Capítulo 5

Me siento como una mierda.

—Te ves como la mierda. —Le envío una mirada perversa a mi primo Jhonatan mientras intento llenar mi termo con café caliente que preparó mi tía Monse.

—Acabas de leerme el pensamiento, me estoy sintiendo como una.

Se sirve su propio vaso de café y se recuesta en la encimera mientras mira por la ventana.

—¿Mala noche?

—¿Acaso mis horribles gritos de loca no te despertaron anoche?

—No, tenía el estéreo encendido. Hace mucho que no despertabas por pesadillas.

—Al parecer todos saben de mis pesadillas menos yo —murmuro por lo bajo.

Regresa su oscura mirada a mí. —Bueno, nos despertabas a todos a la madrugada porque creíamos que estaban atacándote, pero en realidad eran sombras que se aparecían en tus sueños.

—¿Cómo es que no recuerdo tener estas pesadillas? —Cierro el termo teniendo cuidado de no verter ni una sola gota.

—Eras muy pequeña cuando tuviste la última. Tenías unos seis o siete años.

—Bea lo recuerda.

—Bueno, Bea es Bea, y a ella no era a quién aterrorizaban. —Suspira y rasca su creciente barba—. La tía Dahiana siempre sabía cómo calmarte, te cantaba esa canción sobre la luna y las estrellas.

—¿Canción?, ¿qué canción?

No recuerdo ninguna canción. Miro fijamente a Jonathan esperando por su respuesta.

—Sí, esa que habla sobre como la diosa luna nos protege y vela por nosotros, que cada rayo de su luz aleja las sombras que atormentan al mundo, o algo así. —Mi mirada refleja la confusión que siento, realmente no recuerdo nada. Jonathan suspira y niega con la cabeza—. Pregúntaselo a mamá, ella debe saberla, la cantó para ti el día de... —Se aclara la garganta y me da una mirada compasiva—, el funeral. No parabas de llorar esa noche, no habías comido en dos días y mamá estaba muy preocupada por ti, todos lo estábamos. A Bea se le ocurrió que tal vez si te la cantaban querrías salir, mamá estuvo de acuerdo y empezó a tararear esa canción, inmediatamente paraste de llorar, sólo hasta que terminó de cantarla fue que abriste la puerta del armario y abrazaste a mi mamá.

—¿Eso pasó? —Él asiente y me mira extrañado—. Te juro que no lo recuerdo.

—Pero, ¿recuerdas lo que pasó?, ¿en el funeral y después?

Niego y trato de enfocarme en los acontecimientos de esos terribles días.

—Recuerdo a los oficiales de policía y al tío Ancizar abrazando a la tía Monse. El abuelo lloraba en el sillón abrazando la foto de mis padres. Yo estaba sentada en la mesa de la cocina ayudando a cortar los tomates para la ensalada y estaba enojada porque Bea había tomado el cuchillo de plástico rosado. Yo lo quería. —Me siento en uno de los taburetes y rodeo con mis manos la taza de café vacía que probablemente dejó mi abuelo—. Tocaron a la puerta, la tía Monse fue quien recibió a los dos oficiales, nos pidió a Bea y a mí que subiéramos a nuestra habitación, pero Bea dijo que quería saber a qué venía la policía a casa, estaba asustada de que ya supieran que fue ella la que pintó las paredes de la galería. —Miro con los ojos aguados a mi primo, recordar ese día es confuso y doloroso para mí—. Nos quedamos bajo las escaleras. Uno de los policías se sentó junto a mi abuelo, el otro permaneció de pie al lado de mi tía. El tío Ancizar entró corriendo por la puerta de la cocina.

>>Recuerdo que el oficial junto a mi abuelo fue quien habló todo el tiempo, mi tía rompió en llanto rápidamente, mi tío se abrazó a ella para impedir que cayera de rodillas y el abuelo... el abuelo sólo estiró la mano hacia la mesita y tomó el cuadro donde estaba la foto de mis padres... creo que ahí supe que esto no se trataba de Bea, mis padres, algo ocurría con ellos. De ahí en adelante todo es confuso. Los tíos me sentaron en mi cama y me hablaban, pero no recuerdo qué dijeron... —La cabeza comienza a dolerme, respiro profundamente y desisto de recordar el día del accidente. Son muy pocas cosas las que tengo presente, de resto todo es una página en blanco—. No recuerdo mucho, es como si lo hubieran borrado.

—Eras como un zombi. Un zombi de diez años, no hablabas, no comías, no dormías, ni siquiera mirabas a las personas. Tenías los ojos siempre hacia el frente, mirando a la nada, y no llorabas, ni una sola lágrima derramaste. —Mi primo se sienta a mi lado y posa su brazo sobre mis hombros—. La niña alegre, divertida y traviesa estaba ausente. Fue muy duro ver cómo te estabas marchitando. En el funeral tampoco lloraste, no emitías ningún sonido y teníamos que guiarte para caminar, detenerte, voltear o sentarte. Sólo hasta que empezaron a arrojar los primeros palazos de arena sobre los ataúdes fue que las compuertas de tus ojos se abrieron.

—Recuerdo los olores, el olor del cementerio, de esas flores que adornaban el lugar, el olor del pasto y del horrible perfume de Henie Sorrento. —Suelto una risa amarga—. ¿Cómo es posible que no recuerdo todo esto que me dices, pero sí el perfume de esa mujer?

Jonathan me brinda una sonrisa mientras me sacude un poco. —Tal vez porque es verdaderamente horripilante, el perfume y ella.

Me rio y él me sigue. Un momento después su mano limpia mi mejilla, no me había dado cuenta que unas cuantas lágrimas se derramaron. No sé si por reír o por los recuerdos de mis padres y su funeral.

Miro el reloj de la cocina y me doy cuenta que estoy sobre la hora para mi turno en la clínica.

—Le preguntaré a mi tía después de la cena. —Rápidamente me levanto y beso en la mejilla a mi primo—. Te quiero bobis.

—Cuídate pequeña. —Sonríe y se prepara para también salir a trabajar—. No te claves una aguja.

Le saco la lengua y corro a la clínica, una vez dentro saludo a Mary y las pocas personas que ya están en la sala de espera. Paso a un John adormilado y a otras dos auxiliares que están preparando los consultorios. Una vez dentro del mío, dejo mi termo sobre mi escritorio y enciendo la computadora, Ema entra unos segundos después para encender y comprobar el resto de mi equipo médico, hoy ella estará a mi lado.

La primera consulta es una perrita criolla que tiene problemas para dar a luz, le tomamos una ecografía y confirmamos que una de las crías está atorada en el canal de parto, actuamos rápido y enviamos a la peluda a cirugía para lograr salvar a los cuatro cachorros. Mi tío y yo operamos y logramos poner a los cinco a salvo. Luego, atiendo a un gato con posible infección de ojos, una lora con plaquetas bajas, una zarigüeya con una pata fracturada debido a una trampa y cinco gatitos bebés rescatados de una cuneta.

Todo este trabajo me ayuda a tener la mente ocupada y dejar de pensar en las pesadillas y en lo poco que recuerdo del funeral de mis padres; pero, al finalizar mi turno, mi mente regresa a esa horrible pesadilla y mi cuerpo se empieza a estremecer. Se siente demasiado real, juro que puedo sentir de nuevo esos dientes en mi carne. Preocupada, tomo mi celular y mientras camino hacia las oficinas del rancho para esperar a Bea, voy buscando en línea algo relacionado con estas pesadillas y el por qué creo sentir lo que sucedió en ellas horas después de despertar. Luego de leer toda una investigación sobre los sueños y la fase REM, encuentro un blog donde hablan de los sueños hiperrealistas y me concentro en los comentarios de quienes ofrecen su propia experiencia con sueños que son demasiado reales.

—Ya casi termino. ¿Qué vamos a hacer esta noche?

Sin levantar la vista del teléfono le respondo a Bea—: No lo sé. ¿Qué tienes en mente?

—Pensaba en ir a lo de Louis. Tomarnos unas cervezas y divertirnos un poco.

Mi teléfono pierde toda mi atención apenas y Bea dice divertirnos.

—Define exactamente a qué te refieres con divertirnos —murmuro, haciendo comillas en el aire y enviándole una dura mirada a Bea.

Divertirse para Bea tiene muchas connotaciones, en ocasiones, demasiado "intensas" para mi gusto.

—No me mires de esa manera, algo sano, normal. —Abro mi boca para que me describa que tan "normal" será esta noche, pero se me adelanta—. Ay ya Ary, sólo serán unas cervezas entre tú y yo, bailar un poco y listo, regresar a casa a dormir. Algo simple, ¿ves?

Me quedo observándola cerrar la laptop y terminar de hacer el cuadre de caja. Guarda las facturas y recibos de hoy y revisa por última vez la agenda. Bea es quien ayuda a mi tía Monse y a mi primo Castian a administrar el rancho y la clínica. Termina con sus funciones y se cruza de brazos esperando por mi respuesta a su invitación "sana".

—Vale, pero no puedo quedarme hasta muy tarde Bea, ni beber mucho; mañana tengo una cirugía temprano en la mañana y debo estar en mis cinco sentidos.

—Claro, sólo serán un par de horas.

—Te lo advierto Bea, un par de horas, dos cervezas y me voy.

—Que sean tres cervezas.

—Dos.

—Ary —gime, dándome sus ojitos de cachorro. Suspiro y me levanto para ir a casa.

—Vale, tres. Pero entonces cenamos primero.

Rueda los ojos, pero acepta. —Listo, ve a ducharte, apestas.

—Tú también.

***

Después de la cena, me ofrezco a ayudar a mi tía con los platos y de esa manera poder preguntarle por la canción sin que los demás estén presentes. Es un poco incómodo para mí que todos sepan lo que me pasó cuando murieron mis padres y sobre esas horribles pesadillas y yo no tenga ni idea de ello. Aprovecho que Bea está en su habitación cambiándose y mis primos y tío han ido a la sala para ver el canal de deportes.

—Tía, ¿puedo preguntarte algo?

—Claro, cariño.

—Esta mañana mi primo Jonathan mencionó algo sobre una canción que me cantaba mamá cuando tenía esas pesadillas.

Mi tía hace una pausa con los platos y me mira con una sonrisa melancólica. —Oh sí, Dahiana la cantaba cada noche, para que lograras dormir. Yo traté de cantártela también, pero no cuento con la hermosa voz de tu madre.

—Yo... yo no recuerdo la canción. Podrías decirme como se llama, así la busco y la escucho de nuevo.

—Mm, bueno, esa canción no la encontrarás en ninguna parte. Creo que se la inventó tu madre o algo así, sólo se la he escuchado a ella. —Frunce la frente y muerde su labio inferior pensando—. No recuerdo mucho en este momento, eso fue hace mucho tiempo, pero creo que la tengo escrita en una agenda. Lo hice para poder cantarla esas primeras noches y así ayudarte a dormir. —Una vez más trato de recordar, pero me es imposible—. La buscaré, ¿vale?

—Te lo agradecería. —La abrazo y le doy un beso en la mejilla—. Eres la mejor, te amo por amarme como a tu propia hija.

Sus ojos se llenan de lágrimas y me abraza más fuerte. —Cómo no amarte, mi niña, si tú eres uno de los pocos seres especiales que hay en este mundo, llena de amor, luz y bondad. —Se retira un poco y me sonríe con tristeza—. La vida ha sido muy injusta contigo, cariño, y tendrá que recompensarte por ello.

—Ya lo ha hecho, tía, los tengo a todos ustedes. —Mi voz se entrecorta un poco pensando en lo que he perdido y lo que tengo ahora y puedo perder algún día.

—No es suficiente, cariño, no es suficiente —murmura ahuecando mi rostro.

—¡Mueve el trasero, Ary! ¡La noche no da esperaaaaa! —Ruedo los ojos y mi tía ríe. Bea viene corriendo hacia la cocina con un vestido en sus manos—. Dejen el amor para después. Vístete Ary, se nos hace tarde.

—Ya voy.

Tomo el vestido verde de sus manos y subo a mi habitación para cambiarme. La tela es de lino y el corte es en A lo que estiliza mi cintura, disimulando el ancho de mis caderas, llega unos centímetros por encima de mi rodilla, así que lo combino con unas sandalias color ocre de plataforma media y una chaqueta de jean ya que hace algo de brisa. Dejo mi cabello suelto, no tengo que aplicarme nada en él excepto tal vez algo de silicona para el brillo. Mi cabello es totalmente lacio y negro. Si quisiera hacerme unos rulos como mi prima Bea, me durarían unos pocos minutos antes de que cada hebra vuelva a su estado natural, por lo que las únicas opciones para mí son suelto o recogido y ya. Bea por su parte se ha ondulado las puntas. Tomo mi cartera, algo de dinero, el móvil y mi DNI.

—Por fin.

—No me tomó mucho tiempo, Bea.

—Vámonos ya. Son las nueve y apuesto a que me estarás trayendo de regreso antes de las doce. —Sacudo mi cabeza y tomo el brazo de mi prima— Conduzco yo, tú hoy relájate y diviértete.

—Diversión sana ¿verdad? —Un hilillo de duda me atraviesa, Bea en ocasiones suele ser muy "de alma libre e indomable" lo que termina con ella o las dos en un estado lamentablemente ebrio o metidas en algún problema. Por lo general dichos problemas o ebriedades tienen relación con algún hombre.

—Por supuesto, eres una persona responsable y debemos regresar a casa temprano.

—Y Sobrias.

—Eso también.

Estrecho mis ojos hacia mi prima y ella sólo me responde con una sonrisa traviesa. Suspiro, derrotada.

Conozco perfectamente lo que significa esa sonrisa. Bea nos ha concertado una cita, a las dos. 

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