V e i n t i s i e t e

El fin del primer semestre finalmente acabó. La alegría propia de empezar las vacaciones parecía revolotear por los pasillos de la preparatoria desde la primera hora de la mañana, por mi parte, si bien no tenía grandes planes, estaba muy emocionado de tener todo el tiempo del mundo para Gabriel.

Mi relación con Charlie Dimas y con Damian Blanco era un tanto curiosa, no éramos precisamente amigos pero parecía que ambos se esforzaban en no dejarme solo en los almuerzos, en gimnasia y en las pocas clases que compartíamos, de vez en cuando me dedicaban un saludo o un cordial "¿cómo estás?" y aunque no se lo vaya a admitir a ellos nunca, ese apoyo lejano y frío fue sumamente importante para mí luego de perder a Joshua y a Diana, con quienes creí iba a estar por lo que quedaba de año escolar y más.

Era viernes, último día y desde la semana anterior —cuando se había enterado de todo— no había visto a mi hermano. Toda la semana habíamos tenido clase, apenas e intercambiamos algunos mensajes de texto pero ni él ni yo sacamos el tema de Gris y de todo lo ocurrido, asumí que era algo que debíamos hablar en persona y aunque yo sabía que Diego estaba bien con eso, sentía un temor desesperante de pensar en conversar con él. No sabía qué le iba a decir, qué iba a decir él, si iba a buscar explicaciones, si se iba a burlar, si me iba a decir que estaba bien pero que no quería conocer a mi novio...

Aplazar un evento incómodo solo hace que el temor se alargue un poco más a cada momento, por eso, a la vez que estaba asustado, me sentí aliviado cuando al salir vi la moto de Diego fuera de la reja que delimitaba el estacionamiento estudiantil. No me había avisado que iba a ir y con verlo mis nervios se dispararon, me sentía peor que cuando ves a una exnovia en una reunión y no sabes qué hacer o qué decir.

No me había visto. Estaba sentado sobre la moto pero por un lado, con el casco sobre el regazo y el teléfono en su mano, asumí que llevaba ya un buen rato allí.

Rodee la salida y con una actitud corporal más estable que mi cabeza caminé hasta él. Cuando percibió mi presencia levantó la mirada y guardó su teléfono en el bolsillo. Se puso de pie, dejando el casco a un lado y quedó a la misma altura mía. Sus ojos, tan azules como los míos, me analizaron y por primera vez, Diego se quedó sin qué decir. No tuvo qué decir nada, solamente avanzó un poco y me abrazó, palmeando mi espalda.

—Debiste decírmelo antes —murmuró en voz baja, aún sin soltarme—. Me ofende que creyeras que algo iba a cambiar entre nosotros.

—Lo siento —respondí, a la vez que daba un paso atrás para separarme—. No sabía cómo...

—Tenemos mucho de qué hablar —sentenció. Se volteó a su moto y me tendió el casco adicional, que había estado en la parte trasera—. Vamos.

Me subí y Diego condujo hasta una heladería que quedaba más cerca de su apartamento que de mi casa. Tomamos asiento en una mesa para dos personas ubicada junto a un enorme ventanal.

Le conté que cuando Diana y Joshua se habían enterado —por separado cada uno— no habían respondido de la mejor manera y me excusé de sus reacciones para haberle ocultado a él la verdad. Él escuchó con paciencia y con su expresión indiferente de siempre.

—Es un hijo de puta —dijo, refiriéndose a Joshua—. Pues mejor que se haya ido a la mierda, no necesitamos su estupidez en la vida.

Reí de la manera delicada de Diego de hablar de los demás.

—Sí, bueno... estuvo feo, no esperaba que eso pasara... —Suspiré—. Por eso no te lo dije antes. Me dolió tanto con él y con Diana que si algo similar pasaba contigo...

—Tú y yo literalmente compartimos el vientre de mamá —dijo—, ¿creíste por un momento que yo iba a lanzar todo eso a la borda por decirme que eras gay? ¿eres idiota?

Diego, siempre con su imprudencia y ausencia de la capacidad de disimular, lo dijo en voz alta y enfática, haciendo que un par de personas en las mesas alrededor voltearan a vernos... a verme. Me encogí en mi lugar.

—¡Diego! Baja el tono.

Pareció notar la atención de los demás en nosotros y miró en todas direcciones. Pero claro, era Diego, y le valía un cacho lo que los demás pensaran.

—¿Por qué? Ni que estuviera diciendo que matamos a alguien. —Entonces levantó la mirada de nuevo y añadió en tono más alto para asegurarse de que todos oyeran—: Y si así fuera, no es asunto de nadie.

Pese a que ambos siempre hemos tenido el mismo aspecto, Diego intimidaba a los demás de una forma que yo nunca había hecho. Puede que su vestimenta o su gesto o actitud o su tono altanero de "me vale lo que piensen y digan" o todo junto, fuera lo que hacía que todos prefirieran no llevarle la contraria; de inmediato los que nos habían volteado a mirar, volvieron a sus asuntos.

Negué con la cabeza, rendido.

—Eres imposible.

—Sigo molesto porque no confiaras en mí —declaró—. Cada que venías a mi apartamento tenías una energía extraña y culposa y siempre creí que era porque yo ya no vivía contigo y te sentías culpable de sentirte mal por eso y entonces nunca te pregunté nada. Por Dios, Denny, he podido sentir tus emociones por más de cinco años y me ocultaste eso...

—Perdóneme, ejemplo de sinceridad y honestidad —ironicé. Diego, al ver el rumbo de mis palabras, sonrió burlón y destensó la frente—. Olvidé que don Rififi sí me ha contado todo lo que sucede con él desde que se fue de casa.

—Vamos, es diferente.

—Te enamoraste de mi alma gemela, creo que eso es más complicado aún. ¿Por qué no me costaste?

Diego suspiró, hizo una larga pausa que usó para comer de su helado. Luego, como si el supuesto rencor hacia mí hubiera pasado a segundo plano, contestó en tono sosegado:

—Me decía a diario que estaba mal.

—Eso define lo que yo sentía.

Blanqueó los ojos y asintió, parecía que finalmente aceptaba mi excusa.

—Bien, dejemos eso atrás —propuso—. Desde que éramos niños no hemos tenido secretos importantes, que estos sean los últimos.

—Me parece bien.

—Entonces... —Enarcó una de sus cejas y sonrió de lado—. Cuéntame de mi cuñado. No me lo vas a ocultar por siempre.

Me sonrojé por la manera pícara e indiscreta que usó al decir "cuñado", manera descarada tan típica de él. No obstante, no pude sino sonreír.

—Se llama Gabriel, tiene diecinueve años, está también en último año y lo conocí en un partido que fuimos a jugar a su preparatoria, a fin del año pasado.

—¿El año pasado? Es increíble que haya pasado tanto y jamás lo hubieras mencionado.

—Dejemos eso atrás —repetí sus palabras. Hice una pausa, organizando las siguientes palabras, Diego aguardó en silencio—. Tardé mucho tiempo en aceptarlo, Diego, no podía ni decírmelo a mí mismo, menos decírtelo a ti. Es horrible...

—¿Por qué? —interrumpió—. ¿Le estás haciendo daño a alguien al ser gay? ¿vas a quitarle algo a alguien por querer al tal Gabriel?

—No... —murmuré, algo confundido.

—Entonces no es horrible. Te gusta una persona, esa persona es un hombre. No es legalmente incorrecto, no afectas a nadie, no tienes que preocuparte por un posible embarazo no deseado y eres feliz, ¿qué importa el resto?

—Es tan fácil decirlo, Diego. Tú no tienes que lidiar con el peso de pensar constantemente que no eres normal, tú no sientes vergüenza de tomar a quien amas de la mano por la calle y claro que nadie te verá con extrañeza si lo haces.

Diego soltó una risita entre dientes.

—¿Normal? Disculpa, ¿tu homosexualidad hizo que te creciera un tercer brazo o un sexto dedo en la mano? Porque si no es así, no sé dónde o cómo consideras que eres diferente a mí. ¿Y los demás? ¿Son ellos los que se van a besar contigo o qué? ¿Ellos te alimentan o su aprobación es de algún modo importante para el desarrollo de tu vida? —Diego cuando se enseriaba para hablar de cualquier tema, desprendía autoridad y razón; al ser alguien que siempre iba de broma en chiste y de tomarse la vida como un juego, era imposible llevarle la contraria cuando hablaba así, especialmente porque solía tener razón—. Mira a tu alrededor, Denny, hay como unas veinte personas acá, y así todos se enteren de que eres gay, lo más probable es que jamás vuelvas a ver a ninguno en la vida. ¿Y si lo haces? Qué importa. Si les molesta, hablarán de ti hoy y mañana, diciéndole a sus conocidos "Ayer vi un tipo en una heladería y era gay" y luego ya, eso fue todo. No debes preocuparte por lo que los demás digan de ti y no es por bajarte de la nube, pero no eres el centro de atención del universo de los desconocidos, al mundo le vale un comino tu existencia.

Tomé varios segundos para digerir el discurso de mi hermano. Él parecía —como siempre— indiferente a lo que decía en sí o al peso de sus palabras; no le preocupaba ni poco el impacto que pudiera tener en los demás, él solo se preocupaba por decir lo que pensaba.

—Me sentí seriamente regañado —dije tras una pausa. Diego rió—. Pero gracias.

—No me harás caso, ¿verdad?

—Nop, ni un poquito. Aún me pesa la opinión de los demás —admití—. Además, no soy solo yo, Diego. Gabriel pasa por algo muy similar, no puede decirle a su familia y luego de que me pasó con Joshua, ni siquiera a su mejor amigo.

—Joshua es un hijo de puta, él no debe ser ejemplo de lo que puede pasar —farfulló—. Ya verás que sus hijos todos serán gays. —Resopló para dar aplomo a sus palabras y luego en tono más dócil, dijo—: ¿Tú estás bien con eso? Me refiero, ¿aún te sientes culpable de querer a un hombre?

Hacía ya un buen rato que no me planteaba esa pregunta. Desde el día en que me sentí atraído por Gabriel, el sentimiento constante era la culpa y no solo con Diego, sino conmigo mismo y hasta con Gabriel. Pero con todo lo que había pasado, sin embargo, eso había cambiado.

—No. Me siento culpable de ocultarlo a todos, de complicar las cosas contigo, de no poder irme por el lado sencillo de la vida... pero no de quererlo. No podría culparme de querer a Gabriel, es inevitable hacerlo.

Cuando miré a mi hermano estaba a punto de empezar su burla, lo veía en su mirada y reí también a pesar de todo.

—Quiero conocerlo.

—Ahora, cuéntame tú. —Cambié de tema—. ¿Cómo es que Grishaild logró enamorar al rudo de Diego Keiller?

Fue su turno de abochornarse y de retrasar su respuesta en una prolongada pausa.

—No lo sé —respondió sencillamente. Resoplé—. ¿Qué esperabas? ¿Que dijera cursilerías como tú?

—Vamos... ¿no sabes? ¿eres idiota? —Usé de nuevo sus palabras.

—No sé qué decirte, en serio. La conocí y me odió como por dos semanas hasta que te conoció a ti. Creí que era muy hiperactiva y fastidiosa en un comienzo, hablaba demasiado y sonreía mucho, parecía un arcoíris andante, con el duende al final incluído, creí que estaba loca. Además de que es muy terca, le dije que su novio no le convenía desde el comienzo, a mí no me gustaba ella todavía pero sabía que ese imbécil no la quería, pero nooooo, ella no me tenía en el mejor de los conceptos y se pasó mis palabras por donde el sol no llega. Luego terminaron... luego —Suspiró, por un segundo pareció ajeno a que yo estaba ahí, era como si estuviera reconstruyendo para sí mismo un resumen de su historia con Gris y la dijera por instinto y no porque quisiera contarme—... luego le dije que yo no podía sentir sus emociones como con el resto... y un día pude y ahí la empecé a querer... luego se enteró de lo de ustedes y las almas gemelas... después solamente pasó. Un día desperté y me dije que estaba enamorado de ella y me odié por hacerlo y la odié a ella por enamorarme y a ti por merecer estar con ella.

Sonreí satisfecho de escuchar su escasa confesión. Viniendo de Diego esperaba menos, algo como "qué te importa" y ya, pero escucharlo con ese toque de humanidad —que a veces parece no tener al ser tan seco con todo— me enterneció totalmente.

—¿Te imaginas todo lo que nos habríamos ahorrado si hubiéramos dicho la verdad? —bromeé. Diego me fulminó con la mirada.

—¿Nos? Todo es tu culpa, tú eres el eje de estas mentiras.

—Yo también te quiero, Diego.

Terminamos el helado y salimos de establecimiento.

Estar al lado de Diego y ser consciente de que ya no le ocultaba nada me hizo sentir más liviano, más tranquilo y más feliz, se sentía como hace un año, cuando todo parecía estar sumido en la monotonía. Era increíble cómo medio año podía cambiar el curso de toda una vida, o más aún, de dos. El cambio de colegio y un simple partido amistoso interescolar nos habían traído a Gris y a Gabriel a la vida, nos la habían puesto de cabeza y todo en perfecta sincronía para, de alguna manera, hacer la transición más fácil.

Gris y yo coincidimos para tener una compañía de por vida, Gabriel y yo coincidimos para tener un amor, esperaba, de por vida.

El solo pensamiento de que dentro de una década los cuatro íbamos a estar juntos a nuestra manera, me hizo sonreír. Aún quedaba mucho para eso, y en teoría todos éramos tan jóvenes, que los mayores dirían que solo vivíamos el amor de adolescente, ese amor alocado que se apaga cuando la madurez llega. No sabía nada de lo que iba a pasar ni siquiera unos meses después, pero llegué a la conclusión de que preocuparme demasiado por el futuro me estaba distrayendo del presente y el presente era tan idílico que no podía dejarlo pasar porque podía ser etéreo y desaparecer en cualquier momento.

Sabía que la vida tenía problemas y que tarde o temprano iban a llegar en mayor o menor escala pero esperaba poder cruzarlos todos y salir en una sola pieza, y a diferencia de muchos, tenía una enorme ventaja: no solo contaba con un compañero de vida para superar los obstáculos.

Tenía a mi hermano, tenía a mi alma gemela y estaba enamorado de un hombre maravilloso; tenía fe en que los cuatro juntos éramos indestructibles ante la adversidad y nada parecía suficiente para perturbar ese paraíso.

Sobre la moto de Diego, de vuelta a casa, pensé en lo afortunado que era. Escuché un trueno a lo lejos y de a poco las gotas pasaron de ser una llovizna suave a ser fuertes y pesadas. Diego no se detuvo, ni yo le dije que lo hiciera; en ese trayecto en el que nos mojamos hasta los calcetines, me prometí a mí mismo que a partir de ahí, las nubes negras y atemorizantes que se presentaran en mi cielo no me iban a impedir disfrutar de la lluvia. 

¡Hola, Mazorquitas!

¿Cómo han estado? Mil gracias por la paciencia y dedicación y amorsh que le dan a esta historia. ♥ 

Como han notado, esta novela está escrita en partes. La parte 1 compuesta por 14 capítulos, la parte 2 que culmina hoy con 27 capítulos y ya vamos a empezar la parte 3, que no será tan larga, espero no pase de 10 capítulos. 

De verdad espero que se hayan enamorado de mis chicos tanto como yo y me sigan acompañando por el tiempo que falte para terminar con su historia ♥

Recuerden que pueden unirse al grupo de facebook donde hago anuncios importantes de vez en cuando. Eso sería todo y ¡muchas gracias por leer!

-Love, Thyfh


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