V e i n t e - G a b r i e l

Se supone que en los cumpleaños se celebra la vida, un año más, de hecho y que se debe estar feliz, contento, en familia, con torta y mucha comida. No era ni soy precisamente un aguafiestas, solo que considero que celebrar la vida se debe hacer todos los días, no solo la fecha en que se conmemora el nacimiento que en todo caso fue mérito de mi mamá y no mío; la primera semana de abril, en un martes, llegó mi cumpleaños número diecinueve.

Me gustaba de año a año repasar los meses y ver qué había cambiado en mí, es un buen ejercicio para saber que los últimos doce meses no fueron en vano y ese año, repasando todo, concluí que la mejor adición y cambio en mi vida era Denny Keiller.

Cuando te vuelves consciente de que el último pensamiento de la noche y el primero de la mañana tiene nombre y apellido, debes aceptar que estás hasta el cuello, ahogándote en cariño y amor por otra persona y así no convenga, ahí estás y no renunciarías por nada del mundo.

Denny y yo seguíamos sin ser nada pero lo sentía como un todo. Hace lo que parecía una eternidad, le había pedido indirectamente que fuera mi novio y de la misma manera él había aceptado pero la vida de la manera más directa posible, nos dijo que no, que él ya tenía una chica a quien estaba destinado.

Mentiría si dijera que muchas noches no pasé en vela pensando en eso, que le daba vueltas a todo e incluso me veía a mí mismo terminando mi no—relación con Denny, pero no lograba pensar en qué sería después de eso sin él. No, me dolía y entonces descartaba esa idea. Podía pasar horas o días atormentando mi imaginación con la imagen de él y esa bonita rubia juntos pero cuando lo veía en persona, todo se borraba, solo estar con él me hacía feliz y compensaba todo. Algunos catalogan eso como tóxico e incluso yo lo hice pero era involuntario.

Mi situación con Denny era la peor de las drogas pero ahí estábamos ambos, adictos y dependientes.

Siendo mi cumpleaños en pleno inicio de semana, no celebré nada. Luka me regaló una camiseta que compró en oferta y en la noche mamá compró pastel, cenamos con mi hermana y con mi mejor amigo; nada formal. Denny me llamó y me felicitó y dijo que ya celebraríamos después.

Había despertado el sábado de esa semana hacía ya un buen rato pero no deseaba levantarme. Me había colocado la almohada en la cabeza para evitar la incandescencia del sol que entraba aún con la cortina cerrada y estaba solo pensando en nada, en todo y en Denny. Salí de la habitación a desayunar, luego a almorzar y volví a mi cama. Ahí estuve entumecido hasta más o menos las dos de la tarde, hasta que fui interrumpido de mi buen plan de holgazanear.

Como un vendaval ruidoso, alguien entró en mi habitación, azotando la puerta y arrancándome las cobijas de un tirón. A punto estuve de soltar un improperio hasta que vi unos divertidos ojos azules que me lanzaron confeti de colores a la cara.

—¡Feliz cumpleaños super atrasado!

De la sorpresa, me tragué un par de los papelitos de colores y tosí. Arrugué la frente.

—¿Qué rayos? —dije, con los ojos aguados por toser y la garganta picando—. Casi me ahogo, ¿qué te pasa?

—¡Son más de las dos de la tarde de un sábado cumpleañero! Levanta ese trasero y vámonos.

No sé de dónde lo sacó, pero otro puñado de confeti cayó sobre mí.

—¡Deja de hacer eso!

—Seguiré hasta que te levantes.

Cedí a la amenaza y me senté en la cama, sacando los pies hasta el suelo. Elevé un poco el mentón y miré a Denny; estaba con ropa deportiva y su cabello estaba aún húmedo por la, supuse, ducha que tomó antes de ir a mi casa. Pensé en ese momento que no podían existir ojos más hermosos que los suyos. La sonrisa se me dibujó sin haberla llamado.

—Estás precioso.

Se abochornó y me reí entre dientes. Aclaró su garganta.

—Tienes unos diez minutos para levantarte, ducharte, ponerte una sudadera y salir.

—¿A dónde vamos?

—Es una sorpresa.

—No me gustan las sorpresas.

—No es mi problema —dijo—. Ya hablé con tu mamá, tienes el permiso y ya tomé abusivamente las llaves de tu moto, así que ya tenemos transporte. —Retrocedió hasta mi puerta, dispuesto a salir—. Diez minutos, Sanders.

Denny era como una luz y cuando salió de la habitación se sintió el cambio de ambiente. No me gustaban las sorpresas, es cierto, pero cualquiera que incluyera a Denny era bienvenida.

Obedecí y tomé la ducha más rápida de la vida para luego colocarme una sudadera y unos tennis. Cuando salí a la sala de mi casa, estaba Denny explayado en nuestro sofá y escuché a mamá en la cocina. Ella salió y Denny se enderezó.

—Cuídense mucho.

—Claro, ma.

—Te veo mañana.

Iba a preguntar por qué no ese mismo día pero al parecer eso interfería con la sorpresa de Denny, así que él ni siquiera me dejó hablar.

—Gracias por dejarlo ir, señora Sanders.

—Que la pasen bien.

Denny me agarró del hombro y me haló fuera de la casa. Sobre mi moto había una mochila suya que se me hizo muy grande y parecía estar llena. La levantó y me la lanzó.

—Tú la llevas porque yo conduzco.

—¿Tú vas a conducir mi moto? —Hizo un gesto de disgusto.

—Sí, y sube antes de que me arrepienta.

—Déjame conducir a mí.

—No sabes a dónde vamos.

—Pues dímelo.

—No voy a decirte.

Ya estaba él subido en la parte delantera y me apremió a subirme. Puse la maleta a mis espaldas y lo hice.

Denny tenía mil cualidades pero manejar una moto no era una de ellas. Luego de media hora en que aparentemente habíamos salido de la ciudad e íbamos en carretera abierta, me aburrí. Me incliné sobre su hombro derecho.

—¿Mi sorpresa de cumpleaños era sentir la adrenalina de un viaje en moto hecho por una abuelita?

Pude imaginarlo rodando los ojos a pesar de estar de espaldas a mí. En ese preciso momento, desvió bruscamente el camino y se metió por en medio de los árboles. Tuve que agarrarme a él con fuerza por lo repentino del giro. Era un camino medio empinado en que la moto fue un poco más rápido al ir en subida, calculé un kilómetro bosque adentro hasta que empezó a descender la velocidad y finalmente, frenó en un área amplia y espaciosa rodeada de los más altos pinos y robles.

—¿Le dijiste a mi mamá que venías a asesinarme al bosque o eso es una sorpresa para ella?

Él ya se había bajado y mientras dije eso, me quité mi casco y puse los pies en tierra también. Me quité la mochila y la puse en el suelo. En un par de segundos Denny llegó a mí y me besó. Quería hablar y preguntar muchas cosas pero se me hizo mejor plan disfrutar del sabor dulce de sus labios. Se alejó demasiado pronto, y me incliné hacia adelante buscando su contacto. No lo hallé. ya se había alejado.

Denny puso ambas manos a sus lados y las movió, abarcando todo el lugar con una enorme y ladeada sonrisa.

—Esta es tu sorpresa.

—Si estuve cuarenta minutos en una moto para llegar a un lugar remoto por un simple beso, creo que no ha valido la pena.

Denny blanqueó los ojos.

—Vamos a acampar esta noche acá. —Mi gesto se mantuvo inexpresivo y por la manera en que me miró, supe que Denny esperaba más emoción que eso—. ¿No te gusta?

—No es eso... nunca he acampado. ¿Y si llueve? ¿y si hay osos? ¿y si...?

—Traje una tienda de campaña, comida, y repelente de osos.

—¿En serio?

—Sí a todo, menos al repelente de osos.

Estiró su mano y mordió su labio; entonces supe que si me estuviera invitando al infierno, accedería con gusto, solo por ir agarrado a su mano. La tomé y me atrajo, se me hicieron notorios los pocos centímetros que me llevaba de altura y tuve que estirar un poco el cuello para besarlo como tantas ganas tenía de hacerlo.

—Bueno —murmuré sobre sus labios—, si he de morir en garras de un oso, me queda de consuelo que te comerá a ti primero.

—¿Cómo aseguras eso?

—¿Quién no querría comerte?

Ignoró adrede mi cumplido/burla.

—Espero que un oso.

Armamos la carpa con un poco más de dificultad de la que debería; en la maleta Denny había llevado ropa suya y mía, de algún modo mientras me duchaba en casa se las había ingeniado para sacar un cambio de ropa. Llevaba comida chatarra, mucha soda y agua y dos bolsas de dormir. Pasamos toda la tarde hablando y riendo, caminamos cerca de nuestro pequeño campamento explorando. Estaba feliz.

Me contó que esa misma mañana había estado en un partido de voleibol del mejor amigo de Grishail y que ella y su hermano estaban discutiendo por no-sé-qué cosa y que Diego le estaba pidiendo perdón. Divagó mucho sobre la manera en que aparentemente Gris había cambiado a Diego porque al parecer le quitaba orgullo de jamás disculparse y que eso, viniendo de Diego, era un paso enorme.

Por la simple imagen que Denny me pintaba de su hermano, no me agradaba. Me lo imaginaba grosero, antipático, mujeriego, ególatra y presumido; no me emocionaba mucho la idea de conocerlo algún día.

—Por eso no le he dicho a Gris que es mi alma gemela —dijo Denny, devolviéndome a la conversación de mis pensamientos sobre su hermano—. No sería justo.

—¿Por qué?

—¿Ves la manera en que esto de la... "magia" —enmarcó el apelativo, haciendo una mueca— hace que Diego cambie quien es a pesar de que no quiere? Es como que su alma le pide que esté a paz con Gris cuando en realidad si fuera cualquier persona simplemente lo dejaba pasar. Es horrible... es una especie de... sometimiento.

—¿Y crees que es malo que ella lo haga mejor persona?

—No es ella, Gaby, ni él. Es la magia, ¿entiendes? —Inspiró, buscando las palabras. Estiró su labio y luego habló:—. Se siente la necesidad de quererla y de que ella nos quiera... Eso no es cariño, eso no es amor. Pretender que la otra persona cambie para poder quererla no es amor. ¿Y si Gris se entera de todo esto de nosotros y entonces siente esa necesidad enfermiza de quererme aunque no quiera? ¿O de cambiar para estar bien conmigo? Estaría cambiando su manera de ser solo porque así "debería ser". No es justo.

—¿Y tú?

—Tampoco es justo, pero...

—¿Tú la quieres?

Calló y otorgó. Él no quería dar la respuesta pero yo sabía cuál era, lo que desconocía era el grado de cariño que le tenía. No lo obligué a responder y cambiamos el tema.

Denny me confesó que había pasado el día anterior mirando en internet tutoriales para hacer una fogata porque sabía que haría frío cuando la noche cayera. Yo solo observé mientras hacía un hoyo en la tierra, ponía piedras alrededor y luego la prendía. Llevó fósforos, claro y aún así casi no logra encenderla.

—Quedó bonita —felicité, cuando una hora después de empezar, había fuego—. Podrías ser un boy scout.

—Sería un terrible explorador —aseguró—. Con lo que me demoro armando una fogata, los demás ya han cenado, dormido y ya ha amanecido.

Y tras el ajetreo del día, obtuvimos paz.

Nos sentamos junto al fuego con solamente el sonido del crepitar de la madera al consumirse lentamente y el de algún ave nocturna que nos daba serenata. Calculé que eran las ocho o nueve de la noche.

Denny tenía su brazo alrededor de mi hombro y encontré el mejor refugio bajo su cobijo; había tanto silencio y tranquilidad que deseé quedarme así para siempre.

—¿Qué le dijiste a mi mamá?

—La verdad... a medias —admitió, en una voz muy bajita, apenas para que pudiéramos hablar y escuchar—. Le dije que te llevaría a acampar pero le dije que íbamos muchos. Que éramos como seis y que acampamos seguido y queríamos que tú te unieras. SI le decía que veníamos solos podría hacer preguntas y... —Hizo un mohín gracioso, negando. Convine.

Me enderecé y Denny bajó su brazo; trasladó su mano a la mía, donde pertenecía.

—Gracias, Denny.

—No hay de qué.

—No, Denny, en serio... no por el campamento —Quizás fue la soledad y la intimidad del lugar sumado a la seguridad de que nadie nos iba a interrumpir ni a encontrar ni a juzgar lo que me empujaron a sincerarme—. Gracias por... no sé, por llegar a mi vida. La haces mejor.

Soltó una risa seca y sin gracia.

—Constantemente pienso que solo estoy en tu vida para amargarla con todo lo de Gris... y que es complicado y todo eso.

—No es miel sobre hojuelas, eso te lo aseguro. Pero no amargas nada. —Suspiré y llevé su dorso a mis labios, posé un beso suave en su mano—. Denny, tú no eres uno de esos amores que tienes en la adolescencia, que conservas un par de semanas y eventualmente olvidas... —Besé su mano de nuevo—. Contigo descubrí otra manera de amar diferente a la que conocía y no puedo arrepentirme de nada porque has valido cada segundo.

Puso su mano en mi mejilla y me hizo mirarlo a los ojos azules. La leve iluminación anaranjada de la fogata le daban un aspecto colorado, aunque pudo ser que se sonrojó, no lo supe. Se acercó y besó mi mejilla con mucha delicadeza, con la misma con la que yo besase su mano antes.

—Tengo miedo, Gabriel —confesó.

—¿De qué? ¿De los osos?

Reímos al tiempo.

—Del mañana —aclaró—. Temo perderte o no poder... que no podamos... que no seamos...

—Esta noche somos.

Esta vez lo atraje yo y lo convencí a punta de besos de olvidar esos temas que lo intranquilizaban.

Si Denny tenía miedo, yo estaba aterrado. Era él quien había encontrado a su alma gemela y cada vez que nos veíamos, temía que me dijera el famoso "tenemos que hablar" y me confesara que ya se había enamorado de ella. Me preparaba mentalmente a diario para ese momento y lo pensaba a cada segundo.

Y en los días más optimistas cuando estaba seguro de que íbamos a salir adelante juntos, me aterraba la idea del mañana en que le contáramos a nuestras familias sobre nuestra orientación sexual. No podía elucubrar sobre la reacción de sus padres o su hermano, pero sí sobre la de mi mamá y mi hermana y en ninguno de los posibles escenarios, salía todo en felicidad.

La sola idea de decirle al mundo que amaba a Denny me ponía los pelos de punta. ¿Qué dirían todos? ¿Qué diría Luka? Denny le había contado a sus dos mejores amigos y lo habían rechazado. Por Dios, yo había escuchado y visto a Denny llorar por ese rechazo; cuando me contó de ese tal Tadeo que se había suicidado por la reacción de su familia a su homosexualidad, pensé en mi Denny y en lo mucho que eso lo afectó y en la remota posibilidad de que algo similar pasara.

No quería tampoco perder a mi mejor amigo, temía perder a mi madre o a mi hermana y aún así, me daba mucho más miedo perder a Denny.

Todos siempre dicen que el amor no es cuerdo pero solo hasta que lo sientes consumirte el alma de a poco eres consciente de lo demente, ilógico e irracional que puede llegar a ser. Es un reto aceptarlo, dejarlo entrar y que se apodere de cada fibra de tu cuerpo desequilibrando todo pero una vez que lo recibes y te lo corresponden... Dios, no hay nada mejor que esa insana locura.

Ya estaba bastante entrada la noche y todo el ambiente que formamos y todo lo que pasó en medio de ese bosque hicieron de ese cumpleaños el mejor de mi vida. Por respeto a cada uno de mis recuerdos y la necesidad de atesorarlos en la privacidad de mi memoria, no relataré detalles, pero sí aseguro que si la magia realmente existe, esa noche nos visitó e hizo de cada segundo algo inolvidable.

Cada palabra que él decía, cada respuesta que yo le daba, cada sonrisa que compartíamos y cada mirada que se perdía en una mezcla de amor, devoción, temor del ahora y del mañana, nos dieron la mejor velada; una velada de romance, de descubrimiento, de confesiones, de desahogo, de suspiros y de nuevas sensaciones que, sin saberlo, se volverían mis favoritas. Fue todo un proceso de torpeza, timidez, exploración, aprendizaje y placer. No fue fácil, pero sabía que lo repetiría por el resto de mis días con todo el gusto del mundo.

Denny y yo éramos y somos un rompecabezas mágicamente alterado en el que sin importar cómo, cuándo o dónde nos acomodemos, encajamos perfectamente.

No puedo decir que todo lo que sucedió fue espontáneo porque era claro que Denny lo había planeado, pero todo resultó de maravilla. No perfecto, pero sí de maravilla.

En algún punto de la noche o quizás de la madrugada, con Denny abrazándome tranquilamente mientras yo escuchaba el latido acelerado en descenso de su corazón, concluí que no importaba lo que sucediera, yo estaba completa y locamente enamorado de él.

Me estiré un poco y besé su cuello, lo sentí suspirar. Subí más hasta sus labios que no dudaron en recibirme. Fue un beso corto, de esos que se dan de agradecimiento por la felicidad que proporcionan, de esos que no pretenden más que admirar las cenizas del fuego que ya se ha consumido.

Tenía una confesión estancada en la garganta y entonces Denny subió su mano a mi cuello, con ese contacto las palabras encontraron la forma de salir.

—Te amo.

Se sorprendió y sabía que iba a responder, posiblemente correspondiendo, pero también sabía lo difícil que podía ser considerando su situación. No quería forzar el te amo de su parte. Me sentí tan pleno y feliz cuando le dije que lo amaba, que deseaba que él me lo dijera en las mismas circunstancias, y no obligado por la cortesía de devolver la declaración.

—Te amo —repetí, totalmente seguro.

No lo dejé hablar pues lo besé de nuevo. Aún la noche era larga y me quedaba tiempo de seguirlo amando.

La fogata seguía crepitando afuera de la tienda, pero estaba seguro de que no era necesaria para mantener el calor adentro.

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