10. Soy la "Loca"

ASHLEY

Mi primer pensamiento al despertar es siempre el mismo: ¿por qué continuo con este sufrimiento?

La única razón por la que sigo luchando es mi abuela. Aunque ella no me recuerde como antes, se que muy en el fondo es la única persona que no he decepcionado. Y eso es porque tanto mi madre como yo le ocultamos lo sucedido.

Papá no ha vuelto a llamar. Sé el motivo. Su nueva familia, por lo tanto su nueva hija no lo decepciono como yo. Mamá no me habla desde hace meses, solo monosílabos y palabras vacías. No tengo a nadie más, ni hermanos, ni tíos que realmente se preocupen por mi existir. Doy varias vueltas en la cama. Deseo seguir durmiendo pero no puedo.

Van dos semanas que falto a clase, ya llamaron a mamá y aunque no me dijo nada de frente sé que me está juzgando y no solo por las acciones del pasado. Vivir con ella es difícil, considero que siempre me he sentido enjaulada, presa en este lugar. Pero hasta ahora y mientras no consiga trabajo no podré largarme de aqui. El otro inconveniente es que no me dejara ver a la abuela y eso me doleria mucho, muchísimo más que alejarme de mi propia madre.

La abuela fue quién me cuido, ella siempre fue quién me defendía de los malos tratos de mi madre ya que su fanatismo por dios la llevo muchas veces a tratar mal a su propia hija. Recuerdo la cantidad de veces que corto mis camisas porque las consideraba vulgares, o cuando me decía constantemente que si me maquillaba era una prostituta. Odiaba como me hacía sentir sus comentarios, tan duros y tan crueles. Ese fue el motivo por el que caí. Me volví dependiente emocional de un hombre al que creí sería el amor de mi vida. Que equivocada estaba y que estúpida fui cuando decidí confiar en el y enviarle esas fotos.

Ahora gracias a él soy una zorra, una puta, una actriz porno, y toda cantidad de adjetivos que puedan encontrar. Y él, él es la víctima, el macho, el suertudo por haber estado conmigo. Aunque eso no fue verdad. Jamás tuvimos sexo por lo menos en ese sentido no cometí ningún error pero el daño estaba hecho y todos asumían que si lo hicimos debido a mis fotos.

Mi reputación cayo en picada tan rápido que mi mejor solución a los rumores de que era un puta fue volverme una. Lo peor que pude haber decidido, mi primera vez fue con un chico que resultó ser uno más de los asquerosos que compartió mis fotos y eso solo hizo que sintiera asco por lo que había hecho, me arrepentí muy tarde de mis acciones.

A partir de ese día las decisiones que tomé en mi vida fueron las peores, había días en que no llegaba a casa, tomaba mucho alcohol y me iba con chicos desconocidos, fue un tiempo en que mi vida no tenía sentido, perdí el control de ella e iba en un avión sin piloto. Nadie me salvó, solo un día decidí que estaba harta de complacer a los hombres y darles de que hablar. Ahí fue cuando mi nombre pasó a ser la "loca". ¿Y por qué la loca?

Bueno porque algún día en una fiesta de verano a la que no fui invitada claramente, hubo algún altercado con uno de los amigos de mi más público enemigo, Mike. El mejor amigo de mi exnovio. En aquella situación su amigo intento sobrepasarse, ante esto me defendí y grité, e incluso lancé al imbécil a la piscina pero todos me acusaron de haber inventado esas cosas y que estaba en pleno brote psicótico debido a que mi ex me había abandonado. Ese día todo me crucificaron y regaron los rumores de que debería estar internada. Hubo algunos que se atrevieron a incitarme a que me matará. Y créanme lo pensé. Nunca tuvé el valor de hacerlo.

Después de unos meses me resigné a que siempre se reirían de mi hiciera lo que hiciera. No había intento por defenderme que cambiará su concepto de mi, así que me volví invisible, una sombra, me volví la "loca" de la escuela. Solo rogaba a dios poder terminar la escuela rápido para largarme del maldito pueblo. Mis días serían más simples si Mike no se encargará de burlarse de mi cada que puede, recordándote una y otra vez mi error.

Me levanto de la cama con pesadez y voy hacia el baño. Me miro en el espejo, tengo enormes círculos oscuros bajo los ojos, hay noches que no duermo, otras en que duermo de más y otras en las que tengo muchas pesadillas. Aunque la mayor parte del tiempo me gobierna el insomnio, como anoche.

Me cepillo los dientes, me ducho y voy a vestirme. Siempre uso ropa negra y holgada. No quiero que nadie me vea. Estoy harta de eso. Desde las fotos los chicos de grupo escuela, e incluso del pueblo, me atrevo a decir que hasta señores me miraban con morbosidad, como si pudieran ver a través de mi ropa. Era asqueroso. Así fue como dejé de vestirme con ropa pegada o corta.

Voy hacia el pasillo encontrándome con mi abuela, que es bastante mayor con un poco de dememcia senil. Hay días en que logra reconocerme de inmediato, otras en que me confunde con su hermana, o días en que cree que soy una ladrona. Cada día es diferente, sin embargo hoy lleva una sonrisa en su rostro y logra recordar mi nombre, con suavidad acaricia mi mejilla y me lleva de la mano por las escaleras. Está felíz. No dice nada más pero entiendo que esta vez recuerda que es mi abuela. Estoy a punto de llorar pero me contengo.

Mi madre está en la cocina preparando el desayuno, sin mirarme, solo mira a la abuela y le indica que se siente, la trata con dulzura. A mi no me voltea a ver y es como un puñal clavándose en mi corazón. Me siento con la cabeza baja, prefiero no llorar frente a ella así que me reprimo clavando las uñas en mis palmas. Ella me coloca un plato frente a mi, por poco y me lo tira en la cara. Como en silencio mis huevos revueltos mientras la abuela llena el silencio hablando de cualquier cosa que recuerde, del clima, de su novela favorita, algo se inventa ella para llenar el espacio.

Termino y lavo los platos lo más rápido que puedo, no quiero sentir más la mirada de desprecio y desaprobación de mamá. Solo me despido de la abuela y salgo de la casa sin ver a los ojos a ni madre. Es la rutina de cada mañana.

Bueno otro día de mierda

De camino a la escuela no faltan los insultos, no sirve de nada que el pueblo sea pequeño y todos vivan cerca.

―Mira quien es la mosca muerta de Ashley vega.

Unos chicos en bici me gritan y se acercan a mi.

―¿Sabes que por tu culpa Fred está siendo investigado?

Claro que lo sé. Y claro que él se saldrá con la ayuda, siempre lo hace. Además su tío es abogado y a mi nadie me apoya, ni mi propia madre.

―Eres una perra―dice otro y escupe justo a mi lado.

Asqueroso.

―Ni que estuvieras tan buena.

Con su último comentario se van triunfantes de la escena. Son una malditos, como odio a los hombres.

El pensamiento de regresar a mi casa cruzo mi cabeza. No puedo. No puedo volver. Mamá estará allí, ella solo trabaja en las tardes, en la mañana ella se encarga de cuidar a la abuela y así logramos repartirnos, no hay dinero para pagar una enfermera por ahora.

Dejando de lado mis pensamientos llego a mi destino. Vaya que este lugar me drena la energía. Apenas cruzo las puertas veo la rubia cabellera de Olive, la psicóloga de la escuela, ella me cae bien pero se que no me entenderá, nadie lo hará.

―Ashley que bueno que volviste a clases.

―¿Estoy en problemas?

―Claro que no, hablé con el director. Pero, necesitas ayuda, Ashley.

―Ya le he dicho. Estoy bien solo quiero graduarme.

No quiero ser grosera con ella pero es mi instinto, no quiero hablar de mis problemas, eso no servirá. Seguiré siendo yo, la loca y perra que todos tanto conocen.

―Acompáñame al consultorio. Allí podremos hablar.

Ella me intenta tocar el brazo y eso me altera.

―¡Le he dicho que no! ¡Larguese, no quiero hablar!

Varios pares de ojos me voltean a ver. Están juzgando. Perfecto, ahora si que seguirán llamándome loca.

Empiezo a respirar con rapidez y las lágrimas se acumulan en mis ojos. Tienes que soportar. No frente a todos ellos.

―En serio necesitas ayuda.

Es lo último que escucho, solo huyo hacia algún lugar oculto, un lugar que no sea mi primera hora de clase. A la mierda las matemáticas, eso no me aliviará.

Me escondo en la biblioteca ya que es el único lugar al que nadie vendrá en hora de clases, me escabullo para que la bibliotecaria no me vea y me pierdo entre los pasillos.

Me coloco mis audífonos y decido perderme de mundo por unos momentos, me pongo un libro sobre la cara para limitar la luz y poder dormir plácidamente.

No me doy cuenta del momento en que me duermo hasta que siento que alguien me sacude, es un ligero toque pero hace que de inmediato me ponga alerta.

Es una chica de cabello azul. Ella pronuncia unas palabras que no logro distinguir debido a los audífonos. Pienso lo peor siempre lo hago porque aunque ella sea mujer y no un hombre puedo asegurar que su género no hizó nada para ayudarme, al contrario ellas también decidieron unirse y hundirme. No puedo confiar en nadie. Niego repetidas veces y salgo corriendo de allí.

Me detengo a respirar cuando ya estoy en el pasillo, miro alrededor no hay chicos, debe ser el descanso. No voy hacia la cafetería, sería la muerte. Me dirijo hacia las afueras de la escuela, a las canchas y zonas verdes. Veo la cancha de baloncesto, así que voy hacia allí por fin aliviada de estar sola. Pero eso nunca sucede, un par de chicos de grado inferior llegan a jugar.

Mi error siempre es confiar en los hombres.

Los chicos empiezan a jugar pero en uno de los momentos el balón escapa y va directo a mi rostro. Siento la mejilla caliente y ardiendo, me ha golpeado, es obvio que ha sido sin intención pero...en cuánto miro a los chicos estos parecen no estar nada arrepentidos de su acción. ¿Qué sucede?¿También pensarán burlarse de mi?

―Vamos vega, lanza el balón. O es que tus únicas habilidades son en la cama.

Trago saliva ante su comentario, me genera repugnancia saber que un chico dos años menor que yo pueda tratar a las mujeres de esa manera. No sé que hacer. Me quedo de piedra, no puedo defenderme, no puedo gritarles. Las palabras no salen, sé que soy mayor que ellos y que tengo todo el derecho de responderles pero no puedo...

Mi vida era mucho más fácil antes, ¿por qué mierda tenía que haberme fijado en Fred?

―¿No lo piensas hacer? No me digas que ya no eres una perra.

Esas palabras se repiten una y otra vez, empiezo a hiperventilarme. Sigo con el balón en mis manos, lo aprieto fuerte para intentar controlar el ataque de pánico.

―Hugh, cállate. Déjala en paz.―dice alguien. Una chica, creo.

Mi vista está nublada, mis latidos están acelerados y estoy sudando. Es un ataque de pánico. Mis manos empiezan a temblar por lo que el balón se escapa de mis manos. Me siento en las bancas casi por inercia.

Oigo voces lejanas y distorsionadas que apenas distingo.

―No te metas Atkinson. Contigo no es el problema.

―Pues resulta que ella es mi amiga, así que es mi problema.

―¿En serio vas a defenderla?

―Sí. ¿Necesitas que te lo demuestre?

Sé que ella me defendió, pero lo último que recuerdo es el golpe que me di cuando caí al suelo desmayada así que no pude presenciar a mi salvadora.

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