U n o - G a b r i e l


Esa era la primera semana —de tres— que teníamos de vacaciones y Denny había salido con su padre por ese fin de semana, mis planes se habían reducido a ir al gimnasio y quizás a nadar con Luka, y por eso me sorprendió mucho cuando el sábado, poco después de las diez de la mañana, recibí una llamada de un número desconocido.

—¿Hola?

¿Hablo con Gabriel? —preguntó una voz masculina.

—Sí.

Soy Diego Keiller.

Estaba en mi habitación, me acababa de duchar y enderecé la espalda por la sorpresa de escucharlo. Así como no lo había visto, tampoco lo había escuchado antes y suponía que Denny cuando llegara de su mini viaje con su padre, me lo iba a presentar, por eso esa llamada no estaba en los planes.

—El hermano de Denny —afirmé.

El mismo. —Hizo una corta pausa—. Oye, quiero aprovechar de Denny no está y quiero hablar contigo. ¿Podemos vernos hoy en la tarde?

Decir que no me inquieté por su tono neutro y esas palabras de "quiero hablar contigo", sería mentir. Según Denny, la charla de él con su hermano había ido bien y él no tenía problema con todo el tema de nosotros, pero temí que quizás conmigo sí hubiera problema.

—Claro... ¿puede ser a eso de las dos?

Me parece bien. Cerca de la casa de mi papá hay una cafetería en una esquina, ¿la conoces?

—Sí, he ido.

Allí entonces. Y no le digas a Denny.

Así de directo como llamó y habló, me colgó, dejándome con la palabra en la boca. Me repetí que así era su forma de ser y que no se debía a que era grosero a propósito conmigo.

Tal vez el hecho de esperar tanto algo, hace que cuando pase, no sea tan magnífico. No tenía ni idea de cómo iba a suceder todo, pero sí sabía que estaba completamente nervioso de, por fin, conocer a Diego y esos nervios podría también atribuirse al hecho de que él insistió en que no le contara a Denny.

La cafetería a la que Diego se refería era una a la que Denny me había llevado dos veces en el pasado. Era grande, espaciosa, pintoresca y con algunas mesas al aire libre. Fui en la moto porque no deseaba caminar lo que estoy seguro me habría parecido una eternidad, estacioné junto a otra moto en el pequeño lugar frente al establecimiento destinado para el parqueo y me quité el casco.

Denny me había mostrado un par de fotos en su teléfono de él junto a Diego y aún así, siendo consciente de que son iguales, me sorprendió cuando lo vi de lejos. Estaba sentado en una de las mesas exteriores, reclinado hacia atrás y con sus pies cruzados, su vestimenta distaba mucho de la de Denny, pero fuera de eso, era como verlo a él.

De hecho fue curioso que aún pareciéndose tanto a Denny, se vistiera más como yo, tenía una chaqueta café de cuero y un jean oscuro, bastante sencillo realmente. Me acerqué y empecé a sentir el palpitar del corazón en la garganta, cuando él percibió mi presencia, levantó la mirada. Ahí noté la gran diferencia entre los gemelos: la mirada de Denny invitaba a una charla, a ofrecer una amistad, la de Diego por otro lado me invitaba a devolverme a mi casa.

Me senté sin esperar invitación en la silla frente a él.

—Debes ser Diego.

—Sí, es difícil confundirme. —Se mantuvo serio y con el cuerpo relajado, no sé qué tanto se me notaban los nervios, pero en mi mente, estaba muy evidente. Tras una pausa, Diego sonrió de lado y se inclinó hacia adelante, poniendo sus codos en la mesa—. Oye, no tienes que estar asustado, vengo en son de paz.

Soltó una pequeña carcajada y recordé vagamente su habilidad de leer la energía de las personas y me reprendí por no poder controlar un poco mis nervios. Sonreí sin mirarlo, casi burlándome de mí mismo.

—Ya lo debes saber, pero mi nombre es Gabriel.

No pasamos por el protocolario apretón de manos, no le vi necesidad y ya que él ni se movió, asumí que él tampoco.

—Denny me ha hablado de ti. No tanto como sería ideal, pero te ha mencionado.

—¿Qué te ha dicho? —curioseé, más que nada por hacer charla.

Diego sonrió.

—No importa.

—De acuerdo... él me ha hablado también de... toda su familia. Yo hubiera querido conocerte antes y en otras circunstancias y no... así, casi al apuro. —Y sin Denny acá, quise agregar.

—Te llamé porque quiero hablarte de Denny —soltó, repentinamente serio—. Él me dijo que el motivo de tenerme al margen de su vida y de ti era por miedo luego de lo que pasó con sus amigos y lo entiendo, lo que aún me cuesta es entender por qué conmigo específicamente. Es decir, sé que puede que no le resulte sencillo decírselo a nuestra familia, pero ¿a mí?

Se quedó callado y me sentí confundido.

—No entiendo qué esperas que te diga.

—Es algo que solo puedo hablar contigo, porque de repente Denny solo confía en ti y es algo que me ha tenido pensando desde que me enteré de su situación —anunció—. ¿Denny realmente creyó que yo iba a dejar de hablarle por esto? ¿Te dijo alguna vez que yo era así de... idiota? ¿Lo insinuó? Hasta hace unos meses creí que si existía una persona que confiaba plenamente en mí era Denny pero ahora creo que no es así. Sé que no tiene importancia ya porque estamos bien con él, pero... es algo que necesito, ¿entiendes? Necesito saber qué te ha dicho él de mí.

En mi mente tenía la imagen de un Diego tosco y frío —imagen dada por su hermano— y esperaba de manera algo irracional, una especie de regaño, sin embargo, estaba preguntándome por su imagen ante Denny. Me descolocó un momento la pregunta y Diego no me apuró para responder, me tomé varios segundos buscando las palabras adecuadas y siendo muy sincero, contesté:

—Denny te adora, Diego... te idolatra y te respeta mucho. —Sentía como si estuviera en una sesión con el psicólogo y me abochornaba hablar con tanta honestidad y transparencia con un desconocido. Tuve que desviar la mirada y respirar hondo para darme ese ánimo de sincerarme—. Para mí, aceptar lo que siento por Denny me ha sido fácil a nivel personal, no me siento capaz de gritarlo a los cuatro vientos pero estoy, la mayoría del tiempo, en paz conmigo mismo. Con él es diferente, él se sintió... o se siente aún un poco... inferior a los demás por ser como es; le mataba no decirte pero no porque lo fueras a alejar del todo sino porque de alguna manera creía que tu imagen de él iba a bajonear, que ya no iba a ser el hermano mayor, sino el hermano mayor gay.

Diego mordió su mejilla interior, analizando mis palabras, palabras que habían salido casi en un susurro y a trompicones, pero que, yo sabía, que él era consciente de lo verdaderas que eran.

—Eso es absurdo —dijo finalmente en una exhalación—. A Denny no lo define ser gay.

—Él lo sabe —aseguré—, pero a veces su mente le dice lo contrario. Cuando conoció a Gris estuvo en una crisis emocional fuerte, quería estar conmigo pero pensaba que no podía por el tema de las almas gemelas... —Mordí mi labio y confesé—: El día que ellos se conocieron, Denny iba a tu apartamento porque iba a contarte de lo nuestro. Yo estaba abajo en el auto.

Recordar ese momento que pareció quebrar algo en ambos, me trajo la nostalgia acompañada de un nudo en la garganta que tuve que disolver carraspeando y arrugando la frente. Diego pareció retroceder en su memoria a ese día y encajar algunas piezas.

—Estabas ahí... —susurró para sí—. Si no hubiera...

—No. Nada habría cambiado —interrumpí—. Las cosas se dieron así por una buena razón: ayudaron a Denny a fortalecer su voluntad. Todo este embrollo con Gris y con él y contigo, a su manera, hizo que su confianza subiera, que supiera lo que quería y que decidiera lanzarse a lo que deseaba y no a lo que debía hacer.

—Nos habría ahorrado varios momentos desagradables —objetó, en tono burlón—. ¿Sabes? Creo que en este caso, no sé muy bien cómo ayudarlo, no es algo que haya hecho antes. No puedo decirle que comprendo y sé de su situación porque no la vivo, pero tú sí... y te lo agradezco. Por estar con él ahora y apoyarlo como yo no lo he hecho.

Eso no lo esperaba y me abochorné terriblemente; Diego lo notó y desvió la mirada. Tras un respiro de varios segundos, volvió a hablar:

—Desde que me fui de casa lo veo poco, y si mis cuentas no fallan, me fui de casa más o menos por las mismas épocas en que te conoció... el punto es que de esas pocas veces en que lo veo, sí noto que es más feliz desde que estás con él. Denny siempre ha sido alguien alegre por fuera pero complicado por dentro —confesó—, se preocupa demasiado por los problemas ajenos y duda mucho de sí mismo... Desde que mi hermana se fue, se ha preocupado más por lo que yo sienta que por lo propio, pero yo sí debo sentirlo a él y esa angustia constante no me pasa desapercibida, ya sabes, lo de leer las emociones...

—Sí, Denny me ha explicado más o menos cómo funciona.

—Cuando nos veíamos siempre sentía culpa en él, pero también tranquilidad. Estaba feliz, como si una parte de él estuviera en orden aunque el resto fuera un caos y ahora que nos enteramos de todo, solo deduzco que se debe a ti. Lo haces feliz.

No pude evitar la sonrisa que nació en mi rostro, una mezcla de alegría, ternura y vergüenza, porque vamos, era su hermano quien me lo decía.

—No sé qué debo decir ahora —admití.

—No respondas nada —replicó con una risa—, no sé si eres consciente, pero yo sé lo que sientes. No necesito que me digas nada. Con las palabras se miente, con las emociones no. Está bien, Denny te hace feliz también y me alegro por ustedes.

—Gracias.

—A Cristal también le agradas mucho.

—¿Cristal?

—A Grishaild. Su nombre es simplón, la llamo Cristal —aclaró—. Así fue hace mucho y así quedó. —Se encogió de hombros—. Quería hablar de eso contigo, nada más. No quería que Denny estuviera por obvias razones y pues... me gustó conocerte. Espero Denny decida decirle pronto a mis padres, sé que te querrían.

Ese comentario, por algún motivo me hizo sentir feliz.

—¿Tú crees? Denny dice que...

—También decía de mí y ya ves —objetó, sin dejarme terminar—. No sé cómo se lo tomarían, si soy sincero, pero no dejarían de amarlo. Y si lo alejan, cosa que dudo, él sabe que me tiene a mí.


Denny ya había cruzado dos puentes enormes al decirle a Gris y a Diego, y ese puente de sus padres, estaba seguro de que tomaría más tiempo; pensar en él llegando ahí, me hizo pensar en mí, diciéndole a mi familia.

Mi familia era pequeña: mi madre, mi hermana y yo y después de que papá falleció, quedó implícitamente estipulado que el hombre del hogar era yo. Mi madre siempre fue cariñosa conmigo y apegada a mí, pero también yo sabía lo conservadora que era para esos tipos de temas. Ella, a pesar de ser joven, había decidido terminantemente no rehacer su vida sentimental porque creía fielmente en el voto de matrimonio y consideraba que el "hasta que la muerte nos separe" no era excusa suficiente para renunciar al hombre con el que había decidido hacer una vida y así de estricta era con todo.

Cada vez que por mi mente cruzaba la ligera posibilidad de llegar con Denny y quizás presentarlo como mi novio, me dolía pensar en la reacción de mi mamá. Ella no era una persona agresiva o rencorosa por naturaleza, pero sí imaginaba que le iba a sentar muy mal y el odio ni siquiera iba a ser conmigo, sino con ella misma. El sufrimiento que evitaba al mantener a Denny en secreto de ella era el suyo y no el mío, estaba seguro que iba a preguntarse en qué había fallado y se iba a culpar e iba a pedirle perdón a mi padre en sus oraciones nocturnas por haberle fallado.

No me dolía ser gay, me dolía la decepción de mi madre.

Como le dije a Diego, conmigo mismo estaba en paz porque amaba a Denny de una manera tan profunda que no podía atormentarme por ser feliz; pensar en alejarme de él era un verdadero sufrimiento que no estaba dispuesto a atravesar solo porque no era socialmente correcto quererlo. Me había metido en la cabeza que esta era mi vida y que intentando hacer felices a los demás, solo iba a desperdiciarla y arrepentirme cuando fuera mayor. No estaba dispuesto a hacer eso, todo debía ir a su tiempo, sí, pero el tiempo en medio de esos puentes podía ser disfrutado al cien por ciento con, el que en ese momento, consideraba el amor de mi vida.

Denny Keiller me llevaba al paraíso en el lapso en que estábamos juntos y esa sensación de plenitud hacía que el posible castigo en el infierno valiera la pena. 

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