4. Brutal

12 de septiembre de 2022

HEATHER

Había pasado una larga semana. Mamá me castigó sin salir. Creo que es lo más lógico. Después de su exhibición de violencia intrafamiliar, no pude sino morirme de la vergüenza mientras esperaba que las clases comenzaran para poder volver a ver a Linda. No lograba sacarme de la cabeza su mirada en la fiesta, la forma en la que se mordía los labios... Era como una hoguera viviente. Se repetía una y otra vez en mi cabeza. Cuando cerraba los ojos, cuando comía, mientras me duchaba. ¿Qué iba a hacer si no podía verla?

Esperé durante toda la semana a que iniciaran las clases, y cuando llegó el día, estaba más nerviosa que nunca. Por si fuera poco, el día auguraba ser desastroso.

Me desperté y mi alisado había desaparecido por completo. No tenía tiempo para ponerme a plancharlo, así que tuve que contentarme con ducharme y ponerme espuma para rizos en el pelo, que parecía un aura en forma de albóndiga aplastada. Me puse el uniforme, que constaba de una camisa blanca, un jersey azul marino con cuello en triángulo y una falda blanca que por norma general cubría los muslos. Resalto el por norma general. El conjunto terminaba con unas medias azules bajo las rodillas y unas Oxford de cuero negro. Las llené de betún y las repasé para que quedaran relucientes.

Después bajé, con la mochila en mano y tuve un desayuno muy breve ya que el pelo había consumido bastante de mi tiempo y llegaba tarde. Aún tenía mechones completamente mojados, pero al menos los había desenredado. Mis hermanos ya estaban con sus uniformes, terminando de comer y preparados para su primer día en primaria. Me pareció injusto que por ser gemelos los hubieran separado en distintas clases. Sus nombres eran Mark y John Waterstone.

Al salir por la puerta sin despedirme, con la mascarilla en una mano y el sándwich en la otra, el autobús ya nos esperaba en la acera. Me metí a la fuerza la mitad que me quedaba del pan y me puse la mascarilla a toda prisa. Linda no estaba ahí. Desde el cristal alcancé a ver su casa y noté la ausencia del Mustang rojo.

*

El instituto Moorenight era un edificio gris, oscuro y feo, con estandartes azules y blancos en toda la fachada, como si las letras en grande —CENTRO DE EDUCACIÓN SECUNDARIA MOORENIGHT— no fueran suficientes para la comprensión lectora. Allí íbamos todos los adolescentes del pueblo. Recatados, obedientes y mecánicos, todos se esforzaban por mantener las apariencias, estudiar mucho y sacar unas notas que les permitirían huir a la vida adulta. Con suerte a una gran ciudad. Todo era preciso, metódico, lógico, sin posibilidad a la imaginación fantasiosa y al arte. Porque el arte no tenía ningún futuro en una gran ciudad, pero la medicina o el derecho sí. Eso era lo que mi madre quería para mí. Y todo lo que yo rehuía.

Me gustaba ser un alma libre y sentía un ramalazo de independencia extrema cuando me hacían acatar las normas. No me gustaba que me dijeran lo que tenía que hacer. Quizás fuera una rebelde sin causa. O quizás simplemente me gustaban las causas perdidas.

Busqué con la mirada a Linda, decidida a encontrarla. Pero en su lugar, me di de frente con la cara de Betty y ambas caímos al suelo.

—Auch —se quejó, sobando su cara.

—¡Betty! ¿Qué tal? Me han castigado sin salir y sin móvil.

Ella me miró con frialdad, como siempre que adoptaba su pose de responsable. Me ayudó a levantarme.

—No me extraña. Tu madre llamó a la mía y por vuestra culpa me han castigado a mí también.

—¿Por qué? —exclamé confusa.

—Porque se suponía que todo tenía que estar bajo control y se armó una buena porque la madre de Linda pensaba que os habían secuestrado o algo. —Puso una mueca muy graciosa, ojiplática—. ¿Sabes lo del asesinato de Richard Grimson? El asesino sigue suelto y según la policía, puede estar en cualquier lugar de este estado.

Tragué saliva y me entró la risa tonta.

—¿Asesinos en Mooredale? Venga ya.

—Pues tú ríete, pero si os pasa algo por ir por ahí solas de noche..., culpa mía no será.

—Pues menuda amiga, que se limpia las manos en los problemas —la chinché un poco. Ella rodó los ojos con exageración.

—Vete a la mierda. Anda, entremos. —Me tiró del brazo con fuerza.

—Espera, estaba buscando a Linda —protesté.

—El timbre va a sonar. La buscaremos en el recreo.

—Pero...

—¡Vamos! —Prácticamente me arrastró hasta el edificio.

*

No encontré a Linda en el recreo, y empezaba a dudar en si había venido. Después de las clases —que fueron horribles; solo el primer día y ya nos mandaban deberes—, me escurrí con los pasillos como una pastilla de jabón a la fuga. De forma literal. El pasillo estaba fregado, así que aproveché para patinar por él. Al llegar a la salida, me quité el jersey y lo até en mi cintura, me remangué la camisa y me bajé una de las medias. Era mi forma de decir, sí, soy la misma persona que en las fiestas, yo no cambio entre semana.

Busqué una última vez a Linda. Estaba preocupada por cómo habían ido sus clases y si había conseguido socializar bien. Entonces la vi. Con su uniforme rojo de cuarto de la ESO, estaba apoyada en un muro, apresada por un chico de raza mixta. Un chico al que reconocería en cualquier parte.

—¿Por qué no vienes a mi casa esta tarde? Así te ayudo a repasar... —decía Drake con voz melosa.

A Linda se la veía apurada y Drake, le retorcía un mechón de pelo con insinuación.

—Te he dicho que no —susurraba Linda con incomodidad—. Además, estoy castigada.

Ja, como si eso fuera excusa suficiente para alejar a Drake.

Tenía la otra mano apoyada en la pared detrás de ella. Entonces se acercó tratando de besarla y la cara de ella se adornó con una mueca nervioso de parálisis mientras él recorría su abdomen con la mano. Dios mío, ¿nadie veía lo que pasaba? Los estudiantes seguían su rumbo sin detenerse. ¿Cómo podían tener tan poca empatía? Corrí hacia ellos con rabia.

—Drake, déjala en paz. Estás quedando como un calzonazos delante de todos. —Dije las palabras exactas y necesarias para que dejara de centrar su atención en Linda y fuera a por mí. Ya me sabía sus puntos débiles: tenía miedo a ser rechazado y humillado. Por eso se ponía tan insistente. Al principio se sobresaltó y luego me miró con los ojos chispeantes.

—¿Quién te has creído que eres, gilipollas? Solo estaba hablando con ella. Metete en tus asuntos, negra de mierda.

Sí, nuestra relación había acabado en odio. Por otro lado, no me molestaba que me llamara negra de mierda. Sabía que muchos como él lo hacían en el pueblo, y yo había aprendido a soportar los golpes. Proyectaba sus inseguridades en mí. Pero que estuviera acosando a Linda... me hacía hervir las entrañas. Tenía ganas de hervirle los sesos a él.

—Mira, como te vuelvas a acercar a ella...

—¿Qué vas a hacer? ¿Llamar a tu padre? —Entre que dijo eso en voz alta y la cara de malnacido que tenía en ese momento, no pude reprimir las ganas de pegarle.

Me abalancé sobre él, y esta vez no fue para besarle como el año pasado, sino que le clavé las uñas en los brazos, le pegué en los bajos y le escupí en la cara. Se pasó la manga de la chaqueta por la cara, asqueado. No le di tan fuerte como creía ya que, a los segundos, se levantó y me miró desafiante.

—Zorra.

Su masculinidad frágil se vio reducida a su instinto de defenderla por encima de todo, así que me cogió de los brazos y con la zancadilla me dejó de rodillas en el áspero asfalto. Mis rodillas comenzaban a sangrar. Me sacudí como una lagartija, liberé un brazo y le arañé la cara, tratando de meterle un dedo en el ojo. Siseó y parpadeó con exageración cuando lo conseguí.

Sin esperarlo, y a duras penas, me pegó un puñetazo. Dejé de sentir. Mis oídos pitaron y por un momento se me reinició el Windows. Sentía mi cabeza pesada contra el suelo. No podía mover ni un músculo y me dolía toda la mandíbula.

A nuestro alrededor se había formado un corro de gente y alcancé a oír un ¡violencia doméstica! de broma entre la multitud.

Un profesor se abrió paso hasta nosotros y apartó a Drake con fuerza. Genial, otro castigo. Respiré hondo y me deshice en escalofríos. Regalé a Linda una mirada de preocupación por ella. Estaba pálida, temblaba sin contenerse y sus ondas doradas caían a ambos lados de su cara, mientras ella, acuclillada, me tendía una mano.

Sus ojos me devolvieron la atención. Eran azules como el hielo, como gélidos témpanos sobre la oscuridad de las aguas.

Abrió la boca y deseé con todas mis fuerzas que no se pusiera a llorar. No lo soportaría. En la fiesta había conseguido entrever el interior de Linda y lo que había visto había sido demasiado para mí. Estaba claro que algo le pasaba y que sufría por ello, pero no sabía cómo podía ayudarla. Porque tenía ganas de darle el mundo entero si con eso me dirigía una sonrisa. Qué ganas tenía de abrirme con ella.

De las pocas interacciones que habíamos tenido, había demostrado que le importaba tanto tener amigos que era capaz de mantener secretos por ellos y sospechaba que al abrirse sería de esas personas infantiles y cariñosas, que no soportan los ruidos fuertes y las injusticias. Aunque..., no sabía si eso era bueno o malo.

No soltó ni un sonido. Mi momento de conexión ojiplática se acabó cuando el profesor tiró de mí y todo el dolor cayó como una losa.

—Estáis castigados. Los dos. —Quise arrancarle esas gafas de cuajo y estamparlas contra el suelo. Había sido yo la que defendió a Linda. Deberían estar más atentos de los abusos entre los alumnos. Así yo no tendría que haber intervenido.

Drake estaba con cara de querer vomitar. Mis babas brillaban sobre su codo y él las miraba tratando de encontrar una forma de quitarlas de ahí sin mancharse más.

—La próxima vez el gapo será en la boca —le advertí.

Que ganas tenía de matarlo.

*

Como Linda y yo estábamos castigadas, decidí volver andando a casa con ella y así aprovechar ese pequeño momento. Ya me inventaría una excusa que decirle a mi madre al estilo de Estaba haciendo la prueba para teatro, a ver si me cogen. Le pregunté cómo habían ido las clases y por qué no la había visto en el recreo.

—Tengo muchos estudios que recuperar. Ya sabes, nuevo instituto, nuevo sistema educativo...

—Ya, ya.

—Y además a partir de mañana me toca hacer extraescolares para las mates, que se me dan fatal. Y no podré salir por las tardes. Hasta que mamá me levante el castigo. ¿A ti te han castigado? —Notaba a Linda más abierta y eso me alegraba.

Asentí. Linda me dedicó una sonrisa.

—Entonces estamos igual. —Eso me aceleró el corazón—. Gracias. Por haberme defendido —aclaró—. Yo no sé pegar puñetazos.

—No es nada. Drake es un gilipollas. —Tensé los hombros.

Linda bajó la mirada hacia el camino y se mordió el labio.

—¿Lo conoces?

No quería secretos con Linda.

—Más de lo que me gustaría —suspiré—. Es mi ex.

Nota de la autora

Hola de nuevo :) ¿Os esperábais eso del pasado de Heather? Aún hay mucho por descubrir de ella y de Linda, pero iremos poco a poco. Se van sumando nuevos personajes al asunto y nuevas localizaciones. Una cosa que quería aclarar, es que todos los lugares del libro son ficticios, pero me inspiro en una mezcla de Estados Unidos y España, así que hay algunas referencias que quizás notéis de películas y libros. ¡Nos leemos el siguiente domingo!

Quinto capítulo: 2 de octubre de 2022

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