Prólogo

Mañana cumplo 21 años. Para muchos, este sería un importante suceso en su vida, pero no para mí. Ya estábamos en el año 2589 y el mundo no era el mismo: existían diferentes reglas, que decían ser para nuestra seguridad y salud. Yo a veces no creía en esto, sin embargo. Mañana sería enviada a otro planeta. Mañana comenzaría mi nueva vida. Mañana, mi vida dejaría de ser la misma. Mañana, yo iba a cambiar, pero no estaba segura de si esto iba a ser para mejor.
Si tan sólo no me hubiera enamorado de quien no podía... Todo sería distinto en este momento...

Nací bajo el nombre de Maite Turn, el 7 de noviembre del año 2568. Para ese entonces, el sistema actual ya se había instalado en el planeta y yo formaría parte de este plan. Mis padres sabían que, llegada la edad predeterminada, me separaría de ellos de manera drástica. En algún momento, la raza humana dejaría de ser la misma, y era necesario que la juventud fuera enviada a poblar otros planetas aptos para la vida.

La historia comienza así: para el año 2500, la población terrestre había aumentado exponencialmente. Potencias mundiales, como Estados Unidos, China, Japón, entre otros, tenían el conocimiento suficiente como para saber que si no hacían algo pronto, todo esto tendría desastrosas consecuencias.
Se soltó un virus, pero los culpables no admitieron la verdad. Existieron muchos destrozos, rebeliones, ya que la gente suponía la verdad, sin embargo. Hubo matanzas, guerras civiles, 10 años de oscuridad, hasta que el mundo cayó en cuenta de lo que era verdaderamente importante: la cura. Para entonces, ya se había cobrado justicia, y los culpables de la gran catástrofe habían sido asesinados y reemplazados.
Había muerto mucha gente, a manos de otras personas, por las guerras y por la mortal enfermedad. Después de todo, el virus estaba logrando su cometido: la tasa de mortalidad era la que ahora había aumentado exponencialmente.
Así, se comenzó a temer la extinción de la raza humana: no habría sido algo instantáneo, pero si el virus no se hubiera frenado en poco tiempo, esto se habría transformado en un terror fundado.

Se investigó el virus a fondo. Muchas personas murieron también para realizar los experimentos. Pruebas y pruebas, y se tomó conciencia de algo: existía gente que se había aislado, interactuaba tan sólo con su familia. Era una medida de seguridad básica: asilarse para no contraer el virus, sin embargo, al examinarlos, se dieron cuenta, de que el virus se encontraba en su interior.
Se llevaron a cabo más y más investigaciones y, después de todo, no era un solo virus.

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