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MARIANNE
No me odio a mi misma pero si las sensaciones que mi cuerpo ha llegado a sentir.
Tengo miedo de decir mi secreto.
Todo comenzó cuando tenía catorce años y di mi primer beso jugando a verdad o reto. No me gustó, esa fue la primera impresión que tuvé. Pensé quizá es porque el chico no me gustaba, después probé con otros chicos de la escuela. La sensación fue la misma, nada, cero mariposas, cero química y demasiada saliva. Me resigné a que quizá tenía expectativas muy altas pero la situación empeoró cuando a los quince años conocí a Vivian y de repente empecé a sentir lo que todos alardeaban: las mariposas en el estómago. Mierda, pensé en aquel entonces. ¿Cómo es posible que me guste una chica?
Hice lo imposible para que dejará de gustarme, pero su cabello pelirrojo, las pecas en su rostro y su sonrisa impecable me deslumbraron y me hacían tartamudear cuando estaba frente a ella. Jamás pude hablarle y tuve que fingir con mis amigas e incluso mi hermana que me gustaba algún sucio niño de mi salón. Todo fue horrible cuando resultó que el sentía lo mismo y ahí me ven a mi yo cero hetero siendo novia de ese chico por casi tres meses. No se cómo aguante tanto.
Gracias a dios o al destino nos mudamos con mi madre que decidió casarse con su amor de juventud, debido a eso llegamos a este pequeño pueblo.
Mis experiencias había sido casi nulas con las chicas hasta el verano pasado cuando en una fiesta conocí a una chica de los ángeles que era claramente muy diferente a mi, que era pueblerina y seguía metida en otro hueco igual. Ella me enseñó muchas cosas, y gracias a ella aprendí mucho de mi. Pero nunca fui tan abierta con mi sexualidad como ella, hasta el día de hoy sigue siendo un secreto.
Con Samantha tuvé muchas aventuras y no solo me refiero a salidas a comer, realmente nos tratábamos como novias pero el tiempo de su estadía fue corto, cuando se fue tuve que vivir lo que nunca antes había vivido, una ruptura amorosa y nadie me comprendía porque no podía decirles, toda nuestra relación fue siempre a escondidas.
Después de eso no volvió a gustarme nadie más hasta que descubrí a alguien que siempre había ignorado, quizá andaba demasiado metida en mi mundo o quizá no me fijaba mucho en las chicas para no sentir nada, no lo sé.
Hubo un día en específico que ella llamó mi atención. En realidad, fue una completa estupidez. Era un día bastante lluvioso, estábamos en esos meses en específico, yo había olvidado mi sombrilla, mi hermana se había escapado temprano para verse con su novio y mi único amigo, Dylan, no salía de práctica de fútbol hasta la noche. Me quedé en la entrada viendo cómo las gotas caían, aguardé con paciencia, no tenía prisa por ir a casa. Todo estaba solo, no había ningún estudiante a la vista. Sin embargo ella apareció tras de mí, se posiciono a un lado de mi, miró con atención la lluvia y pude vislumbrar una pequeña sonrisa en su rostro.
―Me gusta la lluvia. Puedes usarlo.
Me quedé helada mirando su mano que extendía una sombrilla de color amarillo. La tomé temblando, y ella solo se despidió con un gesto de cabeza.
―¡Gracias!
Ella se marchó tan rápido como llegó y la sensación que dejó en mi fue indescriptible, las mariposas estaban apareciendo de nuevo.
Días tras día luego de nuestro encuentro espere en la entrada de la escuela a que ella apareciera para devolverle la sombrilla, nunca lo hizó. La busqué por los pasillos, en cada clase que pude, durante los recesos, no la encontraba. Me sentía tan frustrada y pensaba si realmente eso había sucedido o yo aluciné todo y estaba loca.
A la siguiente semana ella regresó, nuestro encuentro fue extraño porque ella ni siquiera me miró, pasó por mi lado cuando yo iba camino a mi clase de matemáticas, nuestro hombros chocaron pero para ella supongo fue un día normal. No tuvé el valor de ir a buscarla, no me moví, así que decidí seguirla de lejos y guardarme el paraguas para mi.
Luego de eso descubrí por Dylan la cantidad de cosas que le había sucedido, el cómo ninguno de nosotros debía acercarse a ella o se enfrentaría con Mike. Me pareció estúpido. A Dylan no le gustó mi comentario e insistió que no me metiera con él porque podría arruinarme la vida. Yo misma puedo arruinarme la vida de muchas maneras, pensé, pero no lo dije. Él no dejó que volviera a acercarme a ella, sin embargo, la veía a la distancia, seguí sus pasos, sabía sus horarios y me enojaba cuando faltaba a clase. Ella es mi obsesión, probablemente tengo un problema, lo sé.
Es entonces que un día como hoy los astros se alinearon para que pudiéramos encontrarnos. Dylan y su novia siguen en la mesa comiéndose a besos, mi hermana huyo como siempre hace y no tengo más amigos como para irme con ellos, así que me levanto y me dirijo a cualquier lugar fuera de la cafetería. Se que ella nunca come ahí, algunas veces va a pedir su comida y simplemente se va, pero nunca se queda. Es culpa del imbécil de Mike, como lo odio.
Voy hacia las canchas, mis ojos se abren en cuánto la ven. Si vino voy. Está sentada en una de las bancas, mientras unos chicos juegan baloncesto, voy caminando con sigilo en dirección hacia ellos. Lo voy a hacer, voy a hablarle. Mis pensamientos se interrumpen cuando oigo el estúpido comentario de uno de los chicos.
―Vamos vega, lanza el balón. O es que tus únicas habilidades son en la cama.
Apenas escucho esa palabras decido intervenir. No pienso, solo actuó. No sé cómo pero ya estoy en la cancha, frente a ellos.
―Hugh, cállate. Déjala en paz.―digo empujándolo.
Lo conozco, está en el equipo con Dylan, es mucho menor y es un super dotado en deportes, no sabía que fuera un idiota.
―No te metas Atkinson. Contigo no es el problema.
―Pues resulta que ella es mi amiga, así que es mi problema.
―¿En serio vas a defenderla?
―Sí. ¿Necesitas que te lo demuestre?―digo dispuesta a clavarle un puño.
El retrocede un poco, indeciso. No me va a golpear, no lo haría, soy amiga de Dylan.
―Eres mucho menor que ella, merece respeto. Y tú, idiota, mejor lárgate antes de que le diga al entrenador que molestas a las chicas de la escuela.
―P-pero Atkinson, ella es la loca. ¿Ya sabes?
―No lo sé, lárgate si no quieres un ojo morado para mañana y que le tengas que decir al entrenador que una chica te golpeo.
―Está bien, nos vamos―le hace un gesto a sus amigos y se van
Yo volteo victoriosa, la escena que me recibe es terrible. Mierda, ¿qué sucedió?
Ashley está desmayada en el suelo, tiene un corte superficial en la frente y otro en la ceja izquierda. La llamo una y otra vez, no responde.
La subo a mi espalda y camino lo más rápido que puedo a enfermería. Esto tiene que ser una broma, la salvó y ella ni se da cuenta de ello.
Cuando llego la coloco en una camilla, la enfermera corre a traer un algodón con alcohol para despertarla. Mientras ella hace esto una sensación de miedo crece en mi, quizá es mejor que no sepa quien la ayudo, sé que es algo que no le gustaría, seguramente me ignorará por el resto del año.
Mi miedo puede más así que corro hacia la cafetería, escucho los gritos de la enfermera a la distancia, ella no vendrá tras de mí, es obvio, así que estaré bien.
Cuando regreso a la cafetería el timbre indica que se acabo el receso, suelto un suspiro exhausta por la carrera estúpida que di.
Dylan aparece ante mis ojos, me interroga con la mirada pero no me pregunta nada. Su novia sigue pegada a su cuello así que me abstengo de hablar hasta que estemos solos.
Llegamos a nuestro salón y por suerte Gaella debe irse a otra clase.
―¿A dónde fuiste?―interroga.
Apenas tomo asiento a su lado y siento su mirada inquisidora.
―Por ahí.
―¿Paso algo?―insiste con sus ojos azules puestos en mi.
Sabe que no puedo ocultarle nada.
―Nada―murmuro― En serio, no es nada.
Dylan no parece muy convencido, él sabe que oculto algo.
―¿No tiene nada que ver con...―se acerca para susurrarme―...la loca?
Claro que Dylan sabe acerca de mi pequeña obsesión, solo que él piensa que soy tan buena persona que quiero ayudarla y ser su amigo, digo, si tiene algo de razón pero no es precisamente la razón principal. No puedo decirle que en verdad me gusta, o quizá peor que estoy enamorada de ella.
―Puede ser, pero no sucedió nada. Quédate tranquilo.
―Eso espero, amiga. No quiero que te involucres con Mike―dice serio.
―¿Por qué le tienes tanto miedo a que él sepa acerca de nosotras? ¿Por qué no quieres que nos acerquemos a él?
―¿Acaso tiene que haber una razón?―espeta furioso―. El es un imbécil y no quiero que este detrás de ustedes haciendo su vida miserable. Es un terrible destino. Ustedes son mi amigas y haré lo que sea para protegerlas de ese imbécil.
Me asusta la seriedad con la que dice eso, es muy extraño, es como si hubiera alguna situación relacionada con el tal Mike que lo hiciera pensar que puede volver a suceder. Quizá él fue el que se involucro y terminó mal, o no sé. La historia detrás de Mike es un misterio en toda la secundaria, nadie habla de eso.
―Está bien, cálmate. No me meteré con él.
Si se trata de defender a Ashley no podré asegurar que me quedaré quieta pero eso él no tiene por qué saberlo.
Recibo un mensaje de mi hermana a mitad de la clase donde dice que la cubra ya que planea saltarse las siguientes clases, tecleo una repuesta afirmativa rápido e ignoro su verdadera razón. Ya le preguntaré luego, es mejor darle su tiempo.
Mi mente deambula las próximas 3 horas de clase, me distraigo la mayor parte del tiempo dibujando garabatos en mi libreta y sin pensarlo terminó escribiendo su nombre por todas partes. Mierda pienso. Arranco la hoja y en cuanto acaba la clase la tiro a la papelera.
Dylan va detrás de mí hablando acerca de su próximo partido y de cómo el entrenador está emocionado por su buen rendimiento. En estos momentos no me importa en absoluto pero es mi amigo, por lo menos
―Que bien, felicidades―digo distraída.
―No me estás escuchando.
―Por supuesto que sí, es solo que...estoy distraída.
Apenas las palabras salen de mi boca veo a la distancia a Ashley, caminando lento y con la cabeza baja por el pasillo.
―Ya veo.
Apresuro mis pasos casi por inercia sin pensar en que Dylan sigue a mi lado
―¿Qué tratas de hacer, Mar?
Su mano se cierra en mi brazo derecho deteniéndome de mi acción. Por fin reacciono.
―Nada, yo...
―Mar, te he dicho. No te involucres con ella.
―No lo hago, no lo haré―miento.
―Eso espero. Debo irme ya al entrenamiento. No hagas nada estúpido mientras no estoy.
―Por supuesto que no.
Espero a que doble a la izquierda camino a la cancha, en cuánto lo hace, emprendo mi marca hacia la salida de la escuela. Llego fatigada a la puerta principal, la mayoría de estudiantes se ha ido. Hay una lluvia torrencial que hace que me detenga.
Busco en mi mochila la sombrilla que mi salvadora me dio la última vez. Me dispongo a usarla para ir a casa, es probable que Ashley se haya ido ya pero entonces escucho un estornudo a mi lado, no muy lejos. Sigo con la mirada el ruido y para mi sorpresa es ella: Ashley.
Oh por dios, es el destino. Ella está quieta mirando como la lluvia cae, no dice palabra pero parece tener frío. Trago saliva, ¿qué se supone que deba hacer?. Miro el paraguas en mi mano y un foco se enciende en mi cabeza. Vamos, tu puedes.
―P-puedes usarlo―tartamudeo―No lo necesito, bueno sí pero me gusta la lluvia, lo que quiero decir es que...
Sus ojos verdes captan mi mirada. Mi boca se congela y dejo de hablar. La chica solo toma la sombrilla que le extiendo y se marcha no sin antes musitar un gracias.
Creo que voy a desmayarme.
No me importa llegar a casa empapada, con hambre y con frío. Estoy feliz y nadie podrá quitarme eso...
Cuando abro la puerta de mi casa me doy cuenta que será una tarde larga.
Hay papeles desperdigados por el piso, uno de los floreros de la entrada roto, y los pétalos de las flores que albergaba caídos en el suelo.
Mamá. No de nuevo.
Me encaminó a la cocina. Más desastre. Es como si un huracán hubiera arrasado con todo, hay platos rotos, utensilios de cocina regados en el mesón y la nevera con su puerta abierta. Por suerte la comida sigue intacta.
No quiero adivinar quién limpiará ese desastre antes de que nuestro padrastro vuelva. Por supuesto, seré yo.
Subo al segundo piso donde están las habitaciones, no cruzaré por su habitación, eso sería la muerte. Está furiosa, lo último que quiero es que salga la bestia.
Toco la puerta de la habitación de mi hermana. Nadie contesta. Empujo el pomo sin preguntar si está ahí. Si lo está pero en cuánto veo el rostro de mi hermana me espanto.
―No te preocupes―murmura.
Está en el piso, envuelta en una manta, a pesar de esto temblando del frío o la ansiedad, quizá.
―¿Qué mierda le pasa?
―No vayas―espeta seria―. Se le pasará en un día o dos. Solo fue una cachetada y un par de empujones.
Su rostro tiene un enorme ojo morado y un labio partido. Además se ve mucho más cansada de lo usual, algo anda mal, esto no es solo por mamá. Siento una vibra extraña en todo esto.
―Ya se disculpo conmigo, no hagas drama. No quiero drama. Se molesto por una justa razón, falte a clases.
―Déjame ver.
―Estoy bien―dice con voz ronca―. Solo me acostaré un rato. ¿Me ayudas?
Cuando coloco su brazo alrededor de mi cuello para levantarla me doy cuenta que no solo le cuesta moverse y hasta respirar. Debido a su short corto en cuánto la manta cae a sus pies puedo ver que sus piernas tienen moretones, con diferente color, lo que me puede indicar que son de tiempo atrás.
―¿Mamá no fue la única que te golpeo, cierto?
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