Parte II (5) (10 de 15)
Las cosas habían vuelto a la normalidad en la casa Loud, salvo por el hecho de que Lincoln seguía extraviado sin que sus padres supieran nada de esto; aparte de que Lynn Sénior y Rita no tenían empleo y la familia debía como veintemil dólares en deudas; pero, hey, las cosas mejorarían pronto... Bueno, no tan pronto, pero mejorarían.
En poco tiempo Rita, que ya se había recuperado de su crisis, volvería a su antiguo empleo como asistente de dentista y el señor Loud conseguiría un empleo lavando trastos en el restaurante de comida de fusión ruso-hawaiano Haloha Camarada Compadre. Pero, como ustedes ya saben, esa es otra historia.
Hasta entonces las diez hermanas seguirían encubriendo a Lincoln mientras ideaban el modo de encontrarlo.
***
Pero eso tampoco pasaría muy pronto.
Lo que era Lincoln, él siguió adelante con el curso de entrenamiento básico en lo que restaba del transcurso de esos últimos dos meses.
Durante ese tiempo, su compañero Clarence, el peor recluta de la unidad, empezó a mejorar su rendimiento drásticamente gracias a la dura motivación del sargento Hartman; pero al costo de que su personalidad también empezó a cambiar drásticamente... y no precisamente para bien.
-Presentar... ¡Ya! -ordenaba el sargento para que sus reclutas maniobraran perfectamente el rifle durante las formaciones-. Hombro izquierdo... ¡Ya!... Hombro derecho... ¡Ya!... Presentar... ¡Ya!... ¿Amamos a nuestro querido cuerpo, señoras?
-¡Siempre fieles decididos! -contestaban Lincoln y sus compañeros a coro-. ¡Aguerridos, aguerridos, aguerridos!
-¿Qué es lo que hace crecer la hierba?
-¡Sangre, sangre, sangre!
-¿Qué hacemos para vivir, señoras?
-¡Matar, matar, matar!
-No los oigo.
-¡Matar, matar, matar!
-¡Mierda, aun no oigo nada!
-¡Matar, matar, matar! -repetían todos, menos Clarence... Que mantenía una expresión de lo más ausente.
Pero no por esto dejaba de aprender las enseñanzas de su sargento... Demasiado bien.
***
-¿Alguno de ustedes puede decirme quién fue Charles Whitman?... -preguntó el sargento a sus reclutas otro día que los tenía reunidos a todos en unas tribunas, incluyendo a Clarence que seguía con su mirada ausente pero no dejaba de prestar a atención-. ¿Son tan pendejos que lo ignoran?... Recluta cowboy.
-¡Señor! -contestó Coop-, fue el que asesinó personas disparando desde una torre en Austin Texas, señor.
-Exactamente. Charles Whitman asesinó a quince personas disparando desde una torre de veintiocho pisos en la universidad de Texas. Disparó a cuatrocientos metros de distancia. ¿Alguien sabe quién fue Lee Harvey Oswald?... Recluta Frozono.
-¡Señor! -contestó Craig-, el que asesinó a Kennedy, señor.
-Exacto. ¿Y recuerdas donde estaba cuando lo hizo?
-Señor, bastante lejos de ese depositorio de libros, señor.
-Correcto, exactamente, setenta y cinco metros. Lo hizo a setenta y cinco metros disparando hacia un auto en movimiento. Oswald lo hizo disparando con un antiguo rifle de perno italiano, en tan sólo seis segundos, y acertó en dos lugares, un craneo incluido. ¿Alguno de ustedes sabe dónde aprendieron a tirar esos individuos?... Recluta Leno.
-¡Señor! -contestó Lincoln esta vez-, en la milicia, señor.
-En la milicia -reafirmó el sargento Hartman-, eso es correcto. Esos individuos enseñaron lo que un soldado motivado y su rifle pueden hacer. Y al abandonar mi cuartel, señoras, todas ustedes serán capaces de hacer lo mismo.
Clarence asintió con la cabeza sin mostrar expresión alguna.
***
Otro día que todos ensayaban como armar y desarmar sus rifles, Lincoln fue el primero en notar la peculiar nueva forma de ser de su obeso compañero, que cada vez era menos obeso y más musculoso.
-Está limpia y cepillada -oyó que le murmuraba a su arma durante su labor, de un modo que resultaba algo inquietante-, reluciente, bellísima. Se desliza a la perfección. Linda está, y reluciente y aceitada. Así tu acción será bellísima, preciosa Bella...
***
-Clarence habla con su rifle -le avisó Lincoln a Coop, más tarde que los dos se ocupaban de asear las letrinas.
-¿Ah, sí?... -dijo el otro levantando una ceja.
-Yo no creo que Clarence la haga. Está listo para ir a la unidad de infantería.
-Pues no me sorprende... -volvió a decir Coop, para luego cambiar de tema de conversación-. ¿Sabes qué?, quiero cogerme a un par de tus hermanas de las que nos hablaste. ¿Qué pides a cambio?
-¿Pues que me das?
***
Otro día que se pusieron a practicar tiro al blanco, Clarence sorprendió ciertamente al sargento Hartman con su magnifica puntería a larga distancia.
-Excelente, recluta Pyle -lo felicitó a gritos-. Creo que al fin descubrimos lo que puedes hacer bien.
-¡Señor, si, señor! -agradeció.
-¿Cuántas fases tiene el movimiento que has ejecutado?
-Señor, las fases son cuatro, señor.
-Bien. ¿Para que tienes que mirar dentro de la cámara?
-Señor, eso garantiza que el recluta no dispare al oficial que inspecciona un arma cargada, señor.
-¿La quinta regla general?
-Señor, la quinta regla general es dejar el puesto cuando el relevo se haga adecuadamente, señor.
-¿Cómo se llama esta arma, recluta Pyle?
-Señor, el arma del recluta se llama Bella, señor.
-Recluta Pyle, definitivamente has vuelto a nacer duro. Por el infierno, tal vez hasta te permita servir como francotirador en mi amado cuerpo.
-Señor, si, señor.
***
Llegó el día de la graduación y los reclutas del pelotón estaban listos, estaban más que listos para tragarse sus entrañas y las de otros; pero en especial Lincoln y Clarence, que empezaron como los peores de la unidad y acabaron sobresaliendo como los mejores del grupo.
-Este día -anunció el sargento durante la ceremonia-, finalmente han dejado de ser unos pendejos. Este día, ustedes ya son soldados, son parte de una hermandad. A partir de hoy, y hasta el día que perezcan, estén donde estén, todo soldado será su hermano. La mayoría de ustedes irá a Afganistán, otros no volverán; pero siempre recuerden esto: los soldados mueren, por eso es que estamos aquí, pero la milicia vive por siempre, y eso significa que ustedes vivirán para siempre.
-¡Hurra! -clamaron Lincoln y sus compañeros quienes celebraron aventando sus gorras al aire.
-Esos son mis chicos -sonrió el sargento enjugándose una lagrima-. Me enorgullecen tanto, que les he preparado una recompensa muy especial.
***
Terminada la ceremonia, otros dos suboficiales de menor rango llegaron con unas cajas de las que sacaron unos muñecos coleccionables en su empaque original que empezaron a repartir entre todos los reclutas.
-Genial -exclamó Lincoln al recibir el suyo pensando que sería una figurilla de G.I. Joe o algo por el estilo-, figuras de acción.
-Oigan -reclamó Craig al ser el primero en observar detenidamente el empaque y ver que eran puras Barbies-, estas son muñecas para niñas.
-Así es -bramó el sargento fuerte y claro-. Un buen soldado no se avergüenza de jugar con muñecas.
-Sabes -le susurró Coop en secreto a Lincoln-, creo que el sargento Hartman está un poco desviado.
-¿Si? Pues yo creo que le faltan "algunos reclutas a su unidad".
***
La ultima noche en el cuartel, Lincoln tuvo la desgracia de tocarle montar guardia; puesto que de ese modo atestiguaría uno de los momentos más intensos en su corta carrera como soldado.
En plena oscuridad, se desplazó por afuera del dormitorio iluminando su camino con la luz de una linterna, cuando de pronto oyó ruidos en el baño. Por lo que, siguiendo adelante con el protocolo, le tocó entrar a ver que ocurría.
Sentado en una de las letrinas, estaba su compañero Clarence terminando de cargar su rifle, manteniendo su expresión ausente. Cuando advirtió la presencia de su compañero de blancos cabellos, lentamente giró su cabeza a devolverle la mirada.
-Hola, Leno -lo saludó esbozando una sonrisa de lo más siniestra.
Acto seguido terminó de cargar las municiones en el arma.
-¿Son reales?... -acertó a preguntar Lincoln tras tragar una poca de saliva-. ¿O son salvas?
-7.62 mm -contestó el otro sin dejar de sonreír de ese modo tan inquietante-, munición blindada, con casquillo de cobre.
-Clarence... -musitó Lincoln nervioso tras tragar otra poca de saliva-. Si Hartman viene aquí.... Y nos encuentra... Acabaremos en un mundo de mierda.
-Yo ya vivo... -gruñó el obeso dientón-. En un mundo de mierda.
Dicho esto, Clarence se levantó a ejecutar los movimientos de formación con el rifle cargado.
-Hombro izquierdo... ¡Ya!... Hombro derecho... ¡Ya!... Seguro y carga... En descanso... ¡Ya!... ¡Este es mi rifle. Hay muchos otros iguales a él pero este es mío. Es mi rifle, es mi mejor amigo, el es mi vida. Debo dominarlo como debo dominar toda mi vida...!
Con todo este escándalo, naturalmente los otros reclutas se levantaron y se acercaron curiosos a las puertas del dormitorio que daban al pasillo.
-¡Vuelvan a sus literas! -les gritó el sargento en cuanto salió de su recamara en pijama y los pilló en el acto.
Seguidamente se encaminó a la entrada de los baños.
-¡¿Qué es esto, el puto show de Laura Bozzo?! -reclamó tras entrar y encontrarse a Lincoln y a Clarence-. En el santísimo nombre de Dios, ¿que mierdas están haciendo, pendejos, en las letrinas? ¿Por qué el recluta Pyle está fuera de su litera después del toque de queda? ¡¿Por qué diablos el recluta Pyle tiene ese rifle?! ¡¿Por qué no le sacas al recluta Pyle los intestinos?!
-¡Señor! -avisó Lincoln atemorizado-, es mi deber informar al instructor Sénior que el recluta Pyle tiene el arma cargada y preparada también, señor.
El sargento miró fijamente al desubicado recluta, que sonreía perfidamente al haber perdido toda su estabilidad emocional durante el entrenamiento.
-... Ahora quiero que me escuches, recluta Pyle -ordenó, con calma pero manteniendo su duro carácter-, y quiero que lo hagas con atención. Quiero esa arma, y la quiero ahora. Vas a poner ese rifle en el suelo ahí a tus pies, y te vas a apartar de él.
Mas, en lugar de obedecer, Clarence se echó a reír a todo pulmón y apuntó al suboficial con el arma.
-¡¿Qué es lo que no entiendes de la vida, huevón de mierda?! -vociferó el sargento ante tal acto de rebeldía-. ¡¿Tus papitos no te dieron la suficiente atención, cuando eras niño?!...
¡BANG!
Por primera vez en su estancia en el cuartel, Lincoln vio a Hartman sin su característico sombrero de sargento, pues este se soltó de su cabeza con el impacto del balazo, tras el cual el suboficial cayó a sus pies, apenas con fuerzas suficientes para sujetarse la herida de bala en el hombro para detener la hemorragia.
-Tranquilo, Clarence... -le dijo al dientón muchacho que había perdido la cordura-. Tranquilo, amigo.
Entonces, su enloquecido compañero dejó de apuntarles con el arma y volvió a sentarse en la letrina. Luego asintió lentamente con la cabeza, se puso el cañón del rifle en la boca y acabó por apretar el gatillo.
-¡NOOO! -gritó Lincoln quien trató de persuadirlo, pero ya fue demasiado tarde.
¡BANG!
Con el sargento Hartman malherido en el suelo, y los sesos de su compañero muerto embarrados en la pared, como había hecho muchas otras veces desde el primer día, el chico de blancos cabellos volvió a preguntarse si había hecho bien en huir de casa a enrolarse con tal de alejarse de sus hermanas.
≪Pues si, esto sigue siendo mejor que aguantar a Lynn y sus tontas supersticiones≫, pensó.
Y es que aun, con todos estos sucesos traumáticos, su aventura como soldado seguía estando lejos de terminar. De hecho lo verdaderamente feo ni siquiera había empezado.
***
En los días posteriores a este turbio suceso, sus hermanas seguían haciendo lo posible por encontrarlo, manteniendo a su vez todo en secreto de sus padres. En principio Leni sugirió contarles la verdad, pero las demás resolvieron de que ya habían llegado demasiado lejos con su mentira como para echarse para atrás, además de que tendrían graves problemas si llegaban a descubrirlas.
Por eso es que Lynn y Lucy seguían turnándose la botarga para hacerse pasar por Lincoln, incluso llegando a salir con Clyde y el grupo de amigos de su hermano para no levantar sospechas. Afortunadamente para ellas, los chicos de la pandilla creyeron que lo del disfraz de ardilla era sólo una de las muchas gracias por parte del peliblanco.
-Vaya que Lincoln está Loco -había reído Zach un día que Lynn los acompañó al arcade disfrazada con la botarga.
-Muy bien, Lincoln -lo felicitó Stella.
-De verdad nunca se sabe lo que hará este amigo -comentó Liam.
-Veamos cuanto más aguantas con ese traje puesto -llegó a sugerir Rusty para total conveniencia de la situación.
≪Rayos, pero que buena suerte la mía≫, pensó la muchacha cuando los demás chicos del grupo se mostraron de acuerdo.
Por otro lado, el llorón y debilucho de Clyde McBride no significaba una gran amenaza que pudiera desmontar esta farsa, gracias a los problemas de ansiedad que le generaba ver a su "amigo" comportarse de modo diferente.
Mientras tanto, las otras hermanas hacían todo lo que estuviera a su alcance para encontrarlo y traerlo de vuelta a casa. Eso si, sin dar aviso a la policía hasta que lo considerasen necesario.
Lori, por ejemplo, corrió la voz por medio de las redes sociales pidiendo discreción, Lucy pidió ayuda al mundo de los espíritus por medio de su tabla Ouija y Lana se dio a la tarea de entrenar a Charles para que le siguiera el rastro, cosa que fue de lo más inútil puesto que al perro sólo le interesaba jugar y echar la siesta.
Leni, por su parte, fue a la plaza comercial a repartir volantes con la foto de su hermano desaparecido en los que venían adjuntados su número telefónico y el de todas sus hermanas bajo el siguiente anuncio:
¡CERVEZA GRATIS!
Ahora que tengo su atención:
desapareció este niño de once años,
Lincoln Albert Loud.
Cualquier información llamé
SOLAMENTE a cualquiera
de estos números.
(No hay cerveza gratis)
Enfatizando que sólo debían contactar con los números telefónicos que venían en el volante. Y claro que Lisa la acompañó para asegurarse de que no se lo diera a ninguno de sus conocidos que pudiera delatarlas con sus padres.
De todas formas no llegaban a nada ya que, conforme recibían los volantes, las personas a las que se los entregaban ni se molestaban en leerlos, simplemente los arrugaban y arrojaban en el bote de basura más cercano. Por lo que, cada vez que acababan, Leni iba recogerlos para repartirlos nuevamente y el proceso se repetía una y otra vez.
Igual llegó el día que toda la verdad salió a la luz, justo después que Luan fue a revisar la correspondencia en el buzón.
-¡Chicas! -alertó a todas cuando entró nuevamente a la casa-, es una carta de Lincoln.
-¿Qué? -exclamó Lynn Jr. contenta, con lo que ella y las demás se acercaron a la joven comediante.
Su emoción era tal, que ninguna advirtió el sonido de la van familiar aparcando en el garaje y como consecuencia de esto LJ no supo que debía ponerse la cabeza de ardilla.
-No puede ser -dijo Lori tras arrebatarle la carta a su hermana y leer su contenido-, literalmente, se enlistó en el ejército.
-¡¿Qué cosa?!
Para su mala suerte, el señor y la señora Loud entraron a la casa justo en ese momento a oírlo todo, ante lo cual casi todas sus hijas empezaron a idear el modo de excusarse con ellos. Por su lado, Lynn Jr. supo que ya no tenía caso ponerse la cabeza de la botarga y Lori sólo se resignó a leer la carta de su hermano.
-Querida familia, estoy bien. Esperé hasta triunfar para escribirles. Terminé el entrenamiento básico al frente de mi clase y mi sargento me dijo que me gané una especie de recompensa.
***
A bordo de un avión militar que sobrevolaba los cielos al otro lado del mundo, se hallaban Lincoln y sus compañeros de escuadrón, todos ellos perfectamente equipados y listos para ir a entrar en combate.
-Escuchen, caballeros -indicó el oficial al mando-, acabamos de entrar en espacio aéreo Afgano. Esperamos tanto fuego amigo como enemigo. Mientras mejor recuerden su entrenamiento, más sobrevivirán. De pie.
-¿Cuando aterrizamos? -preguntó el peliblanco a su superior.
-Depende de ti -respondió haciéndole entrega de un paracaídas-. No lo olvides: Jala el cordón verde antes del verde claro.
-Oh, Rayos.
Continuará...
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