Capítulo 1

Diez de la noche y se acabó mi turno, espero con paciencia en la parada, el autobús que me llevará de vuelta a casa. Cada día desde hace más de un año cojo esta línea, la número 35, normalmente no hay mucha gente a estas horas y me suelo sentar en la parte trasera para poder leer con tranquilidad. En condiciones normales tardo treinta minutos en llegar a mi destino, pero todo depende del tráfico y de las paradas que hagamos.

Realmente no me importa que nos demoremos, cuando estoy inmerso en mi libro favorito pierdo la noción del tiempo.

Al fin llega mi transporte, paso la tarjeta prepago por el lector y me acomodo en el asiento 44, es mi preferido, al lado de la ventana, en la penúltima fila. Este asiento está algo más bajo que la hilera trasera y me permite acurrucarme contra el lateral y disfrutar tranquilamente de mi lectura.

Mi libro favorito se llama "30 días y una vida", y es mi favorito por varias razones. La primera es porque los protagonistas son dos chicos, y eso es algo fuera de lo usual. La segunda razón es porque uno de los personajes principales, y mi favorito, pasa por una enfermedad muy grave y no deja que lo venza el desasosiego. Mi identifico con él porque mi madre enfermó hace un año y no ha dejado de luchar, de ser positiva y no regodearse en su autocompasión.

Hace un año que nuestra vida cambió radicalmente, la noticia del cáncer de ovarios de mi madre nos dejó en shock. Desde que tengo uso de razón hemos estado solos ella y yo, y en ese momento lamenté no tener más familia con la que contar. Dejé la universidad para ponerme a trabajar, necesitamos el dinero para pagar la parte del tratamiento que el seguro no cubría y desde el semestre pasado me apunté a la escuela nocturna. Acabaré mi carrera de enfermería mientras trabajo a tiempo completo en la fábrica.

Mis compañeros de clase me preguntan si no es demasiado para mí, y yo siempre les contesto lo mismo, que estoy sano, con vida y un con propósito claro en mente, salvar a mi madre. Mientras ella siga viva y necesite su tratamiento, yo lucharé con ella hasta el final.

Hoy vuelvo a empezar el capítulo 1, ayer terminé de leer el relato completo justo a tiempo para llegar a mi parada. La portada está ya desteñida por el uso, las puntas de las páginas están arrugadas y en algunas partes faltan trozos de papel, pero a mí me encanta.

Me arrimo a la ventanilla, abro la primera página y me sumerjo en el mundo donde Wat no encuentra sentido a su existencia y Nat le propone un reto de treinta días, durante los cuales intentará hacerle comprender que toda vida es merecedora de ser vivida.

El ruido de alguien moviéndose detrás de mi asiento me saca de mi preciosa historia. Refunfuño un poco y me doy la vuelta para ver quién ha osado interrumpir mi lectura.

Es él, el chico moreno de mirada penetrante que siempre se sienta en el asiento tras el mío. Se sube una parada después de la mía y se baja más tarde que yo. Es guapo a rabiar, y esa aura de misterio que lo rodea es muy sexy. Le sonrío a modo de saludo, como hago siempre y vuelvo al libro, no quiero que note lo nervioso que me hace sentir.

Al poco tiempo siento como se coloca de tal manera que puede leer el libro que sostengo. Hace bastante que sé que lee conmigo durante el trayecto. Desde que percibí que esto pasaba he leído de forma más pausada para darle tiempo a leer la página correspondiente. Decidí no leer en casa o los fines de semana para que él no se perdiera nada de la historia.

La primera vez que terminé el libro completo pensé que se cansaría de que yo releyera el mismo relato una y otra vez, pero contra todo pronóstico siguió acomodándose para leer conmigo.

Este tiempo de lectura compartido me hace extrañamente feliz, incluso una vez creí oír algo parecido a un gemido cuando el protagonista dejó a su amado para que no sufriera por su enfermedad.

Amo el viaje en bus hasta mi casa, es cuando me siento menos solo. Ese extraño que se sienta conmigo en silencio es mi consuelo diario. Varias veces he estado tentado en pedirle que se siente a mi lado, pero siempre me acobardo. ¿Y si cuando nos conozcamos perdemos esta conexión? ¿Y si me lo estoy inventando todo y él simplemente viaja hasta su casa?

Prefiero esperar a que él tome la iniciativa y mientras tanto disfrutar de nuestro silencio cómodo.

Esta última semana mi madre no se ha sentido muy bien y yo he pedido unos días en el trabajo. El tratamiento está siendo efectivo, pero los efectos secundarios son muy fuertes y hay días que apenas puede salir de la cama. Después de una semana vuelve a ser la misma y me manda de vuelta al trabajo y a las clases nocturnas.

Subo al bus después de mi agotador turno del lunes y me siento en mi lugar habitual. Enseguida que me acurruco en la esquina contra el cristal veo una nota amarilla pegada al bolsillo del asiento delantero. Me da mucha curiosidad por lo que pueda decir en ella y la recojo con cuidado.

"No sé qué ha podido pasar para que no cojas el bus, pero tengo que decirte que echo de menos el rato en el que leemos juntos tu libro, si alguna vez encuentras esta nota quiero que sepas que he sido feliz compartiendo esos momentos contigo. Gracias por hacer como que no te dabas cuenta y por darme el espacio que necesitaba para ponerme en contacto contigo por mi cuenta"

Tu vecino del asiento 45.

Por un momento me quedo mirando la nota con mis ojos abiertos como platos. Mi misterioso compañero de lectura me ha escrito porque no he cogido el bus la última semana. Todavía estoy en shock, intentando digerir mi alegría, mis nervios, esas sensaciones que me había guardado explotan todas juntas en mi estómago.

Esta semana también he pensado mucho en él, preguntándome cómo sería, cómo se llamaría y si acaso se daba cuenta de que yo sabía que leía a mis espaldas.

Normalmente él se sube en la siguiente parada, guardo la nota y espero que llegue. El bus se detiene y mi amigo lector camina por el pasillo hasta su asiento. Puedo ver cómo sus ojos brillan por la sorpresa de verme otra vez, supongo que pensaba que ya no volvería a tener la oportunidad de encontrarse conmigo.

Me pongo recto en mi asiento y puedo ver como mi misterioso amigo se inclina hacia delante. Respiro hondo y me doy la vuelta para encararlo con su nota en la mano. Su cara se pone pálida de repente y niega con la cabeza.

-He visto tu nota, ya que sabes que te dejo leer a mis espaldas, me preguntaba si te gustaría leerlo desde este lado – le digo señalándole el asiento junto al mío.

Él me mira con sus ojos negros muy abiertos, nunca lo había mirado tan directamente y tengo que decir que es totalmente perfecto.

Todo ojos y pelo negro, dientes perfectos y unos hoyuelos adorables a cada lado de sus carnosos labios.

Estoy a punto de darme la vuelta, incómodo con su silencio cuando se levanta lentamente y baja hasta sentarse a mi lado.

-Lo dejamos en el capítulo 8, ¿está bien? – le pregunto.

Él asiente vehementemente con sus ojitos abiertos y es tan adorable que se me escapa una risita. Mi nuevo amigo también sonríe y su cara llena de hoyuelos me deja sin aliento.

-Me llamo Fluke, ¿y tú? – le pregunto.

Me mira inquieto y saca una pequeña libreta de su mochila y me escribe:

"Soy Ohm, encantando de conocerte"

-¿No puedes hablar? – le pregunto.

Ohm niega con la cabeza y se baja el cuello de la camisa para enseñarme una cicatriz en la base de su garganta. Parece de alguna cirugía, y es reciente por el color rosado de los bordes.

-¿Te han operado? – le pregunto mirando su cicatriz.

Asiente y vuelve a la libreta.

"Un tumor en las cuerdas vocales, hace seis meses"

-Lo siento mucho, pero me alegro de que estés recuperado – le respondo con una sonrisa.

"Poco a poco, pero ya me costaba relacionarme antes de esto, ahora es más difícil"

-Bueno, nosotros ya nos relacionamos. Tenemos en común la lectura y no es tan difícil comunicarnos ¿no?

Ohm sonríe con sus labios llenos y preciosos y a mí se me olvida hasta mi nombre.

-¿Te aburre leer el mismo libro todo el rato? – le pregunto sacando el ejemplar de mi mochila.

Él niega con la cabeza y coge el libro para abrirlo por la página que tiene el marcador en forma de hoja que suelo usar.

Así pasamos el rato, leyendo y parando de vez en cuando para hacer algún comentario sobre los personajes. Mi parada llega demasiado pronto, me despido de Ohm y quedamos en vernos mañana a la misma hora en los mismos asientos.

Bajo del bus como en una nube. Llego a mi casa y sigo flotando. Vivo en un barrio popular formado de casas achaparradas que se apiñan junto al río. Aquí todos nos conocemos, mis vecinos son buena gente y yo no lo cambiaría por nada. Pero sueño muchas veces en encontrar a esa persona con la que volar lejos de aquí, con la que vivir todos mis sueños de viajes y aventuras alrededor del mundo.

Los siguientes días los pasamos leyendo y conociéndonos mejor. Ohm estudia arquitectura y le encanta la lectura. Sus comentarios son muy interesantes y su forma de expresarse me deja suspirando por él.

—Hoy terminaremos este libro, ¿Te apetece que cambiemos? — le pregunto.

Ohm saca su libreta y me escribe:

"¿Puedo traer yo uno el próximo día?"

-Claro, sería genial – le respondo ansioso por saber que leeremos mañana.

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