Parte III (5) (15 de 15)

Llegó el día que se celebró la feria cristiana y las hermanas de Lincoln pusieron en marcha su plan.

Para la ocasión también invitaron a Clyde y al grupo de amigos de su hermano desaparecido después de ponerlos al tanto de todo, tal como Lana sugirió anteriormente. En principio, los chicos de la pandilla expresaron su desacuerdo cuando les dijeron que lo que iban a llevar a cabo era un acto de vandalismo; sin embargo al final si accedieron a participar luego de que se les aclarara que todo aquello se trataba de honrar la memoria de su querido amigo y líder de grupo, a quien probablemente nunca volverían a ver con vida.

Para esto, Lisa se dio a la tarea de armar un centenar de microbombas que luego adhirió con pinzas a unos globos. También se equiparon con un par de tanques con helio, unos cordeles de material extra resistente, pinzas para la ropa y cuatro cubetas cargadas con los pañales sucios de Lily.

Ya con todo lo que iban a necesitar, el grupo subió a la azotea de un local abandonado que quedaba cerca a posicionarse estratégicamente en un punto donde sabían estarían alejados de la vista de los feligreses que asistieron al evento.

Allí empezaron por inflar con helio los globos equipados con las microbombas y luego se les ató un extremo de cordel a cada uno. En el otro extremo se les ató una pinza para la ropa con la que engancharon los globos inflados en los bordes de las cubetas repletas de pañales, que si eran lo bastante pesadas, pero igual teniendo cuidado de no engancharles tantos para que se las llevaran volando. Por eso fue que Luan se encargó de sostener los restantes del cordel.

Una vez tuvieron todo listo, las hermanas y amigos de Lincoln levantaron un pequeño altar en el borde de la azotea desde el que se avistaba el parque central y la feria que se llevaba a cabo. Consistió en una foto enmarcada del peliblanco adornada con unos cintos negros que Lynn puso contra el bordillo. Al pie del marco, Lola depositó una rosa y Clyde derramó unas gotas del Flipie favorito de su mejor amigo: sandía con lima.

Seguidamente todos se formaron en dos hileras a ambos lados del altar, para así dar inicio a una breve ceremonia fúnebre, asumiendo el trágico destino que el homenajeado habría tenido en la zona de guerra allá en medio oriente.

Así, Luna se posicionó a la derecha del altar y con su gaita ambientó la ceremonia con la tradicional tonada escocesa que a veces se acostumbra a tocar durante los entierros. A la izquierda se posicionó Lucy quien pasó al frente a recitar unas palabras de su autoría.

Hasta siempre, Lincoln Loud, mejor conocido como el hombre del plan, el más leal de los amigos que uno en esta vida podría tener...

Tras oír esto, Clyde se quitó las gafas y se giró a sollozar en el hombro de Rusty quien lo confortó dandole palmaditas en la espalda.

El mejor hermano, que nunca nadie jamás podría hallar –continuó Lucy con su rezo–, y al que lamentablemente no supimos apreciar como era debido...

Esta vez fue Lynn la que se forzó a no romper en llanto como lo hizo Clyde. Mas ,de todas formas, si se le escaparon un par de lagrimas que se limpió con la palma de la mano.

Tu cuerpo habrá decaído, allá en el campo de batalla, pero tu espíritu perdurará y tu familia y amigos por siempre buscaremos consuelo por la perdida que hemos sufrido.

Luna terminó de tocar la gaita y pasó a felicitar a Lucy en cuanto está dio por finalizada su recitación.

–Fue un bello discurso, chica.

–Gracias –suspiró la niña gótica, con un desanimo mayor al que usualmente mostraba ante los demás.

–Guardemos un minuto de silencio –pidió Liam seguidamente–, por nuestro querido amigo Lincoln.

Con lo que todos agacharon la cabeza y callaron en señal de respeto.

–¿Cuánto llevamos? –preguntó Zach al rato.

–Seis segundos –contestó Luan.

–¿Volvemos a empezar? –preguntó Leni.

–Claro que no –dijo Lucy quien fue la primera en romper la formación–. Hagamos lo que vinimos a hacer de una vez, que se nos pasa el tiempo.

A continuación, Lisa entregó un mando a distancia de su invención a Stella y de ahí se puso a digitar unos comandos en el teclado de su reloj de pulsera. A su vez, uno a uno, Leni se encargó de enganchar los pañales en los globos que fue entregando a cada una de sus hermanas y los amigos de Lincoln conforme pasaban a tomarlos.

–¿Quieren hacer los honores? –preguntó Lynn a Clyde y a los chicos de la pandilla–. Francamente, creo que nosotras no lo merecemos después de lo que le hicimos.

El chico de color asintió entre sollozos y pasó hasta el frente a soltar su globo. Después de Clyde, Liam soltó el suyo que, de igual modo, se alejó volando rumbo al parque en el que se celebraba la feria cristiana con el apestoso pañal colgando del otro extremo del cordel.

–Buen viaje, amigo –lo despidió el chico granjero.

El tercero en soltar su globo fue Zach y Rusty el cuarto. Acto seguido, Lisa terminó de digitar en su reloj de pulsera, miró a Stella y asintió con un gesto.

Por lo que Stella apuntó con el mando a uno de los globos que ya habían soltado y esperó a que quedara suspendido por arriba de uno de los feligreses que había asistido al evento.

¡Clic!

Una vez tuvo el objetivo en la mira, Stella oprimió el único botón del mando, el cual mandó una señal a la microbomba que la hizo estallar.

¡Puaj!

Consecuentemente, con esto el globo reventó y el pañal fue a caer sobre el infeliz manchándolo de pies a cabeza de excrementos humedecidos y orina rancia.

Después de sus amigos, las hermanas de Lincoln pasaron a soltar sus globos de una en una, siendo Lynn la primera.

–Lincoln Loud –gimoteó Lucy que fue la segunda en soltar el suyo–, te veré del otro lado.

Así mismo, Leni siguió entregando los globos cargados de pañales a los demás  conforme iban pasando y soltándolos para que volaran hasta quedar arriba del parque. De igual forma, con ayuda de Lisa quien sacó unos binoculares, Stella se aseguraba que los globos quedaran en la posición correcta antes de oprimir el botón del mando para hacerlos reventar en el momento preciso. 

¡Clic!

–¡Pero que asco!

–No puedo creer que pueda estar muerto –dijo Lynn con pesar, luego de ver como uno de los pañales caía sobre la fuente en la que se llevaba a cabo el bautizo colectivo, manchándola enteramente de suciedad.

–Lo sé... –suspiró Lucy con tristeza.

Guau –exclamó Lana cuando Leni le entregó el siguiente globo–, este pañal pesa como dos kilos.

–Buen trabajo, niña –felicitó Luna a la bebita, en lo que pasaba a tomar otro globo para soltarlo.

A lo que Lily le devolvió una sonrisa melancólica.

–Es extraño –comentó Lola tras soltar otro más–. Toda mi vida amenacé con hacerle algo malo a Lincoln cada vez que me hacía enojar, y ya que le sucedió...

–Lo exztrañaz –concretó Lisa.

–Si –asintió cabizbaja.

–Yo igual.

–¿Recuerdan cuando nos hizo dejar de bañarnos y usar costales sucios para ahorrar energía –mencionó Lana–, mientras él participaba en una sesión de videojuegos? Fue genial.

¡Clic!

–¡Mi ojo, se supone que no deben arrojarme cosas ahí!

–Recuerdo su mirada de alegría –sollozó Clyde después de soltar otro globo–, y como mojó sus pantalones la vez que nos enteramos que iban a filmar un episodio de ARGGH! aquí en Michigan.

–Sin importar cuánto me esforzara con mis bromas –se lamentó Luan en lo que le pasaba más globos a Leni para que pudiese engancharles los pañales restantes–, nunca conseguí que nadie más se enfureciera hasta ponerse de ese tono de rojo, Rojo Lincoln.

–Rayos –sollozó Lynn quien ya no pudo aguantar más–. ¿Por qué lo obligué a usar esa tonta botarga? ¿Por qué no le dije algo especial, antes de que...?

–No te lastimes así –la consoló Leni tras pasarle su siguiente globo.

Lisa enfocó con sus binoculares a la zona en la que los feligreses preparaban todo para la quema de cómics de Ace Savvy y luego a media docena de globos que flotaban por arriba de sus cabezas. Inmediatamente dígito otro comando en su reloj y le indicó a Stella que oprimiese el botón otra vez.

¡Clic!

¡Puaj!

–¡Demonios!

–¡Otra vez!

–¡Que asco, me voy a vomitar!

–¡¿Quién rayos está haciendo esto?!

–¡Alguien llame a la policía!

La niña filipina atestiguó en primera fila como toda esa indeseable gente recibía su merecido.

–Esto le hubiera gustado –se lamentó igualmente, y se enjugó una lagrima.

–Como me gustaría que viera esto –reiteró Luna.

En eso, se oyó hablar a una voz familiar a sus espaldas, una que jamás creían volverían a escuchar.

–También yo.

Y al girarse, Luan soltó sus globos igual de sorprendida que todos al encontrarse a Lori parada junto a la entrada de la azotea, y junto a ella a cierto niño de cabello blanco y camiseta anaranjada, sano y salvo, tal como se veía en la foto del altar, con la sola diferencia de que su pelo rapado recién estaba volviendo a crecer, su piel estaba toda bronceada por su trayecto por los desiertos de oriente medio y sus brazos y abdomen presentaban un ligero aumento de musculatura.

–¡Lincoln!

La primera en arrojarse a abrazarlo fue Lynn Jr., quien lo hizo con tal efusividad que lo derribó en el proceso. Su alegría en ese instante de volver a verlo con vida era tanta, que sin pena alguna le dio un afectuoso beso en la frente y después otro en la mejilla.

–¡No estás muerto!

Después que Lynn se le quitara de encima y lo ayudara a levantarse, Lana fue la siguiente en correr a abrazarse cariñosamente a su pierna, con tal tenacidad que parecía no iba a querer soltarlo nunca más.

–¡No puedo creerlo, amigo! –la siguió Clyde, ahora llorando de felicidad –¡Me da gusto verte!

Y así, en breve, el peliblanco quedó apresado en un afectuoso abrazo grupal por parte de sus amigos y hermanas.

–Ya, ya, no me adulen –rió en cuánto pudo zafarse y observar los globos cargados con pañales–. ¿Qué es todo esto?

–Ven, déjame moztrarte.

Lisa entonces lo tomó de la mano y lo guió hasta el borde de la azotea. Ahí mismo, Stella le entregó el mando a distancia y Leni le pasó uno de los globos.

–Es con un control remoto y tomas un buen pañal.

–Guardamos este de cuando Lily tuvo una infección.

–Anda, suéltalo –lo alentó Lucy esbozando una sincera sonrisa de alegría.

–Oh... Bueno.

Por lo que simplemente hizo lo que le dijeron, aunque todavía no entendió porque.

En ese momento, precisamente, Josué Yrion subió a una tarima y se puso tras el podio para iniciar su discurso, ante lo cual Lisa se apuró a digitar otro código en su reloj de pulsera que hizo que aquel globo en particular fuera volando a posicionarse por arriba de la cabeza del controversial pastor evangélico.

Los nintendus... –empezó con su insufrible predicamento–. Segas, Super nintendo, Play Station, Were ever...

Lincoln miró algo confuso a sus hermanas y amigos, a lo que Lynn le sonrió y con un gesto le indicó que oprimiera el botón del mando.

Los japoneses descubrieron, hermanos, que jugar en la maquina de nintendu, presta atención, por la sensibilidad de la luz, y por fijar la vista en la linea magnética y electrónica del nintendo por la velocidad de ella...

¡Clic!

¡Puaj! ¡¿Pero que es esto?!

–De lujo.

El chico sonrió, contento como nunca en su vida, no sólo por haber dado en el blanco, sino también por el cálido recibimiento que le brindaron su familia y amigos y, no menos importante, estar al fin de vuelta en casa.

–Oh, Dios, como amo esta nación.

FIN

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