bastante nervioso. Pero no está de más fingir tranquilidad, así que sigo tarareando la canción que suena dentro.
Tardo unos diez minutos en llegar. Según me ha dicho, abren nueve y cuarto, así que estoy a tiempo. Dejo el coche en el estacionamiento privado de a una cuadra, y cuando terminó de pagar, no sé bien que hacer, porque no la he visto.
Me duele el estómago, mis manos sudan.
Tomo aire profundo y exhalo intentando tranquilizarme. Camino a paso veloz, dirigiéndome al elegante bar. Hay varias personas esperando entrar. Todos visten de forma impecable.
Muevo mis ojos por la acumulación. No la veo. Tomo mi celular y le mando un mensaje.
"¿Dónde estás?"
A mis espaldas, escucho el sonido de su teléfono. Sonrío. Sé que me estuvo viendo todo este tiempo.
—¿Me buscabas, rubio?
Volteo sobre mis talones y allí está. Tiene ese vestido con pequeñas piedritas doradas, haciendo que su piel sea como un destello brillante de sol. Su cabello está recogido de manera que algunos rizos caen con delicadeza sobre su rostro.
Me quedo viéndola. Es preciosa. Es única en toda esta ciudad.
—Creo que volví a nacer cuatro veces desde que te vi.
Ella se ríe. Escucho que abren las puertas y todos comienzan a pasar. Una ráfaga de viento me trae su dulce perfume, y quiero saber cuál está usando.
Su mano se extiende hacia mi, invitándome a tomarla, para que entremos de esa manera. Me encanta, ella me encanta, y no creo seguir fingiendo amistad está condenada noche.
...
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