Capítulo 5

Son las ocho de la mañana, en menos de media hora Ohm entrará en ese quirófano y no me hace falta mirarlo para saber que está aterrado. Y para ser totalmente sincero, yo también lo estoy. Me ha dicho que me quiere y yo le quiero a él y es tan injusto que cuando encuentro a alguien tan perfecto para mí esté al filo de perderlo que no me sorprende lo enfadado que estoy.

Mi madre me da muchos ánimos y me dice que sea optimista, que Ohm lo superará como hizo la primera vez, y yo no sé cómo decirle que Ohm todavía está superando vivir con cáncer. Pero seré fuerte, por él me pondré mi coraza y seré el pilar donde pueda anclarse.

Cuando la enfermera llega a llevárselo al quirófano, agarro su mano, lo miro a los ojos y le digo que todo saldrá bien, que lo esperaré para verlo después de la operación. Beso sus labios suaves y él cierra los ojos disfrutando del momento. Siempre lo hace, disfruta cada segundo como si fuese a ser el último, y a mí se me hace un nudo en la garganta. Intento con todas mis fuerzas no llorar, pero no lo engaño ni por un segundo. Me señala y me dice con sus manos que me quiere y que me verá luego.

Dejo que se lo lleven, sus padres también están aquí y puedo ver como intentan ser fuertes, no llorar, por él.

La espera se hace eterna, los minutos pasan muy lentos en la sala de espera de este hospital. Mi madre ha llegado hace menos de una hora, todavía está algo débil y no quiero que se preocupe demasiado.

-Mamá deberías ir a casa, en cuanto me cerciore de que Ohm está bien, iré yo – le digo cuando la veo dormitando en una incómoda silla de plástico.

-Me quedaré contigo, sé que Ohm es importante para ti – me dice señalando la silla que está a su lado para que me siente con ella.

-Mamá, tengo miedo – le confieso con un suspiro.

-Lo sé, tienes casi veinte años y nunca te he visto tan unido a otra persona que no sea yo. Pero si algo sé de mi hijo es que es valiente y decidido, no se deja vencer y ha sido mi fortaleza durante la enfermedad más terrorífica a la que he tenido que enfrentarme. Yo ahora estoy bien y Ohm también lo estará, y cuando salga de la sala de operaciones te necesitará – me dice con el orgullo pintado en su bonita cara.

Asiento abrazándome a ella con fuerza, por una vez puedo dejar de ser el valiente, por un rato quiero ser al que animen y besen con ternura. Mi madre me atrapa entre sus brazos y deja miles de besos en mi pelo, como cuando era pequeño y me caía haciendo alguna de las mías. Inmediatamente me encuentro mucho mejor, necesitaba tanto esto, a mi madre otra vez de vuelta.

Aproximadamente una hora después el cirujano sale a darnos noticias sobre la operación de Ohm. Sus padres y nosotros lo miramos con los ojos como platos y el corazón en un puño.

-La operación ha ido bien, hemos retirado el tumor y limpiado la zona. Necesitará terapia con quimio y después veremos que efectiva ha sido. El cáncer de Ohm es más invasivo de lo que creíamos en un principio, pero afortunadamente no hay metástasis. Lo único negativo es que hemos tenido que extirpar lo que le quedaba de las cuerdas vocales, lo que hace que tengamos que descartar la cirugía reconstructiva una vez que el cáncer esté fuera de su cuerpo. Lo siento mucho, pero no podrá volver a hablar – nos resume.

Oigo suspirar a los padres de Ohm, que no pueda volver a hablar es un mal menor, creo que Ohm se ha acostumbrado a su situación, pero aun así no tener esa posibilidad duele.

-¿Podemos verlo doctor? – le pregunta su madre.

-Esta noche estará en cuidados intensivos, no pueden quedarse, pero puede pasar una sola persona a verlo – nos explica.

Deciden que sea la madre de Ohm quien vaya a verlo y yo les digo que me llamen cuando despierte. Me voy a casa con una sensación agridulce en mi corazón, la operación ha salido bien, parece que los médicos piensan que Ohm saldrá adelante, pero ya no tiene ninguna opción de recuperar su voz. Sé que la lengua de signos y el cuaderno serán más que suficientes para comunicarnos, pero no soy solo yo el que está en su vida. No quiero que se encierra tanto en sí mismo, quiero que tenga una vida completa, amigos, trabajo y relaciones sociales sanas.

Vuelvo al trabajo el martes, mis compañeros me preguntan por mi madre y mi jefe directo me anima a seguir trabajando con ellos. Es cierto que mi madre ya no necesita el tratamiento y que ahora no es imperativo que siga trabajando, pero me gusta la fábrica y mis compañeros. El dinero extra me viene genial para la universidad y me mantiene ocupado.

Mi madre me ha propuesto bajar las horas que trabajo a cuatro horas diarias, en el turno de tarde y volver a mis clases matutinas, pero me he acostumbrado a las clases nocturnas. Son más flexibles, de lunes a jueves y puedo compaginarlo muy bien con el trabajo diurno.

He prometido pensarlo y así mi jefe y mi madre me dejan espacio para poder elegir como será mi vida de ahora en adelante.

Son casi las diez de la noche cuando salgo de trabajar, los padres de Ohm no me han llamado, y estoy un poco preocupado. Espero en la parada del bus leyendo la próxima clase de anatomía que daremos esta noche cuando un coche negro aparca delante de mí.

El padre de Ohm sale del automóvil y se dirige hacia mí.

-Hola Fluke – me dice. Su cara es un poema, círculos violetas alrededor de sus ojos lo hacen parecer muy cansado.

-Señor Thitiwat, ¿qué ha pasado? ¿Ohm está bien? – ya me temo lo peor, mi corazón late desenfrenado.

-Fluke, Ohm ha entrado en coma, no ha despertado de la anestesia y los médicos no saben qué le pasa – me explica.

-¡Dios mío! – no puedo evitar que lágrimas de rabia salgan de mis ojos, no es justo, él estaba bien, todo había salido bien.

-He venido a buscarte, lo han pasado a planta y creo que Ohm querría que estuvieras con él. Si no puedes lo entenderé, casi os acabáis de conocer, pero... - se atraganta con sus palabras luchando por no llorar.

-Iré, le prometí que estaría cuando se despertara y se va a despertar – le digo más convencido de lo que realmente estoy, pero ha llegado el momento de ser fuerte otra vez.

El padre de Ohm asiente con la cabeza y me abre la puerta del copiloto para que entre. Me siento y me abrocho el cinturón, después le mando un mensaje a mi madre y otro a mi compañero de clase para que me pase los apuntes de la clase de hoy y espero con la respiración agitada a que lleguemos al hospital.

No se oye ningún ruido excepto el que hace el respirador que mantiene los pulmones de Ohm en funcionamiento.

Intento normalizar los latidos de mi corazón y me acerco a la cama blanca. Ohm tiene los ojos cerrados y su piel está más blanca de lo normal. Cojo su mano entre la mías, está caliente, con vida, aún tiene mucha vida que vivir. Apoyo mi cabeza en su pecho y escucho los latidos acompasados de su corazón, aun late, aún tiene mucha vida que vivir. Me repito esta frase constantemente como un mantra, Ohm es joven, fuerte y tiene muchas razones por las que luchar.

Esa noche no despertó, le hablé, le conté lo de mi trabajo, que mi madre estaba mejor y que lo echaba muchísimo de menos. No he leído el libro desde que lo dejamos el domingo por la noche, así que decido que lo leeré en voz alta para él.

Al día siguiente volví al hospital, volví a contarle mi día, un compañero ha sido padre y ha traído tarta y champán a la fábrica para celebrarlo. Vuelvo a leer el libro en voz alta, me paro en los párrafos que sé que a él le encantarían. Le vuelvo a repetir que lo echo de menos, que la línea 35 no es lo mismo sin él. Le digo que le quiero y le ruego una y otra vez que vuelva a mi lado.

He decidido trabajar media jornada y pasar mis clases al turno de tarde, así puedo pasar las noches con Ohm. No voy a negar que estoy agotado, pero no me rendiré, Ohm está aquí, sigue respirando, su corazón sigue latiendo y si él no se rinde yo tampoco.

Un mes después de la operación de Ohm llego al hospital y las enfermeras del control me saludan amablemente. Soy la persona que más a menudo ven por aquí que no sea un paciente.

He aprendido mucho de ellas viéndolas trabajar, y me ha reafirmado lo que yo siempre supe, este trabajo es el que quiero hacer. Tratar a la gente cuando es más vulnerable, cuando tiene más miedo no es nada fácil, pero puedes ser la persona que haga que su peor pesadilla se convierta en algo tolerable, puedes ayudarlos a pasar el trance y eso no tiene precio.

Tengo preparado mi siguiente libro de lectura y una canción especial que he grabado en su móvil para que pueda escucharla. He leído que las personas en coma pueden recuperar la consciencia con la música o estímulos externos positivos y eso hago yo.

He llenado la habitación con sus dibujos, que tengo que decir que son buenísimos. Pongo la lista de reproducción de canciones que tenía en su móvil y siempre hay flores frescas en su mesa. Quiero que cuando despierte se sienta como en casa, aunque sea en esta fría habitación de hospital.

Sus padres me agradecen todo lo que hago y no ponen pegas a cualquier locura que se me ocurre. Mi profesor de anatomía me ha prestado varios libros sobre la mente y sus recovecos. En especial tratamientos para pacientes en coma y yo pruebo todo lo que cae en mis manos.

Si Ohm tiene que irse no será porque yo no haya intentado hasta lo imposible para que vuelva conmigo.

Cuando llego a la habitación saludo a Ohm con un beso suave en sus labios, tiro las flores marchitas y coloco las nuevas. Compruebo su tensión y la bolsa de la orina. Una vez satisfecho con lo que veo conecto el pequeño altavoz que tengo sobre la mesita al lado de su cama y la música elegida para hoy resuena suavemente por toda la estancia.

Dejo que las notas del violín me traspasen, esta canción se llama "Unbreakable love" y así siento que es nuestro amor, inquebrantable, a prueba de balas. No puedo evitar que mis lágrimas se derramen por mis mejillas, estoy muy cansado, lo echo de menos y a pesar de todos los esfuerzos que hacemos Ohm no se despierta.

De nuevo susurro en su oído que lo amo, que lo espero y que por favor no se rinda. Aprieto su mano y me permito un segundo de debilidad y sollozo contra su pecho sacando toda la pena que llevo en mi corazón.

Creo que me he quedado dormido por un instante, porque ya es noche cerrada cuando abro los ojos y me topo con unos negros y brillantes que me miran con emoción.

Me levanto de un salto y balbuceo algo como "estas despierto". Ohm me sonríe y se agarra la cabeza con las manos en señal de que le duele.

-Voy a llamar a la enfermera. Estás despierto, por fin has vuelto – le digo sollozando sin parar, mis lágrimas impiden que vea bien, pero puedo distinguir las manos de Ohm moviéndose diciéndome que no llore, que me quiere y que no se irá a ninguna parte.

Yo solo puedo asentir con la cabeza y salir pitando en busca de un médico. En cuanto doy la alarma un tropel de gente aparece en la habitación. Me aparto a un lado para dejarles hacer su trabajo y mientras tanto llamo a los padres de Ohm para darles las buenas noticias y de paso le mando un mensaje a mi madre para hacérselo saber también.

Ohm ha regresado, no se irá más, lo ha prometido y yo me lo creo, tengo que hacerlo.

Después de mil pruebas, tropecientos besos de la madre de Ohm y de un abrazo de oso por parte de Nine, por fin estamos solos los dos.

Me acerco hasta la cama donde está apoyado contra la cabecera. Tiene muy buena pinta para haber pasado un mes en coma.

-Me has hecho esperar Ohm – le digo con mala cara.

Él sonríe y me dice con señas que lo perdone. Me mira como un cachorro perdido y yo me derrito por dentro.

-Eres malo y haces conmigo lo que quieres – le digo lanzándome a abrazarlo.

Ohm me acaricia el pelo y me besa la cara, el cuello y todo lo que encuentra a su paso. Es tan torpe que me da ternura, lo he echado tantísimo de menos que ahora me cuesta creer que lo tengo de nuevo aquí.

Le cuento lo que ha pasado el tiempo que ha estado en coma y él se queda perplejo con que haya sido un mes completo. Me da las gracias por la música y las flores.

-¿Te acuerdas de eso? – le pregunto entusiasmado de que haya valido de algo.

-El olor, el sonido, tu voz, lo recuerdo todo como en una nube, pero la sensación de estar a salvo como en casa nunca me abandonó – me escribe en su cuaderno.

-Me alegro mucho de que te sirviera – le sonrío con todo lo que tengo.

-¿Sabes que no volveré a hablar, verdad? No había muchas posibilidades, pero ahora son totalmente nulas – sigue escribiendo.

-Lo sé, nos lo dijo el doctor el día de la operación, ¿cómo te sientes al respecto? – le pregunto.

Él lo piensa un segundo y después escribe a toda velocidad.

-Ya me había hecho a la idea, pero me gustaría poder decirte lo mucho que significas para mí, poder susurrarte al oído cosas bonitas o poder gritarte cuando te muerdes las uñas con ansias – leo su letra apretada y preciosa.

-No necesito que me susurres o me digas lo que ya siento solo con mirarte. Y lo de las uñas, bueno tendrás que aguantarte o hacer algo para distraerme de mordérmelas – le digo.

Entonces me muerdo la uña del dedo índice de mi mano izquierda, Ohm se acerca a mí, aparta la uña de mi boca y la sustituye por sus labios perfectos. Es la manera más especial de dejar de morderme las uñas que puedo soñar.

Y así nos quedamos por un rato interminable, su boca suave y lenta sobre la mía. Sus manos en mi cintura y las mías rodeando su cuello, y así es como sé que debemos estar el resto de nuestras vidas.

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