PROLONGO

Era un día lluvioso, las incesantes aguas intentaban lavar los restos de sangre del suelo, árboles y flores presentes en el lugar, lo que antes parecía una pradera de hermosos verdes ahora estaba cubierta de un brillante carmesí

Los shinobis se detuvieron mirando al rededor con un ligero escalofrío, los cuerpos sin vida de los que anteriormente habían sido los Anbus de su aldea se esparcían como si de un adorno se tratase

Fue entonces cuando una pequeña niña hizo presencia en su campo de visión, caminando sin dificultad hacia ellos con la mirada gacha

La pequeña niña estaba llena de sangre, pero por lo visto no tenía un solo rasguño, en su mano derecha un pequeño conejo de peluche posiblemente blanco pero ahora de un color rosa fuerte, teñido por la sangre

Un pequeño sollozo se escuchó de su parte, los shinobi no bajaron la guardia en ningún momento, no hasta que la niña había levantado el rostro, sus ojos eran de un rojo carmesí, las lagrimas se confundían en la lluvia pero por los sollozos era obvio que lloraba

—Sharingan— susurro uno de los hombres con sorpresa

La niña tembló ligeramente y los miró a los ojos

—¿mami?— preguntó con temblor —¿porque... no estoy sola? Ella... me está hablando... quiere que la deje salir pero...— sollozo con más fuerza— ¡ella es mala! — gritó de pronto— ella lastimó a todos...

Sin más que decir la niña cayó al suelo inconsciente

Los shinobis se quedaron estáticos sorprendidos por la declaración

¿Quien había matado a toda una legión de anbus? ¿Porque aquella niña no tenía una sola herida? ¿Acaso... acaso fue ella quien desató aquella masacre?

—¡no se queden ahí!— grito con impaciencia uno de los shinobi acercándose a la niña —¡llamad al Mizukage! Decidle que encontramos a la chica — trago fuerte— y que ya es demasiado tarde

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